Este Encuentro Mundial de las
Familias ha querido alentar a los hogares cristianos a que sus miembros sean
personas libres y ricas en valores humanos y evangélicos, en camino hacia la
santidad, que es el mejor servicio que los cristianos podemos brindar a la
sociedad actual. La respuesta cristiana ante los desafíos que debe afrontar la
familia y la vida humana en general consiste en reforzar la confianza en el
Señor y el vigor que brota de la propia fe, la cual se nutre de la escucha
atenta de la Palabra de Dios. Qué bello es reunirse en familia para dejar que
Dios hable al corazón de sus miembros a través de su Palabra viva u eficaz. En
la oración, especialmente con el rezo del Rosario, como se hizo ayer, la
familia contempla los misterios de la vida de Jesús, interioriza los valores
que medita y se siente llamada a encararlos en su vida.
La familia es un fundamento
indispensable en la sociedad y los pueblos, así como un bien insustituible para
los hijos, dignos de venir a la vida como fruto del amor, de la donación total
y generosa de los padres. Como puso de manifiesto Jesús honrando a la Virgen
María y a San José, la familia ocupa un lugar primario en la educación de la
persona. Es una verdadera escuela de humanidad y valores perennes. Nadie se ha
dado el ser a sí mismo. Hemos recibido de otros la vida, que se desarrolla y
madura con las verdades y valores que aprendemos en la relación y comunión con
los demás. En este sentido, la familia fundada en el matrimonio indisoluble
entre un hombre y una mujer expresa esta dimensión relacional, filial y
comunitaria, y es el ámbito donde el hombre puede nacer con dignidad, crecer y
desarrollarse de un modo integral.
Sin embargo, esta labor
educativa se ve dificultada por un engañoso concepto de libertad, en el que el
capricho y los impulsos subjetivos del individuo se exaltan hasta el punto de
dejar encerrado a cada uno en la prisión del propio yo. La verdadera libertad
del ser humano proviene de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, y
por ello debe ejercerse con responsabilidad, optando siempre por el bien
verdadero para que se convierta en amor, en don de sí mismo. Para eso, más que teorías,
se necesita la cercanía y el amor característicos de la comunidad familiar. En
el hogar es donde se aprende a vivir verdaderamente, a valorar la vida y la
salud, la libertad y la paz, la justicia y la verdad, el trabajo, la concordia
y el respeto.
Hoy más que nunca se necesita
el testimonio y el compromiso público de todos los bautizados para reafirmar la
dignidad y el valor único e insustituible de la familia fundada en el
matrimonio de un hombre con una mujer y abierto a la vida, así como el de la
vida humana en todas sus etapas. Se han de promover también medidas
legislativas y administrativas que sostengan a las familias en sus derechos
inalienables, necesarios para llevar adelante su extraordinaria misión. Los
testimonios presentados en la celebración de ayer muestran que también hoy la
familia puede mantenerse firme en el amor de Dios y renovar la humanidad en el
nuevo milenio.
Deseo expresar mi cercanía y
asegurar mi oración por todas las familias que dan testimonio de fidelidad en
circunstancias especialmente arduas. Aliento a las familias numerosas que,
viviendo a veces en medio de contrariedades e incomprensiones, dan un ejemplo
de generosidad y confianza en Dios, deseando que no les falten las ayudas
necesarias. Pienso también en las familias que sufren por la pobreza, la
enfermedad, la marginación o la emigración. Y muy especialmente en las familias
cristianas que son perseguidas a causa de su fe. El Papa esta muy cerca de
todos ustedes y les acompaña en su esfuerzo cada día.
Confío a todas las familias
del mundo a la protección de la Virgen Santísima. A Ella, que nos recuerda
siempre que nuestra felicidad está en hacer la voluntad de Cristo (Cf. Jn 2,5),
le digo ahora:
Madre
Que has mostrado tu amor y tu ternura
A los pueblos del continente americano,
Colma de alegría y esperanza a todos los
pueblos
Y a todas las familias del mundo.
A Ti, que precedes y guías nuestro
camino de fe
Hacia la patria eterna,
Te encomendamos las alegrías, los
proyectos,
Las preocupaciones y los anhelos de
todas las familias.
Oh María,
A Ti recurrimos confiando en tu ternura
de Madre.
No desoigas las plegarias que te
dirigimos
Por las familias de todo el mundo
En este crucial periodo de la historia,
Antes bien, acógenos a todos en tu
corazón de Madre
Y acompáñanos en nuestro camino hacia la
patria celestial.
Amén
Benedicto XVI
No hay comentarios:
Publicar un comentario