Resumen del Documento Final
Aparecida, 30/5/2007
1. Los obispos reunidos en la V Conferencia General
del Episcopado de América Latina y El Caribe quieren impulsar, con el
acontecimiento celebrado junto a Nuestra Señora Aparecida en el espíritu de “un
nuevo Pentecostés”, y con el documento final que resume las conclusiones de su
diálogo, una renovación de la acción de la Iglesia. Todos sus miembros están
llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo, Camino, Verdad y Vida,
para que nuestros pueblos tengan vida en Él. En la senda abierta por el Concilio
Vaticano II y en continuidad creativa con las anteriores Conferencias de Río de
Janeiro, 1955; Medellín, 1968; Puebla, 1979; y Santo Domingo, 1992, han
reflexionado sobre el tema Discípulos y misioneros de Jesucristo para que
nuestros pueblos en Él tengan vida. ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida’ (Jn
14,6), y han procurado trazar en comunión líneas comunes para proseguir la
nueva evangelización a nivel regional.
2. Ellos expresan, junto con el Papa Benedicto XVI,
que el patrimonio más valioso de la cultura de nuestros pueblos es “la fe en
Dios Amor”. Reconocen con humildad las luces y las sombras que hay en la vida
cristiana y en la tarea eclesial. Quieren iniciar una nueva etapa pastoral, en
las actuales circunstancias históricas, marcada por un fuerte ardor apostólico
y un mayor compromiso misionero para proponer el Evangelio de Cristo como
camino a la verdadera vida que Dios brinda a los hombres. En diálogo con todos
los cristianos y al servicio de todos los hombres, asumen “la gran tarea de custodiar
y alimentar la fe del Pueblo de Dios, y recordar también a los fieles de este
Continente que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser discípulos y
misioneros de Jesucristo” (Benedicto XVI, Discurso Inaugural, 3). Se han
propuesto renovar las comunidades eclesiales y estructuras pastorales para
encontrar los cauces de la trasmisión de la fe en Cristo como fuente de una
vida plena y digna para todos, para que la fe, la esperanza y el amor renueven
la existencia de las personas y transformen las culturas de los pueblos.
3. En ese contexto y con ese espíritu ofrecen sus
conclusiones abiertas en el Documento final. El texto tiene tres grandes partes
que sigue el método de reflexión teológico-pastoral “ver, juzgar y actuar”. Así
se mira la realidad con ojos iluminados por la fe y un corazón lleno de amor,
proclama con alegría el Evangelio de Jesucristo para iluminar la meta y el
camino de la vida humana, y busca, mediante un discernimiento comunitario
abierto al soplo del Espíritu Santo, líneas comunes de una acción realmente
misionera, que ponga a todo el Pueblo de Dios en un estado permanente de
misión. Ese esquema tripartito está hilvanado por un hilo conductor en torno a
la vida, en especial la Vida en Cristo, y está recorrido transversalmente por
las palabras de Jesús, el Buen Pastor: “Yo he venido para que las ovejas tengan
vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).
4. La primera parte se titula La vida de nuestros
pueblos. Allí se considera, brevemente, al sujeto que mira la realidad y que
bendice a Dios por todos los dones recibidos, en especial, por la gracia de la
fe que lo hace seguidor de Jesús y por el gozo de participar en la misión
eclesial. Ese capítulo primero, que tiene el tono de un himno de alabanza y
acción de gracias, se denomina Los discípulos misioneros. Inmediatamente sigue
el capítulo segundo, el más largo de esta parte, titulado Mirada de los
discípulos misioneros hacia la realidad. Con una mirada teologal y pastoral
considera, con cierto detenimiento, los grandes cambios que están sucediendo en
nuestro continente y en el mundo, y que interpelan a la evangelización. Se
analizan varios procesos históricos complejos y en curso en los niveles
sociocultural, económico, sociopolítico, étnico y ecológico, y se disciernen
grandes desafíos como la globalización, la injusticia estructural, la crisis en
la trasmisión de la fe y otros. Allí se plantean muchas realidades que afectan
la vida cotidiana de nuestros pueblos. En ese contexto, considera la difícil
situación de nuestra Iglesia en esta hora de desafíos, haciendo un balance de
signos positivos y negativos.
5. La segunda parte, a partir de la mirada al hoy de
América Latina y El Caribe, ingresa en el núcleo del tema. Su título es La Vida
de Jesucristo en los discípulos misioneros. Indica la belleza de la fe en
Jesucristo como fuente de Vida para los hombres y mujeres que se unen a Él y
recorren el camino del discipulado misionero. Aquí, tomando como eje la Vida
que Cristo nos ha traído, se tratan, en cuatro capítulos sucesivos, grandes
dimensiones interrelacionadas que conciernen a los cristianos en cuanto
discípulos misioneros de Cristo: la alegría de ser llamados a anunciar el
Evangelio, con todas sus repercusiones como “buena noticia” en la persona y en
la sociedad (capítulo tercero); la vocación a la santidad que hemos recibido
los que seguimos a Jesús, al ser configurados con Él y estar animados por el
Espíritu Santo (capítulo cuarto); la comunión de todo el Pueblo de Dios y de
todos en el Pueblo de Dios, contemplando desde la perspectiva discipular y misionera
los distintos miembros de la Iglesia con sus vocaciones específicas, y el
diálogo ecuménico, el vínculo con el judaísmo y el diálogo interreligioso
(capítulo cinco); por fin, se plantea un itinerario para los discípulos
misioneros que considera la riqueza espiritual de la piedad popular católica,
una espiritualidad trinitaria, cristocéntrica y mariana de estilo comunitario y
misionero, y variados procesos formativos, con sus criterios y sus lugares
según los diversos fieles cristianos, prestando especial atención a la
iniciación cristiana, la catequesis permanente y la formación pastoral
(capítulo sexto). Aquí está una de las novedades del Documento que busca
revitalizar la vida de los bautizados para que permanezcan y avancen en el
seguimiento de Jesús.
6. La tercera parte ingresa plenamente en la misión
actual de la Iglesia latinoamericana y caribeña. Conforme al tema se la formula
con el título La vida de Jesucristo para nuestros pueblos. Sin perder el
discernimiento de la realidad ni los fundamentos teológicos, aquí se consideran
las principales acciones pastorales con un dinamismo misionero. En un núcleo
decisivo del Documento se presenta La misión de los discípulos misioneros al
servicio de la vida plena, considerando la Vida nueva que Cristo nos comunica
en el discipulado y nos llama a comunicar en la misión, porque el discipulado y
la misión son como las dos caras de una misma medalla. Aquí se desarrolla una
gran opción de la Conferencia: convertir a la Iglesia en una comunidad más
misionera. Con este fin se fomenta la conversión pastoral y la renovación
misionera de las iglesias particulares, las comunidades eclesiales y los
organismos pastorales. Aquí se impulsa una misión continental que tendría por
agentes a las diócesis y a los episcopados (capítulo siete).
Luego se analizan algunos ámbitos y algunas
prioridades que se quieren impulsar en la misión de los discípulos entre
nuestros pueblos al alba del tercer milenio. En El Reino de Dios y la promoción
de la dignidad humana se confirma la opción preferencial por los pobres y
excluidos que se remonta a Medellín, a partir del hecho de que en Cristo Dios
se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, se reconocen nuevos rostros de
los pobres (vg., los desempleados, migrantes, abandonados, enfermos, y otros) y
se promueve la justicia y la solidaridad internacional (capítulo ocho). Bajo el
título Familia, personas y vida, a partir del anuncio de la Buena Noticia de la
dignidad infinita de todo ser humano, creado a imagen de Dios y recreado como hijo
de Dios, se promueve una cultura del amor en el matrimonio y en la familia, y
una cultura del respeto a la vida en la sociedad; al mismo tiempo se desea
acompañar pastoralmente a las personas en sus diversas condiciones de niños,
jóvenes y adultos mayores, de mujeres y varones, y se fomenta el cuidado del
medio ambiente como casa común (capítulo nueve).
En el último capítulo, titulado Nuestros pueblos y la
cultura, continuando y actualizando las opciones de Puebla y de Santo Domingo
por la evangelización de la cultura y la evangelización inculturada, se tratan
los desafíos pastorales de la educación y la comunicación, los nuevos areópagos
y los centros de decisión, la pastoral de las grandes ciudades, la presencia de
cristianos en la vida pública, especialmente el compromiso político de los
laicos por una ciudadanía plena en la sociedad democrática, la solidaridad con
los pueblos indígenas y afrodescendientes, y una acción evangelizadora que
señale caminos de reconciliación, fraternidad e integración entre nuestros
pueblos, para formar una comunidad regional de naciones en América Latina y El
Caribe (capítulo diez).
7. Con un tono evangélico y pastoral, un lenguaje
directo y propositivo, un espíritu in-terpelante y alentador, un entusiasmo
misionero y esperanzado, una búsqueda creativa y realista, el Documento quiere
renovar en todos los miembros de la Iglesia, convocados a ser discípulos
misioneros de Cristo, “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (EN 80).
Llevando las naves y echando las redes mar adentro, desea comunicar el amor del
Padre que está en el cielo y la alegría de ser cristianos a todos los
bautizados y bau-tizadas, para que proclamen con audacia a Jesucristo al
servicio de una vida en plenitud para nuestros pueblos. Con las palabras de los
discípulos de Emaús y con la plegaria del Papa en su Discurso inaugural, el
Documento concluye con una oración dirigida a Jesu-cristo: “Quédate con
nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado” (Lc 24,29).
8. Con todos los miembros del Pueblo de Dios que
peregrina por América Latina y El Caribe, los discípulos misioneros encuentran
la ternura del amor de Dios reflejada en el rostro de la Virgen María. Nuestra
Madre querida, desde el santuario de Guadalupe, hace sentir a sus hijos más pequeños
que están cobijados por su manto, y desde aquí, en Aparecida, nos invita a
echar las redes para acercar a todos a su Hijo, Jesús, porque Él es “el Camino,
la Verdad y la Vida” (Jn 14,6), sólo Él tiene “palabras de Vida eterna” (Jn
6,68) y Él vino para que todos “tengan Vida y la tengan en abundancia” (Jn
10,10).
Con todos los miembros del Pueblo de Dios que peregrina por América Latina y El Caribe, los discípulos misioneros encuentran la ternura del amor de Dios reflejada en el rostro de la Virgen María. Nuestra Madre querida, desde el santuario de Guadalupe, hace sentir a sus hijos más pequeños que están cobijados por su manto, y desde aquí, en Aparecida, nos invita a echar las redes para acercar a todos a su Hijo, Jesús, porque Él es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6), sólo Él tiene “palabras de Vida eterna” (Jn 6,68) y Él vino para que todos “tengan Vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).
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