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martes, 16 de abril de 2013

PECADORES

 
 



. CONCIENCIA DE PECADORES

 

“Cierto es que no hay ningún justo en la tierra que haga el bien sin nunca pecar” (Qo 7,20).

 

1. Reflexión

No podemos perder de vista que la adoración es un encuentro en el que convergen por una parte el hombre pecador y por la otra el Dios infinitamente santo. Un encuentro que parece imposible, y sería imposible si no fuera porque ”lo imposible para los hombres, es posible para Dios” (Lc 18,27).

El pecado y la adoración son incompatibles por su naturaleza, pero el pecador puede encontrarse con Dios; y no sólo eso, sino que Dios quiere y espera que el pecador vaya siempre a su encuentro, porque Dios ama al pecador, pero odia el pecado. En definitiva, todo depende de la actitud del hombre que quiere acercarse a Dios, actitud que puede dar lugar a tres situaciones diferentes, en las que es necesario tener conciencia de pecador y conocer la verdadera situación para actuar en consecuencia:

1)       El hombre que se acerca a Dios, pero permanece en su pecado porque o tiene conciencia clara de pecado, es rechazado por Dios, como sucedió a Israel, que se atrevió a acercarse a Dios con su pecado: “Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas” (Is 1,15). ¿Razón?  “Mirad, no es demasiado corta la mano de Yahveh para salvar, ni es duro su oído para oír, sino que vuestras faltas os separaron a vosotros de vuestro Dios, y vuestros pecados le hicieron esconder su rostro de vosotros para no oír.” (Is 59,1-2).

2)       Quien se acerca a Dios con conciencia de pecado, ha de hacerlo desde el reconocimiento del pecado y arrepentido por el mismo en busca de su perdón, para que Dios elimine la barrera que separa al hombre de él y pueda restablecerse la relación. Así oraba David:“Tenme piedad, oh Dios, según tu amor, por tu inmensa ternura borra mi delito, lávame a fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame. Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí” (Sal 51,3-5). El Padre de las misericordias purificará su corazón por Cristo, pues “a quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él” (2 Co 5,21). Una vez perdonado, podrá adorar a Dios con “puro corazón y espíritu firme” (Sal 51,12).

3)       Cuando el pecado no nos separa de Dios, porque tratamos con todas nuestras fuerzas de vivir en amistad con él, todavía necesitamos recordar quiénes somos –pecadores- y que ningún mérito hay en nosotros para poder acercarnos ante el Trono del Altísimo, ya que lo único realmente nuestro es la naturaleza pecadora, a la que también estaría vetado acercarse a la presencia de Dios, si no fuera porque hemos sido “elegidos según el previo conocimiento de Dios Padre, con la acción santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre” (1 P 1,1-2). Recordar siempre que todo es gracia y que somos revestidos de santidad cada vez que nos acercamos al Trono del tres veces Santo, nos ayudará a ponernos en nuestro sitio y a presentarnos ante él en humildad y con corazón agradecido.

“¿Quién puede decir: ‘Purifiqué mi corazón, estoy limpio de mi pecado?’” (Pr 20,9). Por eso, tener conciencia de pecadores es un don precioso de Dios, que tendríamos que desear y pedir, porque nos ayuda a ver nuestra realidad y nos empuja a buscarle a él como único médico que puede y quiere sanar esta enfermedad.

 

2. Palabra profética

 

¨       Visión  de  un recipiente que contiene un líquido espeso en su interior; parece un metal fundido del que hay que retirar las impurezas. lnterpretaci6n: el Señor nos hace ver que para poder participar en la adoración necesitamos ser purificados de la suciedad de nuestro corazón y ser revestidos de su santidad.  Palabra: “En  la  medida en que estéis purificados y permanezcáis en mí, vuestras obras tendrán poder, vuestro amor será mi amor, vuestras palabras serán mis palabras, vuestros sentimientos serán mis sentimientos y vuestra  mirada será la mía”.

¨       “Venid con el corazón quebrantado y no os rechazaré. Cuando venís a mí con corazón contrito y humillado, mi amor infinito os envuelve; os he rescatado de las tinieblas y os he traído a mi luz. Cada vez que os doblegáis delante de mí, me dais gloria con vuestra humildad”.

 

1 comentario:

  1. “Venid con el corazón quebrantado y no os rechazaré. Cuando venís a mí con corazón contrito y humillado, mi amor infinito os envuelve; os he rescatado de las tinieblas y os he traído a mi luz. Cada vez que os doblegáis delante de mí, me dais gloria con vuestra humildad”.

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