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lunes, 29 de abril de 2013

SOLO A DIOS ADORARE

 
 



¿QUÉ ES ADORACIÓN?

 

 
"Vi al Señor sentado en un trono alto y excelso. La orla de su manto llenaba el templo. De pie, junto a él había serafines... y se gritaban el uno al otro: 'Santo, santo, santo es el Señor todopoderoso, toda la tierra está llena de su gloria' " (Is 1,1-3)


 

1. Reflexión

 

 

La adoración es difícil de entender, difícil de practicar y difícil de definir. Pero hay que intentarlo, como Isaías intenta explicar su visión.

 

 

 

Todo lo que tiene que ver con la relación entre el hombre y Dios nos resulta difícil, porque a Dios no podemos aprehenderlo por los sentidos, sino que "Dios es espíritu" (Jn 4,24) y tenemos que acercarnos a él también y sobre todo en espíritu. De la adoración se han dado, entre otras, las siguientes definiciones:

 

 

•Es la expresión a la vez espontánea y consciente, impuesta y voluntaria, de la reacción compleja del hombre impresionado por la proximidad de Dios; conciencia aguda de su insignificancia y de su pecado, confusión silenciosa, veneración trepidante y agradecida, homenaje jubiloso de todo su ser (Sal 5,8).

•Esta reacción de fe, puesto que efectivamente invade todo el ser, se traduce en gestos exteriores, y apenas si hay adoración verdadera en que el cuerpo no traduzca de alguna manera la soberanía del Señor sobre su creación y el homenaje de la criatura conmovida. (L. Dufour).

•Adorar es reverenciar con sumo honor y respeto; rendir a la divinidad el culto que le es debido, amar en extremo (J. Cornwall).

•Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso (CEC 2096).

•Adorar a Dios es reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la nada de la criatura, que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magnificat, confesando con gratitud que él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo" (CEC nº 2097).

•Es la respuesta apropiada del hombre, con palabras y expresiones, a la revelación del amor de Dios, a través de Jesucristo, con él y en él (J.Custer).

•Adorar es expresar reverencia, tener un sentimiento de temor. Inclinarse delante del objeto de adoración. Rendir homenaje. Es la respuesta del ser humano a la revelación de Dios por Jesucristo. La adoración es la forma más alta de alabanza.

 

 

 

2. Dice el Señor:

 

 

•"Sitio de ángeles y santos os he reservado, no dudéis en ocuparlo, no os resistáis, permaneced en él. Pero no olvidéis que todo es gracia y todo es don. A este lugar sólo se llega por el camino del amor. Solo se puede llegar empujados por él".

 

 

 

 "Vuestros pies están en la tierra, pero quiero que viváis como embajadores del cielo en la tierra, como portadores de mi verdad y del gozo y la dicha que os dejo contemplar por medio de la adoración. No os quedéis lo que os estoy dando. Dad testimonio de lo que vivís en la adoración. Hablad a otros de la adoración".

 

 

 

•"Os hago partícipes de mi Gloria, os incluyo entre la multitud que postrada a mis pies me adora día y noche. Mi Hijo ha puesto sus ojos en vosotros, mi Hijo os ha elegido para una misión importante, estáis revestidos de mi Gloria, estáis revestidos de la Santidad que hay en mi Trono, cuando estáis ante mi Trono ya no sois vosotros, porque os envuelve mi presencia y mi santidad".

sábado, 27 de abril de 2013

ADORAMOS TU PRESENCIA EUCARISTICA


 

ADORAR A JESUCRISTO EN LA EUCARISTÍA

 

 “Habiendo  amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1)

            

1. Reflexión

 

      Hemos hablado hasta aquí de la adoración a Dios en general y de la adoración específica a Jesucristo. Hemos reflexionado sobre distintas razones y modos de adorar a nuestro Salvador, y hemos dejado para el final el modo más sencillo y más cercano para adorarle: nos referimos a la adoración que tributamos a Jesús sacramentado. De hecho, si dijéramos que adorar a Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía es el modo normal de adorarle, creo que los católicos estaríamos todos de acuerdo, pues la verdad es que, cuando se habla de adoración entre nosotros, lo que cualquier católico entiende de entrada, a no ser que se diga otra cosa, es adoración a Jesucristo presente en el pan y el vino consagrados. Como nos recuerda el nuevo Catecismo: “Expresamos nuestra fe en la presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino, entre otras maneras, arrodillándonos o inclinándonos profundamente en señal de adoración al Señor. La Iglesia católica ha dado y continúa dando este culto de adoración que se debe al sacramento de la Eucaristía no solamente durante la misa, sino también fuera de su celebración” (CEC 1378),

 

¨       Jesús se queda para siempre en la Eucaristía con una presencia personal y sustancial. Jesús es el mismo en el Cenáculo y en el Sagrario. En la Sagrada Eucaristía se contiene verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre, juntamente con el alma y la divinidad de Jesucristo.

¨       Tal presencia se llama real, no por exclusión, como si las otras no fueran reales, sino por antonomasia, porque es también corporal y sustancial, pues por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro” (Pablo VI, Mysterium Fidei, 3.IX.1965)

¨       El Cristo eucarístico se identifica con el Cristo de la historia y de la eternidad. No hay dos Cristos, sino uno solo. Nosotros poseemos en la Hostia al Cristo de todos los misterios de la Redención: al Cristo de la Magdalena, del hijo pródigo, de la samaritana, al Cristo del Tabor y de Getsemaní, al Cristo resucitado de entre los muertos, sentado a la diestra del Padre [...] Esta maravillosa presencia de Cristo entre nosotros debería revolucionar nuestra vida [...]; está aquí con nosotros, en cada ciudad, en cada pueblo (M. M. Philipon, Los sacramentos en la vida cristiana, p. 116)

 

La adoración eucarística es adoración al Cristo del amor: “Es grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia de esta singular manera. Puesto que Cristo iba a dejar a los suyos bajo su forma visible, quiso darnos su presencia sacramental; puesto que iba a ofrecerse en la cruz por muestra salvación, quiso que tuviéramos el memorial del amor con que nos había amado "hasta el fin" (Jn 13,1), hasta el don de su vida. En efecto, en su presencia eucarística permanece misteriosamente en medio de nosotros como quien nos amó y se entregó por nosotros” (CEC 1380).

 

        Adorar a Jesucristo presente en la Eucaristía implica también adorarlo en fe... “Por la profundización de la fe en la presencia real de Cristo en su Eucaristía, la Iglesia tomó conciencia del sentido de la adoración silenciosa del Señor presente bajo las especies eucarísticas” (CEC 1379). Como decía Santo Tomás: “La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo en este sacramento, no se conoce por los sentidos, sino sólo por la fe, la cual se apoya en la autoridad de Dios”.  El que está a la derecha del Padre y es adorado en los cielos está igualmente cercano a nosotros en la tierra y nos concede el privilegio de poder adorarle ya en fe como los bienaventurados lo hacen en visión, hasta que llegue el día en que por su misericordia podamos integrarnos en la adoración única y eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
 
 
 
 

UNO CON EL PADRE




 
 
Texto del Evangelio (Jn 14,7-14): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras.

 

»Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si pedís algo en mi nombre, yo lo haré».

 

Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí

 

Hoy, estamos invitados a reconocer en Jesús al Padre que se nos revela. Felipe expresa una intuición muy justa: «Muéstranos al Padre y nos basta» (Jn 14,8). Ver al Padre es descubrir a Dios como origen, como vida que brota, como generosidad, como don que constantemente renueva cada cosa. ¿Qué más necesitamos? Procedemos de Dios, y cada hombre, aunque no sea consciente, lleva el profundo deseo de volver a Dios, de reencontrar la casa paterna y permanecer allí para siempre. Allí se encuentran todos los bienes que podamos desear: la vida, la luz, el amor, la paz… San Ignacio de Antioquía, que fue mártir al principio del siglo segundo, decía: «Hay en mí un agua viva que murmura y dice dentro de mí: ‘¡Ven al Padre!’».

 

Jesús nos hace entrever la tan profunda intimidad recíproca que existe entre Él y el Padre. «Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Jn 14,11). Lo que Jesús dice y hace encuentra su fuente en el Padre, y el Padre se expresa plenamente en Jesús. Todo lo que el Padre desea decirnos se encuentra en las palabras y los actos del Hijo. Todo lo que Él quiere cumplir a favor nuestro lo cumple por su Hijo. Creer en el Hijo nos permite tener «acceso al Padre» (Ef 2,18).

 

La fe humilde y fiel en Jesús, la elección de seguirle y obedecerle día tras día, nos pone en contacto misterioso pero real con el mismo misterio de Dios, y nos hace beneficiarios de todas las riquezas de su benevolencia y misericordia. Esta fe permite al Padre llevar adelante, a través de nosotros, la obra de la gracia que empezó en su Hijo: «El que crea en mí, hará él también las obras que yo hago» (Jn 14,12).
 
 

viernes, 26 de abril de 2013

LO QUE LAS POLITICAS NEOLIBERALES PRODUCEN

 

 
ESPAÑA
 
NUESTRA MADRE PATRIA EN CRISIS
 
6.270.000 SIN TRABAJO
 
400.000 FAMILIAS DONDE NINGUNO TIENE TRABAJO
 
El neoliberalismo es la idolatría de la muerte, afirma Mons. Pedro Casaldáliga, obispo de São Félix do Araguaia (Mato Grosso, Brasil), en esta entrevista. Como obispo y, por tanto, como servidor de toda la Iglesia, él establece un puente anual entre las comunidades de la Amazonia y Centro-Oeste de Brasil y los pueblos centroamericanos. Une, en un solo corazón y una sola esperanza, las angustias y las aspiraciones de los indios del Araguaia y de los campesinos de Nicaragua, de los agentes pastorales de Santa Terezinha y de los misioneros de El Quiché, en Guatemala. Casaldáliga dice que el neoliberalismo profundiza el empobrecimiento de los pueblos de nuestra América, al idolatrar al dios del mercado. Y pide a la sociedad que tenga vergüenza y venza el hambre de las mayorías. Brasileño de adopción, español de nacimiento, latinoamericano de honor, Pedro Casaldáliga es una de las personalidades más representativas de la Iglesia de los Pobres en Brasil, en América Latina y en el mundo. Misionero claretiano, vino a trabajar a la Amazonia hace 25 años. Es uno de los fundadores del Consejo Indigenista Misionero (CIMI) y de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) de la Iglesia brasileña. La dictadura militar intentó cinco veces expulsarlo del país.
 
Su Prelatura fue invadida cuatro veces en operaciones militares. En 1977 fue asesinado a tiros, a su lado, el padre Juan Bosco Penido Burnier; él y Pedro protestaban contra las torturas que practicaba la policía contra mujeres presas. Varios de sus sacerdotes fueron apresados y uno de ellos, Francisco Jentel, fue condenado a 10 años de prisión y expulsado del país. El archivo de la Prelatura fue saqueado y su boletín fue editado de forma apócrifa, para incriminar al obispo. Pedro ha sido perseguido también por los sectores conservadores de la Curia Romana y de la Iglesia de Brasil y de América Central. Poeta, es uno de los autores de la 'Misa de la Tierra sin males' y de la 'Misa de los Palenques (Quilombos)', con Milton Nascimento y Pedro Tierra.
 

-¿Cuáles son los rasgos que caracterizan la realidad latinoamericana hoy?
 
- La palabra de orden, hoy, en América Latina, el Caribe y el mundo es 'neoliberalismo', con las consecuencias más dramáticas para el Tercer Mundo. No podemos olvidar que el neoliberalismo continúa siendo el capitalismo. A veces se olvida esto.
 
Me preguntaron varias veces, en este viaje, qué puede decir o hacer la Iglesia ante el neoliberalismo. Yo, recordando los consejos de nuestros antiguos catecismos ('contra pereza, diligencia; contra gula, abstinencia') respondí: 'contra el neoliberalismo, la siempre nueva liberación'. Destaqué que el neoliberalismo es el capitalismo transnacional llevado al extremo. El mundo convertido en mercado al servicio del capital hecho dios y razón de ser. En segundo lugar, el neoliberalismo implica la desresponsabilización del Estado, que debería ser el agente representativo de la colectividad nacional. Y agente de servicios públicos. Al desresponsabilizar al Estado, de hecho se desresponsabiliza la sociedad. Deja de existir la sociedad y pasa a prevalecer lo privado, la competencia de los intereses privados. La privatización no deja de ser el extremo de la propiedad privada que, de privada, pasa a ser privativa y que, de privativa, pasa a ser privadora de la vida de los otros, de las mayorías. La privatización es privilegización, la selección de una minoría privilegiada que, ésa sí, merece vivir, y vivir bien. Esta es doctrina de los teólogos del neoliberalismo: el 15% de la humanidad tiene derecho a vivir y a vivir bien; el resto es el resto. Al contrario de lo que dice la Biblia, de que es el resto de Israel, resto de pobres, quien debe abrir caminos de vida y de esperanza para las mayorías. El neoliberalismo es la marginación fría de la mayoría sobrante. O sea, salimos de la dominación hacia la exclusión. Y, como se suele decir, hoy ser explotado es un privilegio, porque muchos ni siquiera alcanzan la 'condición' de explotados, ya que no tienen ni empleo. Estamos viviendo entonces lo que se llama un 'maltusianismo' social, que prohíbe la vida de las mayorías.
 
El neoliberalismo es también la negación de la utopía y de toda posible alternativa. Es conocida la expresión de Fukuyama: el 'fin de la historia', el no va más de la historia. Es también la mentira institucionalizada, con base en la modernidad, de la técnica, de la libertad y de la democracia. Bellos nombres que deberían tener su auténtico valor, pero que son manipulados y tergiversados. Se trata de una modernidad que ya es posmodernidad, en el Primer Mundo, y una técnica que es puesta como valor absoluto, en función del lucro y una pseudolibertad y una pseudodemocracia. En América Latina salimos de las dictaduras para caer en las 'democraduras'. Es bueno recordar la palabra lúcida del teólogo español González Faus -que ya ha venido varias veces a América Latina- al decir que, así como el colectivismo dictatorial es la degeneración de la colectividad y la negación de la persona, el individualismo neoliberal es la degeneración de la persona y la negación de la comunidad. El individualismo egoísta degenera la persona, que, por definición, debería ser relación y complementación con los otros. Este individualismo neoliberal es, pues, la degeneración de la comunidad, que es participación y compartimiento. Como Iglesia, como cristianos, delante de esta bestia fiera del neoliberalismo, es necesario que proclamemos y promovamos el servicio del Dios de la Vida. Hoy, más que nunca, la Teología de la Liberación, la Pastoral de la Liberación y la Espiritualidad de la Liberación, proclaman, afirman y celebran y practican el Dios de la Vida. Se trata también de promover la responsabilidad y la corresponsabilidad de las personas y de las instituciones sociales y de la propia Iglesia, a todos los niveles. El mandamiento de Jesús vivido en la vida diaria, política e institucionalizada. La opción por los pobres, muy definida por las mayorías. Jesús mismo la formula diciendo: 'He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia'.
 
Y la afirmación de la utopía, que refuerza la esperanza en la acogida y en el servicio, ya, aquí y ahora, estimulando y posibilitando la presencia y la acción de los nuevos sujetos emergentes (el mundo indígena, el mundo negro, la mujer, la juventud), el protagonismo de los laicos -como ha dicho Santo Domingo- y el protagonismo de los pobres. Esta es la política del Evangelio de Jesús. La verdad nos hace libres, y la transparencia de vida debe aparecer como testimonio. En términos de Iglesia, esto se traduce muy bien en la Teología y en la Espiritualidad de la liberación, en las comunidades de base, en las pastorales específicas que actúan en esas fajas más prohibidas y más marginadas, por la Biblia en las manos del pueblo. Por la Pastoral de la Frontera, la Pastoral de la Consolación y la Pastoral del Acompañamiento. Y también, más recientemente, por la Pastoral de la Sobrevivencia, sin caer en el pragmatismo asistencialista que podría hacer nuevamente que el pueblo olvidase las estructuras, las causas, los derechos. Me llamó la atención (y voy a decirlo con simplicidad, respeto y libertad de espíritu) que un sacerdote español que vino a Honduras dijo a un grupo de miembros del movimiento del neocatecumenado: las tres grandes tentaciones para la Iglesia de Dios en América Latina hoy son el nacionalismo, la inculturación y la ecología. Yo lo interpreté así: si el nacionalismo me incomoda es porque estoy defendiendo el transnacionalismo; si la inculturación me incomoda es porque continúo defendiendo el colonialismo; si la ecología me incomoda, es porque defiendo el capitalismo depredador. El propio documento de Santo Domingo aconseja a los movimientos neoconservadores que participen en la Pastoral de Conjunto y no sean, de hecho, neocolonizadores. La inculturación es el gran desafío para la Iglesia en América Latina y en el Tercer Mundo. Se trata de esa encarnación en las culturas, en los procesos, en la realidad de nuestro pueblo. Vi por ahí una camiseta con la inscripción: '501'. O sea, comenzamos ya otros 500 años de otro signo. Social, política, cultural y eclesiásticamente, queremos que así sea.
 
-América Latina vive un nuevo período de elecciones presidenciales en varios países (Bolivia, Uruguay, Paraguay, Brasil, Guatemala, El Salvador, Argentina y otros). Estas elecciones vienen sucediéndose prácticamente desde el poder colonial. ¿Qué implican de desafío?
 
- Las elecciones son muy publicitarias y dependen en gran parte de redes de televisión que hacen las elecciones. Hay una decepción bastante generalizada con relación a los políticos. Todas las personas conscientes piden otros políticos. Los partidos están desprestigiados, en muchos lugares. Muchos sectores quieren incluso prescindir de los partidos. Piensan más en alianzas de tipo movimiento popular. Tampoco podemos caer en el peligro de diluir la conciencia, la resistencia y la organización, y seguir dominados por fuerzas que tienen en sus manos el dinero, los medios de comunicación y los puestos políticos.
 
Pero no hay duda de que, bajo el poder del capital neoliberal, representado por el FMI y por el Banco Mundial, la alianza de esos políticos de marketing, al servicio del mismo neoliberalismo y ante la impotencia de amplios sectores de las fuerzas populares, es de temer que se repitan, con algunos retoques, las elecciones de años anteriores y hasta de siglos atrás, como usted señala. La táctica en todas partes es la misma. Las promesas, los programas acaban siendo los mismos. Todos los partidos conocen muy bien las necesidades del pueblo y saben programar teóricamente soluciones. Por otra parte, recientemente ha llamado la atención del mundo entero que Cuba haya votado significativamente en favor de Fidel. Leí comentarios de medios de comunicación de Europa -antes de las elecciones cubanas- pronosticando que Fidel sufriría una derrota. Cuba está mal económicamente, de esto no hay duda, pero los cubanos ven lo que ocurre a sus vecinos neoliberales y no quieren perder las conquistas básicas de la Revolución, en educación, en salud, en participación popular.
 
- Sobre Cuba, ¿qué actitud piensa usted que los cristianos debemos asumir ante la situación de ese país, en este momento?
 
- Debemos continuar condenando, abiertamente, el bloqueo económico a Cuba. Es algo totalmente injusto e inicuo. Es simplemente un gesto de prepotencia y de orgullo imperial de Estados Unidos. En segundo lugar, debemos ayudar al propio pueblo cubano y a sus dirigentes a irse abriendo también a aspectos formales de la democracia. Debemos, antes de nada -y la historia seguirá agradeciendo siempre esto- la actitud firme, coherente de antiimperialismo de la Revolución Cubana. Y debemos ir posibilitando, entre todos, la integración latinoamericana de un modo alternativo. Ni el MERCOSUR (Mercado Común del Cono sur), ni el NACLA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte, Canadá y México).
 
México lo está pasando mal. Muchos empresarios tuvieron que cerrar sus empresas. El obispo de Chiapas, Mons. Samuel Ruiz, me dijo que se puede prever cualquier tipo de insurrección en el país. Ya se llegó al extremo de importar leche de Australia.
 
- ¿Qué piensa usted de la deuda externa, que parece olvidada hasta por parte de los partidos progresistas?
 
- La deuda externa continúa siendo la sangría de nuestros pueblos. Sigue siendo el gobierno real de nuestras democracias. No son nuestras Constituciones las  que mandan; es la deuda externa. Los presidentes y los ministros de hacienda de nuestros países son representantes del FMI. La deuda externa, con el pago de los intereses, es lo que condiciona los salarios, los servicios públicos. Mientras no resolvamos este problema, es prácticamente imposible imaginar una economía democrática en nuestros países de tercer mundo. Y, evidentemente, no será el neoliberalismo el que resuelva el problema de la deuda externa. 'En América Latina salimos de las dictaduras para caer en las 'democraduras'.'
 
 
 



 
 
 


SOMOS INTERCESORES



 

 INTERCESORES CON CRISTO 

“Está siempre vivo para interceder” (Hb 7,25).

 

    Jesucristo, intercesor hoy

 

     La vida de Jesucristo fue una vida de intercesor. De hecho, no sólo su vida sino también su muerte están marcadas por la señal de la intercesión: en realidad su muerte fue, desde el principio hasta el final, el acto supremo de intercesión que llevó a cabo ante el Padre en favor de los hombres. Él es el intercesor por antonomasia, el único intercesor adecuado, válido, capaz y perfecto. Pero, ¿terminó su capacidad intercesora y su obra de intercesión en la cruz? Tras resucitar y ascender a la derecha del Padre, ¿se desinteresó ya de nuestras necesidades?

 

     No. Fue precisamente después de resucitar cuando el Señor reveló a los discípulos este secreto: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28,18). No hizo esta manifestación para vanagloriarse de nada, -porque no necesita la gloria de nadie-, sino en orden a la utilización de su poder.

Para que no haya duda, les habló a continuación de su misión, que quedó avalada por su presencia –y por tanto por su poder-, para siempre: “He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Jesús vuelve al Padre, pero se queda con los discípulos, para llevar a cabo con ellos, bajo la dirección y el poder del Espíritu, la obra de redención que ya había realizado. 

 

     Con su ascensión Jesús “penetró los cielos” (Hb 4,14), de forma que, como él mismo profetizó, “de ahora en adelante, el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios” (Lc 22,69). Y nos preguntamos: ¿Cumple allí alguna misión? ¿Para qué “está sentado a la diestra del trono de Dios” (Hb 12,2)? La respuesta nos dice que no sólo para compartir la dignidad divina y la autoridad soberana sobre toda la Creación, sino también para ejercer esa autoridad:

·       La carta a los Hebreos afirma: “No penetró Cristo en un santuario hecho por mano de hombre, en una reproducción del verdadero, sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro” (Hb 9,24), es decir, como intercesor a favor de los hombres.

·       Y no sólo eso, sino que en esta posición de privilegio “debe él reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies” (1 Co 15,25), hasta el final de los tiempos.

 

    Jesucristo conserva las marcas de la pasión (cf. Jn 20,20), esos cardenales que nos traen la salud (Is 53,5). Él los presenta ante el Padre recordándole que sufrió para que los hombres alcancemos la vida. El manantial de misericordia y de gracia que se abrió en la cruz no está cerrado. Podemos acercarnos confiadamente al trono de gracia donde Jesucristo nos espera e intercede por nosotros (cf. Hb 4,16), pues él “posee un sacerdocio perpetuo porque permanece para siempre. De ahí que pueda también salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor” (Hb 7,24-25).

 

    El amor de Dios y de Cristo no se han agotado. Su amor es, en definitiva, el fundamento del ministerio intercesor de Cristo, que se prolonga y actúa hoy también en nuestro favor. San Pablo lo expresó con palabras admirables a los cristianos de Roma cuando les escribió:: “El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede por nosotros?” (Rm 8,32-34). Jesucristo es para los hombres el único intercesor válido, universal, suficiente y permanente que tenemos los hombres ante el Padre.

 

 

Respuestas a la intercesión – Palabra profética


 

Intercediendo por la unidad de la Iglesia: visión de murallas en las que aparecen grandes grietas, al lado de las cuales hay ángeles intentando cerrarlas con una argamasa que lleva el nombre de AMOR. El enemigo por su parte está golpeando otros puntos de las murallas con enormes lanzas y va abriendo nuevas grietas que llevan el nombre de PECADO. Son los diferentes pecados de la Iglesias, pero el pecado de soberbia es el que abre las grietas más grandes. Los enemigos que abren las grietas de soberbia sacan sus lanzas para evitar que nadie las cierre.

Interpretación: El Señor nos llama a orar por la unidad de la Iglesia y a relacionarnos mediante la práctica del amor y la humildad.   

YO SOY EL CAMINO


 
 
Texto del Evangelio (Jn 14,1-6): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino». Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí».
 
 
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí
Hoy, en este Viernes IV de Pascua, Jesús nos invita a la calma. La serenidad y la alegría fluyen como un río de paz de su Corazón resucitado hasta el nuestro, agitado e inquieto, zarandeado tantas veces por un activismo tan enfebrecido como estéril.
 
Son los nuestros los tiempos de la agitación, el nerviosismo y el estrés. Tiempos en que el Padre de la mentira ha inficionado las inteligencias de los hombres haciéndoles llamar al bien mal y al mal bien, dando luz por oscuridad y oscuridad por luz, sembrando en sus almas la duda y el escepticismo que agostan en ellas todo brote de esperanza en un horizonte de plenitud que el mundo con sus halagos no sabe ni puede dar.
 
Los frutos de tan diabólica empresa o actividad son evidentes: enseñoreado el “sinsentido” y la pérdida de la trascendencia de tantos hombres y mujeres, no sólo han olvidado, sino que han extraviado el camino, porque antes olvidaron el Camino. Guerras, violencias de todo género, cerrazón y egoísmo ante la vida (anticoncepción, aborto, eutanasia...), familias rotas, juventud “desnortada”, y un largo etcétera, constituyen la gran mentira sobre la que se asienta buena parte del triste andamiaje de la sociedad del tan cacareado “progreso”.
 
En medio de todo, Jesús, el Príncipe de la Paz, repite a los hombres de buena voluntad con su infinita mansedumbre: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí» (Jn 14,1). A la derecha del Padre, Él acaricia como un sueño ilusionado de su misericordia el momento de tenernos junto a Él, «para que donde esté yo estéis también vosotros» (Jn 14,3). No podemos excusarnos como Tomás. Nosotros sí sabemos el camino. Nosotros, por pura gracia, sí conocemos el sendero que conduce al Padre, en cuya casa hay muchas estancias. En el cielo nos espera un lugar, que quedará para siempre vacío si nosotros no lo ocupamos. Acerquémonos, pues, sin temor, con ilimitada confianza a Aquél que es el único Camino, la irrenunciable Verdad y la Vida en plenitud.
 
 



jueves, 25 de abril de 2013

RESUCITO


 
LA RESURRECCION
1 Corintios 15
 
La palabra resurrección significa retorno a la vida. Fue el suceso más
maravilloso en la historia del mundo, cuando Jesucristo salió de la tumba
después de
haber estado muerto tres días.
 
Cuando sus discípulos lo vieron, simplemente no pudieron creer lo que
miraban sus ojos. Pensaron que era un espíritu, pero Jesús les dijo:
 
"Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque
un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y
diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía
ellos,
de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis
aquí
algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal
de
miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos." (Lucas 24:39-43)
 
Por fin se convencieron de que él realmente estaba vivo otra vez. Dios
le había dado vida eterna. Acerca de Jesús leamos lo que se dice en Apocalipsis
1:18:
 
"Mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos."
 
 
Jesús levantará a sus seguidores
 
Jesús enseñó a sus discípulos que ellos también serían levantados de la
muerte. Lea de nuevo el pasaje que se ha citado arriba. Jesús dijo:
 
"No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo y estuve muerto;
mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las
llaves de la muerte y del Hades." (Apocalipsis 1:17, 18)
 
Ahora bien, si alguien tiene la llave de una puerta, significa que es capaz
de abrirla. Jesús tiene las llaves del sepulcro. Esto es una manera de decir que
él
tiene poder para abrir los sepulcros y libertar a aquellos que están sepultados
allí.
 
Este poder le fue dado por Dios. Lea el evangelio de Juan, capítulo 5,
versículos 20 al 29. Note particularmente el versículo 21 que dice:
 
"Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así
también el Hijo a los que quiere da vida."
 
Resucitar es traer de nuevo a la vida; y Dios ha dado a Jesús el poder
para traer a los hombres y las mujeres a la vida de nuevo.
 
 
Una esperanza compartida por todo hombre fiel
 
Hombres de Dios a través de los siglos han muerto esperando el día en
que serán levantados de la tumba. Pablo nos habla de algunos de ellos, diciendo:
 
"Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo
prometido, sino mirándolo de lejos." (Hebreos 11:13)
 
Más adelante habla otra vez de estas personas:
 
"Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no
recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para
que
no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros." (Hebreos 11:39, 40)
 
Vemos que según este versículo, el don de la vida eterna será dado a
todos los fieles en un mismo tiempo.
 
Los primeros cristianos también aguardaban ansiosamente ese momento.
Cuando alguno de ellos moría, hablaban de él como si se hubiese "dormido,"
porque
tal como los hombres despiertan después del sueño, así los discípulos serán
"despertados" de la muerte. En 1 Corintios capítulo 15, que usted ha leído,
Pablo habla de los 500 discípulos que vieron a Jesús después de su resurrección,
diciendo "...de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen" (1 Corintios
15:6).
Lea también Juan 11:11-14, Hechos 7:60 y 2 Pedro 3:4).
 
 
¿Cuándo va a suceder la resurrección?
 
Casi 2,000 años han pasado desde que Jesús fue levantado de la muerte.
¿Cuándo levantará Jesús a aquellos que han "muerto en la fe"?
 
El apóstol Pablo nos contesta esta pregunta. Dice en 1 Corintios 15:22, 23:
 
"Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán
vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las
primicias;
luego los que son de Cristo, en su venida."
 
Hemos visto ya que Jesucristo regresará para establecer el reino de Dios
y gobernar sobre toda la tierra. Cuando venga para hacer esto, levantará a los
muertos. Entonces, a los que han sido fieles se les dará vida eterna; y gozarán
del gran privilegio de ayudar a Jesús a gobernar sobre la tierra, como leemos en
Apocalipsis 5:9, 10, donde se dan las palabras de una canción que cantarán en
ese día:
 
"Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro,
y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre
nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y
nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y
reinaremos sobre la tierra."
 
 
Algunos estarán vivos cuando Jesús venga
 
¿Qué será de los que todavía estén vivos cuando regrese Jesús? Jesús
mismo dijo que a su regreso,
 
"Enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus
escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta
el otro." (Mateo 24:31)
 
En 1 Tesalonicenses 4:14-17, Pablo nos dice un poco más sobre esto,
escribiendo:
 
"Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá
Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos
esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos
quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que
durmieron.
Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con
trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo
resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que
hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las
nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con
el Señor."
 
Los muertos serán levantados y los vivos serán congregados; y todos
comparecerán delante del Señor Jesús. Antes de que reciban vida eterna, habrá
un juicio; pero hablaremos más sobre esto en la próxima lección.
 
Lea nuevamente 1 Corintios 15:51-58. Aquí el apóstol habla del momento
cuando los cristianos fieles recibirán la gran dádiva de la vida eterna, o como
él la llama aquí, inmortalidad.
 
Mientras aguardamos ese momento, el apóstol Pablo nos dice que debemos
estar: "...firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo
que vuestro trabajo en el Señor no es en vano" (1 Corintios 15:58).
 
 
Algunos detalles para recordar
 
1. Dios ha dado a Jesús el poder de levantar a los muertos.
 
2. El hará esto cuando regrese a la tierra.
 
3. Al mismo tiempo congregará a todos aquellos que estando "en Cristo," todavía
estén vivos cuando él venga.
 
4. A aquellos que han sido fieles, les dará vida eterna, y vivirán y reinarán
con él.