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miércoles, 30 de enero de 2013

PIO XII FILM Y DOCUMENTALES Y BIOGRAFIA


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Pío XII

                       
Venerable Pío XII
Papa de la Iglesia católica
2 de marzo de 1939 - 9 de octubre de 1958
Bio xii.jpg
Ordenación2 de abril de 1899
por Francesco di Paola Cassetta
Consagración episcopal13 de mayo de 1917
por Benedicto XV
Proclamación cardenalicia16 de diciembre de 1929
por Pío XI
PredecesorPío XI
SucesorJuan XXIII
Cardenales nombradosVéase categoría
Información personal
Nombre secularEugenio Maria Giuseppe Giovanni Pacelli
NacimientoBandera de Italia Roma, Italia
2 de marzo de 1876
FallecimientoFlag of the Vatican City.svg Castelgandolfo, Vaticano
9 de octubre de 1958 (82 años)


FirmaFirma de Venerable Pío XII
Pius 12 coa.svg
Opus iustitiae pax
Ficha en catholic-hierarchy.org
Pío XII (en latín, Pius PP. XII), de nombre Eugenio Maria Giuseppe Giovanni Pacelli (Roma, Italia, 2 de marzo de 1876Castel Gandolfo, Italia, 9 de octubre de 1958), fue elegido papa número 260, cabeza visible de la Iglesia católica, y soberano de la Ciudad del Vaticano el 2 de marzo de 1939, y desempeñó ese cargo hasta su muerte en 1958. El papa Benedicto XVI lo declaró Venerable el 19 de diciembre de 2009.[1] [2]
Antes de su elección al papado, Pacelli se desenvolvió como Secretario de la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, nuncio papal y Cardenal Secretario de Estado, desde donde pudo alcanzar la conclusión de varios concordatos internacionales con estados europeos y americanos, entre los que destacó el Concordato imperial (en alemán, Reichskonkordat) con la Alemania Nazi, firmado en 1933. Por otra parte, Pacelli tuvo un influjo decisivo en la redacción de la carta encíclica de Pío XI titulada Mit brennender Sorge a los obispos alemanes, del 14 de marzo de 1937, que significó una advertencia severa al régimen del Tercer Reich.
Su liderazgo al frente de la Iglesia católica durante la Segunda Guerra Mundial permanece como una de las materias históricas más controvertidas de la época contemporánea, principalmente en lo que respecta a la evaluación de su conocimiento y sus acciones contra los crímenes del régimen nazi en Europa durante dicho periodo.

Índice

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[editar] Biografía


Eugenio Pacelli en 1882
Nació en el seno de una familia aristocrática, cuya historia los unía al papado, ya que pertenecían a la llamada nobleza negra. Su nombre de nacimiento era Eugenio Maria Giuseppe Giovanni Pacelli. Era el tercero de los cuatro hijos de Filippo Pacelli, príncipe de Acquapendente y de Sant'Angelo in Vado, y de su esposa la nobildonna Virginia Graziosi.
Su abuelo paterno, Marcantonio Pacelli, fue secretario segundo en el Ministerio de Finanzas de los Estados Pontificios[3] y luego secretario del Interior bajo el papado de Pío IX (a quien acompañó al exilio de Gaeta) desde 1851 hasta 1870; fundó el periódico del Vaticano, L'Osservatore Romano en 1861;.[4] Su primo, Ernesto Pacelli, fue uno de los más importantes consultores financieros del papa León XIII. Su padre, Filippo Pacelli, fue el decano de la Sacra Rota Romana; y su hermano, Francesco Pacelli, fue un renombrado abogado especializado en derecho canónico, conocido por las negociaciones en los Pactos de Letrán en 1929, que significaron la conclusión de la Cuestión Romana; Pío XI, posteriormente, nombró a Francesco marqués.[5]
A la edad de doce años anunció sus intenciones de ingresar en un seminario en lugar de ser abogado. La mayoría de la información biográfica que existe sobre la infancia de Pacelli proviene de la obra de la hermana Margherita Marchione.[6]
Hizo sus primeros estudios en una escuela católica privada. Después de terminar sus estudios primarios, Pacelli emprendió sus estudios secundarios clásicos en el liceo «Ennio Quirino Visconti», de Roma, una escuela con tendencias anticlericales y anticatólicas.[7]
En 1894, a la edad de dieciocho años, ingresó en el seminario de Capranica, para prepararse a la ordenación sacerdotal. Sin embargo, no soportó el internado, por lo que en el verano de 1895 abandonó el Capranica y se matriculó para el siguiente año en el Instituto Apollinare. En el seminario había recibido una dispensa especial para vivir en su casa, debido a problemas de salud.[7] Desde 1895 hasta 1896, estudió filosofía en la Universidad de La Sapienza, en Roma.[7]
Fue ordenado sacerdote en el año 1899 y se matriculó en la Pontificia Universidad Gregoriana y en el Instituto Apollinare de la Pontificia Universidad Lateranense[7]
En 1899, se doctoró en teología e in utroque iure (en derecho civil y canónico).[7]
Vincenzo Vannutelli, cardenal del título de S. Silvestro a Capite y avezado diplomático, que era amigo personal de su padre, lo tomó bajo su protección y lo tuteló en sus estudios.

[editar] Funciones eclesiásticas


Pacelli ordenado presbítero

[editar] Sacerdote y monseñor

Fue ordenado sacerdote el domingo 2 de abril de 1899, (Domingo de Resurrección) por el Obispo Francesco Paolo Cassetta —vice-regente de Roma y amigo de la familia— y recibió su primera asignación como encargado en Chiesa Nuova, donde había servido como acólito.[8]
En 1901, ingresó en la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, una sub-oficina de la Secretaria de Estado Vaticano, en donde se convirtió en un minutante, gracias a la recomendación del cardenal Vannutelli.[8]
En 1904, Pacelli fue nombrado chambelán y en 1905 prelado doméstico de Su Santidad.[8] Desde 1904 hasta 1916, el padre Pacelli asistió al cardenal Pietro Gasparri en su codificación del derecho canónico en el Departamento de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios.[9] Fue también elegido por el papa León XIII para entregar las condolencias en nombre del Vaticano a Eduardo VII de Inglaterra, después de la muerte de la reina Victoria.[10] En 1908, sirvió como representante del Vaticano en el Congreso Internacional Eucarístico en Londres,[10] donde conoció a Winston Churchill.[11] En 1911 representó a la Santa Sede en la coronación del rey Jorge V de Inglaterra.[9]
En 1908 y 1911, Pacelli rechazó ser profesor en derecho canónico de la Universidad La Sapienza de Roma y en la Universidad Católica de América, respectivamente. Pacelli se convirtió en el sub-secretario en el año 1911, y secretario-adjunto en 1912 (posición que recibió durante el papado de Pío X y que mantuvo en el papado de Benedicto XV) y en 1914 fue secretario del Departamento de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios— siendo sucesor de Gasparri, quien fue promovido a Cardenal Secretario de Estado.[9] Como secretario, Pacelli concluyó un concordato con Serbia, cuatro días antes del asesinato de Archiduque de Austria-Este, Francisco Fernando en Sarajevo, en el atentado de Sarajevo.[12] Durante la Primera Guerra Mundial, Pacelli llevaba el registro Vaticano de los prisioneros de guerra. En 1915, viajó a Viena para asistir a Monseñor Scapinelli —el nuncio apostólico en Viena— en sus negociaciones con Francisco José I de Austria, sobre Italia.[13]

[editar] Arzobispo y nuncio


El nuncio en 1925
El papa Benedicto XV designó a Pacelli como nuncio apostólico en Baviera el 23 de abril de 1917, consagrándolo obispo titular de Sardes e inmediatamente elevándolo a arzobispo en la Capilla Sixtina el 3 de mayo de 1917, antes de que partiera a Baviera, donde se reuniría con el rey Ludwig III el 28 de mayo, y luego con el Kaiser Guillermo II.[14] Como por esa fecha no había nuncio en Prusia, Pacelli fue, por motivos prácticos, nuncio de todo el Imperio Alemán, teniendo su nunciado extendido oficialmente el 23 de junio de 1920 y en 1925 a Alemania y Prusia respectivamente.[15] Muchos de los ayudantes de Pacelli en Múnich seguirían con él hasta el final de su vida, incluyendo a la Hermana Pasqualina Lehnert —ayudante, amiga y consejera de Pacelli durante 41 años—.

[editar] Cardenalato

En 1929 el papa Pío XI lo nombra cardenal presbítero del título de Ss. Giovanni e Paolo y dos meses después, a la dimisión de Gasparri, Secretario de Estado. Pesaron los años de servicio al dicasterio regido por este cardenal, pero además Pacelli era sin duda el mejor experto en política alemana y era Alemania el país que marcaba el ritmo de la época.
Negoció y firmó los concordatos de la Santa Sede con el ducado de Baden (1932), la república de Austria (1933) y el reino de Yugoslavia (1935). Destaca históricamente la firma del Concordato imperial entre la Santa Sede y Alemania, con el apoyo de los dirigentes conservadores y católicos alemanes Franz von Papen y Ludwig Kaas. Este Concordato sigue vigente hasta la actualidad.[16] [17]
Por otro lado, una de sus actuaciones más importantes como Secretario de Estado fue dar forma a la que luego sería la encíclica 'Mit brennender Sorge', la cual supuso una dura condena de las políticas del régimen nazi. Esta encíclica se escribió a iniciativa de los obispos alemanes, redactada en Roma en un primer borrador por Michael von Faulhaber, cardenal del título de Santa Anastasia y arzobispo de Múnich y Freising. Pacelli fue el redactor del texto definitivo. Fechada el 14 de marzo de 1937, fue leída en todas las iglesias alemanas el Domingo de Ramos (21 de marzo), provocando la ira de Hitler. Fue respondida por el aparato de propaganda del régimen a cargo de Joseph Goebbels.
En 1938, bautizó en la capilla de la Orden de Malta a Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, el futuro Juan Carlos I de España.
Durante la permanencia en el segundo cargo vaticano viajó a los Estados Unidos, a Argentina, a Hungría y a Francia. Se reunió con mandatarios de estos países, circunstancia que le empezó a otorgar gran proyección internacional.
Pacelli acumuló a la Secretaria de Estado (cargo al que no renunció ni aun siendo Papa) los cargos de arcipreste de la Patriarcal Basílica Vaticana (1930), de gran canciller del Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana (1932) y de Camarlengo de la Santa Iglesia Romana (1935).

[editar] Elección papal

A la muerte de Pío XI, la organización de la sede vacante correspondió a Pacelli por su cargo de camarlengo. Él, precisamente, era el candidato favorito. Después de un cónclave de sólo dos días y a la tercera votación, fue elegido Papa. Era el 2 de marzo de 1939. Diez días después fue coronado por el cardenal Camilo Caccia-Dominioni, protodiácono de Santa Maria in Dominica.

[editar] Papado

En el año 1939, tras el descubrimiento de una necrópolis bajo la Basílica de San Pedro, Pío XII mandó realizar excavaciones que luego servirían para estudiar si la Basílica había sido construida sobre la auténtica tumba del Apóstol Pedro. Se hallaron varias tumbas antiguas y una de ellas tenía una inscripción que señalaba que allí se encontraba enterrado el apóstol. En 1964 Pablo VI confirmaría que se trataba de los restos de Pedro y en el año 2006 con Benedicto XVI se volvió a confirmar este hecho.[cita requerida]
Pío XII era el primer Papa sin ninguna experiencia pastoral, ni en parroquias ni en diócesis, puesto que toda su carrera se había desarrollado en la administración vaticana. Como medida preventiva, previamente a su coronación, había redactado ante notario una carta de renuncia en el caso de que fuera hecho prisionero por los nazis, y que no ocurriera lo mismo que había acontecido con el apresamiento de Pio VII por Napoléon Bonaparte.[cita requerida]
Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, contribuyó a preparar la encíclica «Mit brennender Sorge» (1937), en la que Pío XI condenó el nazismo. La encíclica, prohibida en Alemania, fue introducida en el país de modo clandestino y leída a los fieles en las iglesias católicas. En su presentación de la encíclica, el futuro Pío XII comparó a Hitler con el diablo y advirtió proféticamente su temor de que los nazis lanzaran una "guerra de exterminio".[cita requerida]
El New York Times en su editorial de Navidad de 1941, elogió al Papa Pío XII por "ponerse plenamente contra el hitlerismo" y por "no dejar duda de que los objetivos de los Nazis son irreconciliables con su propio concepto de la paz Cristiana".[18]
Varios historiadores judíos, como Joseph Lichten, de B'nai B'rith (organización judía dedicada a denunciar el antisemitismo y mantener viva la memoria del genocidio nazi), han documentado los esfuerzos del Vaticano en favor de los hebreos perseguidos. Según el mismo Lichten, en septiembre de 1943, Pío XII ofreció bienes del Vaticano como rescate de judíos apresados por los nazis. También recuerda que, durante la ocupación alemana de Italia, la Iglesia, siguiendo instrucciones del Papa, escondió y alimentó a miles de judíos en la Ciudad del Vaticano y en Castelgandolfo, así como en templos y conventos. Lichten, escribiendo en el boletín del Jewish Antidefamation League (Liga judía contra la difamación) dijo en 1958 que "la oposición (de Pío XII) al nazismo y sus esfuerzos para ayudar a los judíos en Europa eran bien conocidos al mundo que sufre".[19]
Después de la guerra, organizaciones y personalidades judías reconocieron varias veces oficialmente la sabiduría de la diplomacia del Papa Pío XII.[20]

El Congreso Judío Mundial agradeció en 1945 la intervención del Papa, con un generoso donativo al Vaticano. En el mismo año, el gran rabino de Jerusalén, Isaac Herzog, envió a Pío XII una bendición especial «por sus esfuerzos para salvar vidas judías durante la ocupación nazi de Italia».[21]
Israel Zolli, gran rabino de Roma, quién como nadie pudo apreciar los esfuerzos caritativos del Papa por los judíos, al terminar la guerra se hizo católico y tomó en el bautismo el nombre de pila del Papa, Eugenio, en señal de gratitud. El escribió un libro sobre su conversión ofreciendo numerosos testimonios sobre la actuación de Pío XII.[22]
El jueves 7 de septiembre de 1945 Giuseppe Nathan, comisario de la Unión de Comunidades Judías Italianas, declaró: «Ante todo, dirigimos un reverente homenaje de gratitud al Sumo Pontífice y a los religiosos y religiosas que, siguiendo las directrices del Santo Padre, vieron en los perseguidos a hermanos, y con valentía y abnegación nos prestaron su ayuda, inteligente y concreta, sin preocuparse por los gravísimos peligros a los que se exponían» (L'Osservatore Romano, 8 de septiembre de 1945, p. 2).[23]
El 21 de septiembre del mismo año, Pío XII recibió en audiencia al Doctor A. Leo Kubowitzki, secretario general del Congreso judío internacional, que acudió para presentar «al Santo Padre, en nombre de la Unión de las Comunidades Judías, su más viva gratitud por los esfuerzos de la Iglesia católica en favor de la población judía en toda Europa durante la guerra» (L'Osservatore Romano, 23 de septiembre de 1945, p. 1).[24] [25]
El jueves 29 de noviembre de 1945, el Papa recibió a cerca de ochenta delegados de prófugos judíos, procedentes de varios campos de concentración en Alemania, que acudieron a manifestarle «el sumo honor de poder agradecer personalmente al Santo Padre la generosidad demostrada hacia los perseguidos durante el terrible período del nazi-fascismo» (L'Osservatore Romano, 30 de noviembre de 1945, p. 1).[26] [27]
En 1958, al morir el Papa Pío XII, Golda Meir (Ministro de Asuntos Exteriores de Israel) envió un elocuente mensaje: «Compartimos el dolor de la humanidad (...). Cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro pueblo, la voz del Papa se elevó en favor de sus víctimas. La vida de nuestro tiempo se enriqueció con una voz que habló claramente sobre las grandes verdades morales por encima del tumulto del conflicto diario. Lloramos la muerte de un gran servidor de la paz».[28] [29] El presidente de USA, Eisenhower, al morir el Papa: «El mundo - ahora es más pobre después de la muerte del Papa Pío XII».[30]
El diplomático Israelí Pinchas Lapide calculó que Pío XII fue personalmente responsable por salvar al menos 700,000 judíos.El historiador judío Richard Breitman, ha escrito un libro sobre el holocausto. Como consultor del Grupo de trabajo para la restitución de los bienes a los judíos (grupo que ha obtenido la desclasificación de los dossieres del OSS). En una entrevista al «Corriere della Sera», del 29 de junio del 2000, Breitman que es hasta ahora el único autorizado a ver los documentos del OSS (el espionaje estadounidense en la Segunda Guerra Mundial), ha explicado que lo que más le ha impresionado ha sido la hostilidad alemana hacia el Papa y el plan de germanización del país de septiembre de 1943. Breitman ha encontrado también «sorprendente el silencio aliado sobre el holocausto».[31]

[editar] Después de la Segunda Guerra Mundial


Pío XII el 9 de septiembre de 1950.
Las actitudes anti-comunistas del Papa Pío XII se volvieron más fuertes después de la guerra. En 1948, Pío XII declaró que cualquier italiano católico que apoyara a los candidatos comunistas en las elecciones parlamentarias de ese año sería excomulgado e instó a Azione Cattolica para que apoyara al Partido Demócrata Cristiano Italiano. En 1949, autorizó a la Congregación para la Doctrina de la Fe a excomulgar a cualquier católico que militara o apoyara al Partido Comunista. También condenó públicamente la Revolución Húngara de 1956.[32]
Le tocó ser el Papa de la Guerra Fría, y en este contexto su opción fue clara: ferviente anticomunismo y aproximación a la nueva potencia emergente, los Estados Unidos de América. En este sentido resultó determinante su amistad personal con Francis J. Spellman, arzobispo de Nueva York y vicario militar de las fuerzas norteamericanas, al cual nombró cardenal del título de Ss. Giovanni e Paolo (1946).
Terminada la guerra, Pío XII también fue el vocero para instar a la clemencia y al perdón de todas las personas que participaron en la guerra, incluyendo a los criminales de guerra. Así también intercedió, mediante el nuncio apostólico en Estados Unidos, para conmutar las sentencias de los alemanes convictos por las autoridades de ocupación. El Vaticano solicitó el perdón para todos aquellos que estaban condenados a muerte, una vez que se permitió la ejecución de criminales de guerra en 1948.[33]
Reconoció explícitamente el régimen surgido en España de la guerra civil (19361939). En 1953 firmó con el general Franco un concordato que daba base jurídica al llamado «Nacional-catolicismo» español: con notables ventajas para la Iglesia a cambio de la legitimación de aquel sistema.
Pío XII también realizó el concordato con Rafael Trujillo de la República Dominicana en 1954. En este país los derechos de la Iglesia Católica fueron violados por los regímenes represivos. Pío XII también excomulgó a Juan Perón en 1955 por sus arrestos a sacerdotes de la Iglesia.[34]
Dentro de la Italia de posguerra, a pesar de la tutela y el favorecimiento al partido de la Democracia Cristiana, llegó incluso a enfrentarse con su líder Alcide de Gasperi por el rechazo de éste a cualquier pacto con la extrema derecha y en cambio por su interés en colaborar con la izquierda dentro de un espíritu democrático. Pío XII movilizó todas sus fuerzas para impedir el acceso de un socialista a la alcaldía de Roma (1952), pero no lo consiguió.
El 1 de noviembre de 1950 y mediante la constitución apostólica Munificentissimus Deus promulgó la doctrina de la Asunción de la Virgen como dogma de fe católica. Es el último dogma que la Iglesia Católica ha definido hasta hoy.
Uno de sus últimos documentos fue la encíclica Fidei donum (1957), por la que invitaba a toda la Iglesia a reactivar el espíritu misionero, especialmente en África.

[editar] Últimos años y fallecimiento

[editar] Últimos años de Pío XII

Los últimos años del pontificado de Pío XII, comenzaron a finales de 1954 con una larga enfermedad, durante la cual se llegó a considerar la abdicación. Posteriormente, los cambios en su hábito de trabajo se hicieron notar. El Papa empieza a evitar las largas ceremonias, las canonizaciones y los consistorios, y aparece la vacilación en asuntos personales. Durante sus últimos años de pontificado, Pío XII empieza a demorar las designaciones de personal dentro del Vaticano, encontrándose cada vez más difícil sancionar a los subordinados y designados como Ricardo Galeazzi-Lisi, que, después de numerosas indiscreciones, fue excluido del servicio del Papa en los últimos años, pero manteniendo su título, fue capaz de entrar en los apartamentos papales para fotografiar al moribundo Papa; vendiendo luego las instantáneas a revistas francesas.[35]
Pío XII, tenía la costumbre de elevar a jóvenes sacerdotes como obispos, como Julius Döpfner (35 años) y Karol Wojtyla (38 años), este último fue uno de sus últimos nombramientos en 1958. Él tomó una posición firme contra los experimentos pastorales, tales como "sacerdotes obreros", que trabajaban a tiempo completo en las fábricas y se unían a los partidos políticos y sindicatos. Continuó la defensa de la tradición teológica del Tomismo como digno de una reforma continua, y como superior a las tendencias modernas, como la fenomenología o el existencialismo.[36]

[editar] Enfermedad y muerte

Desde su enfermedad de 1954, el papa dirigía personas laicas y grupos sobre una gama de temas sin precedentes. Con frecuencia, se dirigió a los miembros de los congresos científicos, explicando la doctrina cristiana a la luz de los resultados científicos más recientes. A veces debió contestar preguntas específicas sobre moral, que se dirigían hacia él. Para las asociaciones profesionales específicas explicó la ética profesional a la luz de las enseñanzas de la Iglesia. Pío concedió el honor de ser la "Universidad Católica de Filipinas" a la Universidad de Santo Tomás en Manila, la más antigua existente en Asia.
Antes de 1955, Pío XII trabajó durante muchos años con Giovanni Battista Montini. El Papa no tenía un asistente a tiempo completo. Robert Leiber le ayudó en ocasiones con sus discursos y publicaciones. Augustin Bea era su confesor personal. La madre Pascalina Lehnert fue durante 40 años, su ama de llaves y asistente. Domenico Tardini, probablemente era el más cercano a él.
Pío XII murió el 9 de octubre de 1958 de una insuficiencia cardíaca aguda provocada por un infarto de miocardio súbito en Castel Gandolfo, la residencia de verano del Papa. Su médico Gaspanini dijo después: "El Santo Padre no murió a causa de alguna enfermedad específica. Estaba agotado por completo. Tuvo un exceso de trabajo más allá del límite. Su corazón estaba sano, sus pulmones estaban bien. Pudo haber vivido otros 20 años, si se hubiera salvado a sí mismo."[37]

[editar] Fallido embalsamamiento

El médico de Pío XII, Ricardo Galeazzi-Lisi, informó que el cuerpo del pontífice fue embalsamado en la sala donde murió mediante un nuevo proceso inventado por el Dr. Oreste Nuzzi.[38]
A diferencia de todos los papas anteriores a él, Pío XII no quería que sus órganos vitales fueran extraídos, exigiendo en cambio, que se le mantuviera en la misma condición "en la cual Dios lo creó".[39] Según Galeazzi-Lisi, ésta fue la razón por la que él y el profesor Oreste Nuzzi, un embalsamador de Nápoles, utilizaron un nuevo método de embalsamamiento.[39]
En una controvertida conferencia de prensa, Galeazzi-Lisi describió en detalle el embalsamamiento del cuerpo del difunto pontífice. Afirmó que utilizaría el mismo sistema de aceites y resinas con el que se conservó el cuerpo de Jesucristo.[40] Galeazzi-Lisi, afirmó que el nuevo proceso podía "preservar el cuerpo indefinidamente en su estado natural".[38] Sin embargo, el embalsamamiento para preservar eficazmente el cuerpo resultó impedido por el intenso calor de Castel Gandolfo durante el proceso.
No obstante todos los intentos de reconstituir el rostro, la situación requirió que se recurriera a la aplicación de una máscara de cera.[41]

[editar] Funeral


El Papa de María: un cuadro de María y el Niño, agregado por Juan XXIII, se cierne sobre la tumba de Pío XII en las grutas vaticanas.
Su cortejo fúnebre en Roma fue la mayor congregación de los romanos a partir de esa fecha. Los romanos lamentaron la muerte de "su" Papa, el cuál había nacido en esa ciudad, aparte de su recuerdo como héroe en tiempos de guerra.[42] El cardenal Angelo Roncalli escribió en su diario el 11 de octubre que, probablemente, ningún emperador romano había disfrutado tanto de un triunfo, que él consideraba como un reflejo de la grandeza espiritual y la dignidad religiosa de Pío XII. Fue finalmente sepultado en las grutas vaticanas.[43]

[editar] Testamento

Su testamento fue publicado inmediatamente después de su muerte.

[editar] Controversias sobre su pontificado

En lo referente al análisis de la historiografía acerca de la conducta del Papa Pío XII durante la Segunda Guerra Mundial y en lo concerniente al pueblo judío y la Shoá, se pueden reconocer tres períodos claramente distinto: una primera etapa que va desde 1945 hasta 1963 en donde la comunidad internacional tenía una imagen positiva del papel de Pacelli respecto a su intervención en favor del pueblo judío, una segunda etapa que se inicia en 1963 hasta entrado el siglo XXI en donde predomina una visión de Pacelli como aliado de los nazis, una tesis abonada por Rolf Hochhuth, Daniel Goldhagen, John Cornwell, Sergio Minerbi y otros, y una tercera etapa en la que historiadores como Martin Gilbert, Ronald J. Rychlak y David Dalin que vuelven a recrear una imagen positiva del pontífice.
Durante los años posteriores al final del conflicto, la opinión acerca del papel que jugó Pío XII durante la guerra eran por demás favorables y laudatorias. Se pueden citar las opiniones ya expuestas en los acápites anteriores de este mismo artículo de Isaac Herzog, Giuseppe Nathan, Leo Kubowitzki, Golda Meir, Dwight D. Eisenhower, Eugenio Zolli y Albert Einstein, entre otros.
Einstein dijo:[44]
Siendo un amante de la libertad, cuando llegó la revolución a Alemania miré con confianza a las universidades sabiendo que siempre se habían vanagloriado de su devoción por la causa de la verdad. Pero las universidades fueron acalladas. Entonces miré a los grandes editores de periódicos que en ardientes editoriales proclamaban su amor por la libertad. Pero también ellos, como las universidades, fueron reducidos al silencio, ahogados a la vuelta de pocas semanas. Sólo la Iglesia permaneció de pie y firme para hacer frente a las campañas de Hitler para suprimir la verdad. Antes no había sentido ningún interés personal en la Iglesia, pero ahora siento por ella un gran afecto y admiración, porque sólo la Iglesia ha tenido la valentía y la obstinación de sostener la verdad intelectual y la libertad moral. Debo confesar que lo que antes despreciaba ahora lo alabo incondicionalmente.
Time Magazine, 23 de diciembre de 1940
También se debe mencionar el agradecimiento a Pío XII de la comunidad judía de Roma que quedó inmortalizada en una placa que se puede ver en el Museo de la Liberación de Roma.[45]
El editorial del ahora anticatólico New York Times del 25 de diciembre de 1942 decía: "La voz de Pío XII es la única voz en el silencio y oscuridad que envuelve a Europa esta Navidad... Él es el único gobernante que queda del continente de Europa que se atreve a hablar en voz alta."[46]
Peter Gumpel repite lo dicho por la colaboradora de Pío XII, Sor Pascalina Lehnert acerca de lo que ella escuchó decir al cardenal Pacelli sobre Hitler:
Este hombre está completamente exaltado; todo lo que dice y escribe lleva la marca de su egocentrismo; este hombre es capaz de pisotear cadáveres y eliminar todo lo que le sea un obstáculo. No llegó a comprender cómo hay tantas personas en Alemania que no lo entienden y no saben sacar conclusiones de lo que dice o escribe. ¿Quién de éstos al menos se ha leído su espeluznante Mein Kampf?.[47]
Gumpel revela que Pío XII realizó varios exorcismos a distancia a Hitler. Sor Pascalina Lehnert, declaró bajo juramento:[48]
... el cardenal alemán Michael von Faulhaber y otros obispos estaban persuadidos de que Hitler estaba endemoniado, así que alertaron al Santo Padre, y éste, cuando se empezó la guerra, no sólo hizo oraciones, sino que recurrió al exorcismo sobre Hitler en su Capilla privada, presentes nosotras, las religiosas.
El escritor católico Ronald J. Rychlak dice que después de la guerra, la izquierda italiana trató de desprestigiar a Pío XII diciendo que era aliado de Hitler.
El acontecimiento que dio origen a la imagen controvertida del papa respecto a su relación con el nazismo fue la publicación del libro El vicario del alemán Rolf Hochhuth en 1962. La obra se basó en documentación fraguada provista por la KGB, que se proponía minar la autoridad del Vaticano.[49] A esta teoría adhiere el historiador británico Sir Martin Gilbert, biógrafo oficial de Winston Churchill y experto en historia del pueblo judío.[50]
El filósofo Bernard-Henri Lévy recuerda que Hochhuth "es también un conocido negacionista, condenado varias veces como tal", y recordó una entrevista suya, publicada en un semanario alemán de extrema derecha, "en la que defendía a David Irving, que niega la existencia de las cámaras de gas".[51]
En su libro "The Pontiff in Winter" (2005), John Cornwell tiene una mirada más piadosa sobre Pacelli y su silencio, diciendo que el papa no tenía mucho margen de acción bajo la dictadura de Mussolini y la posterior ocupación nazi, aunque sigue señalando que Pío XII no habló al concluir la guerra.[52]
La posición del Estado de Israel se puede sintetizar en lo escrito en el monumento del Yad Vashem:
Cuando fue elegido Papa en 1939, archivó una carta contra el racismo y el antisemitismo que su predesor había preparado. Aún tras la llegada al Vaticano de informes sobre el asesinato de judíos, el Papa no llevó a cabo ninguna protesta ni verbal ni por escrito. En diciembre de 1942, se abstuvo de firmar una declaración de los Aliados que condenaba la exterminación de Judíos. Cuando los judíos fueron deportados de Roma a Aushwitz, el Papa tampoco intervino. El Papa mantuvo su posición neutral durante la Guerra, con la excepción de algunas apelaciones a los dignatarios de Hungría y Eslovaquia al final de la guerra. Su silencio y la falta de una guía obligaron a los hombres de la Iglesia en toda Europa a decidir por su propia cuenta como reaccionar.
Las acusaciones del Estado de Israel contra Pío XII se pueden resumir en las siguientes cuestiones:
  • su intervención en la firma del Concordato imperial
  • su participación en la redacción de la encíclica Humani generis unitas
  • el no haber hecho una protesta pública del Holocausto
  • la falta de apoyo para proteger a los judíos romanos durante la "razzia" de octubre de 1943
  • la neutralidad del Vaticano durante la Segunda Guerra Mundial
El rabino David G. Dalin —profesor de historia y ciencias políticas en la católica Universidad Ave María— dice que Cornwell tiene razón en decir que Hitler tenía un "clérigo favorito" pero que este no era el papa sino el gran muftí de Jerusalén, el antisemita Hajj Amin al-Husseini.[53]
Según el historiador Michael Hesemann, Pío XII arregló el éxodo de cerca de 200.000 judíos alemanes tres semanas antes de la Kristallnacht.[54]
El historiador judío Saul Friedländer, destaca la aversión que el Papa Pacelli tenía por el nazismo y recalca su decisiva colaboración en la redacción de la encíclica Mit brennender Sorge.[55]
Ya en 1939 Joseph Roth, famoso novelista y periodista austriaco judío y activo militante comunista, dijo:[56]
...las bestias pre-apocalípticas (nazis) que ahora dominan en la política ya presagian los verdaderos motivos por los cuales persiguen a la Iglesia. Él (Pío XII) es el único que los daña verdaderamente. Lo que es más, los que no temían a un Papa, le temen a este. Y no se limitan a presagiarlo, sino que ya saben por qué.
Joseph Roth
El diplomático Israelí Pinchas Lapide calculó que Pío XII fue personalmente responsable por salvar al menos 700,000 judíos.[57]
En contra de la teoría de que Pío XII era antisemita, el historiador judío Elliot Hershberg, señala que "quien examina la gran cantidad de documentos, testimonios, evidencias probadas y demostrables, debe necesariamente concluir que el Papa Pío XII fue un afectuoso y solidario amigo del pueblo judío...Como judío conozco bien el antisemitismo, y no existe ni rastro de prejuicio antijudío en la vida de Eugenio Pacelli."[58]
El rabino Eric Silver también asevera que Pío XII no era antisemita y agrega que: "Quien afirme lo contrario evidentemente no se ha preocupado nunca de verificar las propias tesis confrontando las fuentes directas, estudiando los documentos en los archivos libremente consultables en Roma".
El rabino David Dalin dice que el título de Justos entre las Naciones debería ser conferido a Pío XII, ya que salvó a más judíos que Oskar Schindler.[59]
Dan Kurzman sostiene que Hitler pensó en secuestrar e incluso asesinar a Pío XII en 1944, pero que desistió por temor al posible levantamiento de los italianos. Kurzman también menciona que Pío XII participó en 1939 en un frustrado intento de derrocamiento de Hitler.[60]
En cuanto al silencio de Pío XII, el sacerdote católico Peter Gumpel —postulador de la causa de beatificación de Pío XII—[61] señala que una denuncia pública de la Shoá por parte del papa no habría salvado una sola vida sino incrementar la persecución contra el pueblo judío, tal como sucedió en Holanda en 1942, cuando el arzobispo de Utrecht, Johannes de Jong denunció públicamente la persecución contra los judíos; los nazis capturaron y deportaron a todos los judíos conversos al catolicismo, tal como sucedió con Edith Stein.[62] En 1968 Robert Kempner, fiscal General Adjunto de los Estados Unidos de América en los juicios de Núremberg, sostuvo que la decisión de Pío XII de no hacer una denuncia pública fue acertada, ya que no hubiese salvado ni una sola vida.[63] Bernard-Henri Lévy dice: “Hay que precisar que antes de optar por la acción clandestina, antes de abrir, sin decirlo, sus conventos a los judíos romanos perseguidos por los sicarios fascistas, el silencioso Pío XII pronunció unos discursos radiofónicos (por ejemplo, los de las Navidades de 1941 y 1942) que después de su muerte le valdrían el homenaje de Golda Meir”.[51] El historiador Paolo Mieli cita a Kempner: "Cualquier declaración propagandista de toma de posición por la Iglesia contra el gobierno de Hitler no solo hubiese sido un suicidio premeditado, sino que hubiese acelerado el asesinato de un número mucho mayor de judíos y sacerdotes".[64] El Rabino en Jefe de Dinamarca, Marcus Melchior dijo: «Si el Papa hubiera hablado, Hitler habría masacrado a muchos más de los seis millones de judíos y quizá a 10 millones de católicos».[65] El miembro de la resistencia alemana Josef Müller le aconsejó a Pío XII que se aqbstuviera de hacer declarqaciones públicas contra el régimen nazi, que solo se refiriese de manera general y que dejara que la jerarquía católica alemana se encargase de realizar las condenas contra el régimen nazi;[66] [67] según Müller, cualquier condena pública hecha por el Papa habría dificultado grandemente el accionar de la resistencia alemana.[68]
Franz Josef Müller, último miembro con vida de la Rosa Blanca opinaba acerca de que Pío XII no hubiese hecho una declaración pública denunciando el Holocausto: "Mire, hasta yo aún hoy me pregunto: ¿habría podido hacer algo más? En Alemania entonces había también muchos católicos cuya vida estaba en peligro. Párrocos y obispos, el mismo Papa dijeron palabras iluminadoras; ¿pero cómo habrían podido oponerse más al poder, sabiendo que los católicos habrían pagado las consecuencias de ello? Escuchando los radio-mensajes del Papa, nosotros captábamos entre líneas sus indicaciones".[69]
El padre Pierre Blet recuerda que Pío XII una vez se decidió a escribir una declaración condenando las atrocidades cometidas por los nazis en Polonia. En agosto de 1943 Pío XII envió al padre Quirino Paganuzzi a Polonia para que entregase la protesta en las manos del Arzobispo de Cracovia, el príncipe Adam Sapieha para que fuese publicada. Ni bien monseñor Sapieha leyó la carta la quemó, aduciendo que: "esta es una valiente declaración... pero si este escrito cae en las manos de los Nazis, nosotros, los polacos, lo pagaremos con una masacre masiva".[70]
El empresario e investigador de la vida de Pacelli, Gary Krupp, sostiene que Pío XII llegó hasta rescatar personalmente a algunos judíos romanos, oculto como monje franciscano, cuando recorría las calles de Roma durante la ocupación nazi.[71] [72]
En cuanto a la Razia de Roma del 16 de octubre de 1943,los historiadores difieren acerca del involucramiento de Pío XII en el salvataje de la población judía de la ciudad; de los cerca de 8.000 judíos romanos que habitaban la ciudad, 7.000 lograron escapar. Según Susan Zuccotti y otros, Pío XII no hizo nada al respecto y el salvataje fue el producto de esfuerzos aislados, valientes y desesperados y de sacerdotes, monjes y laicos como el monje capuchino Père Marie-Benoît; según el historiador Martin Gilbert, Pío XII fue quien alertó durante las primeras horas de la madrugada acerca de la redada lo que permitió la fuga hacia lugares seguros de cerca de 7.000 personas.[50]
En 1999 se creó la Comisión judeo-católica de historiadores un grupo mixto de historiadores judíos y católicos cuyo objeto era examinar el papel de la Iglesia durante el Holocausto. La comisión fue suspendida en 2001 tras el surgimiento de importantes desacuerdos, principalmente por la imposibilidad de acceder a la documentación en poder del Vaticano. El diálogo fue reiniciado en 2010 gracias a los esfuerzos de la Fundación Pave the Way.[71] [73] [74]
En 2012 se encontraron en los archivos de Yad Vashem documentos que atestiguan la disposición favorable de Pacelli en lo concerniente a la creación de un Estado judío en Palestina después de la entrevista que tuvo con el militante sionista Nahum Sokolow en 1917. En el mismo año, Pacelli como nuncio apostólico en Baviera, pidió al gobierno alemán que protegiese a los judíos de Palestina de las represalias de los turcos, y en 1926 le pidió al gobierno alemán que apoyara la creación de un Estado judío en Palestina.[75]
Martin Gilbert sostiene que el análisis final acerca de la actitud de Pío XII acerca de los judíos sólo se podrá realizar cuando se abran los archivos secretos del Vaticano del período de su pontificado al escrutinio de los investigadores, cosa que sucederá en 2013.[76] No obstante, Gilbert hace algunas observaciones en cuanto a las críticas que ciertos investigadores hacen a la actuación de Pío XII con respecto al pueblo judío y que se hallan plasmadas en el memorial de Yad Vashem:
  • Pío XII no firmó y nunca podría haber firmado la declaración conjunta de los Aliados de 1942 respecto a la persecución de los judíos europeos precisamente porque era una declaración del los Aliados y el Vaticano no formaba parte de esa entente político-militar y que la crítica la realizó sólo siete días después en el mensaje de Navidad de 1942.[50]
  • El mensaje radial de Navidad de 1942 nunca mencionó expresamente que los judíos fueran perseguidos por los nazis, pero sus destinatarios comprendieron la crítica que el mensaje contenía: los altos círculos de la diplomacia alemana expresaron que "en una manera nunca vista antes, el Papa ha repudiado el nuevo orden nacional-socialista europeo. Él prácticamente ha acusado a todo el pueblo alemán de injusticias contra los judíos y se ha convertido en el vocero de los criminales de guerra judíos."[50]
  • Gilbert señala que es injusto que en el monumento se señala que los esfuerzos en favor de los judíos de Hungría y de Eslovaquia solo se realizaran hacia fines de la guerra como una manera que tuvo la Iglesia de congraciarse tardíamente con la comunidad internacional; los esfuerzos hechos por la Iglesia se realizaron en ese momento porque fue precisamente en ese momento y no con anterioridad, que los gobiernos de Eslovaquia y de Hungría llevaron a cabo la deportación masiva de judíos hacia los campos de concentración nazis.[50]
En julio de 2012 —debido a la gran cantidad de material documental y al aporte de los historiadores antemencionados— las autoridades del Yad Vashem modificaron el texto escrito en el monumento:[77] [78] [79] [80]
El Vaticano, bajo Pío XI, Achille Ratti, y representado por el Secretario de Estado Eugenio Pacelli, firmaron un concordato con la Alemania Nazi en julio de 1933, con el objetivo de preservar los derechos de la Iglesia Católica en Alemania. La reacción de Pío XII, Eugenio Pacelli, sobre el asesinato de judíos durante el Holocausto es materia de controversia entre los eruditos. Durante el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, el Vaticano mantuvo una política de neutralidad. El Pontífice se abstuvo de firmar la Declaración de los Aliados del 17 de diciembre de 1942 condenando el exterminio de los judíos. Sin embargo, en su mensaje radial de Navidad del 24 de diciembre de 1942, él se refirió a los "cientos de miles de personas que, sin ninguna culpa de su parte, a veces por su nacionalidad u origen étnico, han sido consignados a la muerte o a una lenta desaparición." Los judíos no fueron explícitamente mencionados. Cuando los judíos fueron deportados de Roma hacia Auschwitz, el Pontífice no hizo protesta pública alguna. La Santa Sede apeló separadamente a los gobernantes de Eslovaquia y Hungría en favor de los judíos. Los críticos del Papa sostienen que la decisión de abstenerse en condenar el asesinato de los judíos por la Alemania Nazi constituye una falta moral: la falta de una guía clara dejó espacio para que muchos colaboraran con la Alemania Nazi, reasegurados por la idea que no contradecía a la enseñanza moral de la Iglesia. Esto también dejó la iniciativa del rescate de los judíos a clérigos individuales y laicos. Sus defensores sostienen que esta neutralidad previno medidas más duras contra el Vaticano y las instituciones de la Iglesia de toda Europa, permitiendo que una considerable actividad de rescate tuviera lugar en diferentes niveles de la Iglesia. Por otra parte, señalan los casos en los que el Pontífice ofreció apoyo a las actividades en los que judíos fueron rescatados. Hasta que todo el materia relevante este a disposición de los eruditos, este asunto permanecerá abierto a futuras investigaciones.

[editar] Causa de canonización


Monumiento dedicado al Papa Pío XII en el Santuario de Fátima.
La causa de Pío XII fue abierta el 18 de noviembre de 1965 por el Papa Pablo VI. En marzo de 2007, la congregación recomendó que Pío XII debería ser declarado Venerable. El Papa Benedicto XVI lo hizo el 19 de diciembre de 2009, al mismo tiempo que la de Juan Pablo II.[81]
El inicio de la causa de beatificación provocó una reacción negativa de rabinos que calificaron a la decisión como "insensible".[82] El Estado de Israel también se opone a la canonización de Pío XII hasta que no se hayan abierto los archivos del Vaticano referidos a su pontificado.[83]
El Dr. Riccardo Di Segni, rabino en jefe de Roma se opone a la beatificación de Pacelli diciendo: "A nivel humano, puedo aceptar la debilidad de Pacelli, pero su beatificación podría hacer de él un ideal para futuras generaciones. Para mi, la beatificación sería un impedimento para el diálogo."[84]

[editar] Documentos

[editar] Bibliografía

[editar] Véase también

[editar] Enlaces externos

Tomados de http://www.pioxii.info/index.php/Portada con permiso de sus editores.

[editar] General

[editar] Pro Pío XII



 

Biógrafo de Churchill elogia actitud del Papa Pío XII durante el Holocausto

 

El historiador judío y biógrafo oficial de Winston Churchill, Sir Martin Gilbert, alabó en una entrevista concedida a la revista Inside the Vatican, la labor del Papa Pío XII para salvar a muchos judíos en la Segunda Guerra Mundial. Gilbert ha publicado en Nueva York libro número 72 titulado “The Righteous: The Unsung Heroes of the Holocaust” (Los Justos: Héroes anónimos del Holocausto).

 

Al ser entrevistado sobre la publicación, Gilbert aseguró que muchos cristianos, y católicos en particular, arriesgaron sus vidas y las de sus familias para rescatar judíos durante las persecuciones nazis.

 

"Es especialmente importante para el pueblo judío –y yo mismo soy judío–, comprender cuántos libertadores cristianos hubo. El número de los que han sido identificados como Justos por Israel asciende en la actualidad a 20 mil. Hay por supuesto muchos más que fueron asesinados tras ser capturados junto con aquellos a quienes intentaban salvar, y cuyas historias aún no han visto la luz del día", declaró Gilbert.

 

El historiador menciona en su libro a los numerosos "héroes no católicos" de distintas confesiones protestantes y obediencias ortodoxas pero recuerda que "la Iglesia predominante en Europa era la Iglesia Católica, y el clero predominante era el clero católico, bajo el liderazgo del Papa Pío XII".

 

Sobre este Pontífice y las calumnias que ha sufrido en los últimos años, aclaró que "afirmar que Pío XII mantuvo ‘silencio’ sobre los asesinatos de masas de los nazis, es un serio error histórico".

 

Gilbert recordó las múltiples intervenciones de toda clase que hizo el Pontífice: verbales, como el mensaje de Navidad de 1942; y prácticas, mediante instrucciones cursadas a las jerarquías eclesiásticas correspondientes, en especial durante la ocupación de Roma.

 

"A la vista de todos los hechos, creo que moral y políticamente Pío XII actuó de forma adecuada y tomó la decisión correcta", sostuvo Gilbert y señaló que debido a las circunstancias y los múltiples intereses en juego, habría sido "altamente irresponsable" si hubiese actuado "de forma provocativa".

 

"Creo que los católicos deberían dar más publicidad a estos hechos y elevar esta bandera con orgullo hasta el lugar más alto", indicó el historiador.

 

Gilbert ha basado su libro en el cuidadoso análisis de miles de testimonios y un amplio elenco de pruebas documentales.

 

Según el experto, de los 20 mil “justos” identificados, casi todos salvaron a más de una persona y "podemos estar hablando de hasta 100 mil judíos salvados", pero son tantos los todavía tantos los desconocidos que "medio millón de judíos salvados no constituiría una cifra exagerada".

Setenta años de la encíclica contra el nazismo
«Mit Brennender Sorge»
de Pio XI, un llamamiento profético
El 21 de marzo de 1937, Domingo de Ramos, en todas las iglesias de Alemania se leyó la encíclica del Papa Pío XI «Mit Brennender Sorge» (Con ardiente preocupación). Es la más dura crítica que la Santa Sede haya expresado jamás respecto a un régimen político

A la distancia de setenta años, aquella encíclica confirma todo lo que la Santa Sede pensaba sobre la naturaleza y peligros del nazismo. Es también profético el pasaje en el que explica que la separación de la fe y la moral lleva a la decadencia y la guerra.

Para profundizar la historia, naturaleza y enseñanzas que se sacan de la «Mit Brennender Sorge», Zenit ha entrevistado al jesuita Peter Gumpel, cuyo conocimiento histórico de las relaciones entre Alemania y la Santa Sede es decisiva.

El padre Gumpel ha explicado a Zenit que, tras la Primera Guerra Mundial, la Santa Sede realizó esfuerzos para realizar un concordato con Alemania, pero todos los intentos fracasaron. Hubo concordatos con algunos estados alemanes como Baviera, Prusia y Baden pero no con Alemania como tal.

El 30 de enero de 1933, Adolf Hitler tomó el poder, y ya en abril ofreció por iniciativa suya un Concordato a la Santa sede, cuyas cláusulas eran muy favorables a la Iglesia.

En Roma, la Santa Sede no creía ni se fiaba de Hitler, pero se encontraba en la difícil situación de no poder rechazar, porque se trataba de un Concordato muy favorable.

Por tanto, la Santa Sede, aún no fiándose para nada de Hitler, firmó el Concordato. En la Curia romana sin embargo todos sabían que Hitler no observaría ni respetaría el concordato. A pocas semanas de la conclusión del concordato, el cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, secretario de Estado, a la pregunta del diplomático británico: «¿Respetará Hitler el concordato?», respondió: «Absolutamente no, podemos sólo esperar que no viole todas las cláusulas a la vez».

Y en efecto, inmediatamente después de la firma, empezó la persecución de los católicos. Para defender a los católicos, la Santa Sede envió al Gobierno más de 50 protestas (cuyos textos se encuentran en el libro «Der Notenwechsel Zwischen Dem hailigen Stuhl Und Der Deitchen Reichsregierung» («El intercambio de notas diplomáticas entre la Santa Sede y el Gobierno del Reichstag – de la Ratificación de Concordato del Reich hasta la encíclica “Mit Brennender Sorge”»). (Matthias- Grunewald- Verlag – Mainz 1965).

A pesar de las protestas oficiales de la Santa Sede, los atropellos nazis se hicieron cada vez más incesantes en la educación, en la prensa, con la prisión de sacerdotes, etc., hasta el punto de que en 1936 la Conferencia Episcopal Alemana pidió una intervención pública.

Se esperaba a los obispos alemanes para la visita ‘ad limina’ en 1938, pero la fecha fue anticipada un año y fueron convocados a Roma en 1937. En aquella ocasión, todos los prelados estaban de acuerdo en pedir que la Santa Sede publicara un documento público de condena del nazismo.

El padre Gumpel ha revelado a Zenit que «el cardenal de Munich, Michael von Faulhaber escribió con todo secreto el texto de la encíclica, lo escribió todo a mano para no dictarlo a nadie y mantener el secreto».

«A este texto, que sirvió de base para la encíclica, se añadieron las intervenciones del secretario de Estado, Eugenio Pacelli, y durante siete semanas se preparó un texto con pasajes todavía más fuertes y explícitos de los indicados por Von Faulhaber» añadió el sacerdote jesuita.

El texto definitivo de la encíclica fue firmado por el Papa Pío XI el 14 de marzo de 1937. Mediante valija diplomática, algunos ejemplares impresos fueron enviados al nuncio en Berlín, quien a su vez los pasó al obispo de Berlín y desde allí correos secretos los entregaron a todos los obispos alemanes.

Sin saberlo la Gestapo, el texto fue impreso en doce imprentas. Muchos obispos hicieron imprimir algunos centenares de miles de ejemplares

Con todo secreto, los textos fueron distribuidos a todos los párrocos, a los capellanes, a los conventos y la encíclica fue leída en todas las iglesias alemanas el día 21 de marzo de 1937.

«Yo tenía 14 años y estaba en la catedral de Berlín cuando en la homilía fue leído el texto de la encíclica --recuerda el padre Gumpel a Zenit como si fuera hoy--. La iglesia estaba repleta y la reacción general fue de convencida aprobación».

El lenguaje era claro y explícito. Hitler estaba engañando a los alemanes y a la comunidad internacional. La encíclica afirmaba que el jefe nazi era pérfido, no fiable, peligroso, alguien que quería sustituir a Dios.

Relata el padre jesuita que «la reacción de los católicos fue entusiasta», mientras que «la reacción de Hitler fue furibunda». Se cuenta que Hitler durante tres días estaba tan fuera de sí que no quiso ver ni recibir a nadie.

La Gestapo fue informada el sábado por la tarde por un empleado de una imprenta que la encíclica había sido impresa, pero ya era demasiado tarde detener parar el asunto, y no se atrevieron a entrar en las iglesias porque esto habría suscitado una revuelta.

Aunque el domingo por la mañana ante las iglesias había guardias de la Gestapo, para ver si la gente tenía un texto impreso en la mano, y si alguien era sorprendido en posesión de un texto impreso era denunciado y arrestado. Las doce imprentas fueron confiscadas sin ningún reembolso y algunas personas acabaron en prisión

La comunidad internacional reaccionó de manera entusiasta. Las comunidades judías estaban contentísimas porque aquella encíclica era la más dura condena del racismo. Todos los periódicos judíos del mundo manifestaron entusiasmo por todo lo que había hecho la Santa Sede.

«Sin embargo --recuerda Gumpel con amargura--, en 1938, a pesar de que el pontífice había declarado que Hitler no era de fiar, en la conferencia de Munich, Inglaterra, Francia e Italia hicieron un acuerdo con el régimen nazi».

¿Cuáles son las partes más significativas de la encíclica?, ha preguntado Zenit al padre Gumpel. Responde que «se trata de un documento cuyo valor va más allá de la contingencia histórica, hay partes que asumen un significado profético y de gran actualidad».

«La Mit Brennendere Sorge --añade-- tiene un valor no sólo simbólico, está basada en principios de la ley natural y de la fe, es profética también para la situación de hoy y tiene un valor permanente. Si uno no se atiene a la ley natural, ni a la fe, cae en la decadencia y la historia ha probado ampliamente que esto crea disturbios continuos en el orden internacional».

En la primera parte de la encíclica se hace una historia del Concordato y se subrayan las continuas violaciones respecto a la Iglesia Católica y su fieles.

Hay una parte de la «Mit Brenneder Sorge» que denuncia el neopaganismo nazi. «Quien con indeterminación panteísta identifica a Dios con el universo, materializando a Dios en el mundo y deificando el mundo en Dios, no pertenece a los verdaderos creyentes».

La encíclica condena la concepción racial del nazismo, que «diviniza con culto idolátrico» la tierra y la sangre y «pervierte y falsifica el orden creado e impuesto por Dios»

El documento pontificio subraya «el error de hablar de un Dios nacional, de una religión nacional y el intento de aprisionar en los límites de un solo pueblo, en la estrechez étnica de una sola raza, a Dios creador del mundo ante cuya grandeza las naciones son pequeñas como gotas de un cuenco de agua».

Es muy fuerte la denuncia de la encíclica respecto al intento de Hitler de erguirse como Dios de Alemania.

La encíclica recuerda a quien para defender la religión católica «está sufriendo violencia tan ilegal como inhumana», y habla claramente de «tentaciones satánicas para hacer salir de la iglesia a los fieles». Explicita también la condena de quien intenta construir «una iglesia alemana nacional».

El padre Gumpel subraya que «las fórmulas más duras contra el nazismo son de Pacelli y Hitler lo sabía».

De aquí la furia contra Eugenio Pacelli. Hitler consideraba a Pacelli su enemigo número uno y temía su poder moral.

Para terminar, Zenit ha preguntado al padre Gumpel: ¿Que piensa de las revelaciones publicadas por el diario italiano «La Repubblica» del 29 de marzo, según el cual los documentos de archivo de la antigua Alemania del Este sostienen que Pacelli era el peor enemigo de los nazis y que quien montó la campaña de calumnias contra Pío XII fue la Unión Soviética».

Gumpel responde que «estas revelaciones no añaden nada a lo que la Santa Sede sabe ya, pero es útil para quienes han pensado y escrito que Pacelli fue nada más y nada menos que el “papa de Hitler”. Ahora hay otros documentos que prueban cuántas falsedades se han dicho sobre Pío XII. Es evidente también la responsabilidad de los soviéticos en la campaña de calumnias contra el Papa Pacelli».
 


3 comentarios:

  1. Siendo un amante de la libertad, cuando llegó la revolución a Alemania miré con confianza a las universidades sabiendo que siempre se habían vanagloriado de su devoción por la causa de la verdad. Pero las universidades fueron acalladas. Entonces miré a los grandes editores de periódicos que en ardientes editoriales proclamaban su amor por la libertad. Pero también ellos, como las universidades, fueron reducidos al silencio, ahogados a la vuelta de pocas semanas. Sólo la Iglesia permaneció de pie y firme para hacer frente a las campañas de Hitler para suprimir la verdad. Antes no había sentido ningún interés personal en la Iglesia, pero ahora siento por ella un gran afecto y admiración, porque sólo la Iglesia ha tenido la valentía y la obstinación de sostener la verdad intelectual y la libertad moral. Debo confesar que lo que antes despreciaba ahora lo alabo incondicionalmente.

    Time Magazine, 23 de diciembre de 1940

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  2. PIO XII AYUDO A SALVAR A LOS JUDIOS DURANTE LA GUERRA

    ROMA, 27 mar 98 (ZENIT).- La acusación era tremenda. El rabino David Rosen, presidente de la sección israelí de la Liga contra la Difamación, declaró el 25 de marzo a la agencia italiana «Adn-Kronos»: «Pío XII estaba al corriente de la existencia de los campos de concentración ya en 1942. Gerhart Reigner, actual vicepresidente del Congreso Mundial Judío envió en aquel año a un nuncio una carta en la que indicaba con detalle lo que sucedía en los campos de exterminio. Pero en los doce volúmenes redactados sobre las vicisitudes de la segunda guerra mundial no existe huella de esta misiva. Tan sólo aparece una breve nota con la que Reigner acusa recibo de la respuesta vaticana, en la que se promete evaluar lo que él escribió».

    Nada más leer la declaración de Rosen, el único superviviente de los que colaboraron en la realización de las estas «Actas y documentos de la Santa Sede relativos a la Segunda Guerra Mundial», el padre Pierre Blet se fue a averiguar directamente en los archivos secretos vaticanos para ver si encontraba la famosa carta al nuncio desconocido.

    El máximo experto viviente en la historia diplomática de la Santa Sede durante aquel polémico período histórico, al final de su investigación, ha revelado a «ZENIT» que «Gerhart Reigner envió al Nuncio en Suiza, el cardenal Bernardini un memorándum en el que se habla sobre la situación de los hebreos en Europa central y en la del Este, refiriéndose particularmente a los israelíes eslovacos. En el mismo documento, se pedía la intervención del Santo Padre. Este memorándum fue transmitido al cardenal Maglione el 19 de marzo de 1942. Al recibir el texto, como ya había sucedido en otras ocasiones, el Santo Padre encargó al nuncio en Bratislava que interviniera a favor de los judíos eslovacos. Todo esto está claramente escrito en el volumen VIII en la página 466 de las "Actas y documentos de la Santa Sede relativos a la Segunda Guerra Mundial" --explica el padre Blet--. Por tanto, es evidente que en nuestra obra de recopilación documental no hemos escondido nada».

    También el Congreso Judío Mundial agradeció en 1945 la intervención del Papa, con un generoso donativo al Vaticano. En el mismo año, el gran rabino de Jerusalén, Isaac Herzog, envió a Pío XII una bendición especial «por sus esfuerzos para salvar vidas judías durante la ocupación nazi de Italia». A la muerte de Pío XII (1958), la ministra israelí de Asuntos Exteriores, Golda Meir, pronunció un sentido elogio del Papa ante la ONU.

    El Vaticano no fue el único que no hizo denuncias públicas. También la Cruz Roja Internacional y el Consejo Ecuménico de las Iglesias coincidieron con la Santa Sede en que era mejor guardar silencio para no poner en peligro los esfuerzos en favor de los judíos. Pero nadie ataca a la Cruz Roja por su «silencio» ante el Holocausto.

    No hizo lo mismo la jerarquía católica de Amsterdam, que en 1942 denunció vigorosamente la persecución de los judíos. Los nazis respondieron redoblando las redadas y deportaciones; al final de la guerra, habían muerto el 90% de los judíos de la capital.

    Las organizaciones humanitarias judías estaban completamente de acuerdo con el Vaticano: una denuncia pública del Vaticano no tendría la menor influencia en los planes de Hitler, y en cambio pondría en peligro a los judíos que la Iglesia tenía escondidos.

    El propio Hochhuth, autor de la pieza de teatro «El Vicario», texto escrito a inicios de los años sesenta que sirvió para crear la leyenda negra contra Pío XII reconoció, en un post scriptum a su obra, que el Vaticano ayudó a los judíos durante el Holocausto.

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  3. Hay una parte de la «Mit Brenneder Sorge» que denuncia el neopaganismo nazi. «Quien con indeterminación panteísta identifica a Dios con el universo, materializando a Dios en el mundo y deificando el mundo en Dios, no pertenece a los verdaderos creyentes».

    La encíclica condena la concepción racial del nazismo, que «diviniza con culto idolátrico» la tierra y la sangre y «pervierte y falsifica el orden creado e impuesto por Dios»

    El documento pontificio subraya «el error de hablar de un Dios nacional, de una religión nacional y el intento de aprisionar en los límites de un solo pueblo, en la estrechez étnica de una sola raza, a Dios creador del mundo ante cuya grandeza las naciones son pequeñas como gotas de un cuenco de agua».

    Es muy fuerte la denuncia de la encíclica respecto al intento de Hitler de erguirse como Dios de Alemania.

    La encíclica recuerda a quien para defender la religión católica «está sufriendo violencia tan ilegal como inhumana», y habla claramente de «tentaciones satánicas para hacer salir de la iglesia a los fieles». Explicita también la condena de quien intenta construir «una iglesia alemana nacional».

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