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jueves, 20 de junio de 2013

Cuando rezan los creyentes, abren una brecha en el corazón de Dios.



 
 
La oración como el secreto para dar confianza al hombre y mujer contemporáneos, que con frecuencia sienten
                      la angustia de su propia impotencia.

 

«Cuando rezan los creyentes, abren una brecha en el corazón de Dios, para quien nada es imposible», explicó el Papa antes de rezar la oración mariana del «Angelus» junto a varios miles de peregrinos.

 

«Asistimos por desgracia con frecuencia a vicisitudes y acontecimientos dramáticos, que siembran en la opinión pública desconcierto y angustia»

 

«El hombre moderno parece seguro de sí mismo, y sin embargo, especialmente en ocasiones cruciales, tiene que vérselas con su impotencia --añadió--: experimenta la incapacidad para intervenir y, por consiguiente, vive en la incertidumbre y en el miedo».

 

El obispo de Roma aseguró que «en la oración, hecha de fe, está el secreto para afrontar no sólo en las emergencias sino día tras día los cansancios y problemas personales y sociales».

 

«Quien reza no se desalienta ni siquiera ante las dificultades más graves, pues siente a Dios a su lado y encuentra refugio, serenidad, y paz en sus brazos abiertos», aseguró.

 

«Después, al abrir el corazón al amor de Dios, se abre también al amor de los hermanos, y le hace capaz de construir la historia según el designio divino», afirmó.

 

 El Papa explicó que, por este motivo, «la educación en la oración» debe convertirse «en un punto determinante de toda programación pastoral».

 

«Es muy importante rezar todos los días, personalmente y en familia --concluyó--. Que rezar, y rezar juntos, sea el aliento cotidiano de las familias, de las parroquias y de toda comunidad».

 

El Papa  al final, quiso saludar personalmente a los padres de todos los bebés presentes y a los pequeños les dio un cariñoso beso.

 

Se sacó también una fotografía de grupo con unos veinte niños,

1 comentario:

  1. El Papa explicó que, por este motivo, «la educación en la oración» debe convertirse «en un punto determinante de toda programación pastoral».





    «Es muy importante rezar todos los días, personalmente y en familia --concluyó--. Que rezar, y rezar juntos, sea el aliento cotidiano de las familias, de las parroquias y de toda comunidad».

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