Texto del Evangelio (Mt 10,17-22): En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Guardaos de los hombres, porque os
entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa
seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos
y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué
vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento.
Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre
el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a
hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de
todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se
salvará».
Os
entregarán a los tribunales y os azotarán
Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de su
primer mártir, el diácono san Esteban. El Evangelio, a veces, parece
desconcertante. Ayer nos transmitía sentimientos de gozo y de alegría por el
nacimiento del Niño Jesús: «Los pastores regresaron glorificando y alabando a
Dios por todo lo que habían oído y visto» (Lc 2,20). Hoy parece como si nos
quisiera poner sobre aviso ante los peligros: «Guardaos de los hombres, porque os
entregarán a los tribunales y os azotarán» (Mt 10,17). Es que aquellos que
quieran ser testimonios, como los pastores en la alegría del nacimiento, han de
ser también valientes como Esteban en el momento de proclamar la Muerte y
Resurrección de aquel Niño que tenía en Él la Vida.
El mismo Espíritu que cubrió con su
sombra a María, la Madre virgen, para que fuera posible la realización del plan
de Dios de salvar a los hombres; el mismo Espíritu que se posó sobre los
Apóstoles para que salieran de su escondrijo y difundieran la Buena Nueva —el
Evangelio— por todo el mundo, es el que da fuerzas a aquel chico que discutía
con los de la sinagoga y ante el que «no podían resistir a la sabiduría y al
Espíritu con que hablaba» (Hch 6,10).
Era un mártir en vida. Mártir significa
“testimonio”. Y fue también mártir por su muerte. En vida hizo caso de las
palabras del Maestro: «No os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que
tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento» (Mt 10,19). Esteban,
«mirando al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios»
(Hch 7,55). Esteban lo vio y lo dijo. Si el cristiano hoy es un testigo de
Jesucristo, lo que ha visto con los ojos de la fe lo ha de decir sin miedo con
las palabras más comprensibles, es decir, con los hechos, con las obras.
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