“No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible
a los ojos.” Decía el zorro al Principito de Antoine de Saint Exupéry. Muchos
se enternecen al leer esta frase tan conocida, y dan por cierto lo que ésta
afirma. Hay que ver con el corazón, la verdadera belleza está en el interior de
cada uno de nosotros, esa belleza más pura que la física, que los ojos no
pueden ver. Pero, ¿realmente es así? ¿Cuántas personas, las mismas que se
enternecen por esas palabras, ponen en funcionamiento el mensaje? Estoy de
acuerdo con que lo verdaderamente importante es lo que no se puede ver ni
tocar. Pero lo que ven los ojos influyen, porque muchas veces (no siempre) si
los ojos no aprueban lo que ven, no deja al corazón ver qué es lo sigue. Pero
otras veces el corazón se nos adelanta y le gana de mano a los ojos, y hace que
éstos aprendan a ver con amor. Tiene que ver, creo yo, con lo que cada persona
está buscando, algunas buscan con el corazón, otras con los ojos y otras con
ambos.
Pero aunque no lo pongamos en práctica muchas veces, es lo
cierto. Ya que por mucho que una persona nos agrade a los ojos, lo esencial, lo
verdaderamente importante (el interior de la persona) no nos gusta. Pero, ¿por
qué es lo esencial? Porque el interior es el que forja las relaciones, es el
responsable de los sentimientos. Uno cuando necesita de una caricia, de un
abrazo, no busca solo manos o brazos, sino busca sentir ese cariño que traspasa
los cuerpos y llega hasta el alma.
Esto también se refleja en una obra conocida de Antonio Santa
Ana llamada "Los ojos del perro siberiano". Si no la conocen, les
recomiendo que la lean. El protagonista de esta historia tenía SIDA, la mayoría
de su familia y sus amigos le dieron la espalda. Pero no su perro, el cual lo
siguió mirando con los mismos ojos. Y es ésto a lo que llamamos “esencial”: las
personas no supieron ver con el corazón, sólo miraron con los ojos y no
pudieron ver mas allá. Pero el perro si supo mirar con el corazón...
Para aquellos que quisieran releer un fragmento de "El
Principito" donde aparece esta frase, o para aquellos que no lo conocen,
vamos a recordarlo:
Entonces apareció el zorro:
-¡Buenos días! -dijo el zorro.
-¡Buenos días! -respondió cortésmente el principito que se
volvió pero no vio nada.
-Estoy aquí, bajo el manzano -dijo la voz.
-¿Quién eres tú? -preguntó el principito-. ¡Qué bonito eres!
-Soy un zorro -dijo el zorro.
-Ven a jugar conmigo -le propuso el principito-, ¡estoy tan
triste!
-No puedo jugar contigo -dijo el zorro-, no estoy
domesticado.
-¡Ah, perdón! -dijo el principito.
Pero después de una breve reflexión, añadió:
-¿Qué significa "domesticar"?
-Tú no eres de aquí -dijo el zorro- ¿qué buscas?
-Busco a los hombres -le respondió el principito-. ¿Qué
significa "domesticar"?
-Los hombres -dijo el zorro- tienen escopetas y cazan. ¡Es
muy molesto! Pero también crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú
buscas gallinas?
-No -dijo el principito-. Busco amigos. ¿Qué significa
"domesticar"? -volvió a preguntar el principito.
-Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa
"crear lazos... "
-¿Crear lazos?
-Efectivamente, verás -dijo el zorro-. Tú no eres para mí
todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos. Y no te
necesito. Tampoco tú tienes necesidad de mí. No soy para ti más que un zorro
entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si me domesticas, entonces
tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo
seré para ti único en el mundo...
-Comienzo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor...
creo que ella me ha domesticado...
-Es posible -concedió el zorro-, en la Tierra se ven todo
tipo de cosas.
-¡Oh, no es en la Tierra! -exclamó el principito.
El zorro pareció intrigado:
-¿En otro planeta?
-Sí.
-¿Hay cazadores en ese planeta?
-No.
-¡Qué interesante! ¿Y gallinas?
-No.
-Nada es perfecto -suspiró el zorro. Y después volviendo a
su idea:
-Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me
cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por
consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de
sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros
pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la
madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de
trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los
campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los
cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que
es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el
trigo.
El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
-Por favor... domestícame -le dijo.
-Bien quisiera -le respondió el principito pero no tengo
mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el
zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho
en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no
tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
-¿Qué debo hacer? -preguntó el principito.
-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te
sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con
el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos
entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
El principito volvió al día siguiente.
-Hubiera sido mejor -dijo el zorro- que vinieras a la misma
hora. Si vienes, por ejempló, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo
empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las
cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad.
Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón...
Los ritos son necesarios.
-¿Qué es un rito? -inquirió el principito.
-Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo
que hace que un día no se parezca a otro día y que una hora sea diferente a
otra. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan con las
muchachas del pueblo. Los jueves entonces son días maravillosos en los que
puedo ir de paseo hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo,
todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se
fue acercando el día de la partida:
-¡Ah! -dijo el zorro-, lloraré.
-Tuya es la culpa -le dijo el principito-, yo no quería
hacerte daño, pero tú has querido que te domestique...
-Ciertamente -dijo el zorro. - Y vas a llorar!, -dijo él
principito. -¡Seguro! -No ganas nada.
-Gano -dijo el zorro- he ganado a causa del color del trigo.
Y luego añadió:
-Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en
el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto.
El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:
-No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha
domesticado ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes,
que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo
y ahora es único en el mundo.
Las rosas se sentían molestas oyendo al principito, que
continuó diciéndoles:
-Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por
ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual
que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque
yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo
le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a
la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es
mi rosa, en fin.
Y volvió con el zorro.
-Adiós -le dijo.
-Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto, que no puede ser
más simple : Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible
para los ojos.
-Lo esencial es invisible para los ojos -repitió el
principito para acordarse.
-Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú
has perdido con ella.
-Es el tiempo que yo he perdido con ella... -repitió el
principito para recordarlo.
-Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-, pero
tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado.
Tú eres responsable de tu rosa...
-Yo soy responsable de mi rosa... -repitió el principito a
fin de recordarlo
Recuerden cada vez que los ojos vayan apoderándose del
corazón, y repitan como lo hizo El Principito: "No se ve bien sino con el
corazón. Lo esencial es invisible a los ojos."
Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.
ResponderEliminar