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martes, 12 de noviembre de 2013

NUESTROS OBISPOS HABLAN SOBRE LA DROGA



 
 
El drama de la droga y el narcotráfico
Angustias de la sociedad
 
1 -La sociedad vive con dolor y preocupación el crecimiento del narcotráfico en nuestro
país.  Son  muchos  los que nos acercan su angustia ante  este flagelo.  Nos conmueve
acompañar a las madres y los padres  que  ya  no saben qué  hacer con sus hijos  adictos, a
quienes ven cada vez más cerca de la muerte.    Nos quedamos sin palabras ante el dolor
de quienes lloran la  pérdida  de un  hijo por sobredosis o hechos de violencia vinculados
al narcotráfico.
 
2 - Sabemos que este problema es un emergente de la crisis existencial del sentido de la
vida en que está sumergida nuestra sociedad. Se refleja en el deterioro de los vínculos
sociales y en la ausencia de valores trascendentes
.
3  -Cuando  este  mal  se instala  en los barrios  destruye  las familias,  siembra miedo y
desconfianza entre los vecinos, aleja a los  chicos  y a los jóvenes de la escuela y el
trabajo. Tarde o temprano algunos  son captados como ayudantes del  “negocio”.  Hay
gente que vende  droga para subsistir, sin advertir el grave daño que se realiza al tejido
social y a los pobres en particular.
 
4  -  Es alarmante la expansión de las llamadas drogas sintéticas, que se distribuyen  en
diversos espacios festivos,  y nos duelen las conductas autodestructivas en adolescentes
o jóvenes que consumen diversas sustancias.
 
5  -  Lo que escuchamos decir con frecuencia es que a esta situación  de desborde  se  ha
llegado con la complicidad y la corrupción de algunos dirigentes. La sociedad a menudo
sospecha  que  miembros de  fuerzas de seguridad,  funcionarios de la justicia y políticos
colaboran con los  grupos mafiosos.  Esta realidad debilita la confianza y desanima las
expectativas de cambio.  Pero también es funcional y cómplice quien pudiendo hacer
algo se desentiende, se lava las manos y “mira para otro lado”.
Necesidad de medidas urgentes
 
6 - La Argentina está corriendo el riesgo de pasar a una situación de difícil retorno. Si la
dirigencia política y social no toma  medidas urgentes costará mucho tiempo y mucha
sangre erradicar estas mafias que han ido ganando cada vez más espacio.  Es cierto que
el desafío es enorme y el poder de corrupción y extorsión de los grupos criminales es
grande. Pero no es verdad que “nada se puede hacer”.
 
7 -  La complejidad de este tema es tal que solo será abordado eficazmente por medio de
amplios consensos sociales que deriven en políticas públicas de corto, mediano y largo
alcance. Pero perseguir el delito es tarea exclusiva e irrenunciable del Estado.
Recogemos también la preocupación por la desprotección de nuestras fronteras, y por la
demora en dotar de adecuados sistemas de radar a las zonas más vulnerables.
Lamentamos que el organismo del Estado dedicado a coordinar las políticas públicas en
esta materia (SEDRONAR) lleve tantos meses sin tener su responsable designado.
Pasión por el bien
 
8  -Muchos centros educativos, clubes barriales y diversas  ONG  colaboran en la
educación, prevención y asistencia a las víctimas.  Reconocemos  gratamente la ardua
tarea que se desarrolla desde la Iglesia  implementando en las  diócesis  la pastoral de
adicciones,  promoviendo la contención de familias, el acompañamiento y la  reinserción
social de los adictos. Valoramos  de corazón  el esfuerzo, la dedicación y la entrega de
tanta gente generosa  que colabora  en comunidades terapéuticas. No obstante, como
obispos  somos conscientes  de  que no hemos sido suficientemente eficaces  en promover
una pastoral que convoque y contenga a los adolescentes y jóvenes.  A su vez, seguimos
alentando  la creación de centros de asistencia para quienes sufren la esclavitud de la
adicción y les cuesta salir.
 
9  -  Esta situación  está dejando un tendal de heridos que reclaman de parte de todos
compromiso y cercanía.  Jesús nos pide que nos inclinemos  ante quien sufre y que
tratemos con ternura sus heridas.
 
10  -  San Pablo nos enseña a “tener horror por el mal y pasión por  el bien” (Rm 12, 9).
Por eso  no debemos quedarnos solamente en señalar el mal. Alentamos  en la esperanza
a todos los que buscan una respuesta sin bajar los brazos:
A las madres que se organizan para ayudar a sus hijos.
A los padres que reclaman justicia ante la muerte temprana.
A los amigos que no se cansan de estar cerca y de insistir sin desanimarse.
A los comunicadores que hacen visible esta problemática en la sociedad.
A los docentes que cotidianamente orientan y contienen a los jóvenes.
A los sacerdotes, consagradas, consagrados  y  laicos que en nuestras comunidades
brindan espacios de dignidad humana.
A los  miembros de fuerzas de seguridad y funcionarios de otras  estructuras del
Estado que aún a riesgo de su vida no se desentienden de los que sufren.
A todos los que resisten la extorsión de las mafias.
Que no nos roben la esperanza
 
11  -  Es perverso vivir del sufrimiento y de la destrucción del prójimo.  Por eso
anhelamos una justicia más eficiente que erradique sin demoras la impunidad. Al mismo
tiempo no dejamos de pedir la conversión de los traficantes.
 
12  -  A cada uno de los que han caído en la droga, le  decimos con el Papa Francisco:
“Puedes levantarte, puedes remontar; te costará, pero puedes conseguirlo si de verdad lo
quieres. Tú eres el protagonista de la subida, esta  es la condición indispensable.
Encontrarás la mano tendida de quien te quiere ayudar, pero nadie puede subir por ti”.
 
13    No dejemos  que nos roben  la esperanza, ni que se la arrebaten a nuestros jóvenes.
Cuidémonos  los unos a los otros.  Estemos  particularmente cerca  de los más frágiles y
pequeños.  Trabajemos por una  cultura del encuentro y la  solidaridad como  base de una
revolución moral que sostenga una vida más digna.
 
Que el Señor nos ilumine y la Virgen de Luján nos ayude a cuidar el presente y el futuro
de la Nación
.
                                                    106° Asamblea Plenaria Pilar, 7 de noviembre de 2013


1 comentario:

  1. No dejemos que nos roben la esperanza, ni que se la arrebaten a nuestros jóvenes.



    Cuidémonos los unos a los otros. Estemos particularmente cerca de los más frágiles y



    pequeños. Trabajemos por una cultura del encuentro y la solidaridad como base de una



    revolución moral que sostenga una vida más digna.







    Que el Señor nos ilumine y la Virgen de Luján nos ayude a cuidar el presente y el futuro



    de la Nación

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