1.- CELEBRAR LA NAVIDAD HOY ES COMPARTIR
1.- La Navidad es: Paz, Alegría,
Esperanza y Silencio. Jesús, María y José estaban solos. Pero Dios buscó para
acompañarlos gente sencilla, unos humildes pastores. Esa noche, ellos son los
primeros y los únicos en saber del nacimiento del Mesías en la tierra. En
cambio, hoy, lo saben millones de hombres de todo el mundo. La luz de la noche
de Belén ha llegado a muchos corazones. Los pastores que aquella noche la
acogieron, encontraron una gran alegría, la alegría que brota de la luz. La
oscuridad del mundo superada por la luz del nacimiento de Dios. Dios quiso que
los pastores fueran también los primeros mensajeros. Ellos contarán los que han
visto y oído. Y nos dice el evangelio que todos los que los escuchaban quedaron
admirados de lo que decían los pastores. Igualmente, a nosotros se nos revela
Jesús en medio de la normalidad de nuestros días, y también nosotros
necesitamos la misma sencillez y humildad de los pastores para llegar hasta El.
Debemos estar atentos para descubrir a Jesús en la sencillez de lo ordinario,
envuelto en pañales y reclinado en un pesebre, sin demostraciones aparatosas. Y
todo el que ve a Cristo se siente movido a darlo a conocer en seguida. No puede
esperar…
3.- ¿Quién es Jesucristo? Podríamos
decir que las lecturas del día de Navidad se concentran en dar una respuesta al
gran interrogante que ha atravesado los dos mil años de cristianismo: ¿Quién es
Jesucristo? La respuesta la encontramos, sobre todo, en el prólogo del
evangelio según san Juan: El Verbo, el creador del universo, la luz del mundo,
el revelador del Padre, etc. Esta respuesta del evangelio es colocada en el
ámbito del profetismo del Antiguo Testamento: Jesucristo, el mensajero que trae
la paz y la salvación -primera lectura-; Jesucristo, el último y definitivo
profeta de Dios ¿Quién es Jesucristo? En todo el mundo cristiano el día 25
celebramos el nacimiento de un niño: Jesús de Nazaret, que ha revolucionado
durante dos mil años la historia de la humanidad. Quienes no son cristianos tal
vez se pregunten quién es ese niño que celebran los cristianos con tanta
solemnidad. Y no está mal que también nosotros, en esta singular ocasión de la
Navidad, nos lo preguntemos.
4.- ¿Quién es Jesucristo para
mí? Jesucristo es el Verbo, que vive en el seno de Dios, y que pone su tienda
entre los hombres, en un determinado momento de la historia. Jesucristo, antes
de ser una palabra pronunciada por la historia, es La Palabra pronunciada por
el mismo Dios. El Padre está pronunciando eternamente La Palabra. En Belén, en
tiempo del emperador Augusto, la Palabra eterna es pronunciada por labios
humanos, se convierte en palabra de carne. Se llama Jesús de Nazaret. Esto es
teología, pero lo importantes es que te preguntes de modo muy personal: "Para
mí, ¿quién es Jesucristo?". Según que se responda a esta pregunta con los
labios, con el corazón y sobre todo con la vida, nuestra existencia seguirá un
rumbo u otro, seguirá unos parámetros u otros según los cuales vivir. Si
Jesucristo lo es todo para mí: mi Dios, mi salvador, mi modelo, mi todo,
trataré de hacer real en mi vida este convencimiento. Si Jesucristo es un
hombre extraordinario, el más enigmático y grandioso entre los hijos de Adán,
pero nada más que hombre, seré tal vez un gran admirador de su figura, trataré
de seguir su vida moralmente ejemplar, pero nunca caeré de rodillas ante él, ni
le invocaré como redentor, ni estaré dispuesto a dar mi vida por creer en él.
Que esta Navidad reafirmemos nuestra fe en "Jesucristo, verdadero Dios y verdadero
hombre", en "Jesucristo, salvador del hombre".
2.- DIOS QUIERE ENCARNARSE EN CADA UNO DE NOSOTROS
1. El Verbo se hizo carne y
acampó entre nosotros. Cuando se acerca la Navidad muchas familias cristianas
colocan un sencillo y adornado Belén en un sitio muy visible de la casa.
Quieren, simbólica y devotamente, que el niño Dios acampe entre ellos durante
los días que duran estas fiestas. Es una costumbre bonita y tierna que puede
ayudar, sobre todo a los niños, a comprender algo de lo que realmente es el
misterio de la encarnación de Dios en un niño tan frágil y necesitado como
cualquiera de nosotros. Pero la celebración del misterio no puede, ni debe,
quedarse en eso. La Navidad no debe reducirse a conmemorar un acontecimiento
histórico que ocurrió hace ya algo más de dos mil años. Dios se encarnó en
Cristo para que nosotros, unidos a él, podamos seguir haciendo presente en
nuestras vidas la vida de Cristo. La encarnación de Dios en Cristo debe hacer
posible la encarnación de Dios en cada uno de nosotros. Dios se hizo hombre
para que, como dice San Agustín, nosotros podamos, de alguna manera, ser
dioses. A través de la encarnación de Dios en Cristo, Dios quiere encarnarse en
la vida de cada uno de nosotros. El mejor Belén en el que Dios quiere acampar es
nuestro corazón; debemos hacer de nuestro corazón un altar donde pueda acampar
y vivir el Hijo de Dios.
2. La virtud necesaria e
imprescindible que nos exige el Señor para poder acampar en nuestro corazón es
la virtud del amor. Dios es amor y sólo a través del amor podemos llegar a él.
No un amor teórico, ni simplemente contemplativo, sino un amor activo y
desbordante que llega hasta nuestro prójimo, sobre todo hasta el prójimo que
más nos necesite. Una Navidad que no tenga en cuenta el amor al prójimo no es
una Navidad cristiana. Si Dios acampa entre nosotros, junto a nosotros, debe
haber siempre a nuestro lado un espacio donde pueda estar el prójimo más
necesitado. La Navidad es la fiesta de un Dios que se ha hecho hombre y ha
querido compartir nuestra pobreza y nuestra debilidad. Si en estas fiestas de
Navidad no se hace visible, en nuestro comportamiento, el amor de Dios al
prójimo necesitado, realmente no estamos celebrando cristianamente la fiesta de
la Navidad cristiana.
3. Como nos dice repetidamente
san Pablo, todos los cristianos, sin distinción, formamos el cuerpo místico, el
cuerpo total, de Cristo. El mismo Dios que se encarnó en Cristo quiere
encarnarse y hacerse visible en cada uno de los cristianos. Por eso, yo creo
que, además de celebrar en Navidad la encarnación de Dios en Cristo Jesús,
debemos celebrar, con gozo y agradecimiento, las encarnaciones de Dios en cada
uno de nosotros, los cristianos.
3.- A BELÉN, PASTORES
1.- “A Belén, Pastores” es el
título de un villancico que cuenta la gran noticia del nacimiento de Jesús. Hoy
(esta noche) la proclamamos a pleno pulmón. Así lo han hecho las lecturas de la
Palabra de Dios, que nos anuncian la llegada de esa gran luz que es para
nosotros Jesús. Y con esa misma alegría nos felicitamos: ¡Feliz nacimiento de
Jesús! ¡Feliz navidad! Porque eso es lo que hemos estado preparando durante
este tiempo, un nacimiento, y las señales no pueden ser otras que unos pañales
y una cuna, o mejor dicho, un pesebre. Son las señales que el Ángel del Señor
les dice a los Pastores que encontrarán: “encontraréis un niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre”.
2.- Aquellos Pastores son hoy el
centro de mi reflexión. Una gente humilde y sencilla, pobre y necesitada, es el
primer colectivo que recibe el anuncio de la Navidad de Jesús, de su
nacimiento. Hoy ha de ser Navidad para todos los colectivos, especialmente para
los parados, para los que han perdido su casa, para los que no llegan a fin de
mes, para las familias que pasan por momentos difíciles… y también para los que
aún conservan su trabajo, para los que han aumentado la familia en este año,
para los que son generosos y solidarios con los demás… Hoy hay que salir
corriendo, como los Pastores, sin pensarlo dos veces, y llegar al pesebre de
Belén y admirarnos de cómo todo un Dios se ha podido vestir de tanta
fragilidad, de tanta humanidad, para estar cerca de nosotros, para que estemos
cerca de él. Dios se ha venido a vivir con nosotros para siempre. Esa es
nuestra gran luz.
3.- Juan el Bautista anunció esa
luz. “No era él la luz, sino testigo de la luz”. Una luz que ilumina muchas
oscuridades que hay en nosotros y a nuestro alrededor, una luz que es una Buena
Noticia: “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande”. Una luz que
trae alegría y gozo, que romperá la vara del opresor y el yugo de su carga.
“Cantad al Señor un cántico nuevo”, hemos dicho en el Salmo. Porque “ha
aparecido la gracia de Dios”, porque “Dios nos ha hablado por el Hijo”, por la
Palabra que “se hizo carne y acampó entre nosotros”. Hasta las ruinas de
Jerusalén cantan, “porque ven cara a cara al Señor”.
4.- Vamos todos a Belén, vamos
todos al pesebre, con la sencillez de los Pastores, para descubrir en ese Niño
al Hijo de Dios que viene a traernos su felicidad, su salvación. Vamos a
adorarle, vamos a admirarnos, caigamos de rodillas ante tanto amor. “No temáis,
os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la
ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis
la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y
aquellos Pastores ni se lo pensaron, salieron corriendo. Salgamos también
nosotros aprisa, abramos el corazón, que sea Dios el que nazca en él, y no las
falsas luces y los sucedáneos de la navidad, que no nos dejan ver lo esencial,
que nos distraen y nos alejan del verdadero mensaje. Desde ahora estamos
llamados a llevar una vida “sobria, honrada y religiosa”, para que seamos luz y
signo de ese Niño Dios que ha nacido en un pesebre, porque no encontró sitio en
ninguna casa, porque “vino a su casa y los suyos no lo recibieron”.
5.- Quedémonos de rodillas ante
el pesebre. Que se abra nuestro corazón de par en par. Que nuestra vida no sea
igual a partir de esta noche (de este día). Que anunciemos con nuestras obras
la presencia de Dios entre los hombres, y entre las mujeres, y con los niños, y
con los ancianos, y con los enfermos, y sobre todo con los más pobres, con los
desahuciados, con la gente humilde y sencilla que sabe reconocer una buena
noticia, una gran alegría, una nueva luz y esperanza para sus vidas y para toda
la humanidad. Dios viene a traer un nuevo sentido a nuestra existencia, también
para los que viven alejados, para los que no le reconocen, para los que
permanecen indiferentes. Dios viene a cumplir su proyecto de felicidad con
todas las personas. Por eso hoy es un día feliz. Por eso nos felicitamos.
¡Feliz nacimiento de Jesús! ¡Feliz cercanía de Dios! ¡Feliz navidad!
4.- DIOS QUE SE NOS ACERCA Y SE HACE VER...
1.- ROMPED A CANTAR.-
"Porque ven la cara del Señor, que vuelve a Sión", sigue diciendo
Isaías. El rostro de Dios, un antropomorfismo como tantos otros, mediante los
cuales los profetas tratan de hacernos comprender realidades divinas con
palabras humanas. No pueden hacerlo de otra manera, pero al pronunciar sus
oráculos nos permiten acercarnos a la realidad divina, intuir al menos algo de
su grandeza y majestad.
En el mismo tono sigue diciendo:
"Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su
pueblo, rescata a Jerusalén". El motivo es ahora ver como Dios consuela a
los suyos, como los libra de la esclavitud... Aquellas palabras vuelven a
resonar hoy en nuestros oídos pues también nosotros tenemos motivos para
cantar, para estar a alegres en el día de la Navidad y para romper a cantar.
Dios ha nacido para redimirnos. Es un Niño de carita morena y ojos grandes, de
mirada inocente y alegre.
2.- LOS ÁNGELES.- En el enmarque
navideño no pueden faltar los ángeles. Ellos están presentes en nuestros
recuerdos infantiles, vivos en estos días en los que todos nos sentimos como
niños. Ya la Anunciación la hizo un arcángel, Gabriel,
"El-fuerte-de-Dios". Y antes fue Zacarías quien recibió la noticia de
tener un hijo a través del mismo mensajero. Y luego San José, en sueños, fue
informado por un ángel del misterio que ocultaba la dulce mirada de su esposa.
Los pastores se llenaron de asombro ante la
voz de los ángeles en las cercanías de Belén. Hoy aquel lugar se llama Campo de
pastores y una pequeña iglesia conmemora el hecho, junto a una gruta para
guarecerse en las noches de invierno. Ellos creyeron el anuncio de los ángeles
y fueron presurosos y alegres al portal de Belén, llenando los caminos de
coplas sencillas, mientras allá arriba los ángeles cantaban "Gloria a Dios
en las alturas y paz en la tierra...". Los ángeles siguen cantando. Ponte
a la escucha
3.- VER A DIOS.- El Prólogo de
San Juan termina diciendo que "el Hijo único, que está en el seno del
padre, es quien lo ha dado a conocer". Con estas palabras enlaza con el
inicio de este deslumbrante pasaje, que dice que "el Verbo estaba junto a
Dios". Es un modo de enmarcar esta perícopa, este paso evangélico que nos
deslumbra y fascina. Con ese enmarque se recalca que Jesús es el Hijo de Dios,
la segunda Persona de la Santísima Trinidad.
Y al mismo tiempo se resalta la
idea de que Él es la trasparencia de Dios, el Sacramento del Padre, el que nos
da a conocer lo que estaba oculto, el misterio de lo divino presente en lo
humano. "Muéstranos al Padre, dijo Felipe, y nos basta". Ver a Dios,
con eso ya tenía cuanto el corazón humano puede desear. Y Jesús le contesta que
quien le ve a Él, ha visto al Padre... Un Niño recién nacido, en el silencio de
una gruta, en brazos de María, arropado por San José. Dios que se nos acerca y
se hace ver...
5.- ¡DIOS SE DEJA ACARICIAR!
¡ALELUYA! ¡DIOS HA NACIDO! Esta
exclamación, nada ni nadie la puede acallar. Lo esperado desde siglos, se hace
realidad en Jesús. Y, este gran acontecimiento, nos ha puesto en pie. ¡Esto si
qué es la Navidad!
También nosotros, como los
pastores, hemos escuchado y sentido el anuncio del Ángel. “Hoy en Belén os ha
nacido el Salvador”. Y ¿Cuál ha sido nuestra reacción? ¡La que tenía que ser!
¡Nos hemos puesto en camino! Hemos dejado los valles de nuestras distracciones
porque, el REY DE REYES, merece nuestra cercanía, nuestra oración y nuestra
acogida. La estrella luce; los pastores ofrecen; los reyes adoran; Herodes se
incomoda…y nosotros, para no ser menos, brillamos con la luz de la fe, ofrecemos
lo que somos y adoramos a Jesús conscientes de que, Rey, ¡sólo El!
Llegar aquí, en esta mañana
santa de la Navidad, es prolongar en el tiempo y en el espacio, lo que ayer
noche en Belén se hizo prodigio, milagro, humildad y salvación: DIOS EN MEDIO
DE NOSOTROS. En este Año de la Fe, frente al pesebre, con el corazón en la mano
y la emoción en los labios le decimos a Dios: creemos en Ti, creemos en tu
presencia humana y divina, creemos en la fuerza del Espíritu Santo. ¡Que no nos
falte el milagro de este día, Señor! ¡La fe!
1 .Asomarnos aquí, a la sombra
del portal, es agradecer a Dios el hecho de que sigue apostando por el hombre;
de que sigue confiando en nosotros. ¡Tanto confía que del hombre se fía y se
hace hombre como nosotros! ¡Gracias, amigo y Señor!
Contemplar aquí, delante de la
Sagrada Familia el Misterio, es dejarse impresionar por el amor gigantesco de
Dios. Belén, en este día de Navidad, tiene sabor a fraternidad. En Belén, los
seres humanos, se dan la paz. Y, en Belén, al abrazarnos con Dios no hacemos
otra cosa que, en su pobreza, enriquecernos con todo lo bueno que Dios tiene,
con todo lo bueno que Él nos da.
•Nos fundamos a su pobreza,
purificaremos nuestra altanera riqueza
•Nos afiancemos a su humildad,
ablandará nuestro altivo orgullo
•Nos envolvamos en su amor, hará
más auténticas y radicales nuestras entregas
•Nos perdamos en su alegría, y
nuestra felicidad dejará de ser una máscara
2. Si Dios siendo rico, se hace
indigente por nosotros, algo debe existir en nuestra vida ordinaria que no
gusta a Dios. Algo que necesita ser recuperado, elevado y dignificado. La
Navidad, es la gran riqueza que Dios pone en medio de un mundo que, en el
fondo, es pobre y mendigo de un amor auténtico.
Como los pastores hemos creído
las palabras del Ángel. Y, estas palabras, nos han producido una inmensa
alegría, una profunda emoción: todos nos sentimos un poco niños en el día de
Navidad.
En el día de Navidad, Dios, nos
deja sin argumentos. Queríamos pruebas de su amor, y se hace como uno de nosotros.
Nos quejábamos de su lejanía, y se deja besar y contemplar en un Niño. ¿Puede
hacer más Aquel que no tenía necesidad de tanto?
Aun así, a algunos, les parecerá
poco o nada. Seguirán embelesados y perdidos con sus dioses. Mirando a la luna
o extasiándose con el sol. Aquello de “vino a los suyos y los suyos no le
recibieron” vuelve a repetirse en los corazones obstinados. En las personas que
se dejan seducir por lo inmediato y son incapaces de abrirse al Misterio.
Dios, en Belén, sabe que se la
juega y con mucho riesgo. Se encarna en todo con el hombre: sufrirá, gozará,
llorará, dudará pero al final, por Jesús, salvará. Hoy, en la cuna de Belén, el
amor calla. Mañana, en Viernes Santo, el amor que fue pequeño y grande en
Belén, será también igual de humilde, gigantesco, igual de solitario…pero más
sangriento.
Entre maderas apareció el amor
de Dios en el mundo, y entre maderas marchará el amor de Jesús de este mundo.
Eso sí, a los pies de esas
cuatro tablas –tanto en el pesebre como en la cruz- estuvo y está quien sabe
siempre estar y esperar: MARIA.
Que Ella, la que ha hecho
posible esta Navidad, nos ayude acercarnos al pesebre para ver al recién
nacido. Que nos ayude a reflexionar sobre el sentido de estos días. Que nos
empuje para beber en la fuente del amor que es Belén. Que, como Madre, nos
siente en su regazo y nos rescate de la indiferencia, del egoísmo y tantos
obstáculos que nos impiden abrirnos a Dios y a los demás.
+ ¡Bendita sea la Navidad! ¿Por
qué Dios pudiendo haber venido en séquito real, lo hizo en humilde pesebre?
+ ¡Bendita sea la Navidad! ¿Por
qué Dios, que lo tenía todo, se aventuró a perderlo todo?
+ ¡Bendita sea la Navidad! ¿Por
qué Dios, teniéndolo todo, prefirió presentarse sin nada?
+ ¡Bendita sea la Navidad! Ya
que el hombre olvida y no mira a Dios, Dios –que mira mucho por el hombre- sale
a nuestro encuentro para que no olvidemos que camina y vive junto a nosotros.
+ ¡Bendita sea la Navidad!
Porque, en este Año de la Fe, nos invita a reavivar el fuego de Belén, a hacer
más cálidos los pañales de nuestra generosidad, a alentar –allá donde fuera
necesario- la presencia de un Dios que vive mucho más cerca de lo que algunos
creen, piensan o intentar solapar. ¡FELIZ NAVIDAD! ¡DIOS ESTÁ CON NOSOTROS!
6.- ES AHORA EL “HOY” QUE HEMOS ESPERADO
1.- Las grandes fiestas de la
liturgia cristiana –por ejemplo la Pascua—tienen varias celebraciones, varias
misas, que van desde la vigilia hasta misa del día. Y como es lógico no podía
ser menos la Navidad. Y, en ella, la misa de medianoche se ha bautizado como
“Misa del Gallo” desde tiempo inmemorial. Parece que los gallos –ya muy
ausentes de nuestra vida cotidiana—dan su primer canto en esas primeras horas
de la madrugada. Pero, además, se trata de transcurrir en unión, en oración, las
primeras horas de la jornada en la que festejamos el Nacimiento de Cristo. Es
ya el “hoy” que tanto hemos esperado durante todo el Adviento. Y este año por
la especial “factura” del calendario nos hace que unas horas después –ayer-- de
haber terminado el Cuarto Domingo desembocamos “de bruces” en la Navidad. El
“hoy” evidente no responde a una precisión histórica, pero tanto da. Para
nosotros ha sido una meta y lo sigue siendo. Este es el “hoy” que hemos
esperado hombres y mujeres durante tanto tiempo, algunos durante toda la
Historia.
2.- Hemos salido de casa ya con
la noche muy cerrada, haciendo un alto en la fiesta navideña familiar para
reunirnos solidariamente en el templo con otra familia más amplia que son los
hermanos de la parroquia. No se han quedado los niños en casa. Tal vez, solo lo
más pequeños. Tampoco importa que hoy lloren, o revuelvan, o correteen por los
pasillos de bancos y hasta por el presbiterio. Hoy –nuestro “gran hoy”—es la
fiesta de un Niño. Y nosotros, más que nunca, hoy tenemos que hacernos como
niños. Hemos visto, asimismo, que el ambiente exterior muestra con sus luces y
sus colores el ambiente navideño y no debemos renegar de esas luces y colores,
aunque sean más o menos comerciales. Por lo menos la Navidad está en la calle,
cosa que no le pasa a la Pascua. En fin que el ambiente exterior se junta con
la emoción interior del templo para hacernos saber que en efecto la Navidad es
algo muy grande y muy bien alojado en el corazón de la mayoría de los hombres y
mujeres. Tal vez, para muchos sea –y es triste—la única muestra de
religiosidad. Despreciar esa muestra de alegría pública porque no nos parezca
poco ortodoxa o nada virtuosa es un gran error, sobre todo en estos tiempos en
que, cada vez, hay menos muestras públicas de los valores del cristianismo.
¡Algo es algo!
3.- Las lecturas que hemos
escuchado esta noche son emocionantes y muy bellas. Isaías describe
perfectamente la expectación histórica que el mundo tenía en la llegada del
tiempo nuevo. “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande”. Y Pablo
en su Carta a Tito también muestra una secuencia temporal interesante: “Ha
aparecido la Gracia de Dios”. Aparecer significa surgir en un momento dado en
un lugar que antes no estaba. Y añade: “la aparición del Gran Dios y Salvador
nuestro: Jesucristo” Parece que quiere referirse al prodigio de Belén, a la
llegada de Dios –en forma de Niño--a la Tierra, al tiempo finito. ¡Y qué decir
del párrafo del evangelista Lucas! Pues que tiene mucho de narración
cinematográfica y que quiere, además, dar precisiones históricas. Pero hay
muchos elementos de reflexión que han ocupado la mente y la pluma de mucha
gente durante, también, muchos años. El fiasco de la posada, la cueva del
Nacimiento, los pastores, los ángeles que suben y bajan… Y, en todo ello, una
alegría insondable, más fuerte que la condición humana. El cielo y la tierra se
unen por vez primera en solución de continuidad, como si no hubiera frontera
entre los dos ámbitos.
Dios se hace hombre sin
demasiada publicidad, los que reciben la noticia son los pastores, los cuales
tenían muy mala fama en el Israel de tiempos de Jesús, casi se les consideraba
delincuentes. Mucha gente no se enteró de ese Nacimiento, desde luego. Y esa
elección de los pastores ya marcaba el deseo de Dios de acercarse a los “malos”
y hacerlos “buenos”. Siempre ha querido estar cerca de los humildes, de los
pequeños, de la gente alegre que acepta sin reservas un mensaje de paz y
alegría.
4.- Y es que nuestro Dios es –la
mayoría de las veces—difícil de comprender. Con su poder infinito hubiera
podido hacer la Redención de otra manera. O procurar, por ejemplo, que su Hijo
llegase al mundo entre gente influyente y poderosa, que, sin duda, servirían
mejor para influir y transformar a una gran mayoría y, sobre todo, a los más
ignorantes. Dios no obliga. Dios espera que todos y cada uno actuemos en
libertad. Y que hacía falta adoptar el papel de grano de mostaza para que las
cosas crecieran. El género humano no solo se equivoca colectivamente el día que
come el fruto prohibido en el Jardín del Edén. Ha seguido equivocándose
atribuyéndose un poder que no tiene. La venda y la mordaza de la soberbia
evitan miradas y gritos de esperanza. Sólo parece repetirse, a través de la
historia, la rutina y el error continuado por causa de la ceguera con la que se
emprende el camino.
Dios –ya lo dijo Cristo—busca el
apoyo de los sencillos y de los ignorantes, de aquellos que no tienen nada que
perder, ni nada que defender. Y esa elección se irá repitiendo, día a día, a lo
largo de toda la historia de la humanidad. Por eso es bueno que seamos
sencillos, pobres, limpios, alegres y que, en realidad, solo busquemos la
llamada de Dios. Y es cierto que fue en esa noche, al raso, cuando se produjo
la primera llamada de un tiempo nuevo, ya que el anterior había sido caducado
por el hombre con sus torpezas y tristezas.
5.- No trato de ponerme serio en
exceso en esta noche de paz, de alegría, de amor. Claro que no. Pero es bueno
que entendamos lo importante de lo que estamos celebrando. Esta noche que
conmemoramos fue la primera de un tiempo en el que Dios se nos iba a manifestar
como Padre y como Madre. Y que nos iba a enseñar su poder en forma de un Niño
recién nacido. Porque el poder no está en la fuerza, sino en el amor. Y el Reinado
del Amor se inició una noche –más bien fría—en los campos de Belén.
les deseo a todos una muy bendecida navidad
P. Miguel
No trato de ponerme serio en exceso en esta noche de paz, de alegría, de amor. Claro que no. Pero es bueno que entendamos lo importante de lo que estamos celebrando. Esta noche que conmemoramos fue la primera de un tiempo en el que Dios se nos iba a manifestar como Padre y como Madre. Y que nos iba a enseñar su poder en forma de un Niño recién nacido. Porque el poder no está en la fuerza, sino en el amor. Y el Reinado del Amor se inició una noche –más bien fría—en los campos de Belén.
ResponderEliminarQuedémonos de rodillas ante el pesebre. Que se abra nuestro corazón de par en par. Que nuestra vida no sea igual a partir de esta noche (de este día). Que anunciemos con nuestras obras la presencia de Dios entre los hombres, y entre las mujeres, y con los niños, y con los ancianos, y con los enfermos, y sobre todo con los más pobres, con los desahuciados, con la gente humilde y sencilla que sabe reconocer una buena noticia, una gran alegría, una nueva luz y esperanza para sus vidas y para toda la humanidad. Dios viene a traer un nuevo sentido a nuestra existencia, también para los que viven alejados, para los que no le reconocen, para los que permanecen indiferentes. Dios viene a cumplir su proyecto de felicidad con todas las personas. Por eso hoy es un día feliz. Por eso nos felicitamos. ¡Feliz nacimiento de Jesús! ¡Feliz cercanía de Dios! ¡Feliz navidad!
ResponderEliminarLa encarnación de Dios en Cristo debe hacer posible la encarnación de Dios en cada uno de nosotros. Dios se hizo hombre para que, como dice San Agustín, nosotros podamos, de alguna manera, ser dioses. A través de la encarnación de Dios en Cristo, Dios quiere encarnarse en la vida de cada uno de nosotros. El mejor Belén en el que Dios quiere acampar es nuestro corazón; debemos hacer de nuestro corazón un altar donde pueda acampar y vivir el Hijo de Dios.
ResponderEliminarDios quiso que los pastores fueran también los primeros mensajeros. Ellos contarán los que han visto y oído. Y nos dice el evangelio que todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Igualmente, a nosotros se nos revela Jesús en medio de la normalidad de nuestros días, y también nosotros necesitamos la misma sencillez y humildad de los pastores para llegar hasta El. Debemos estar atentos para descubrir a Jesús en la sencillez de lo ordinario, envuelto en pañales y reclinado en un pesebre, sin demostraciones aparatosas. Y todo el que ve a Cristo se siente movido a darlo a conocer en seguida. No puede esperar…
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