Tiempo fuerte de
esperanza
Comenzamos hoy la
Semana Santa. Tendrá sus días llenos de manifestaciones religiosas, las más
diversas, pero todas ellas en relación con el misterio de la pasión y
resurrección del Señor.
La primera parte de
la liturgia de hoy -bendición y procesión de ramos- es una celebración
litúrgica que actualiza un momento decisivo en los últimos días de la vida de
Jesús: su entrada triunfante en la Ciudad Santa. Participar en esta liturgia
hace posible que también nosotros formemos parte de la muchedumbre que lo acompañó
aquel día. Vivamos esa procesión litúrgica como expresión de nuestro deseo y
compromiso de vivir en comunión con Él durante estos días en los que se nos
invita a participar en los Sacramentos Pascuales.
La lectura de la
Pasión según san Lucas y las oraciones de la liturgia eucarística nos meten de
lleno en la contemplación de los misterios dolorosos de la Pascua del Señor.
Pidamos al Padre con
la oración colecta: "concédenos que las enseñanzas de su pasión nos sirvan
de testimonio, y que un día participemos en su gloriosa resurrección".
La liturgia del
Domingo de Ramos puede parecer desconcertante. Comienza con una procesión
jubilosa y tiene una segunda parte en la que la comunidad cristiana es invitada
a meditar la Pasión de su Señor. Esta aparente paradoja es una invitación a
vivir esta Semana Santa dedicados a contemplar todo el misterio de Cristo.
Efectivamente, la
liturgia que inicia la Semana Santa nos invita a desentrañar el misterio de
Cristo que ya en la misma entrada triunfal en la Ciudad se presenta como rey
pero cabalgando sobre un borrico. Ante Pilatos Jesús lo aclarará: 'Mi Reino no
es de este mundo'.
En el relato de la
Pasión que se lee en la misa de hoy encontramos, en el momento menos esperado,
cuando todo se hundía con la muerte del Señor, una confesión de fe en boca de
uno de sus verdugos: 'Realmente este hombre era Hijo de Dios'. Es un rasgo más
del misterio de Cristo que, aunque propone el camino de la cruz, sigue
cautivando corazones que le siguen profesando su amor, aún en medio de las
mayores dificultades.
Para orar con la
liturgia
Cristo, siendo
inocente,
se entregó a la
muerte por los pecadores,
y aceptó la
injusticia
de ser contado entre
los criminales.
De esta forma, al
morir,
destruyó nuestra
culpa,
y, al resucitar,
fuimos justificados.
La liturgia del Domingo de Ramos puede parecer desconcertante. Comienza con una procesión jubilosa y tiene una segunda parte en la que la comunidad cristiana es invitada a meditar la Pasión de su Señor. Esta aparente paradoja es una invitación a vivir esta Semana Santa dedicados a contemplar todo el misterio de Cristo.
ResponderEliminarEfectivamente, la liturgia que inicia la Semana Santa nos invita a desentrañar el misterio de Cristo que ya en la misma entrada triunfal en la Ciudad se presenta como rey pero cabalgando sobre un borrico. Ante Pilatos Jesús lo aclarará: 'Mi Reino no es de este mundo'.
En el relato de la Pasión que se lee en la misa de hoy encontramos, en el momento menos esperado, cuando todo se hundía con la muerte del Señor, una confesión de fe en boca de uno de sus verdugos: 'Realmente este hombre era Hijo de Dios'. Es un rasgo más del misterio de Cristo que, aunque propone el camino de la cruz, sigue cautivando corazones que le siguen profesando su amor, aún en medio de las mayores dificultades.