Somos Transformados por Medio de la
Contemplación
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos
llamados hijos de Dios. 1 Juan 3:1.
Por los méritos de Cristo, por su justicia que nos es
imputada por la fe, debemos alcanzar la perfección del carácter cristiano. Se
presenta nuestra obra diaria y de cada hora en las palabras del apóstol:
“Puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús” Hebreos 12:2.
Mientras hagamos esto, nuestro intelecto se esclarecerá, nuestra fe se
fortalecerá y se confirmará nuestra esperanza; nos embargará de tal manera la
visión de su pureza y hermosura, y el sacrificio que ha hecho para ponernos de
acuerdo con Dios, que no tendremos disposición para hablar de dudas y
desalientos.
La manifestación del amor de Dios, su misericordia y
su bondad, y la obra del Espíritu Santo en el corazón para iluminarlo y
renovarlo, nos colocan por la fe en una relación tan íntima con Cristo que,
teniendo un claro concepto de su carácter, podemos discernir los magistrales
engaños de Satanás. Mirando a Jesús, y confiando en sus méritos, nos apropiamos
las bendiciones de la luz, de la paz y del gozo en el Espíritu Santo. Y en
vista de las grandes cosas que Cristo ha hecho en nuestro favor, estamos listos
para exclamar:
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos
llamados hijos de Dios”
1 Juan 3:1.
Hermanos y hermanas, contemplando es como somos
transformados. Espaciándonos en el amor de Dios y de nuestro Salvador,
admirando la perfección del carácter divino y apropiándonos la justicia de
Cristo por la fe, hemos de ser transformados a su misma imagen. Por lo tanto,
no reunamos todos los cuadros desagradables, las iniquidades, las corrupciones
y los desalientos, evidencias del poder de Satanás, para grabarlos en nuestra
memoria...
Hay, gracias a Dios, cuadros más brillantes y
halagüeños que el Señor nos ha presentado. Agrupemos las bienaventuradas
seguridades de su amor, como tesoros preciosos, para que podamos mirarlas de
continuo. El Hijo de Dios abandonando el trono de su Padre, vistiendo su
divinidad de humanidad, a fin de rescatar al hombre del poder de Satanás; su triunfo
en nuestro favor, abriendo el cielo al hombre, revelando a la visión humana la
cámara de la presencia donde la divinidad revela su gloria; la especie caída
levantada desde el abismo de la ruina en que el pecado la había sumido, y
puesta de nuevo en relación con el Dios infinito, habiendo soportado la prueba
divina por la fe en nuestro Redentor, revestida con la justicia de Cristo y
exaltada a su trono, éstos son los cuadros con los cuales Dios nos invita a
alegrar las cámaras del alma. Y mientras no miremos “a las cosas que se ven,
sino a las que no se ven” resultará cierto que “lo que al presente es
momentáneo y leve de nuestra tribulación, nos obra un sobremanera alto y eterno
peso de gloria” 2 Corintios 4:18, 17.
Hermanos y hermanas, contemplando es como somos transformados. Espaciándonos en el amor de Dios y de nuestro Salvador, admirando la perfección del carácter divino y apropiándonos la justicia de Cristo por la fe, hemos de ser transformados a su misma imagen. Por lo tanto, no reunamos todos los cuadros desagradables, las iniquidades, las corrupciones y los desalientos, evidencias del poder de Satanás, para grabarlos en nuestra memoria...
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