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domingo, 9 de diciembre de 2012

No tengáis miedo en consagrarme todo vuestro ser.

 
 



ADORACIÓN CELESTIAL
 
"Y una voz decía desde el trono: 'Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá  su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él, Dios-con-ellos, será su Dios'" (Ap 21,3).
 
1. Reflexión
 
La adoración que el hombre puede rendir a Dios durante su vida mortal será siempre limitada e imperfecta, porque el ser humano es criatura y pecador. Sin embargo, la adoración eterna de los redimidos a Dios y al Cordero, aunque siga siendo limitada por proceder de criaturas, no será imperfecta, porque los bienaventurados estarán libres de las restricciones que impone la naturaleza pecadora que ahora arrastramos. ¿Sabemos algo acerca de la adoración en el cielo? La palabra revelada nos deja conocer algunas particularidades de la misma: a) en la visión de Juan unas veces se pone énfasis en la adoración al Cordero (Ap 5,8), otras veces se refiere al que está sentado en el trono (Ap 4,10), y en ocasiones a ambos (Ap 7,9); b) la creación entera alaba y adora a Dios y al Cordero en la liturgia celestial; c) la adoración celestial está al alcance de los que han sido purificados y santificados.
 
En la primera visión en que Juan habla de la adoración al Cordero, 1) “los cuatro Vivientes y veinticuatro Ancianos se postraron delante del Cordero” (Ap 5,8) y proclaman sus méritos; 2) luego “una multitud de ángeles alrededor del trono, de los Vivientes y de los Ancianos”... continúan con la proclamación: ‘Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza” (5,11-12); 3) finalmente la hace suya el resto de la creación: “Toda criatura, del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar, y todo lo que hay en ellos oí que respondían: ‘Al que está sentado en el trono y al Cordero alabanza, honor, gloria y potencia por los siglos de los siglos. Y los cuatro Vivientes decían: ‘’Amén’; y los Ancianos se postraron para adorar” (Ap 5,13-14). Todos los seres participan de la adoración debida al Dios único y eterno.
 
En otro lugar (Ap 7,9-12) se observa una liturgia conjunta, pero en sentido inverso: 1) la inicia una muchedumbre innumerable y respetuosa: “Había una muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, (Ap 7,9); 2),  están revestidos de santidad sin la cual no podrían estar en presencia del Señor, “vestidos de túnicas blancas y con palmas en las manos” (Ap 7,9) como resultado de una acción anterior: “han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero” (Ap 7,14), y proclaman al que está sentado en el trono y al Cordero como autores de la salvación, (Ap 7,10); 3) finalmente son los ángeles los que adoran y proclaman la gloria de Dios: “Y todos los ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo: "Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén’" (Ap 7,9-12).
 
2. Palabra profética
 
Visión durante la adoración: Estamos ante el trono del Rey, donde todo es luz. El Señor está de pie, vestido de Rey con un cetro en la mano. El mundo se ve insignificante, pequeñísimo ante él; parece imposible que el mundo se le rebele, porque no es nada ante su presencia. Todo está bajo la autoridad del Señor que tiene dominio sobre toda la creación; todo está en él y todo es baladí ante él. Parece imposible que podamos estar allí. El Señor dice que nos está mostrando grandes cosas que otros aún no conocen: los cielos abiertos y la gloria que hay en ellos, su realeza, su majestad, su poder. Sigue diciendo que el mundo lo rechaza como Rey. que incluso en su Iglesia muchos no le dejan ocupar el trono que a él le pertenece. Nos pide que lo mostremos a los demás como Rey. Y añade: “Os he mostrado mi trono altísimo, pero quiero mostraros también mi cruz, porque por ella alcancé este trono. No la desechéis, no la despreciéis ni huyáis de ella. Abrazaos a ella como yo la abracé. No tengáis miedo en consagrarme todo vuestro ser”.


1 comentario:

  1. “Os he mostrado mi trono altísimo, pero quiero mostraros también mi cruz, porque por ella alcancé este trono. No la desechéis, no la despreciéis ni huyáis de ella. Abrazaos a ella como yo la abracé. No tengáis miedo en consagrarme todo vuestro ser”.

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