La familia, escuela de valores
La familia, núcleo de la sociedad, es escuela de valores
donde se educan, por contagio, todos los que la integran
La familia, núcleo de la sociedad, es escuela de valores
donde se educan, por contagio, todos los que la integran. Es en la familia
donde se crean vínculos afectivos, donde se quiere a cada uno por lo que es,
con cualidades y defectos. Nuestra familia es el espacio de la intimidad. Somos
conocidos totalmente, no necesitamos de ningún ´´curriculum´´ para que nos
aprecien. Esto influye para que sea el ámbito propicio, donde, gracias a la
convivencia, se aprendan unos valores que perduran siempre. Todos los padres
queremos que nuestros hijos sean felices. Los hijos lo serán en la medida que
vean que sus padres lo son. La mejor referencia es la vida de los padres.
Reflexionaremos sobre algunos puntos que son primordiales para la vida
cotidiana.
El primer gran valor que deberán aprender será saber amar
porque, cuando hemos aprendido a amar, lo hemos aprendido todo. Amar conlleva
muchos valores: olvido personal, generosidad, fortaleza, flexibilidad,
comprensión, etc. Teresa de Calcuta nos recuerda que ´´amar es no parar´´.
Podemos hacerle caso y repartir afecto a todos los de la familia. El afecto da
seguridad y la seguridad da autoestima y, con autoestima, es mas fácil
interiorizar los valores que los progenitores quieren transmitir.
También saber perdonar de todo corazón, no acumulando
reproches. Pasar por alto cambios de humor. No recordar continuamente los
agravios recibidos. Enseñar a perdonar es colaborar a la paz. El rencor y la
venganza sólo ayudan a destruir. El perdón es un punto esencial para ayudar a vivir
la solidaridad y el respeto por los demás. El matrimonio que sabe olvidar, que
deja el amor propio en el bolsillo y no se enoja, enseña a perdonar a sus
hijos. Un ambiente de serenidad, de no criticar a nadie, de saber disculpar, es
de gran ayuda para la integración social de los hijos.
Los padres somos el espejo de convicciones donde se reflejan
nuestros hijos. Por esto hemos de ser coherentes con lo que decimos y hacemos.
Jesús Urteaga en su libro Dios y la familia, nos dice: ´´Espero mucho más de padres
mudos y santos, que no de predicadores y sermoneadores que no hacen lo que
dicen´´. Repetir demasiado los consejos puede resultar aburrido y poco
motivador para los hijos. El testimonio es la clave para la transmisión de
valores. Estos valores se transforman en virtudes por el esfuerzo personal y la
gracia que se recibe de Dios.
De bien pequeños, y también después del uso de razón,
aprenden los niños del modelo que presentan sus padres y aprenden a distinguir,
cuando hay orden, lo que es correcto. Por parte de los padres es primordial la
creación de hábitos. Los hábitos buenos conducirán a las virtudes, así como los
malos conducirían a los vicios. ´´El orden exterior ayuda a construir el orden
interior´´, escribe Juan Valls Julià en su libro El desarrollo total del niño.
Es también cierto que, para una familia cristiana, el orden ideal será hacer
vivir las virtudes humanas teniendo siempre presente a Dios.
Finalmente, valorar el trabajo. El trabajo bien hecho
conlleva una serie de virtudes: humildad, espíritu de servicio hacia los demás,
prudencia, constancia, lealtad, laboriosidad, etc.
Los padres somos los protagonistas de estas breves
reflexiones. Cada familia tiene su estilo y se planteará qué valores quiere
transmitir. Estos se irán contagiando por osmosis si nos esforzamos en vivir
con alegría y constancia las cosas pequeñas sin quejarnos. No se trata de hacer
cosas grandes, sino de actuar empezando por nosotros mismos. Por último, dar
gracias por todo y a todos para enseñar a los hijos el agradecimiento. Todo con
paciencia se puede llevar a buen término. Recordemos al poeta Rabindranath
Tagore: ´´No es el martillo el que deja perfectas las piedras, sino el agua con
su danza y canción´´.
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Los padres somos los protagonistas de estas breves reflexiones. Cada familia tiene su estilo y se planteará qué valores quiere transmitir. Estos se irán contagiando por osmosis si nos esforzamos en vivir con alegría y constancia las cosas pequeñas sin quejarnos. No se trata de hacer cosas grandes, sino de actuar empezando por nosotros mismos.
ResponderEliminarNo se trata de hacer cosas grandes, sino de actuar empezando por nosotros mismos. Por último, dar gracias por todo y a todos para enseñar a los hijos el agradecimiento. Todo con paciencia se puede llevar a buen término. Recordemos al poeta Rabindranath Tagore: ´´No es el martillo el que deja perfectas las piedras, sino el agua con su danza y canción´´.
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