Ref.
Ordenación episcopal del Pbro. Gustavo Zanchetta
Queridos hermanos:
Nos estamos preparando para
la celebración de la
Ordenación episcopal del P. Gustavo Zanchetta , que se
llevará a cabo el lunes 19 de agosto a las 16:00hs en nuestra Catedral de
Quilmes. Queremos especificar algunos detalles de orden organizativo:
1.- Lugar: la celebración se realizará en la Iglesia Catedral.
2.- Fecha y hora: lunes 19 de agosto (feriado)
a las 16:00hs. Se ruega encarecidamente a los ministros llegar con anticipación.
Esta
previsto que los presbíteros y diáconos ingresen por la calle Rivadavia, por la
entrada de la librería (les pedimos tener en cuenta este detalle).
3.- Se celebrará la
Misa Ritual de Ordenación de un Obispo. Los ornamentos a utilizar serán de color blanco.
4.- Para facilitar
la organización de esta celebración,les
pedimos que antes del 9 de agosto, nos
confirmen su participación.
El Papa Francisco en histórico encuentro con el CELAM
Discurso del Papa Francisco a los Obispos responsables del Consejo
Episcopal Latinoamericano (C.E.L.A.M.) en ocasión de la Reunión General de
Coordinación
1. Introducción
Agradezco al Señor esta oportunidad de poder hablar con
ustedes, hermanos Obispos, responsables del CELAM en el cuatrienio 2011-2015.
Hace 57 años que el CELAM sirve a las 22 Conferencias Episcopales de América
Latina y El Caribe, colaborando solidaria y subsidiariamente para promover,
impulsar y dinamizar la colegialidad episcopal y la comunión entre las Iglesias
de esta Región y sus Pastores.
Como Ustedes, también yo soy testigo del fuerte impulso del
Espíritu en la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y El
Caribe en Aparecida, en mayo de 2007, que sigue animando los trabajos del CELAM
para la anhelada renovación de las iglesias particulares. Esta renovación, en
buena parte de ellas, se encuentra ya en marcha. Quisiera centrar esta
conversación en el patrimonio heredado de aquel encuentro fraterno y que todos
hemos bautizado como Misión Continental.
2. Características peculiares de Aparecida
Existen cuatro características que son propias de la V
Conferencia. Son como cuatro columnas del desarrollo de Aparecida y que le dan
su originalidad.
1) Inicio sin documento
Medellín, Puebla y Santo Domingo comenzaron sus trabajos con
un camino recorrido de preparación que culminó en una especie de Instrumentum
laboris, con el cual se desarrolló la discusión, reflexión y aprobación del
documento final. En cambio, Aparecida promovió la participación de las Iglesias
particulares como camino de preparación que culminó en un documento de
síntesis. Este documento, si bien fue referencia durante la Quinta Conferencia
General, no se asumió como documento de partida. El trabajo inicial consistió
en poner en común las preocupaciones de los Pastores ante el cambio de época y
la necesidad de recuperar la vida discipular y misionera con la que Cristo
fundó la Iglesia.
2) Ambiente de oración con el Pueblo de Dios
Es importante recordar el ambiente de oración generado por
el diario compartir la Eucaristía y otros momentos litúrgicos, donde siempre
fuimos acompañados por el Pueblo de Dios. Por otro lado, puesto que los
trabajos tenían lugar en el subsuelo del Santuario, la “música funcional” que
los acompañaba fueron los cánticos y oraciones de los fieles.
3) Documento que se prolonga en compromiso, con la Misión
Continental
En este contexto de oración y vivencia de fe surgió el deseo
de un nuevo Pentecostés para la Iglesia y el compromiso de la Misión
Continental. Aparecida no termina con un Documento sino que se prolonga en la
Misión Continental.
4) La presencia de Nuestra Señora, Madre de América
Es la primera Conferencia del Episcopado Latinoamericano y
El Caribe que se realiza en un Santuario mariano.
3. Dimensiones de la Misión Continental
La Misión Continental se proyecta en dos dimensiones:
programática y paradigmática. La misión programática, como su nombre lo indica,
consiste en la realización de actos de índole misionera. La misión
paradigmática, en cambio, implica poner en clave misionera la actividad
habitual de las Iglesias particulares. Evidentemente aquí se da, como
consecuencia, toda una dinámica de reforma de las estructuras eclesiales. El
“cambio de estructuras” (de caducas a nuevas) no es fruto de un estudio de
organización de la planta funcional eclesiástica, de lo cual resultaría una
reorganización estática, sino que es consecuencia de la dinámica de la misión.
Lo que hace caer las estructuras caducas, lo que lleva a cambiar los corazones
de los cristianos, es precisamente la misionariedad. De aquí la importancia de
la misión paradigmática.
La Misión Continental, sea programática, sea paradigmática,
exige generar la conciencia de una Iglesia que se organiza para servir a todos
los bautizados y hombres de buena voluntad. El discípulo de Cristo no es una
persona aislada en una espiritualidad intimista, sino una persona en comunidad,
para darse a los demás. Misión Continental, por tanto, implica pertenencia
eclesial.
Un planteo como éste, que comienza por el discipulado
misionero e implica comprender la identidad del cristiano como pertenencia
eclesial, pide que nos explicitemos cuáles son los desafíos vigentes de la
misionariedad discipular. Señalaré solamente dos: la renovación interna de la
Iglesia y el diálogo con el mundo actual.
Renovación interna de la Iglesia
Aparecida ha propuesto como necesaria la Conversión
Pastoral. Esta conversión implica creer en la Buena Nueva, creer en Jesucristo
portador del Reino de Dios, en su irrupción en el mundo, en su presencia
victoriosa sobre el mal; creer en la asistencia y conducción del Espíritu
Santo; creer en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y prolongadora del dinamismo de la
Encarnación.
En este sentido, es necesario que, como Pastores, nos
planteemos interrogantes que hacen a la marcha de las Iglesias que presidimos.
Estas preguntas sirven de guía para examinar el estado de las diócesis en la
asunción del espíritu de Aparecida y son preguntas que conviene nos hagamos
frecuentemente como examen de conciencia.
1. ¿Procuramos que nuestro trabajo y el de nuestros
Presbíteros sea más pastoral que administrativo? ¿Quién es el principal
beneficiario de la labor eclesial, la Iglesia como organización o el Pueblo de
Dios en su totalidad?
2. ¿Superamos la tentación de atender de manera reactiva los
complejos problemas que surgen? ¿Creamos un hábito pro-activo? ¿Promovemos
espacios y ocasiones para manifestar la misericordia de Dios? ¿Somos conscientes
de la responsabilidad de replantear las actitudes pastorales y el
funcionamiento de las estructuras eclesiales, buscando el bien de los fieles y
de la sociedad?
3. En la práctica, ¿hacemos partícipes de la Misión a los
fieles laicos? ¿Ofrecemos la Palabra de Dios y los Sacramentos con la clara
conciencia y convicción de que el Espíritu se manifiesta en ellos?
4. ¿Es un criterio habitual el discernimiento pastoral,
sirviéndonos de los Consejos Diocesanos? Estos Consejos y los Parroquiales de
Pastoral y de Asuntos Económicos ¿son espacios reales para la participación
laical en la consulta, organización y planificación pastoral? El buen
funcionamiento de los Consejos es determinante. Creo que estamos muy atrasados
en esto.
5. Los Pastores, Obispos y Presbíteros, ¿tenemos conciencia
y convicción de la misión de los fieles y les damos la libertad para que vayan
discerniendo, conforme a su proceso de discípulos, la misión que el Señor les
confía? ¿Los apoyamos y acompañamos, superando cualquier tentación de manipulación
o sometimiento indebido? ¿Estamos siempre abiertos para dejarnos interpelar en
la búsqueda del bien de la Iglesia y su Misión en el mundo?
6. Los agentes de pastoral y los fieles en general ¿se
sienten parte de la Iglesia, se identifican con ella y la acercan a los
bautizados distantes y alejados?
Como se puede apreciar aquí están en juego actitudes. La
Conversión Pastoral atañe principalmente a las actitudes y a una reforma de
vida. Un cambio de actitudes necesariamente es dinámico:“entra en proceso” y sólo se lo puede
contener acompañándolo y discerniendo. Es importante tener siempre presente que
la brújula, para no perderse en este camino, es la de la identidad católica
concebida como pertenencia eclesial.
Diálogo con el mundo actual
Hace bien recordar las palabras del Concilio Vaticano II:
Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de
nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez
gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo (cf. GS,
1). Aquí reside el fundamento del diálogo con el mundo actual.
La respuesta a las preguntas existenciales del hombre de
hoy, especialmente de las nuevas generaciones, atendiendo a su lenguaje,
entraña un cambio fecundo que hay que recorrer con la ayuda del Evangelio, del
Magisterio, y de la Doctrina Social de la Iglesia. Los escenarios y areópagos
son de lo más variado. Por ejemplo, en una misma ciudad, existen varios
imaginarios colectivos que conforman “diversas ciudades”. Si nos mantenemos
solamente en los parámetros de “la cultura de siempre”, en el fondo una cultura
de base rural, el resultado terminará anulando la fuerza del Espíritu Santo.
Dios está en todas partes: hay que saber descubrirlo para poder anunciarlo en
el idioma de esa cultura; y cada realidad, cada idioma, tiene un ritmo diverso.
4. Algunas tentaciones contra el discipulado misionero
La opción por la misionariedad del discípulo será tentada.
Es importante saber por dónde va el mal espíritu para ayudarnos en el
discernimiento. No se trata de salir a cazar demonios, sino simplemente de
lucidez y astucia evangélica. Menciono sólo algunas actitudes que configuran
una Iglesia “tentada”. Se trata de conocer ciertas propuestas actuales que
pueden mimetizarse en la dinámica del discipulado misionero y detener, hasta
hacer fracasar, el proceso de Conversión Pastoral.
La ideologización del mensaje evangélico. Es una tentación
que se dio en la Iglesia desde el principio: buscar una hermenéutica de
interpretación evangélica fuera del mismo mensaje del Evangelio y fuera de la
Iglesia. Un ejemplo: Aparecida, en un momento, sufrió esta tentación bajo la
forma de asepsia. Se utilizó, y está bien, el método de “ver, juzgar, actuar”
(cf. n. 19). La tentación estaría en optar por un “ver” totalmente aséptico, un
“ver” neutro, lo cual es inviable. Siempre el ver está afectado por la mirada.
No existe una hermenéutica aséptica. La pregunta era, entonces: ¿con qué mirada
vamos a ver la realidad? Aparecida respondió: Con mirada de discípulo. Así se
entienden los números 20 al 32. Hay otras maneras de ideologización del mensaje
y, actualmente, aparecen en Latinoamérica y
El Caribe propuestas de esta índole. Menciono sólo algunas:
a) El reduccionismo socializante. Es la ideologización más
fácil de descubrir. En algunos momentos fue muy fuerte. Se trata de una
pretensión interpretativa en base a una hermenéutica según las ciencias
sociales. Abarca los campos más variados, desde el liberalismo de mercado hasta
la categorización marxista.
b) La ideologización psicológica. Se trata de una
hermenéutica elitista que, en definitiva, reduce el ”encuentro con Jesucristo”
y su ulterior desarrollo a una dinámica de autoconocimiento. Suele darse
principalmente en cursos de espiritualidad, retiros espirituales, etc. Termina
por resultar una postura inmanente autorreferencial. No sabe de trascendencia
y, por tanto, de misionariedad.
c) La propuesta gnóstica. Bastante ligada a la tentación
anterior. Suele darse en grupos de élites con una propuesta de espiritualidad
superior, bastante desencarnada, que termina por desembarcar en posturas
pastorales de “quaestiones disputatae”. Fue la primera desviación de la
comunidad primitiva y reaparece, a lo largo de la historia de la Iglesia, en
ediciones corregidas y renovadas. Vulgarmente se los denomina “católicos
ilustrados” (por ser actualmente herederos de la Ilustración).
d) La propuesta pelagiana. Aparece fundamentalmente bajo la
forma de restauracionismo. Ante los males de la Iglesia se busca una solución
sólo en la disciplina, en la restauración de conductas y formas superadas que,
incluso culturalmente, no tienen capacidad significativa. En América Latina
suele darse en pequeños grupos, en algunas nuevas Congregaciones Religiosas, en
tendencias a la “seguridad” doctrinal o disciplinaria. Fundamentalmente es
estática, si bien puede prometerse una dinámica hacia adentro: involuciona.
Busca “recuperar” el pasado perdido.
2. El funcionalismo. Su acción en la Iglesia es paralizante.
Más que con la ruta se entusiasma con la “hoja de ruta”. La concepción
funcionalista no tolera el misterio, va a la eficacia. Reduce la realidad de la
Iglesia a la estructura de una ONG. Lo que vale es el resultado constatable y
las estadísticas. De aquí se va a todas las modalidades empresariales de
Iglesia. Constituye una suerte de “teología de la prosperidad” en lo
organizativo de la pastoral.
3. El clericalismo es también una tentación muy actual en
Latinoamérica. Curiosamente, en la mayoría de los casos, se trata de una
complicidad pecadora: el cura clericaliza y el laico le pide por favor que lo
clericalice, porque en el fondo le resulta más cómodo. El fenómeno del
clericalismo explica, en gran parte, la falta de adultez y de cristiana
libertad en buena parte del laicado latinoamericano. O no crece (la mayoría), o
se acurruca en cobertizos de ideologizaciones como las ya vistas, o en
pertenencias parciales y limitadas. Existe en nuestras tierras una forma de
libertad laical a través de experiencias de pueblo: el católico como pueblo.
Aquí se ve una mayor autonomía, sana en general, y que se expresa
fundamentalmente en la piedad popular. El capítulo de Aparecida sobre piedad
popular describe con profundidad esta dimensión. La propuesta de los grupos
bíblicos, de las comunidades eclesiales de base y de los Consejos pastorales va
en la línea de superación del clericalismo y de un crecimiento de la
responsabilidad laical.
Podríamos seguir describiendo algunas otras tentaciones
contra el discipulado misionero, pero creo que éstas son las más importantes y
de más fuerza en este momento de América Latina y El Caribe.
5. Algunas pautas eclesiológicas
1. El discipulado-misionero que Aparecida propuso a las
Iglesias de América Latina y El Caribe es el camino que Dios quiere para este
“hoy”. Toda proyección utópica (hacia el futuro) o restauracionista (hacia el
pasado) no es del buen espíritu. Dios es real y se manifiesta en el ”hoy”.
Hacia el pasado su presencia se nos da como “memoria” de la gesta de salvación
sea en su pueblo sea en cada uno de nosotros; hacia el futuro se nos da como
“promesa” y esperanza. En el pasado Dios estuvo y dejó su huella: la memoria
nos ayuda a encontrarlo; en el futuro sólo es promesa… y no está en los mil y
un “futuribles”. El “hoy” es lo más parecido a la eternidad; más aún: el ”hoy”
es chispa de eternidad. En el “hoy” se juega la vida eterna.
El discipulado misionero es vocación: llamado e invitación.
Se da en un “hoy” pero “en tensión”. No existe el discipulado misionero
estático. El discípulo misionero no puede poseerse a sí mismo, su inmanencia
está en tensión hacia la trascendencia del discipulado y hacia la trascendencia
de la misión. No admite la autorreferencialidad: o se refiere a Jesucristo o se
refiere al pueblo a quien se debe anunciar. Sujeto que se trasciende. Sujeto
proyectado hacia el encuentro: el encuentro con el Maestro (que nos unge
discípulos) y el encuentro con los hombres que esperan el anuncio.
Por eso, me gusta decir que la posición del discípulo
misionero no es una posición de centro sino de periferias: vive tensionado
hacia las periferias… incluso las de la eternidad en el encuentro con
Jesucristo. En el anuncio evangélico, hablar de “periferias existenciales”
des-centra, y habitualmente tenemos miedo a salir del centro. El
discípulo-misionero es un des-centrado: el centro es Jesucristo, que convoca y
envía. El discípulo es enviado a las periferias existenciales.
2. La Iglesia es institución pero cuando se erige en
“centro” se funcionaliza y poco a poco se transforma en una ONG. Entonces, la
Iglesia pretende tener luz propia y deja de ser ese “misterium lunae” del que
nos hablaban los Santos Padres. Se vuelve cada vez más autorreferencial y se
debilita su necesidad de ser misionera. De “Institución” se transforma en
“Obra”. Deja de ser Esposa para terminar siendo Administradora; de Servidora se
transforma en “Controladora”. Aparecida quiere una Iglesia Esposa, Madre,
Servidora, facilitadora de la fe y no controladora de la fe.
3. En Aparecida se dan de manera relevante dos categorías
pastorales que surgen de la misma originalidad del Evangelio y también pueden
servirnos de pauta para evaluar el modo como vivimos eclesialmente el
discipulado misionero: la cercanía y el encuentro. Ninguna de las dos es nueva,
sino que conforman la manera cómo se reveló Dios en la historia. Es el “Dios
cercano” a su pueblo, cercanía que llega al máximo al encarnarse. Es el Dios
que sale al encuentro de su pueblo. Existen en América Latina y El Caribe
pastorales “lejanas”, pastorales disciplinarias que privilegian los principios,
las conductas, los procedimientos organizativos… por supuesto sin cercanía, sin
ternura, sin caricia. Se ignora la “revolución de la ternura” que provocó la
encarnación del Verbo. Hay pastorales planteadas con tal dosis de distancia que
son incapaces de lograr el encuentro: encuentro con Jesucristo, encuentro con
los hermanos. Este tipo de pastorales a lo más pueden prometer una dimensión de
proselitismo pero nunca llegan a lograr ni inserción eclesial ni pertenencia
eclesial. La cercanía crea comunión y pertenencia, da lugar al encuentro. La
cercanía toma forma de diálogo y crea una cultura del encuentro. Una piedra de
toque para calibrar la cercanía y la capacidad de encuentro de una pastoral es
la homilía. ¿Qué tal son nuestras homilías? ¿Nos acercan al ejemplo de nuestro
Señor, que “hablaba como quien tiene autoridad” o son meramente preceptivas,
lejanas, abstractas?
4. Quien conduce la pastoral, la Misión Continental (sea
programática como paradigmática), es el Obispo. El Obispo debe conducir, que no
es lo mismo que mandonear. Además de señalar las grandes figuras del episcopado
latinoamericano que todos conocemos quisiera añadir aquí algunas líneas sobre
el perfil del Obispo que ya dije a los Nuncios en la reunión que tuvimos en
Roma. Los Obispos han de ser Pastores, cercanos a la gente, padres y hermanos,
con mucha mansedumbre; pacientes y misericordiosos. Hombres que amen la
pobreza, sea la pobreza interior como libertad ante el Señor, sea la pobreza
exterior como simplicidad y austeridad de vida. Hombres que no tengan
“psicología de príncipes”. Hombres que no sean ambiciosos y que sean esposos de
una Iglesia sin estar a la expectativa de otra. Hombres capaces de estar
velando sobre el rebaño que les ha sido confiado y cuidando todo aquello que lo
mantiene unido: vigilar sobre su pueblo con atención sobre los eventuales
peligros que lo amenacen, pero sobre todo para cuidar la esperanza: que haya
sol y luz en los corazones. Hombres capaces de sostener con amor y paciencia
los pasos de Diosen su pueblo.Y el sitio del Obispo para estar con su
pueblo es triple: o delante para indicar el camino, o en medio para mantenerlo
unido y neutralizar los desbandes, o detrás para evitar que alguno se quede
rezagado, pero también, y fundamentalmente, porque el rebaño mismo también
tiene su olfatopara encontrar nuevos caminos.
No quisiera abundar en más detalles sobre la persona del
Obispo
Les agradezco la paciencia de escucharme. Perdonen el desorden de la charla y, por favor, les pido que tomemos en serio nuestra vocación de servidores del santo pueblo fiel de Dios, porque en esto se ejercita y se muestra la autoridad: en la capacidad de servicio. Muchas gracias, sino simplemente añadir, incluyéndome en esta afirmación, que estamos
un poquito retrasados en lo que a Conversión Pastoral se refiere. Conviene que
nos ayudemos un poco más a dar los pasos que el Señor quiere para nosotros en
este “hoy” de América Latina y El Caribe. Y sería bueno comenzar por aquí.
Un emocionante momento protagonizó el Papa Francisco junto a un niño que corrió a sus brazos mientras pasaba en su Papamóvil saludando a la multitud, en dirección al Palacio Arzobispal de Río de Janeiro, en Brasil. El pequeño, que portaba una camiseta con los colores de Brasil y con el lema “Gente do Bem, Deus faz, Deus junta” (Gente de Bien, Dios hace, Dios junta), logró que los miembros de seguridad del Pontífice lo carguen, se aferró al Papa, lo abrazó tantas veces como pudo, le dio un beso en el rostro y se resistió a que lo alejen del Obispo de Roma. Francisco, conmovido hasta las lágrimas, le dio la bendición al pequeño cuando un guardia lograba desprenderlo del vehículo. El niño cubrió su rostro y siguió llorando, y fue dirigido hacia un familiar que se hallaba entre la multitud.
1. Los obispos reunidos en la V Conferencia General
del Episcopado de América Latina y El Caribe quieren impulsar, con el
acontecimiento celebrado junto a Nuestra Señora Aparecida en el espíritu de “un
nuevo Pentecostés”, y con el documento final que resume las conclusiones de su
diálogo, una renovación de la acción de la Iglesia. Todos sus miembros están
llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo, Camino, Verdad y Vida,
para que nuestros pueblos tengan vida en Él. En la senda abierta por el Concilio
Vaticano II y en continuidad creativa con las anteriores Conferencias de Río de
Janeiro, 1955; Medellín, 1968; Puebla, 1979; y Santo Domingo, 1992, han
reflexionado sobre el tema Discípulos y misioneros de Jesucristo para que
nuestros pueblos en Él tengan vida. ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida’ (Jn
14,6), y han procurado trazar en comunión líneas comunes para proseguir la
nueva evangelización a nivel regional.
2. Ellos expresan, junto con el Papa Benedicto XVI,
que el patrimonio más valioso de la cultura de nuestros pueblos es “la fe en
Dios Amor”. Reconocen con humildad las luces y las sombras que hay en la vida
cristiana y en la tarea eclesial. Quieren iniciar una nueva etapa pastoral, en
las actuales circunstancias históricas, marcada por un fuerte ardor apostólico
y un mayor compromiso misionero para proponer el Evangelio de Cristo como
camino a la verdadera vida que Dios brinda a los hombres. En diálogo con todos
los cristianos y al servicio de todos los hombres, asumen “la gran tarea de custodiar
y alimentar la fe del Pueblo de Dios, y recordar también a los fieles de este
Continente que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser discípulos y
misioneros de Jesucristo” (Benedicto XVI, Discurso Inaugural, 3). Se han
propuesto renovar las comunidades eclesiales y estructuras pastorales para
encontrar los cauces de la trasmisión de la fe en Cristo como fuente de una
vida plena y digna para todos, para que la fe, la esperanza y el amor renueven
la existencia de las personas y transformen las culturas de los pueblos.
3. En ese contexto y con ese espíritu ofrecen sus
conclusiones abiertas en el Documento final. El texto tiene tres grandes partes
que sigue el método de reflexión teológico-pastoral “ver, juzgar y actuar”. Así
se mira la realidad con ojos iluminados por la fe y un corazón lleno de amor,
proclama con alegría el Evangelio de Jesucristo para iluminar la meta y el
camino de la vida humana, y busca, mediante un discernimiento comunitario
abierto al soplo del Espíritu Santo, líneas comunes de una acción realmente
misionera, que ponga a todo el Pueblo de Dios en un estado permanente de
misión. Ese esquema tripartito está hilvanado por un hilo conductor en torno a
la vida, en especial la Vida en Cristo, y está recorrido transversalmente por
las palabras de Jesús, el Buen Pastor: “Yo he venido para que las ovejas tengan
vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).
4. La primera parte se titula La vida de nuestros
pueblos. Allí se considera, brevemente, al sujeto que mira la realidad y que
bendice a Dios por todos los dones recibidos, en especial, por la gracia de la
fe que lo hace seguidor de Jesús y por el gozo de participar en la misión
eclesial. Ese capítulo primero, que tiene el tono de un himno de alabanza y
acción de gracias, se denomina Los discípulos misioneros. Inmediatamente sigue
el capítulo segundo, el más largo de esta parte, titulado Mirada de los
discípulos misioneros hacia la realidad. Con una mirada teologal y pastoral
considera, con cierto detenimiento, los grandes cambios que están sucediendo en
nuestro continente y en el mundo, y que interpelan a la evangelización. Se
analizan varios procesos históricos complejos y en curso en los niveles
sociocultural, económico, sociopolítico, étnico y ecológico, y se disciernen
grandes desafíos como la globalización, la injusticia estructural, la crisis en
la trasmisión de la fe y otros. Allí se plantean muchas realidades que afectan
la vida cotidiana de nuestros pueblos. En ese contexto, considera la difícil
situación de nuestra Iglesia en esta hora de desafíos, haciendo un balance de
signos positivos y negativos.
5. La segunda parte, a partir de la mirada al hoy de
América Latina y El Caribe, ingresa en el núcleo del tema. Su título es La Vida
de Jesucristo en los discípulos misioneros. Indica la belleza de la fe en
Jesucristo como fuente de Vida para los hombres y mujeres que se unen a Él y
recorren el camino del discipulado misionero. Aquí, tomando como eje la Vida
que Cristo nos ha traído, se tratan, en cuatro capítulos sucesivos, grandes
dimensiones interrelacionadas que conciernen a los cristianos en cuanto
discípulos misioneros de Cristo: la alegría de ser llamados a anunciar el
Evangelio, con todas sus repercusiones como “buena noticia” en la persona y en
la sociedad (capítulo tercero); la vocación a la santidad que hemos recibido
los que seguimos a Jesús, al ser configurados con Él y estar animados por el
Espíritu Santo (capítulo cuarto); la comunión de todo el Pueblo de Dios y de
todos en el Pueblo de Dios, contemplando desde la perspectiva discipular y misionera
los distintos miembros de la Iglesia con sus vocaciones específicas, y el
diálogo ecuménico, el vínculo con el judaísmo y el diálogo interreligioso
(capítulo cinco); por fin, se plantea un itinerario para los discípulos
misioneros que considera la riqueza espiritual de la piedad popular católica,
una espiritualidad trinitaria, cristocéntrica y mariana de estilo comunitario y
misionero, y variados procesos formativos, con sus criterios y sus lugares
según los diversos fieles cristianos, prestando especial atención a la
iniciación cristiana, la catequesis permanente y la formación pastoral
(capítulo sexto). Aquí está una de las novedades del Documento que busca
revitalizar la vida de los bautizados para que permanezcan y avancen en el
seguimiento de Jesús.
6. La tercera parte ingresa plenamente en la misión
actual de la Iglesia latinoamericana y caribeña. Conforme al tema se la formula
con el título La vida de Jesucristo para nuestros pueblos. Sin perder el
discernimiento de la realidad ni los fundamentos teológicos, aquí se consideran
las principales acciones pastorales con un dinamismo misionero. En un núcleo
decisivo del Documento se presenta La misión de los discípulos misioneros al
servicio de la vida plena, considerando la Vida nueva que Cristo nos comunica
en el discipulado y nos llama a comunicar en la misión, porque el discipulado y
la misión son como las dos caras de una misma medalla. Aquí se desarrolla una
gran opción de la Conferencia: convertir a la Iglesia en una comunidad más
misionera. Con este fin se fomenta la conversión pastoral y la renovación
misionera de las iglesias particulares, las comunidades eclesiales y los
organismos pastorales. Aquí se impulsa una misión continental que tendría por
agentes a las diócesis y a los episcopados (capítulo siete).
Luego se analizan algunos ámbitos y algunas
prioridades que se quieren impulsar en la misión de los discípulos entre
nuestros pueblos al alba del tercer milenio. En El Reino de Dios y la promoción
de la dignidad humana se confirma la opción preferencial por los pobres y
excluidos que se remonta a Medellín, a partir del hecho de que en Cristo Dios
se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, se reconocen nuevos rostros de
los pobres (vg., los desempleados, migrantes, abandonados, enfermos, y otros) y
se promueve la justicia y la solidaridad internacional (capítulo ocho). Bajo el
título Familia, personas y vida, a partir del anuncio de la Buena Noticia de la
dignidad infinita de todo ser humano, creado a imagen de Dios y recreado como hijo
de Dios, se promueve una cultura del amor en el matrimonio y en la familia, y
una cultura del respeto a la vida en la sociedad; al mismo tiempo se desea
acompañar pastoralmente a las personas en sus diversas condiciones de niños,
jóvenes y adultos mayores, de mujeres y varones, y se fomenta el cuidado del
medio ambiente como casa común (capítulo nueve).
En el último capítulo, titulado Nuestros pueblos y la
cultura, continuando y actualizando las opciones de Puebla y de Santo Domingo
por la evangelización de la cultura y la evangelización inculturada, se tratan
los desafíos pastorales de la educación y la comunicación, los nuevos areópagos
y los centros de decisión, la pastoral de las grandes ciudades, la presencia de
cristianos en la vida pública, especialmente el compromiso político de los
laicos por una ciudadanía plena en la sociedad democrática, la solidaridad con
los pueblos indígenas y afrodescendientes, y una acción evangelizadora que
señale caminos de reconciliación, fraternidad e integración entre nuestros
pueblos, para formar una comunidad regional de naciones en América Latina y El
Caribe (capítulo diez).
7. Con un tono evangélico y pastoral, un lenguaje
directo y propositivo, un espíritu in-terpelante y alentador, un entusiasmo
misionero y esperanzado, una búsqueda creativa y realista, el Documento quiere
renovar en todos los miembros de la Iglesia, convocados a ser discípulos
misioneros de Cristo, “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (EN 80).
Llevando las naves y echando las redes mar adentro, desea comunicar el amor del
Padre que está en el cielo y la alegría de ser cristianos a todos los
bautizados y bau-tizadas, para que proclamen con audacia a Jesucristo al
servicio de una vida en plenitud para nuestros pueblos. Con las palabras de los
discípulos de Emaús y con la plegaria del Papa en su Discurso inaugural, el
Documento concluye con una oración dirigida a Jesu-cristo: “Quédate con
nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado” (Lc 24,29).
8. Con todos los miembros del Pueblo de Dios que
peregrina por América Latina y El Caribe, los discípulos misioneros encuentran
la ternura del amor de Dios reflejada en el rostro de la Virgen María. Nuestra
Madre querida, desde el santuario de Guadalupe, hace sentir a sus hijos más pequeños
que están cobijados por su manto, y desde aquí, en Aparecida, nos invita a
echar las redes para acercar a todos a su Hijo, Jesús, porque Él es “el Camino,
la Verdad y la Vida” (Jn 14,6), sólo Él tiene “palabras de Vida eterna” (Jn
6,68) y Él vino para que todos “tengan Vida y la tengan en abundancia” (Jn
10,10).
Venerados hermanos en el
episcopado y en el sacerdocio,
queridos hermanos y
hermanas:
Qué alegría venir a la casa
de la Madre de todo brasileño, el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida! Al
día siguiente de mi elección como Obispo de Roma fui a la Basílica de Santa
María la Mayor, en Roma, con el fin de encomendar a la Virgen mi ministerio
como Sucesor de Pedro. Hoy he querido venir aquí para pedir a María, nuestra
Madre, el éxito de la Jornada Mundial de la Juventud, y poner a sus pies la
vida del pueblo latinoamericano.
Quisiera ante todo decirles
una cosa. En este santuario, donde hace seis años se celebró la V Conferencia
General del Episcopado de América Latina y el Caribe, ha ocurrido algo muy
hermoso, que he podido constatar personalmente: ver cómo los obispos —que
trabajaban sobre el tema del encuentro con Cristo, el discipulado y la misión—
se sentían alentados, acompañados y en cierto sentido inspirados por los miles
de peregrinos que acudían cada día a confiar su vida a la Virgen: aquella
Conferencia ha sido un gran momento de Iglesia. Y, en efecto, puede decirse que
el Documento de Aparecida nació precisamente de esta urdimbre entre el trabajo
de los Pastores y la fe sencilla de los peregrinos, bajo la protección materna
de María.
La Iglesia, cuando busca a
Cristo, llama siempre a la casa de la Madre y le pide: «Muéstranos a Jesús». De
ella se aprende el verdadero discipulado. He aquí por qué la Iglesia va en
misión siguiendo siempre la estela de María.
Hoy, en vista de la Jornada
Mundial de la Juventud que me ha traído a Brasil, también yo vengo a llamar a
la puerta de la casa de María —que amó a Jesús y lo educó— para que nos ayude a
todos nosotros, Pastores del Pueblo de Dios, padres y educadores, a transmitir
a nuestros jóvenes los valores que los hagan artífices de una nación y de un
mundo más justo, solidario y fraterno. Para ello, quisiera señalar tres
sencillas actitudes: mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir
con alegría.
1. Mantener la esperanza. La
Segunda Lectura de la Misa presenta una escena dramática: una mujer —figura de
María y de la Iglesia— es perseguida por un dragón —el diablo— que quiere
devorar a su hijo. Pero la escena no es de muerte sino de vida, porque Dios
interviene y pone a salvo al niño (cf. Ap 12,13a-16.15-16a). Cuántas
dificultades hay en la vida de cada uno, en nuestra gente, nuestras
comunidades. Pero, por más grandes que parezcan, Dios nunca deja que nos
hundamos. Ante el desaliento que podría haber en la vida, en quien trabaja en
la evangelización o en aquellos que se esfuerzan por vivir la fe como padres y
madres de familia, quisiera decirles con fuerza: Tengan siempre en el corazón
esta certeza: Dios camina a su lado, en ningún momento los abandona. Nunca
perdamos la esperanza. Jamás la apaguemos en nuestro corazón. El «dragón», el
mal, existe en nuestra historia, pero no es el más fuerte. El más fuerte es
Dios, y Dios es nuestra esperanza. Es cierto que hoy en día, todos un poco, y
también nuestros jóvenes, sienten la sugestión de tantos ídolos que se ponen en
el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el
placer. Con frecuencia se abre camino en el corazón de muchos una sensación de
soledad y vacío, y lleva a la búsqueda de compensaciones, de estos ídolos
pasajeros. Queridos hermanos y hermanas, seamos luces de esperanza. Tengamos
una visión positiva de la realidad. Demos aliento a la generosidad que
caracteriza a los jóvenes, ayudémoslos a ser protagonistas de la construcción
de un mundo mejor: son un motor poderoso para la Iglesia y para la sociedad.
Ellos no sólo necesitan cosas. Necesitan sobre todo que se les propongan esos
valores inmateriales que son el corazón espiritual de un pueblo, la memoria de
un pueblo. Casi los podemos leer en este santuario, que es parte de la memoria
de Brasil: espiritualidad, generosidad, solidaridad, perseverancia,
fraternidad, alegría; son valores que encuentran sus raíces más profundas en la
fe cristiana.
2. La segunda actitud:
dejarse sorprender por Dios. Quien es hombre, mujer de esperanza —la gran
esperanza que nosda la fe— sabe que Dios actúa y nos sorprende también en medio
de las dificultades. Y la historia de este santuario es un ejemplo: tres
pescadores, tras una jornada baldía, sin lograr pesca en las aguas del Río
Parnaíba, encuentran algo inesperado: una imagen de Nuestra Señora de la
Concepción. ¿Quién podría haber imaginado que el lugar de una pesca infructuosa
se convertiría en el lugar donde todos los brasileños pueden sentirse hijos de
la misma Madre? Dios nunca deja de sorprender, como con el vino nuevo del
Evangelio que acabamos de escuchar. Dios guarda lo mejor para nosotros. Pero
pide que nos dejemos sorprender por su amor, que acojamos sus sorpresas.
Confiemos en Dios. Alejados de él, el vino de la alegría, el vino de la
esperanza, se agota. Si nos acercamos a él, si permanecemos con él, lo que
parece agua fría, lo que es dificultad, lo que es pecado, se transforma en vino
nuevo de amistad con él.
3. La tercera actitud: vivir
con alegría. Queridos amigos, si caminamos en la esperanza, dejándonos
sorprender por el vino nuevo que nos ofrece Jesús, ya hay alegría en nuestro
corazón y no podemos dejar de ser testigos de esta alegría. El cristiano es
alegre, nunca triste. Dios nos acompaña. Tenemos una Madre que intercede
siempre por la vida de sus hijos, por nosotros, como la reina Esther en la Primera
Lectura (cf. Est 5,3). Jesús nos ha mostrado que el rostro de Dios es el de un
Padre que nos ama. El pecado y la muerte han sido vencidos. El cristiano no
puede ser pesimista. No tiene el aspecto de quien parece estar de luto
perpetuo. Si estamos verdaderamente enamorados de Cristo y sentimos cuánto nos
ama, nuestro corazón se «inflamará» de tanta alegría que contagiará a cuantos
viven a nuestro alrededor. Como decía Benedicto XVI: «El discípulo sabe que sin
Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro» (Discurso
Inaugural de la V Conferencia general del Episcopado Latinoamericano y del
Caribe, Aparecida, 13 de mayo 2007: Insegnamenti III/1 [2007], p. 861).
Queridos amigos, hemos
venido a llamar a la puerta de la casa de María. Ella nos ha abierto, nos ha
hecho entrar y nos muestra a su Hijo. Ahora ella nos pide: «Hagan todo lo que
él les diga» (Jn 2,5). Sí, Madre nuestra, nos comprometemos a hacer lo que Jesús
nos diga. Y lo haremos con esperanza, confiados en las sorpresas de Dios y
llenos de alegría. Que así sea.
Con las últimas luces de este día donde se ha hecho público
que el Santo Padre Francisco me ha designado Obispo de la Nueva Orán quiero
saludarlos haciendo mías las palabras del Apóstol: “Doy gracias a Dios sin
cesar por ustedes, a causa de la gracia de Dios que les ha sido otorgada en
Cristo Jesús, pues en él han sido enriquecidos en todo, en toda palabra y en
todo conocimiento, en la medida en que se ha consolidado entre ustedes el
testimonio de Cristo” (1Co 1,4-6).
Les agradezco todos los saludos y brazos fraternos que me
han tendido a la distancia y que fueron llegando a lo largo de este día
intenso. Me siento muy pequeño frente a este nuevo llamado del Señor, pero
feliz y esperanzado, sobre todo porque una vez más el buen Jesús me regala
nuevos hermanos para seguir caminando.
La noticia se sintió fuerte especialmente en mi familia, mis
amigos y en las dos comunidades parroquiales que me fueron confiadas desde hace
varios años: San Francisco de Asís y Nuestra Señora del Puente en Berazategui.
Particularmente en las parroquias la sensación que percibo es una mezcla de
alegría y emoción pero también un dejo de nostalgia por los años compartidos y
el desafío de un cambio frente a mi próxima partida.
Sé que voy a extrañar a esta Diócesis de Quilmes que amo
entrañablemente, y en particular las comunidades a las que he servido en estos
años y que definitivamente forman parte de mi vida sacerdotal, de mis afectos,
de lo aprendido y de lo que he fallado. Así es el sacerdocio, un camino
apasionante para seguir a Cristo sabiendo que nada es propio, que todo es don
de Dios, que a El pertenecemos y que sólo en El tenemos vida.
Como discípulo misionero acepté libre y esperanzadamente, en
la obediencia de la fe, lo que el Papa Francisco ha decidido. Por eso quiero
insertarme en la Iglesia particular que se me confía como pastor asumiendo el
camino recorrido por ustedes, y que está muy bien plasmado en los objetivos y
los grandes causes pastorales del Plan Diocesano de Pastoral; el mundo juvenil,
la pastoral familiar, la pastoral social y del medio ambiente, la pastoral
aborigen y la pastoral vocacional.
Como bien ha señalado el querido Beato Juan Pablo II: “La
comunión eclesial vivida llevará al Obispo a un estilo pastoral cada vez más
abierto a la colaboración de todos” (Pastores gregis 44). Con esto
sencillamente quiero decirles que son ustedes, la comunidad diocesana, quienes
me harán conocer, descubrir, amar y asumir como propias las riquezas de la vida
pastoral que el Señor ha suscitado en la Diócesis de la Nueva Orán, donde cada
uno desde su carisma particular ha contribuido para conformar la identidad de
esta porción del Pueblo de Dios.
La vida eclesial no empieza ni termina con un cambio de
obispo. Más bien va transitando caminos buscando hacer presente en todo momento
a Jesucristo, el Señor de la historia. Y en mi caso particular tengo mucho que
agradecer por la entrega y lucidez de los obispos que me han precedido,
particularmente a mi hermano y amigo el Padre Obispo Marcelo Colombo, por haber
sabido interpretar los signos de los tiempos a la luz del Evangelio, escuchando
y aprendiendo del sentir de la gente para poder orientar y animar la vida eclesial
de la Nueva Orán, tan rica en tradiciones y costumbres, tan desafiante en los
objetivos propuestos, tan pujante y entregada especialmente al servicio de los
pobres y los más débiles.
Por eso quiero expresarles, abriéndoles mi corazón, que yo
tengo que aprender a ser obispo, y sólo lo puedo hacer – como lo expresa San
Agustín - con ustedes, mis hermanos y hermanas en Cristo, a fin de ser para
ustedes el obispo que merecen y esperan.
Elegí como lema episcopal una frase del Evangelio con la que
me identifico porque así he querido vivir mi vida presbiteral, y así quiero
entregarme como padre y pastor en esta etapa que se inicia: “somos simples
servidores” (Lc 17,10). En el contexto del relato evangélico se expresa la
enseñanza concreta de Jesús a los discípulos para servir con humildad, sin
apetecer grandezas y ocupando el último lugar.
Comprendo que les resulte difícil despedirse del Padre
Obispo Marcelo. Como lo conozco bien puedo dar testimonio con ustedes de que es
un pastor según el corazón de Dios, y sé que ha dado lo mejor de sí para
apacentarlos y cuidarlos. También sé que este paso por la Nueva Orán ha dejado
en él huellas profundas que lo marcarán para toda su vida con el sello imborrable
del cariño sincero que el Santo Pueblo de Dios sabe prodigar en la fe a los
buenos pastores. Por eso creo que lo mejor que podemos regalarle es sostenerlo
con nuestra oración diaria, especialmente en la Eucaristía, uniéndonos a los
hermanos de la Diócesis de La Rioja que también lo esperan con alegría y
esperanza.
Hermanos y hermanas, desde que supe hace algunos días atrás
que el Santo Padre Francisco me eligió para ser su nuevo pastor empecé a
quererlos y a rezar por todos ustedes; por los sacerdotes, los diáconos, los
jóvenes seminaristas que son toda una promesa, la vida religiosa que con la
riqueza de carismas fortalece la vida eclesial, los laicos comprometidos, las
comunidades parroquiales,las comunidades
aborígenes, los movimientos e instituciones, los colegios, y todos los hombres
y mujeres de buena voluntad que conforman ese hermoso rincón de Salta hacia
donde ya he partido como un peregrino más.
En los próximos días les haré saber la fecha de mi
ordenación episcopal e inicio del ministerio pastoral. Sólo les pido que me
hagan un lugarcito en su corazón y recen por mí. Yo lo hago por todos,
especialmente por quienes hoy sufren cualquier situación de dolor en sus vidas,
rogando al Señor que los bendiga y fortalezca.
Grácias por recibirme como uno de ustedes!! Que la Virgen
del Carmen bella, Madre del Salvador, y San Ramón Nonato los cuiden y protejan
para caminar seguros hacia el encuentro con Jesús.
P. Gustavo Oscar Zanchetta, obispo electo de la Nueva Orán
Cuando todos estamos compartiendo maravillados las imágenes
del Papa Francisco en su histórica visita a Latinoamérica, con motivo de la
Jornada Mundial de los Jóvenes en Brasil, nos ha sorprendido gratamente la
noticia del nombramiento del nuevo Obispo de Orán, el P. Gustavo Zanchetta,
sacerdote de nuestra Diócesis.
Como miembros de la Iglesia de Quilmes, nos unimos a la
Iglesia de San Ramón de la Nueva Orán, para dar gracias a Dios por la decisión
del Papa Francisco, designando a su nuevo Pastor, sucesor del Padre Obispo
Marcelo Colombo, que también es originario de esta Diócesis de Quilmes.
Rogamos a Jesús, el Buen Pastor, para que acompañe a esa
porción del pueblo salteño, tan rico en tradición de vida cristiana, y para que
haga del preconizado Padre Obispo Gustavo un verdadero discípulo misionero de
Jesús.
En nombre de nuestra Diócesis, y personalmente, agradezco el
servicio pastoral que el P. Zanchetta brindó por más de veinte años a esta
Iglesia quilmeña.
Oportunamente se conocerán las fechas y horarios de la
Ordenación episcopal en Quilmes, y del Inicio del Ministerio episcopal del
nuevo Obispo enOrán.
Que María Inmaculada, patrona de nuestra Diócesis, cuide la
vida y el ministerio del P. Gustavo, y bendiga a estas dos diócesis, más que
nunca hermanadas.
También agradecemos al Papa Francisco su preocupación
pastoral por todas las Iglesias, y el Señor lo bendiga en esta visita a
nuestros pueblos latinoamericanos, representados por los jóvenes peregrinos en
Río de Janeiro.