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domingo, 6 de octubre de 2013

OREMOS




Una obligación cristiana: ¿Rezar por los que nos gobiernan?

Muy al caso, a propósito de la renovación de la Cámara de Diputados, del Tercer Informe Presidencial, y sobre todo en el contexto de tiempos y circunstancias tan difíciles para la Nación, viene esta reflexión que, a modo de Ensayo y con el pseudónimo de “Paulus”, presentó recientemente a Concurso un alumno del Seminario Mayor durante una Semana Cultural

 

Parece un total absurdo. Si a la mente nos vienen los “jefes” de gobierno, de inmediato pensamos en denostarlos, más bien que elevar a Dios una oración por ellos.

¿Problema de cultura, de mala confianza, de jacobinismo? Yo qué sé. Lo que sí me queda claro es que el Apóstol Pablo, en uno de sus escritos, concretamente en la Epístola Primera a Timoteo, Capítulo 1, Versículos 2 y 3, recomienda que se haga oración y se eleven súplicas por todos los hombres, entre ellos los constituidos en autoridad; es decir, por nuestros superiores, padres de familia, maestros, patrones y, por supuesto, por nuestros gobernantes; por todos aquellos que, “revestidos por Dios de lo alto”, ejercen un cargo, “servicio”, en bien de la comunidad.

Claro, se trata de un deber litúrgico. De hecho, en los esquemas de oración universal, dentro de la Celebración Eucarística se contemplan siempre algunas oraciones dirigidas a Dios en favor de los que nos gobiernan, en vistas al bien de los pueblos. Ese es el mandato de San Pablo.Es tarea de todos los días

En lo cotidiano, rezar por nuestros gobernantes (de todos los niveles), parece más bien una idea descabellada. ¿En verdad nos acordamos, para bien, de nuestros gobernantes, de los políticos, de aquéllos que los noticieros o hasta nosotros mismos traemos de boca en boca por su mal ejercicio? La experiencia nos dice que no.

No obstante, pese a la situación que el abrumador panorama político vive en estos momentos (no quiere decir que en otros no), la recomendación que nos hace el Apóstol a los cristianos ha de estar impregnada de un espíritu de fe.

Y es que, para el cristiano, la paz, la justicia y la prosperidad de los pueblos son manifestación de la caridad, exigencia inaplazable que está muchas veces en manos de quien ha recibido potestad para coordinar acciones tendientes a favorecer el progreso de los hombres. Y, si por una parte, se comienzan a hacer esfuerzos en conciencia a la hora de elegir un representante público, por la otra debe ser tarea cotidiana elevar ruegos por los que nos dirigen.

Esto suena lógico, ¿no? Y a esto añadimos que orar por los que nos gobiernan, a conciencia, con sinceridad, con el auxilio de la fe, puede dar mayor solución a los problemas que enfrentamos como ciudadanos, pues Dios actúa con su gracia siempre, mayormente si le pedimos de corazón y, si consideramos también que el Espíritu Santo sopla donde quiere (Cf. Jn 3, 8), en lugar de sólo criticar -como muchas veces hacemos los perfectibles cristianos- las acciones de nuestros gobernantes, deberíamos, creo yo, adoptar una actitud más seria, positiva, propositiva, que aporte una luz al caos político que en nuestro país, en nuestro Estado o en nuestro Municipio se puede estar viviendo, a falta de una buena orientación. Es entonces donde cobra eficacia nuestra oración.

“Inaudita” solución

San Pablo no recomienda tal oración por una cuestión de mero patriotismo, sino por un deseo de que esas autoridades permitan que los cristianos vivan en paz (para que podamos vivir una vida tranquila y apacible) y por una esperanza (implícita) de que dichas autoridades lleguen a un “conocimiento pleno de la verdad”.

Imaginemos ahora si la situación actual que vive nuestro México estuviera puesta en manos de creyentes cristianos, conscientes del deber cívico de amar la Patria y del deber religioso de orar por sus gobernantes, ¡qué diferente sería el panorama social y político de nuestro país! ¡Qué sensatas decisiones se tomarían entre nuestros legisladores! ¡Cuánto bien haríamos a nuestros conciudadanos con nuestro granito de arena! ¡Cómo seríamos, finalmente, beneficiados nosotros mismos!

Que esta solución “inaudita”que propongo no se quede en simple consejito piadoso y podamos más bien hacerla realidad con nuestra oración de todos los días para hacer patente el poder del Todopoderoso, que se doblega ante la súplica humilde del que se ve de Él necesitado.

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