No podría ser más
apropiado el lema de la Naciones Unidas (ONU) para la edición 2013 del Día
Internacional de la Mujer que se conmemora hoy, viernes 8 de marzo: “Una
promesa es una promesa: momento de pasar a la acción para acabar con la
violencia contra las mujeres”. Porque más allá de los coloridos anuncios
publicitarios en la vía pública, los eslóganes creativos del momento y el
aprovechamiento comercial de la fecha, millones de mujeres –en pleno siglo XXI–
continúan sufriendo diversos hechos de violencia. Cada día, a cada hora, en
todo lugar.
Fui testigo de ello
hace poco, al leer el periódico local en una determinada compañía de aviación
latinoamericana. En la página tres se encontraba un artículo muy bien escrito
en el que se trataba dicho flagelo mediante una serie de preguntas retóricas,
entre ellas: “¿No es también violencia contra la mujer utilizarla como un
objeto sexual para vender toda clase de productos? ¿No es violencia que una
madre se vea forzada por su condición económica a abandonar a sus hijos al
cuidado de una vecina o un pariente para pasarse todo el día cuidando a los
hijos ajenos? ¿No es violencia que miles de mujeres tengan salarios menores que
los que perciben los hombres aunque realicen tareas idénticas? ¿No es violencia
que en los programas de televisión se perpetúen estereotipos denigrantes?”
Pero la alegría de
leer algo así se empañó al dar vuelta la página y encontrar, prácticamente en
el resto del periódico, noticias y publicidades con un mensaje diametralmente
opuesto a lo planteado por quien escribió aquella excelente nota de opinión. Como
si se tratara de una ironía mordaz de nuestro tiempo.
De regreso al lema de
la ONU para este año, me inquieto al pensar en las muchas palabras que decimos
y en los pocos hechos que realizamos. A un inmenso número de personas nos sale
muy bien aquello de tener solución y opinión para todo, pero bastante difícil
reunir las fuerzas (y, en ocasiones, la valentía) para proceder con los cambios
necesarios para hacer posible esa realidad que anhelamos. Pero llegó el momento
de tomar el asunto con la seriedad que merece y decirle basta a la violencia.
Hombres y mujeres
podemos hacer algo para construir un mundo de mayor igualdad, respeto y
solidaridad. Un mundo en el que la violencia de género sea recordada como un
pasado horrendo que nos recuerde lo que no deseamos para nosotros ni para las
generaciones futuras. Y para ello es necesario que demos pasos concretos,
reales, de implementación práctica. ¿Qué podemos hacer? Dando por sentado que
comparto estas líneas con gente que concuerda en que todos los seres humanos
hemos sido creados iguales, comparto algunas ideas que pueden servir como
comienzo de acciones hacia el cambio:
- Aprender a ser
ciudadanos: conocer nuestros derechos y obligaciones, votar en forma
responsable, exigir el cumplimiento de las leyes para todos y todas.
- Denunciar todo
hecho de discriminación, desigualdad, segregación. Sean desvergonzadamente
notorios o apenas sutiles, nos afecten a nosotros o personas que no conocemos.
- Desterrar de
nuestro vocabulario palabras y frases que fomentan la violencia. ¡Ay esa pésima
costumbre de reírnos a expensas de que otra persona resulte denigrada! ¡Ay esos
insultos desbocados que revelan inseguridades, odio y menosprecio por el otro!
- Ser consumidores
responsables: dejar de comprar productos cuyos fabricantes utilicen a la mujer
como un objeto, lo mismo aplica para los medios de comunicación y las redes
sociales. A la par, comunicar el por qué de nuestra decisión. Y denunciar lo
que haya que denunciar.
- Comprometernos –ser
parte activa– con organizaciones y entidades que trabajen por la promoción y el
cumplimiento de los Derechos Humanos, brindando a su vez asistencia integral
–contención– a quienes padecen la carencia de ellos. Porque no es un problema
individual sino colectivo.
Que este nuevo Día
Internacional de la Mujer nos lleve a reflexionar sobre el mundo en el que
vivimos y nos impulse a pensar en acciones prácticas para lograr los cambios
que sean necesarios
María una mujer “llena
de gracia…”
El punto fundamental de nuestra espiritualidad que me han
invitado a presentar este año - es uno de los puntos de nuestra espiritualidad,
pero es mucho más que un punto de la espiritualidad, es María.
No me dispongo, pues, a hablar de María como tendría que
hacerse de la creatura más excelsa del mundo: ésta es una tarea tan extensa y
que exige un empeño tal, que sólo la Iglesia la puede llevar a cabo a través de
los siglos.
Por mi parte, sólo expondré brevemente cuanto, con el
espíritu del Movimiento, comprendimos sobre María, sobre aquellas riquezas
suyas que se han puesto más en evidencia durante nuestra historia.
Consideraré, por lo tanto, el tema: "María en la
experiencia del Movimiento de los Focolares".
María estuvo presente desde los albores del Movimiento e
incluso antes de que iniciase a existir oficialmente.
Muchos de ustedes saben que la primera intuición de lo que
iba a nacer - era en el lejano 1939 - se tuvo en la casa de la Virgen, en
Loreto, Italia. Fue allí donde comprendí que el Señor había preparado un camino
nuevo - que nosotros hemos llamado "cuarto camino" - para una nueva
familia espiritual en la Iglesia: los focolarinos. Fue en aquel lugar donde
intuí que una multitud de vírgenes seguiría este camino.
Si, María, ya en Loreto, con su silenciosa presencia, estaba
esperando a todos aquellos que la seguirían en su Obra.
Pero, antes que comenzáramos a comprender - gracias al carisma
del Movimiento - algo nuevo sobre las verdades de nuestra fe con respecto a
María, para nosotros, en general, la Madre de Jesús era vista como una
devoción, un hermoso afecto, la posibilidad de obtener protección; la Virgen,
que se veneraba sobre todo en el mes de mayo. Significaba una invocación; incluso
una figura que fascinó y sigue fascinando a los artistas de todos los siglos y
de todo tipo.
Más tarde, esta nueva espiritualidad hizo más profundo el
precedente concepto, limitado, que teníamos sobre María (que se podría comparar
a una hermosa, pura, viva estatua que adornaba y suavizaba también nuestra
existencia cristiana) y esta espiritualidad, más tarde, nos dio una visión de María
más de acuerdo a como Dios la concibe.
Cuando estaba naciendo el Movimiento - y esto es bastante
conocido - personalmente, recuerdo haber percibido, de manera nueva, algo
referente a María bajo un terrible bombardeo, que podía ser fatal para
nosotras.
Cubierta de polvo, que llenaba todo el refugio, levantándome
del suelo casi milagrosamente, en
medio de los gritos de los presentes, dije a mis compañeras:
"Ahora he experimentado un gran dolor en mi alma, mientras estábamos en
peligro: el de no poder ya recitar, aquí en la tierra (si hubiera muerto), el Ave
María".
En aquel entonces no podía aferrar el sentido de aquellas
palabras y de aquel sufrimiento. Quizás era expresar inconscientemente que,
permaneciendo vivas, con la gracia de Dios, podríamos dar gloria a María, decir
un Ave María tangible, dar gloria a María con la Obra que estaba por nacer.
Mientras tanto, María velaba a la puerta del primer focolar.
"Porque estás abandonado", decíamos al despertar, para expresar el
por qué de nuestra vida. "Porque estás desolada", concluíamos, sin comprender
todavía el insondable misterio encerrado en estas palabras.
Después, no faltaron las referencias a María - sobre todo
bajo la advocación de Inmaculada -cuando las primeras focolarinas, destacándose
del grupo del Movimiento por su vocación particular, formaron la que entonces
se llamó "la escuadra blanca". La consagración total a Dios se
formulaba a través del corazón materno de María.
Después, por algunos años, de María en realidad no se habló
mucho. Dios grababa, una a una, en nuestras almas, con caracteres de fuego,
aquellas verdades nuevas (si bien eran antiguas) que ocupaban toda nuestra
mente, corazón y fuerzas, que después llegaron a ser los puntos de la
espiritualidad: Dios-Amor, la voluntad de Dios, el Mandamiento Nuevo, Jesús
abandonado, Jesús en medio, la Palabra de Vida, la unidad...
A alguien que en 1947 nos preguntó por qué no se hablaba de
María, respondimos que María es la puerta que nos lleva a Dios. "Ave,
puerta del augusto misterio", canta el himno Acatisto.
Una puerta no es puerta si no se abre para dejar pasar. Una
puerta siempre cerrada es un muro.
Quien se detiene en la puerta no llega a Dios. La puerta es
para llegar a Jesús.
La Virgen es el vacío de sí misma, desaparece, se olvida de
sí: es la creatura que sabe que lo es, aún cuando está llena de Dios.
El ideal de la unidad miraba al fin y por eso contenía el
medio. El medio debe desaparecer frente al fin. Pero sólo quien verdaderamente
alcanza el fin, bendice el medio.
Estábamos convencidos de que quien vive la unidad (y es así
otro Jesús) es quien real,
auténticamente, ama a María.
Prácticamente María usó con nuestro Movimiento la misma
táctica que había usado con la Iglesia: permanecer en la sombra para dar todo
el relieve a quien debía tenerlo: a su Hijo, que es Dios.
Pero, cuando llegó el momento de su ingreso, por así decir,
oficial en nuestro Movimiento, ella se mostró - o mejor todavía, Dios nos la
reveló - de una grandeza proporcionada a cuanto había sabido desaparecer.
Fue en el '49 cuando María nos reveló verdaderamente algo de
sí misma. Aquel fue un año de gracias particulares, quizás un periodo
"iluminativo" de nuestra historia.
Se comprendió que María era toda ella Palabra de Dios,
estaba revestida completamente de la Palabra de Dios.
Y si el Verbo, la Palabra, es la belleza del Padre, María,
toda ella Palabra de Dios, era de una belleza incomparable.
Tan fuerte fue nuestra impresión frente a esta intuición,
que incluso hoy no la podemos olvidar, es mas, comprendimos por qué entonces
nos pareciese que sólo los ángeles hubieran podido balbucear algo acerca de
ella, de María.
Esta fue la primera clarificación sobre María que el Señor
nos quiso hacer. María: Palabra de Dios.
Por otra parte, que la Virgen era toda ella Palabra de Dios
lo dice el Magníficat, por ejemplo, cuya originalidad está justamente en el
hecho de ser una síntesis de frases de las Escrituras.
Esto nos hace comprender que la Virgen se había nutrido
hasta tal punto de las Escrituras que, hablando, estaba habituada a usar sus
mismas expresiones.
Dice Laurentin: "(En el) cántico (del Magníficat) cada
elemento de la frase es el eco de algún pasaje de la Biblia... Nosotros vemos a
María tan llena de la Palabra de Dios, que es su eco sonoro. Por eso, no nos
debe maravillar que Dios (en la Anunciación) le responda (a través del Ángel)
del mismo modo. A la Virgen, nutrida de las Escrituras, el mensajero divino le
habla en el lenguaje de las Escrituras"
La originalidad de María es - si bien en su caso en modo
perfecto - la misma que tendría que poseer cada cristiano: ser otro Jesús, la
Verdad, la Palabra, con la personalidad que Dios le ha dado.
El ver a María como Palabra de Dios, siempre nos pareció que
comportaría muchas consecuencias y consideraciones. Baste pensar en el diálogo
ecuménico.
Verla así, , con el alma, nos atrajo y nació un amor nuevo
hacia ella. A este amor ella,
evangélicamente, respondió manifestándose con más claridad a
nuestra alma por lo que era; ya sabíamos quien era, pero nos manifestó más
claramente quien era: MADRE DE DIOS, Teotokos.
Entonces, no sólo la jovencita de Nazaret, la más hermosa
creatura del mundo, el corazón que contiene y supera todos los amores de las
madres del mundo, sino: la Madre de Dios.
Nos bastó una mínima intuición de este misterio, para
enmudecer, adorando y dando gracias a Dios por haber obrado tanto en una
creatura.
María nos reveló - no sin una gracia de Dios -una dimensión
suya, que hasta aquel momento nos era completamente desconocida.
Si, porque antes veíamos a María frente a Cristo y a los
santos - para hacer una comparación -como en el cielo se ve la luna (María)
frente al sol (Cristo) y las estrellas (los santos). Ahora no: la Madre de Dios
abrazaba, como un enorme cielo azul, al mismo sol, al mismo Dios.
Nos quedamos atónitas ante la grandeza de María, como si la
conociésemos por primera vez.De hecho María es Madre de Dios porque es madre de
la naturaleza humana de la única Persona del Verbo, que es Dios, el cual ha
querido hacerse hombre. Pero el Verbo no se puede pensar separado del Padre y
del Espíritu Santo. El mismo Jesús, hijo de María, dice a Felipe cuando le pide
que le muestre al Padre: "Quien me ha visto ha visto al Padre... Yo estoy
en el Padre y el Padre esta en mí" (Jn 14, 9-10).
María, que se contemplaba contenida en la Trinidad, se nos
presentaba ahora como quien
contenía, de una manera que le es propia, a causa del Hijo,
a la Trinidad
Dios, en su amor ilimitado hacia esta creatura privilegiada,
en cierto modo se había
"empequeñecido" frente a ella.
Por otra parte, san Pablo, hablando de Jesús que es Dios,
dice que "se anonadó a sí mismo" (Flp 2,7) y esto tuvo inicio en el
seno de María.
Y ante esta comprensión de la grandeza de María, nuestra
alma hubiese querido gritar: ¡solo ahora hemos conocido a María!
La segunda clarificación que tuvimos sobre María fue, pues,
verla como Madre de Dios, y, como tal, hecha por Dios capaz de contener en
cierto modo a la Trinidad.
Si María es Palabra de Dios viva, ella no es un
"obstáculo" en nuestra relación con Cristo, como algunos podrían
pensar.
Ella está al frente de los muchos discípulos de Cristo,
en cuanto fue la primera discípula.
María, que se contemplaba contenida en la Trinidad, se nos presentaba ahora como quien
contenía, de una manera que le es propia, a causa del Hijo, a la Trinidad
Dios, en su amor ilimitado hacia esta creatura privilegiada, en cierto modo se había
"empequeñecido" frente a ella.
Por otra parte, san Pablo, hablando de Jesús que es Dios, dice que "se anonadó a sí mismo" (Flp 2,7) y esto tuvo inicio en el seno de María.
Y ante esta comprensión de la grandeza de María, nuestra alma hubiese querido gritar: ¡solo ahora hemos conocido a María!
La segunda clarificación que tuvimos sobre María fue, pues, verla como Madre de Dios, y, como tal, hecha por Dios capaz de contener en cierto modo a la Trinidad.
Si María es Palabra de Dios viva, ella no es un "obstáculo" en nuestra relación con Cristo, como algunos podrían pensar. Ella está al frente de los muchos discípulos de Cristo, en cuanto fue la primera discípula.
Que este nuevo Día Internacional de la Mujer nos lleve a reflexionar sobre el mundo en el que vivimos y nos impulse a pensar en acciones prácticas para lograr los cambios que sean necesarios
María, que se contemplaba contenida en la Trinidad, se nos presentaba ahora como quien
ResponderEliminarcontenía, de una manera que le es propia, a causa del Hijo, a la Trinidad
Dios, en su amor ilimitado hacia esta creatura privilegiada, en cierto modo se había
"empequeñecido" frente a ella.
Por otra parte, san Pablo, hablando de Jesús que es Dios, dice que "se anonadó a sí mismo" (Flp 2,7) y esto tuvo inicio en el seno de María.
Y ante esta comprensión de la grandeza de María, nuestra alma hubiese querido gritar: ¡solo ahora hemos conocido a María!
La segunda clarificación que tuvimos sobre María fue, pues, verla como Madre de Dios, y, como tal, hecha por Dios capaz de contener en cierto modo a la Trinidad.
Si María es Palabra de Dios viva, ella no es un "obstáculo" en nuestra relación con Cristo, como algunos podrían pensar.
Ella está al frente de los muchos discípulos de Cristo, en cuanto fue la primera discípula.
Que este nuevo Día Internacional de la Mujer nos lleve a reflexionar sobre el mundo en el que vivimos y nos impulse a pensar en acciones prácticas para lograr los cambios que sean necesarios
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