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martes, 23 de julio de 2013

Construir el Reino de Dios

 
 
INTERCESORES CON CRISTO 
“Venga tu reino” (Mt 6,10).
 
     Intercesión y Reino de Dios
 
     Antes de la aparición del pecado el hombre disfrutaba una situación de armonía en sus relaciones con Dios, con la creación, con el prójimo, consigo mismo. Esos primeros cielos y primera tierra ya pasaron (Ap 21,1), ya que el pecado estropeó la armonía en cada una de esas relaciones; pero la obra de restauración de Jesucristo es mucho más que volver a la situación anterior, ya que lleva a que todo esté sometido a Dios y a sus planes. Para ello el Padre pensó recapitular todas las cosas en Cristo, y “hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra” (Ef 1,10), de forma que no haya lugar de nuevo para el pecado, sino para el reinado definitivo de Dios: ”Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás” (Dn 7,14).
 
     El Reino de Dios ya está aquí desde que Jesús vino a la tierra, pero todavía no ha llegado aún a su plenitud. Cada hombre, al aceptar la salvación que le ofrece Jesucristo, se presta a ser rescatado y permite que el Reino de Dios llegue a su vida. Como dice Pablo, Dios “nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados” (Col 1,13-14).
 
     Al mismo tiempo, esta venida del Reino de Dios significa derrota para el reino que gobierna el “Príncipe de este mundo” (Jn 12,31), el diablo. Por eso Jesucristo debe “reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies” (1 Co 15,25).
 
     La evangelización tiene por objetivo restaurar el Reino de Dios, que los hombres lo reciban a través de la conversión. Es lo que predicó Jesucristo: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva” (Mc 1,14).
 
     El Señor nos instó a que nuestro primer objetivo, el número uno en nuestro orden de prioridades, fuese el Reino de Dios. Por eso mismo nuestros principales esfuerzos deberían dirigirse a la búsqueda de este Reino: “Buscad primero su Reino y su justicia” (Mt 6,33). Pero no es sólo a través de la evangelización como trabajamos por el Reino; también lo hacemos con la oración en favor del Reino. De hecho, no va a producirse verdadera evangelización sin oración que la anteceda, que la sostenga, que la revista del poder de lo alto y la haga fructificar. La intercesión es un ministerio clave para la restauración del Reino de Dios. Así lo enseñó el Señor: “Vosotros, pues, orad así: [...] venga tu Reino” (Mt 6,9-10). Nuestra oración debe ir más allá de lo que nuestros ojos contemplan, y profetizar que “la tierra estará llena de conocimiento del Señor como cubren las aguas el mar” (Is 11,9).
 
     Pero ¿cuánto tiempo va a demorarse la llegada del Reino en plenitud? Pedro responde: “No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión” (2 P 3,9). Con nuestra intercesión podemos adelantar ese momento asociado al regreso de Cristo “a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus santos profetas” (Hch 3,21). Si tenemos conciencia y voluntad de intercesores, clamaremos:“¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22,20).
 
 Respuestas a la Intercesión – Palabra profética
 
     Noticias de un grupo de adoradores e intercesores:
v  Visión durante al adoración: una multitud de ángeles estaban construyendo un edificio. Palabra: Por medio de la adoración se construye mi Reino. A vosotros os he llamado, como adoradores, para que colaboréis en la restauración de mi Reino. Si tenéis los brazos caídos, ¿quién lo construirá? Aquí se lleva a cabo la obra perfecta, que no es una obra hecha por mano de hombres, sino por mis ángeles. Las obras que se realizan por medio de la adoración, permanecen. Creed y, en su tiempo, manifestaré mi gloria.
v  Mientras se intercede por la situación mundial, se ve en visión un corazón ensangrentado del que cae sangre sin cesar. Palabra al corazón: No dejéis de interceder, no dejéis de clamar, mi corazón está sangrando de dolor por el mundo.
v  Palabra recibida mientras se intercedía por la paz del mundo: El mundo me ha vuelto la espalda. El mundo vive envuelto en llamas de condenación y muerte. Levantaos en intercesión por él. Orad por su conversión.

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