Texto del Evangelio (Mt 10,24-33): En aquel tiempo, Jesús
dijo a sus Apóstoles: «No está el discípulo por encima del maestro, ni el
siervo por encima de su amo. Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al
siervo como su amo. Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebul, ¡cuánto
más a sus domésticos!
»No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no
haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en
la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo
desde los terrados. Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar
el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo
en la gehenna. ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de
ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a
vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis,
pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos. Por todo aquel que se declare
por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está
en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también
ante mi Padre que está en los cielos».
No está el discípulo
por encima del maestro
Hoy, el Evangelio nos invita a reflexionar sobre la relación
maestro-discípulo: «No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo
por encima de su amo» (Mt 10,24). En el campo humano no es imposible que el alumno
llegue a sobrepasar a quien le enseñó el abc de una disciplina. Hay en la
historia ejemplos como Giotto, que se adelanta a su maestro Cimabue, o como
Manzoni al abad Pieri. Pero la clave de la suma sabiduría está sólo en manos
del Hombre-Dios, y todos los demás pueden participar de ella, llegando a
entenderla según diversos niveles: desde el gran teólogo santo Tomás de Aquino
hasta el niño que se preparara para la Primera Comunión. Podremos añadir
adornos de varios estilos, pero no serán nunca nada esencial que enriquezca el
valor intrínseco de la doctrina. Por el contrario, es posible que rayemos en la
herejía.
Debemos tener precaución al intentar hacer mezclas que
pueden distorsionar y no enriquecer para nada la substancia de la Buena
Noticia. «Debemos abstenernos de los manjares, pero mucho más debemos ayunar de
los errores», dice san Agustín. En cierta ocasión me pasaron un libro sobre los
Ángeles Custodios en el que aparecen elementos de doctrinas esotéricas, como la
metempsicosis, y una incompresible necesidad de redención que afectaría a estos
espíritus buenos y confirmados en el bien.
El Evangelio de hoy nos abre los ojos respecto al hecho
ineludible de que el discípulo sea a veces incomprendido, encuentre obstáculos
o hasta sea perseguido por haberse declarado seguidor de Cristo. La vida de
Jesús fue un servicio ininterrumpido en defensa de la verdad. Si a Él se le
apodó como “Beelzebul”, no es extraño que en disputas, en confrontaciones
culturales o en los careos que vemos en televisión, nos tachen de retrógrados.
La fidelidad a Cristo Maestro es el máximo reconocimiento del que podemos
gloriarnos: «Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también
me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10,32).
El Evangelio de hoy nos abre los ojos respecto al hecho ineludible de que el discípulo sea a veces incomprendido, encuentre obstáculos o hasta sea perseguido por haberse declarado seguidor de Cristo. La vida de Jesús fue un servicio ininterrumpido en defensa de la verdad. Si a Él se le apodó como “Beelzebul”, no es extraño que en disputas, en confrontaciones culturales o en los careos que vemos en televisión, nos tachen de retrógrados. La fidelidad a Cristo Maestro es el máximo reconocimiento del que podemos gloriarnos: «Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10,32).
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