Texto del Evangelio
(Mc 12,13-17): En aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos fariseos y herodianos,
para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres
veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas,
sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al
César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?».
Mas Él, dándose
cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario,
que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la
inscripción?». Ellos le dijeron: «Del César». Jesús les dijo: «Lo del César,
devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios». Y se maravillaban de Él.
Comentario
Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios
Hoy, de nuevo nos maravillamos del ingenio y sabiduría de
Cristo. Él, con su magistral respuesta, señala directamente la justa autonomía
de las realidades terrenas: «Lo del César, devolvédselo al César» (Mc 12,17).
Pero la Palabra de hoy es algo más que saber salir de un
apuro; es una cuestión que tiene actualidad en todos los momentos de nuestra
vida: ¿qué le estoy dando a Dios?; ¿es realmente lo más importante en mi vida?
¿Dónde he puesto el corazón? Porque... «donde esté vuestro tesoro, allí estará
también vuestro corazón» (Lc 12,34).
En efecto, según san Jerónimo, «tenéis que dar forzosamente
al César la moneda que lleva impresa su imagen; pero vosotros entregad con
gusto todo vuestro ser a Dios, porque impresa está en nosotros su imagen y no
la del César». A lo largo de su vida, Jesucristo plantea constantemente la
cuestión de la elección. Somos nosotros los que estamos llamados a elegir, y
las opciones son claras: vivir desde los valores de este mundo, o vivir desde
los valores del Evangelio.
Siempre es tiempo de elección, tiempo de conversión, tiempo
para volver a “resituar” nuestra vida en la dinámica de Dios. Será la oración,
y especialmente la realizada con la Palabra de Dios, la que nos vaya descubriendo
lo que Dios quiere de nosotros. El que sabe elegir a Dios se convierte en
morada de Dios, pues «si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le
amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14,23). Es la oración la
que se convierte en la auténtica escuela donde, como afirma Tertuliano, «Cristo
nos va enseñando cuál era el designio del Padre que Él realizaba en el mundo, y
cual la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio».
¡Sepamos, por tanto, elegir lo que nos conviene!
Hoy, de nuevo nos maravillamos del ingenio y sabiduría de Cristo. Él, con su magistral respuesta, señala directamente la justa autonomía de las realidades terrenas: «Lo del César, devolvédselo al César» (Mc 12,17).
ResponderEliminarPero la Palabra de hoy es algo más que saber salir de un apuro; es una cuestión que tiene actualidad en todos los momentos de nuestra vida: ¿qué le estoy dando a Dios?; ¿es realmente lo más importante en mi vida? ¿Dónde he puesto el corazón? Porque... «donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Lc 12,34).