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sábado, 8 de junio de 2013

LA VIUDA DE NAIN




1. La muerte en la flor de la vida

 

1.1 Toda muerte impacta pero no cabe duda que la muerte de los jóvenes resulta particularmente dolorosa porque contradice el curso más natural de las cosas.

 

1.2 La mujer viuda de la Primera Lectura se estrella contra el absurdo de una muerte así, la de su hijo, y trata de encontrar sentido relacionando lo que Dios le hace con lo que ella le ha hecho a Dios. La imagen de Dios que ella tiene es la de un vengador, o por lo menos, la de uno que paga con la misma moneda.

 

1.3 El profeta no discute con el dolor de ella. No le corrige la teología vengativa con palabras sino con un acto de ternura y de poder. No sólo se restaura la vida en aquel niño o joven, sino que se restaura y purifica la fe de la madre. A veces la mejor respuesta no es una teoría sino un acto, un hecho.

 
 

2. Sin defensa y sin sustento

 

2.1 El cuadro que nos presenta el Evangelio es aún más doloroso en la escena inicial. Esta vez no sólo se trata de un joven que ha fallecido sino que es el único hijo, y la madre es viuda. En una sociedad como aquella, eso significa que en esa mujer se juntaban todas las pérdidas y desastres: sin sustento, sin defensa, sin futuro, sin alegría, sin amor.

 

2.2 El milagro que realiza Cristo, al resucitar a este joven de Naím, es entonces mucho más que un portento inmenso. Es además un acto de compasión entrañable y sobre todo: una señal de lo que significa su oferta de salvación.

 

2.3 En efecto, sin Cristo la humanidad se vuelve como esa mujer: infecunda, indefensa, sin esperanza ni amor. Por eso también nosotros necesitamos que la recia voz del Nazareno levante a la nueva generación, que a veces parece estar ya en brazos de la muerte.

1 comentario:

  1. El milagro que realiza Cristo, al resucitar a este joven de Naím, es entonces mucho más que un portento inmenso. Es además un acto de compasión entrañable y sobre todo: una señal de lo que significa su oferta de salvación.

    En efecto, sin Cristo la humanidad se vuelve como esa mujer: infecunda, indefensa, sin esperanza ni amor. Por eso también nosotros necesitamos que la recia voz del Nazareno levante a la nueva generación, que a veces parece estar ya en brazos de la muerte.

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