1.- Las lecturas de hoy nos invitan a cuidar y a valorar la
importancia que tiene la Palabra de Dios para nuestra vida y para nuestra fe.
Cada una de las lecturas es un ejemplo de esto. Me vienen a la memoria las
palabras de San Jerónimo, que decía que “desconocer la Escritura es desconocer
a Cristo”, ya que Jesús es la PALABRA con mayúsculas que Dios nos ha dirigido a
todos nosotros. Él es la Palabra de Dios hecha carne, hecha vida. Cada vez que
nos acercamos a la Palabra, nos acercamos a Jesús, para conocerle mejor, amarle
más y seguirle más de cerca.
2.- El pasaje del libro de Nehemías que hemos escuchado en la
primera lectura, relata un momento muy significativo de la historia del pueblo
de Israel, dentro de todas las etapas en las que Dios se va revelando
gradualmente. Es la vuelta del destierro. El pueblo, contrito y humillado por
la desoladora experiencia que ha vivido en Babilonia, está recuperando su
libertad; lo que fue demolido en Jerusalén se está reconstruyendo; Dios no les
había abandonado y hay lugar para la esperanza. La asamblea que se congrega en
torno al libro de la Ley, de la Palabra de Dios, manifiesta el reconocimiento
de que Dios está en medio de su pueblo y sigue ratificando su Alianza. Dios los
ha traído de nuevo a su tierra, la tierra que Dios les había dado, y les ha
recordado que son el pueblo del Señor. Por eso no hay lugar para el duelo y el
llanto. El pueblo, al escuchar la Palabra, se conmueve, adora a Dios, y con su
“amén, amén” manifiesta su disposición de vivir conforme a la Ley, que
manifiesta la voluntad del Señor. Este pasaje nos enseña a nosotros las
actitudes interiores con las que debemos acoger la Palabra de Dios: alegría,
gozo, reconocimiento, disponibilidad, fidelidad…
3.- En el evangelio, en la primera parte que hemos leído hoy, Lucas
nos explica su intención al escribirlo: “para que conozcas la solidez de las
enseñanzas que has recibido”. La Iglesia ha reconocido desde siempre el gran
valor que tienen los evangelios, y toda la Palabra de Dios, para fortalecer
nuestra fe. Para un cristiano que quiera crecer en la fe, ha de ser
imprescindible la lectura habitual, frecuente, y yo diría que diaria, de la
Palabra de Dios. Para Jesús, esa Palabra es muy importante. Jesús entra en la
Sinagoga de Nazaret, “donde se había criado”. Todos los sábados solía asistir a
la celebración. Ese sábado le toca hacer la lectura. Se pone en pie y lee al
profeta Isaías. Y convierte esas palabras en su programa de vida: anunciar, con
la fuerza del Espíritu, la Buena Noticia de Dios a los pobres, a los cautivos,
a los ciegos, a los oprimidos, en definitiva, a todos aquellos que estén
dispuestos a acogerla en su corazón y cambiar de vida.
4.- Finalmente, en la segunda lectura, vemos que esa Palabra es
creadora de unidad, de eclesialidad, por la fuerza que tiene, por el Espíritu
de Dios que está en ella. “Todos… hemos sido bautizados en un mismo Espíritu,
para formar un solo cuerpo”. “Vosotros sois el cuerpo de Cristo, dice San
Pablo, y cada uno es un miembro. Y Dios os ha distribuido en la Iglesia”. El
Espíritu convierte esa Palabra en una Palabra viva que, a pesar de los años,
sigue siendo actual y da respuesta a nuestras necesidades vitales más
profundas. Es Dios mismo el que nos habla a través de esa Palabra, de su
Palabra. Es una Palabra personalizada. Hay que escucharla con atención. No se
puede proclamar de cualquier manera. Tampoco se puede permanecer indiferente
ante ella. Después de cada celebración deberíamos preguntarnos: ¿Qué me ha
dicho hoy a mí la Palabra de Dios que acabo de escuchar? ¿Me ha ayudado a
sentirme más unido a mis hermanos, más unido a la Iglesia?
5.- El compromiso que surge de esta celebración es que dediquemos
más tiempo a leer y escuchar la Palabra de Dios, en casa, en la parroquia, en
un grupo… donde sea, pero aprovechar cualquier momento para profundizar en esta
Palabra que es una Palabra de Vida y que nos guía y nos orienta en nuestra vida
de cada día. Ahora, la Mesa de la Palabra nos lleva a la Mesa de la Eucaristía
y el mismo Jesús se convierte en nuestro alimento espiritual. La Palabra y la
Eucaristía fortalecen nuestra fe y nuestra vida. Es nuestro alimento semanal.
Lo necesitamos “como el comer” para seguir adelante y no desfallecer en el
camino, para seguir creciendo en nuestra fe y en nuestro conocimiento de Jesús,
que es la Palabra de Dios hecha vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario