El anciano y todavía muy influyente cardenal conservador
Camillo Ruini, que fue vicario en Roma de Juan Pablo II y Benedicto XVI, se ríe
cuando le cuentan que los enemigos que acumula en la Curia Romana el nuevo Papa
argentino, lo llaman “el Che Bergoglio”, además de “populista” y “demagogo
sudamericano”. Ahora que el próximo miércoles Francisco llegará a los cien días
de su pontificado que está revolucionando a la Iglesia, determinado a hacer los
grandes cambios sin laceraciones, llega la hora de un primer balance.
En los últimos días Jorge Mario Bergoglio, de 76 años, ha
puesto el acelerador y las novedades saltan como chispas. Admitió y a la vez
denunció en un encuentro con religiosos latinoamericanos que en la Curia, el
gobierno central de la Iglesia, hay una “corriente de corrupción” y que sí, es
cierto, “existe un lobby gay y está ahí”. También anunció que está por salir
una absoluta novedad. Una encíclica escrita a cuatro manos con su predecesor
Benedicto XVI. “Recibí su gran trabajo y lo he llevado adelante”, dijo.
Primera vez que hay dos Papas y que conviven casi bajo el
mismo techo en la pequeña ciudad estado del Vaticano de 44 hectáreas. Primera
vez que el pontífice efectivo adjudica al Papa emérito el mérito que le
corresponde en la confección de la encíclica sobre la fe.
Bergoglio, eso sí, ya está preparando una encíclica toda
suya sobre la pobreza, el tema que caracterizará todo su pontificado junto con
el renovado impulso a la evangelización, que ya está acercando a millones de
fieles entusiasmados con el estilo y los contenidos de la Iglesia de Francisco.
De paso hay que anotar que el Papa argentino es por lejos la figura más popular
en Italia. La gente le cree y lo compara con los políticos y gobernantes de la
casta, tan desprestigiados.
Jorge Bergoglio también inició una “reforma radical” en el
IOR, el Instituto para las Obras de Religión, con una historia de escándalos de
corrupción. Ayer designó a monseñor Battista Ricca, director de la Casa Santa
Marta y un hombre de su absoluta confianza, como número dos del banco oficioso
de la Santa Sede. (Ver página 33).
Francisco se reunió también con los episcopales que
coordinan la Secretaría Permanente del Sínodo Mundial de Obispos, el
“parlamento” que quiso el Concilio Vaticano II para cooperar con el Papa en el
gobierno de la Iglesia. Aquella sana aspiración nunca se concretó porque
ocurrió lo contrario. Roma, los Papas y la Curia apretaron las clavijas de la
centralización.
Fue en los sínodos a caballo entre fines de los ’90 y
comienzos del nuevo siglo que Jorge Bergoglio fue descubierto. En 2002, Sandro
Magister, de L’Espresso, profetizó: “Si hubiera hoy un Cónclave el cardenal de
Buenos Aires recibiría una avalancha de votos”.
En su encuentro de la semana pasada con los episcopales de
la secretaría del Sínodo, Francisco les reiteró que quiere reforzar la
colegialidad y crear una especie de “consejo permanente” de obispos a partir de
la asamblea mundial para facilitar la cogestión.
Si sumamos el nombramiento del “consejo de la corona” de
ocho cardenales a comienzos del pontificado, para ayudar al Papa argentino a
reformar la Curia Romana, hasta ahora un potro indomable que empujó a la
renuncia a Benedicto XVI, las instituciones de una nueva era en la Iglesia
mundial tienen bases firmes. Los cardenales se reunirán el 1 de octubre, pero
ya sesionan continuamente por separado con Francisco.
Son charlas informales, concretas, que a veces ni son
anunciadas entre las actividades del pontífice. Como tampoco hay noticias de
los encuentros que con frecuencia el Papa argentino mantiene con Joseph
Ratzinger, su predecesor, a quien consulta con respeto y afecto. Basta una
caminata discreta de unos cientos de metros o un paseo en auto por los jardines
vaticanos desde la Casa de Santa Marta, donde se aloja Francisco, para llegar
al ex convento donde reside Benedicto XVI.
En el centro de las preocupaciones se desarrolla la decisión
de acelerar la reforma del paralizante gobierno central de la Iglesia. “Hay que
limpiar la Curia”, dijo el cardenal Bergoglio poco antes de partir de Buenos
Aires para no volver, porque fue elegido Papa, obispo de la Urbe y jefe de la
Iglesia Universal.
Pero la prioridad que Francisco está realizando en estos
tres meses de “precalentamiento” de su pontificado erizado de dificultades por
las resistencias de los que no quieren que nada cambie, es impulsar una
reanimación purificadora, espiritual, del anuncio más eficaz de Cristo y los
Evangelios.
El Papa argentino ha logrado en un plazo muy corto dar
vuelta totalmente la imagen de desprestigio que predominaba en la Iglesia.
Desató una revolución mediática que ha logrado que los medios de comunicación,
hostiles a una realidad dominada por los escándalos y las luchas intestinas en
la Curia Romana, se hayan convertido a la admiración cotidiana de la acción de
Jorge Bergoglio y a la certidumbre de que la renovación está en marcha.
El lenguaje sencillo y directo, que pone en el centro la
misericordia, la solidaridad, la comunicación con Dios y Jesucristo que “no se
cansan de perdonar” a los pecadores “que somos todos”, pero nunca a los
corruptos; el ataque a los explotadores de los pobres y los indefensos, ha
creado un nuevo clima que atrae multitudes a la plaza de San Pedro, reabre los
confesionarios en las parroquias y a las misas devuelven a muchos que se habían
alejado.
Francisco convence porque todos los días se conocen nuevas
anécdotas de su extrema sobriedad de vida, que se remonta a muchos años. Pero
¿cuál es la ideología de Bergoglio, su teología?
El cardenal Ruini, prominente seguidor de una línea
religiosa y cultural muy conservadora, contó hace poco que “estudié hace años
la teología argentina, especialmente del jesuita Juan Carlos Scannone”.
Scannone, de 81 años, a quien se considera el más importante
teólogo argentino viviente, ha sido profesor y subordinado de “Jorge Mario”,
como lo llama con afecto, en la orden de San Ignacio de Loyola. En una
entrevista sobre “el Papa venido del sur”, que le hizo la revista progresista
católica El Reino, de Bolonia, explicó las claves de esta teología argentina,
“que es una línea de la Teología de la Liberación”. Como esta doctrina que
agitó a la América Latina en el pasado y fue severamente reprimida en los años
’80 por Roma, “liga praxis histórica y reflexión teológica, recurre a la
mediación de las ciencias sociales y humanas”.
El padre Scannone explicó que “privilegia un análisis
histórico cultural respecto al análisis socio-estructural, de tipo marxista”,
como principal diferencia. La evangelización “ha contribuido a forjar la
teología argentina que se manifestaba sobre todo en el catolicismo popular”, en
las categorías de “pueblo” y “antipueblo”, que “reconocía las injusticias pero
poniendo el acento en la unidad del pueblo más que en el conflicto, como
hubiera ocurrido usando el concepto de clase”.
La “ teología del pueblo”, a la que se adhiere el Papa
argentino “destaca la importancia de la cultura, de la religiosidad y de la
mística popular, afirmando que los intérpretes más auténticos y fieles son los
pobres con su espiritualidad tradicional y su sensibilidad por la justicia ”.
Esta sensibilidad es la que explica cómo el arzobispo de
Buenos Aires recorría los suburbios porque “esta reflexión alimenta la pastoral
en los barrios populares y las villas miseria”.
Desde que ha sido elegido obispo de Roma, el título que más
le gusta, Francisco ha seguido el camino de su gestión pastoral en Argentina y
de sus propuestas en los Sínodos y en las reuniones preparatorias de los cónclaves
de 2005 y marzo pasado, que terminaron por convencer a una amplia mayoría de
cardenales que era él quien debía conducir los cambios indispensables para
restablecer y renovar la reputación en crisis de la Iglesia.
Carlos Custer, ex embajador de Argentina ante la Santa Sede,
dijo que “un Papa humilde y austero no sólo hace bien a la imagen de la Iglesia
sino que se convierte en un modelo para obispos, sacerdotes, religiosas y
laicos. Su preocupación por los pobres, que no es de ahora, resulta también un
ejemplo y una clara ‘opción preferencial’ para la Iglesia: ‘una Iglesia pobre
al servicio de los pobres’, como dijo Francisco”.
El padre Scannone explicó que “privilegia un análisis histórico cultural respecto al análisis socio-estructural, de tipo marxista”, como principal diferencia. La evangelización “ha contribuido a forjar la teología argentina que se manifestaba sobre todo en el catolicismo popular”, en las categorías de “pueblo” y “antipueblo”, que “reconocía las injusticias pero poniendo el acento en la unidad del pueblo más que en el conflicto, como hubiera ocurrido usando el concepto de clase”.
ResponderEliminarLa “ teología del pueblo”, a la que se adhiere el Papa argentino “destaca la importancia de la cultura, de la religiosidad y de la mística popular, afirmando que los intérpretes más auténticos y fieles son los pobres con su espiritualidad tradicional y su sensibilidad por la justicia ”.