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domingo, 27 de enero de 2013

"La danza, camino para acercarse a Dios".


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Hablamos con Liliana Cosi, ex primera bailarina de la Scala de Milán.

 
  

  Siempre es posible la conversión, no importa el ambiente donde el ser humano se mueva. Éxito o fracaso no tienen por qué determinar nuestra adhesión a Dios. Así lo testifica esta bailarina de fama mundial, actualmente convertida en maestra, que, a pesar del éxito rotundo en su carrera, supo ceder a las seducciones de lo religioso y, contagiada por las vidas de dos grandes mujeres, santa Catalina de Siena y de Chiara Lubich, supo dar el sí al Señor justamente donde Él la había puesto: en el mundo del espectáculo, de la competencia y de la fama.

 

 "La danza clásica es un camino para encontrar y seguir a Dios, así como su infinita belleza", afirma con seguridad Liliana Cosi, quien fue primera bailarina de la Scala de Milán, y ahora se ha consagrado a Dios en el Movimiento de los Focolares.

 

 "La danza es algo que cuesta mucho trabajo y disciplina pero yo la vivo como una gran purificación e inmolación, a través de la cual me acerco a la perfección, donando a los otros el espectáculo de la belleza. Esto para mí es un modo de llevar a Dios al mundo", afirma.

 

 Proveniente de una familia no practicante, a los nueve años inició su carrera en la Scala. "Al principio -recuerda-, notaba un profundo malestar en aquel ambiente, en el que para hacer carrera era difícil mantener la honestidad. Recuerdo que era feliz sólo cuando bailaba".

 

-¿Cuándo descubrió a Dios?

 

 - En torno a los veinte años, leyendo Diálogo de la divina Providencia, de santa Catalina de Siena. Me invadió un gran deseo de profundizar lo que había intuido. Entonces leí la vida de santa Catalina. Pensaba que tenía que abandonar el mundo, la familia actual y futura, la carrera y dar todo a Dios, cuando en 1965 conocí a una persona excepcional.

 

-¿Quién era?

 

 Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares. Tenía 23 años. Yo estaba ya en el cuerpo de baile de la Scala de Milán y aclamada en el Bolshoi de Moscú.

 

- ¿Qué le aconsejó Chiara Lubich?

 

 Que no entrara en un convento sino que viviera mi vocación de bailarina en el escenario. Entonces empecé a sonreír con la verdadera alegría del corazón, hasta el punto de que mis amigos y compañeros de la Scala notaron que de pronto me había convertido en simpática y alegre.

 El mismo año debuté en el Bolshoi de Moscú, encontrándome de pronto en todos los periódicos e invitada por todas las televisiones.

 

- ¿Cómo ha vivido usted el éxito?

 

 Sin cambiar nunca de óptica, según la voluntad de Dios. Luego conocí a un gran personaje de la danza: el bailarín rumano Marinel Stefanescu, con el que comparto la concepción del arte, no como consumismo y negocio, sino como belleza.

 Así dejé la Scala, en 1977, para abrir en Reggio Emilia la Escuela Internacional Compañía de Ballet Clásico Cosi-Stefanescu. Aquí los jóvenes estudian nueve años y encuentran dificultades porque el mundo de la danza y del teatro rema contra los valores que nosotros enseñamos: dar a los otros lo mejor de sí, hacer todo por los demás, buscar el arte como belleza. Son cosas que nadie enseña ya.

 

- El número de sus alumnos ha pasado de 130 a 40, ¿por qué?

 

 Hace más de diez años que no se ve danza clásica en la televisión. Ésta sólo presenta, en cambio, bailarines de variedades y cabaret. Se muestra el cuerpo despojándolo de la parte más noble.

 En la danza clásica sucede al contrario. La verdadera belleza es el resultado de estudio, trabajo y disciplina que elevan el cuerpo como medio para expresar el espíritu. Ésta es la belleza, la pureza.

 

- ¿La culpa es, entonces, básicamente de las televisiones?

 

 La televisión cree que la danza clásica hace descender la audiencia. En cambio hace falta valor. Y mis espectáculos, siempre muy seguidos, demuestran que los jóvenes son felices de encontrar la belleza. Los jóvenes están hambrientos de ideales y de Dios.



 

- ¿Tiene miedo por el futuro de la danza clásica?

 

 No, porque los jóvenes que la conocen están enamorados de ella, e intuyen que eleva a Dios

 

Hacia Rusia

 

Estamos en los años 60, Liliana Cosi, joven bailarina, se encuentra en los inicios de su carrera. Con una entrevista recorremos aquel periodo en Moscú.

 

“Un cisne italiano ha conquistado la URSS”, de este modo, titulaba un diario italiano su debut en Moscú en el lejano 1965. ¿Cómo fue?

 

Me encontraba en Moscú, haciendo el segundo año de prácticas en el Teatro Bolscioi, hacía poco que  se habían abierto los históricos cambios culturales entre la Scala de Milán y el Bolscioi de Moscú y yo estudiaba bajo la guía de Irina Tichomimova. Se le ocurrió enseñarme la parte de la primera bailarina del Lago de los Cisnes. Para mí, fue una experiencia novísima y durísima –era muy exigente, literalmente, ‘esculpía’ cada paso mío, cada gesto- pero ¡ahí estuve!.

 

Acercándose el debut (creo que ella estaba más emocionada que yo) me dice: “¡Ahora olvídate de todo lo que te he dicho y baila con tu alma italiana!”. Pocos minutos antes de entrar en escena, aún en el camerino, me toma la cabeza entre las manos y me hace tres signos de la cruz en la frente, ella no sabía si yo era creyente, no llevaba ningún signo que lo indicara.


Liliana Cosi y Rudolf Nureyev

 

El ideal de Chiara Lubich –que había conocido hacia poco- me había enseñado que el amor a Dios se vive, no se expone. El día después en el diario soviético Isvietzia, reseñando el evento escribían que mi modo de bailar estaba lleno de ‘espiritualidad’. ¡Me dijeron que aquella palabra no había sido nunca impresa en aquel diario! Aquel debut marcó el inicio de mi carrera.

 

En aquella época, ¿se encontraba sola en Moscú?

 

No. Además del grupo de bailarinas italianas que vivían en el internado de la Escuela del Bolscioi del cual yo era responsable, estaba conmigo Valeria Ronchetti –Vale- una de las primeras compañeras de Chiara, que vino a Moscú justo para acompañarme. Es difícil decir con palabras lo que fueron aquellos meses para mí: un radical cambio de mentalidad que influyó en toda mi vida, profesional, espiritual, humana, hasta hoy.

 

En Moscú con Valeria Ronchetti

 

Quizá puedo decir una frase de Vale que he transcrito en un diario de entonces: “No debes bailar por Jesús, sino debe ser Jesús en ti, el que baila”.

 

¿Has vuelto a Rusia desde entonces?

 

He vuelto regularmente hasta el 1989, invitada por el gobierno soviético para muchas giras no sólo en Rusia, sino en las capitales de toda la Unión Soviética, con más de 130 espectáculos, y tres veces como miembro del jurado en los concursos internacionales de ballet en Moscú.

 

La experiencia en Rusia ¿Qué le ha aportado?

 

Desde un punto de vista estrictamente profesional me ha dado mucho. En aquella época, había maestros y artistas de altísimo nivel, aún hoy cuando enseño, cuando corrijo los bailarines de nuestra Compañía o de la Escuela, tengo delante sus ejemplos. Para mi vida, me ha enseñado que en todas partes se puede vivir el Evangelio y que esta vida, fascina incluso a quien no lo conoce.

 

Liliana Cosi, la Cultura de la Paz en la Argentina. En marzo la ex primera bailarina de La Scala de Milán, Liliana Cosi dictó dos clases magistrales en Buenos Aires en adhesión al Año Internacional de la Cultura de la Paz. Cosi, formada en las escuelas de Milán y de Moscú, se presentó en la sala A-B del Centro Cultural San Martín por una invitación del Area de Educación Artística de la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Por Paulina Ossona

 

 

 
Liliana Cosi e Rudolf Nureyev a Teatro 10 (1972)

 
Breve Historia del Ballet Clásico 1/2

 
 
 
Breve Historia del Ballet Clásico 2/2

 

Ballet La bella durmiente (completo)

 

Жизель

3 comentarios:


  1. Yo soy la Vid, vosotros los sarmientos

    La dignidad de los fieles laicos en la Iglesia-Misterio.

    1. Los laicos no son simplemente los obreros que trabajan en la viña, sino que forman parte de la viña misma: "Yo soy la Vid y ustedes los sarmientos" (No.8, párrafo 1).

    2. La Iglesia misma es la viña evangélica. En ella se revela el misterio de vida y amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, como don absolutamente gratuito que se ofrece a cuantos han nacido del agua y del Espíritu (No.8, párrafo 5).

    3. Sólo dentro de la Iglesia como misterio de comunión se revela la identidad de los laicos y su original dignidad. Y sólo dentro de esa dignidad se pueden definir su vocación y misión en la Iglesia y en el mundo (No.8, párrafo 6).

    4. Laicos, parte integrante de la Iglesia. Carácter peculiar de su vocación (No.9, párrafo 2).

    5. Los laicos no sólo pertenecemos a la Iglesia, sino que somos Iglesia (No.9, párrafo 3).

    6. Por el Bautismo hemos sido incorporados a la vida trinitaria, para ser Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo (No.12), Templo del Espíritu Santo (No.13), asumiendo la triple función de ser sacerdotes, reyes y profetas (No.14, párrafo 2).

    6. Llamados a la santidad (No. 16, párrafo 1), para contribuir desde dentro a modo de fermento, en la santificación del mundo, siendo sal, luz y levadura.

    7. Santificarse en el mundo (N.17, párrafo 1).

    Reflexión personal

    Todos los bautizados están invitados a escuchar de nuevo estas palabras de San Agustín: "ALEGRÉMONOS Y DEMOS GRACIAS, PORQUE POR EL BAUTISMO HEMOS SIDO HECHOS NO SOLAMENTE CRISTIANOS, SINO CRISTO...PASMAOS Y ALEGRAOS: HEMOS SIDO HECHOS CRISTO".

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  2. el Concilio ocurrió hace cuarenta años y todavía resta aplicarlo cabalmente en su plenitud, lo cual nos confirma la obra magnífica del evento. Desde esa fecha podemos afirmar que el papel de los laicos en la Iglesia y en el mundo salió fortalecido, ya nadie nos puede considerar cristianos pasivos. Tenemos claramente nuestra identidad, reforzada por los padres conciliares. Identidad diferente y complementaria de la de nuestros hermanos clérigos que por mandato del Señor y a través del sacramento del Orden se constituyen servidores ministeriales de nosotros, todo el Pueblo de Dios.

    Juan Pablo II ha explicado en varios documentos la complementariedad de la misión de clérigos y de laicos dentro y fuera de la Iglesia. A los clérigos les compete el servicio ministerial consagrado u ordenado y a los laicos nos compete llevar el Evangelio a cada rincón de las realidades temporales llamadas a ser transformadas según Cristo: la familia, la profesión, el trabajo, la sociedad, la política, el derecho y la justicia, la enseñanza, la cultura, las ciencias biológicas, el deporte y un largo etcétera.

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  3. Os he destinado para que vayáis y deis fruto.

    La corresponsabilidad de los fieles laicos en la Iglesia-Misión.

    1. La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí, se compenetran y se implican mutuamente hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión (No. 32, párrafo 4).

    2. Los fieles laicos están plenamente implicados en la misión evangelizadora de la Iglesia (No.34, párrafo 4).

    3. Ha llegado la hora de emprender una nueva evangelización, que debe llegar a formar Comunidades eclesiales maduras, y en esta tarea los laicos juegan un papel importante (No.34, párrafos 9 y 10).

    4. La Iglesia tiene como fin supremo el Reino de Dios que es fuente de plena liberación y salvación para todos los hombres (No. 36, párrafo 1).

    4. Los fieles laicos, por su "índole secular" ocupan un puesto concreto en la tarea de la Iglesia de hacer de la más humana la familia de los hombres (No. 36, párrafos 4 y 5).

    5. El matrimonio y la familia constituyen el primer campo para el compromiso social de los fieles laicos (No.40, párrafo 4).

    6. Los laicos de ningún modo pueden abdicar de su participación en la acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural (No. 42, párrafo 2).

    7. Evangelizar la cultura (No.44, párrafo 1).

    Resumiendo: Amplio y complejo es el CAMPO DE LOS LAICOS para su actividad evangelizadora: la política, la realidad social, la economía, la cultura, las ciencias y las artes, la vida intelectual, los medios de comunicación social; y también otras realidades particularmente abiertas a la evangelización, como la pareja, la vida conyugal, la familia, la educaci6n de los hijos, el trabajo con adolescentes y jóvenes; el trabajo profesional, el sufrimiento.

    Reflexión personal

    Los laicos, por el dilatado campo de nuestra acción evangelizadora, tenemos una gran responsabilidad en la transformaci6n de la sociedad, por medio de la gestación de una "cultura de la solidaridad" en estructuras de "comunión" y "participación".

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