BUSCAR EN ESTE BLOG O INTERNET

martes, 22 de enero de 2013

“Yo os compensaré por los años en que os devoraron la langosta y el pulgón, el saltón y la oruga”


 

INTERCESORES CON CRISTO 

“Yo os compensaré por los años en que os devoraron la langosta y el pulgón, el saltón y la oruga”

(Jl 2,25).

 

Intercesión y restauración

 

El pecado es principio de devastación, destrucción y muerte. Devastación y muerte en términos espirituales, sí, pero también en todos los demás sentidos: destrucción psicológica, familiar, de relaciones, económica, de la salud física... Es una plaga que lo toca todo y lo envenena todo. Detener el poder de esta plaga y salvar la vida de los que van camino de la perdición es una de las intenciones prioritarias en la agenda del intercesor. Pero nuestro Dios es grande, y podemos ir todavía más allá: pedir también la restauración de todo lo que fue destruido, reverter todas esas consecuencias negativas. Dios es quien “todas tus culpas perdona, que cura todas tus dolencias, rescata tu vida de la fosa, te corona de amor y de ternura” (Sal 103,3-4). La misericordia evita el mal a pesar de ser merecido, la gracia da el bien y la bendición a pesar de ser inmerecidos.

 

Imaginemos un campo de batalla tras una guerra devastadora. Todo está caído, destruido, en ruinas, el espectáculo es desolador. Así se encuentran grandes áreas de la Humanidad hoy, nuestras ciudades y nuestros pueblos, como profetizó Miqueas: “Y la tierra quedará en desolación, a causa de sus habitantes, como fruto de sus obras” (Mi 7,13).

 

Nehemías se detuvo ante las ruinas de Jerusalén: “Inspeccioné la muralla de Jerusalén por donde tenía brechas, y las puertas que habían sido devoradas por el fuego” (Ne 2,13). Reconoció la triste situación en que se encontraban, pero tomó una firme determinación: “¡Levantémonos y construyamos!” (Ne 2,18).

 

A partir de aquí comienza la tarea de reedificar, que es dura; pero Dios cuenta con los intercesores para esta tarea: “Reedificarán, de ti, tus ruinas antiguas, levantarás los cimientos de pasadas generaciones, se te llamará Reparador de brechas y Restaurador de senderos frecuentados” (Is 58,12). Cuando Nehemías y su pueblo terminaron de reconstruir la muralla de Jerusalén, lo celebraron diciendo: “Cuando se enteraron todos nuestros enemigos y todas las naciones de alrededor lo vieron, les pareció una gran maravilla y reconocieron que esta obra había sido realizada por nuestro Dios”  (Ne 6,16).

 

Dios es especialista en levantar lo que está caído, y en sacar agua en el desierto. Cuando él comienza una obra no es para dejarla a medias, sino para hacer una obra perfecta, una obra de restauración completa. Por eso, no debemos dar entrada a la duda o al desánimo, sino interceder con fe y constancia. Tal vez nuestros ojos no lleguen a ver esa restauración terminada, o tal vez sí, pero en todo caso nuestra oración es necesaria.

 

La intercesión fluye como ese río que vio el profeta Ezequiel, un río que nacía del Templo de Dios quien le reveló: “Esta agua sale hacia la región oriental, baja a la Arabá, desemboca en el mar, en el agua hedionda, y el agua queda saneada. Por donde quiera que pase el torrente, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Los peces serán muy abundantes, porque allí donde penetra esta agua lo sanea todo, y la vida prospera en todas partes a donde llega el torrente” (Ez 47,8-9). Así trabaja la intercesión. Frente a toda la marea de aguas envenenadas que están cubriendo la tierra de muerte, ella es un río de vida y de salud, una corriente de gracia capaz de sanearlo todo y de restaurar la vida por donde pasa.

 

2 comentarios:

  1. Así trabaja la intercesión. Frente a toda la marea de aguas envenenadas que están cubriendo la tierra de muerte, ella es un río de vida y de salud, una corriente de gracia capaz de sanearlo todo y de restaurar la vida por donde pasa.

    ResponderEliminar
  2. Dios es especialista en levantar lo que está caído, y en sacar agua en el desierto. Cuando él comienza una obra no es para dejarla a medias, sino para hacer una obra perfecta, una obra de restauración completa. Por eso, no debemos dar entrada a la duda o al desánimo, sino interceder con fe y constancia. Tal vez nuestros ojos no lleguen a ver esa restauración terminada, o tal vez sí, pero en todo caso nuestra oración es necesaria.

    ResponderEliminar