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sábado, 8 de junio de 2013

“Con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2,19-20).

 
 


EFECTOS DE LA ADORACIÓN 

Conocimiento de la cruz

 

 

  1.Reflexión

 

     La vida del cristiano es, por definición, una vida en Cristo. Por el bautismo somos injertados en él, y ya no podemos existir como cristianos más que siendo y haciéndonos uno con él. Es aquello que San Pablo dice con palabras tan estremecedoras como éstas: “Con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2,19-20).

     Por la misma razón, el verdadero cristiano no puede llevar una doble vida, sino que tiene que prescindir de lo que no puede ser asumido por Cristo y limitarse a vivir el nuevo estilo de vida dirigido por el también nuevo principio de vida, que es el Espíritu Santo. Y este principio alcanza toda la persona. Por eso: “los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias” (Ga 5,24). O como dice también Pablo en la carta a los Romanos: “Nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado” (Rm 6,6).

     Participar de la vida de Cristo implica participar de todo lo que tenga que ver con él, por lo que la cruz no puede quedar olivada ni marginada, aunque a veces nos intentemos hacerlo. Al contrario, la cruz tiene un lugar central en la vida y la obra de Jesús y, en consecuencia, debe ocuparlo también en la vida y la obra del discípulo. Como hacía saber San Pablo a los Gálatas: “Dios me libre gloriarme si nos es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo” (Ga  6,14)

   La presencia de la cruz tiene que ver con la experiencia del cristiano, pero también con la palabra.  Vivir en Cristo el misterio de la cruz es algo personal, una participación en ella desde nuestra relación vital con Cristo; pero el misterio de la cruz, junto con la resurrección, constituyen el centro del mensaje cristiano para el mundo, que necesita conocer la gran noticia de que Jesucristo: “Canceló la nota de cargo que había contra nosotros, la de las prescripciones con sus cláusulas desfavorables, y la suprimió clavándola en la cruz” (Col 2,14), sabiendo que siempre habrá quien la rechace, pero también quien la acepte, porque “la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan - para nosotros - es fuerza de Dios” (1 Co 1,18).

   El verdadero adorador no puede desentenderse de la cruz, si está viviendo como buen discípulo, porque ella forma parte de su experiencia cristiana. Él conoce de cerca al Crucificado y adora al Crucificado en el misterio doloroso de la redención, lo mismo que lo adora en su resurrección y exaltación a los cielos. El misterio de amor de la cruz le impulsa a postrar su ser entero ante su Señor crucificado y derramar ante él su corazón (Sal 62,9). Y lo mismo que hizo con sus discípulos antes de la pasión (Jn 12,23-32), el Señor suele hacer del encuentro un tiempo de confidencia para hablar a los adoradores de su dolor por el pecado de los hombres, y en especial por el pecado de infidelidad de muchos de los suyos, de la necesidad de aceptar la cruz y llevarla con él, o de la necesidad de intercesión a favor de los hombres. En esos tiempos de intimidad nos da a conocer el misterio de la cruz como salvación, redención, poder, amor y victoria sobre el mal.

 

Palabra profética - Testimonios


 

Durante la adoración: visión de un grupo de adoradores que caminan hacia el trono del Señor para adorarle. A medida que avanzan entre una multitud de ángeles, éstos les van abriendo paso y los  conducen hasta el Señor, que está ocupando su trono. El Señor les mira con una ternura infinita y les dice estas palabras: Éste es el lugar que yo os tengo reservado, pero es preciso que antes paséis por la cruz y me adoréis en la cruz. En la adoración recibiréis la fuerza que necesitáis. Cuando me adoráis en la cruz mitigáis el dolor que produce en mi corazón el pecado de los hombres. Adoradme en la cruz y yo os ayudaré a comprender el misterio de amor que brota de ella.

1 comentario:

  1. El verdadero adorador no puede desentenderse de la cruz, si está viviendo como buen discípulo, porque ella forma parte de su experiencia cristiana. Él conoce de cerca al Crucificado y adora al Crucificado en el misterio doloroso de la redención, lo mismo que lo adora en su resurrección y exaltación a los cielos.

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