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lunes, 18 de marzo de 2013

UN TIEMPO NUEVO DE ESPERANZA


 
Tiempo fuerte de esperanza
 
Comenzamos hoy la Semana Santa. Tendrá sus días llenos de manifestaciones religiosas, las más diversas, pero todas ellas en relación con el misterio de la pasión y resurrección del Señor.
 
La primera parte de la liturgia de hoy -bendición y procesión de ramos- es una celebración litúrgica que actualiza un momento decisivo en los últimos días de la vida de Jesús: su entrada triunfante en la Ciudad Santa. Participar en esta liturgia hace posible que también nosotros formemos parte de la muchedumbre que lo acompañó aquel día. Vivamos esa procesión litúrgica como expresión de nuestro deseo y compromiso de vivir en comunión con Él durante estos días en los que se nos invita a participar en los Sacramentos Pascuales.
 
La lectura de la Pasión según san Lucas y las oraciones de la liturgia eucarística nos meten de lleno en la contemplación de los misterios dolorosos de la Pascua del Señor.
 
Pidamos al Padre con la oración colecta: "concédenos que las enseñanzas de su pasión nos sirvan de testimonio, y que un día participemos en su gloriosa resurrección".
 
La liturgia del Domingo de Ramos puede parecer desconcertante. Comienza con una procesión jubilosa y tiene una segunda parte en la que la comunidad cristiana es invitada a meditar la Pasión de su Señor. Esta aparente paradoja es una invitación a vivir esta Semana Santa dedicados a contemplar todo el misterio de Cristo.
 
Efectivamente, la liturgia que inicia la Semana Santa nos invita a desentrañar el misterio de Cristo que ya en la misma entrada triunfal en la Ciudad se presenta como rey pero cabalgando sobre un borrico. Ante Pilatos Jesús lo aclarará: 'Mi Reino no es de este mundo'.
 
En el relato de la Pasión que se lee en la misa de hoy encontramos, en el momento menos esperado, cuando todo se hundía con la muerte del Señor, una confesión de fe en boca de uno de sus verdugos: 'Realmente este hombre era Hijo de Dios'. Es un rasgo más del misterio de Cristo que, aunque propone el camino de la cruz, sigue cautivando corazones que le siguen profesando su amor, aún en medio de las mayores dificultades.
 
Para orar con la liturgia
 
Cristo, siendo inocente,
se entregó a la muerte por los pecadores,
y aceptó la injusticia
de ser contado entre los criminales.
De esta forma, al morir,
destruyó nuestra culpa,
y, al resucitar,
fuimos justificados.
 
 






 
 


1 comentario:

  1. La liturgia del Domingo de Ramos puede parecer desconcertante. Comienza con una procesión jubilosa y tiene una segunda parte en la que la comunidad cristiana es invitada a meditar la Pasión de su Señor. Esta aparente paradoja es una invitación a vivir esta Semana Santa dedicados a contemplar todo el misterio de Cristo.

    Efectivamente, la liturgia que inicia la Semana Santa nos invita a desentrañar el misterio de Cristo que ya en la misma entrada triunfal en la Ciudad se presenta como rey pero cabalgando sobre un borrico. Ante Pilatos Jesús lo aclarará: 'Mi Reino no es de este mundo'.

    En el relato de la Pasión que se lee en la misa de hoy encontramos, en el momento menos esperado, cuando todo se hundía con la muerte del Señor, una confesión de fe en boca de uno de sus verdugos: 'Realmente este hombre era Hijo de Dios'. Es un rasgo más del misterio de Cristo que, aunque propone el camino de la cruz, sigue cautivando corazones que le siguen profesando su amor, aún en medio de las mayores dificultades.

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