"Jesús se marchó a la otra parte del
mar de Galilea (o de Tiberíades)". Hay un éxodo, un paso a través del mar
hacia una tierra donde abunda el amor y la generosidad de Dios. Jesús es este
nuevo Moisés, que hace a su pueblo capaz de andar y de seguirle en esa
travesía.
"Estaba cerca la Pascua, la fiesta
de los judíos". Este acontecimiento se realiza cuando se acerca la Pascua,
la fiesta que conmemoraba el antiguo éxodo. Aquél es figura de éste.
"Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos".
Con motivo de la Alianza, Moisés subió al monte dos veces: la primera,
acompañado por los notables (Ex 24. 1-2/9/12); la segunda, después de la
idolatría del becerro de oro, subió solo (Ex 34. 3). También en este episodio
subirá Jesús dos veces al monte: una, al principio, donde aparece acompañado de
sus discípulos; la segunda, después del intento de proclamarlo rey, él solo.
El "monte" representa el lugar
donde reside la gloria de Dios. Jesús subió al monte. Está en su lugar propio,
la esfera divina. Y se sentó allí. Es su actitud permanente. Él es para los
hombres el lugar donde la gloria de Dios reside y se manifiesta. "Jesús
entonces levantó los ojos y al ver que acudía mucha gente...". Jesús, al
otro lado del mar, representa una alternativa, que el evangelista hace presente
ahora a los hombres de todo lugar y tiempo que se acercan a Jesús.
"...dice a Felipe: ¿con qué compraremos panes para que coman estos? (lo
decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer)".
La escena tiene detalles que recuerdan
los del Éxodo. Como allí en el desierto, se plantea el problema de la
subsistencia, que había sido una tentación para los israelitas, haciéndoles
desear la esclavitud de Egipto. La época de Israel en el desierto fue un tiempo
en que hubo de demostrar su fidelidad a Dios: el pueblo pone a prueba a Dios,
pero, con más frecuencia es Dios quien pone a prueba al pueblo.
En esta situación de éxodo, Jesús pone a
prueba a Felipe, el discípulo a quien él mismo ha invitado a seguirlo, y por
eso, en cierto modo, prototipo de todos los que él llama. Jesús enfrenta a
Felipe y con él, a la comunidad, con la realidad que tiene delante: personas
que quieren seguir a Jesús, que quieren verse libres de su pasado... y que no
pueden bastarse por sí mismas.
Jesús para poner a prueba a Felipe, a la
comunidad, aborda directamente la cuestión del dinero como medio para
satisfacer esa necesidad. Es interesante la pregunta de Jesús porque es la
pregunta que la comunidad se hace a sí misma: ¿con qué "compraremos"
panes para que coman "estos"? No es un diálogo entre Jesús y la
comunidad. Es la misma comunidad, en cuyo interior se percibe la presencia de
Jesús, la que se pregunta cómo va a solucionar los problemas del mundo.
"Felipe le contestó: Doscientos
denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo". El
denario, el jornal de un obrero. Doscientos denarios, más de medio año de
trabajo, para que a cada uno le toque un pedazo. Ateniéndose a los principios
de este mundo, resulta imposible a los discípulos satisfacer la necesidad de la
gente. Felipe, que no ve más horizonte, confiesa su impotencia. Para Felipe, el
éxodo fracasa. "Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro,
le dice: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de
peces; pero, ¿qué es eso para tantos?" El lugar donde está el muchacho es
donde están los discípulos. Representa, por tanto, al grupo de discípulos que
está con Jesús, en su condición de debilidad y su pobreza de medios. Andrés
habla de los panes y peces como de algo de lo que puede disponer pero que cree
insuficiente.
Por su edad y por su condición, el
muchacho, es un débil, física y socialmente. Lo más desproporcionado que pueda
encontrarse como solución a la magnitud del problema. El muchacho significa
también a la comunidad en cuanto servidora de la multitud: el muchacho de la
tienda, la muchacha de servicio. La comunidad se presenta ante el mundo como un
grupo socialmente humilde, sin pretensión alguna de poder ni dominio, dedicado
al servicio de los hombres. 5+2=7:La totalidad. El alimento es poco, pero es
todo lo que tienen.
"... dijo la acción de
gracias". Dar gracias a Dios significa reconocer que algo que se posee es
don recibido de él y, como tal, muestra de su amor, y alabarlo por ello. En
este caso se le dan gracias por la existencia de los panes, producto de su obra
creadora, ayudada por el trabajo del hombre. Al reconocer su origen en Dios,
como don suyo, se desprenden de su poseedor humano, el niño-grupo de
discípulos, para hacerse propiedad de todos, como la creación misma. La señal
que da Jesús, o el prodigio que realiza, consiste precisamente en liberar la
creación del acaparamiento egoísta que la esteriliza, para que se convierta en
don de Dios para todos.
Según Andrés, no se podía repartir porque
no bastaba lo que se poseía; cuando ya no se posee, por haberlo hecho de todos
por la acción de gracias, se demuestra que había más que suficiente.
Jesús mismo distribuye el pan y el
pescado. Al restituir a Dios, con su acción de gracias, los bienes de la
comunidad, Jesús restaura su verdadero destino, que es la humanidad entera. Con
su acción, Jesús enseña a sus discípulos cuál es la misión de la comunidad: la
de manifestar la generosidad del Padre, compartiendo los dones que de él se han
recibido. Se convierte este signo en una celebración de la generosidad de Dios
a través de su Hijo que, en la comunidad, multiplica lo que ésta posee al
ponerlo a disposición de los hombres. Aparece así el sentido profundo de la
Eucaristía que, de expresión de amor entre los miembros de la comunidad, pasa a
ser signo del amor de Dios al mundo, continuación del don de su propio Hijo.
"La gente entonces, al ver el signo
que había hecho, decía: Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.
Jesús sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a
la montaña él solo". Hay quienes piensan en hacerlo rey. Un propósito que
está en abierta contradicción con la actitud que él ha adoptado antes,
poniéndose a servir a los comensales. La fuente de abundancia que Jesús ha
abierto, es el amor de Dios, capaz de multiplicar lo que parece
desproporcionado al objetivo. Pero ellos pretenden cambiar su programa
mesiánico, hacerlo rey, conferirle el poder que él rechaza.
Ante esta perspectiva, Jesús huye; se
aleja de aquellos que pretenden deformar su mesianismo. Se retira solo, como
Moisés subió solo al monte después de la traición del pueblo. El monte
representa la esfera divina, la gloria y amor de Dios. El paralelo con Moisés
muestra la gravedad de lo sucedido. Al intentar hacer de Jesús un Mesías
poderoso, repiten la idolatría cometida por los israelitas en el desierto. Allí
quisieron adorar a Dios, pero bajo la imagen que ellos mismos se habían hecho
de él. Ahora éstos están dispuestos a reconocer a Jesús, pero según la idea que
ellos mismos se han forjado.
Esta idea del Mesías era común en la
esperanza del pueblo y esta idea causará el rechazo de Jesús por parte del
pueblo y la actitud de Pedro en el huerto, que lo llevará a negar a Jesús. La
subida de Jesús al monte está en relación con la cruz. Es allí y de esa manera
como Jesús será rey. Entonces, sus discípulos lo dejarán solo. La soledad
humana de Jesús es el abandono de los discípulos.
Pan... la cosa más corriente, nuestro
alimento común. Pan... por lo que los hombres trabajan... El pan es toda la
vida de los hombres. Para encontrarse con el hombre en el corazón de su vida.
Jesús eligió el pan. Se hizo pan. Sí, una misteriosa complicidad se ha
establecido entre Dios y el pan. Dios entra en la vida de los hombres bajo el
signo del pan, en Belén -"la casa del pan"-; Dios permanece para
siempre en la vida de los hombres desde que, en el atardecer de su vida, Jesús
toma el pan al abandonar este mundo.
Una misteriosa complicidad une a Dios y
al pan, pues Dios quiere ser de la misma pasta que nosotros. "¿Dónde
compraremos panes para que coman éstos?". Los hombres se encuentran en
pleno desierto. Después de haber probado todos los alimentos, después de haber
comido en todos los pesebres, están desarmados: "Danos nuestro pan de cada
día". Dios tomó el pan, la vida común de los hombres, la cosa más
sencilla. Para ser de la misma pasta que nosotros, se hace carne de nuestra
carne, nuestro pan de todos los días. "Estaba próxima la Pascua"...
Jesús sabe que para multiplicar el pan tendrá que pagar un precio. Para Dios,
el signo del pan es inseparable del signo de la cruz. El Jueves Santo Jesús
celebrará de antemano lo que llevará a término en su pasión. No hay más que pan
partido, roto, entregado. "Jesús les hizo sentar"; mañana será él
quien se tienda sobre el madero de la cruz. El pan se hace para ser comido.
"Esto es mi carne para la vida del mundo".
Para Dios, el pan tiene desde entonces un
precio inestimable: para hacerse pan ha entregado a su Hijo. Dios ha pagado tal
precio que ya no podrá olvidar el gusto del pan. "Cinco panes y dos
peces... pero ¿qué es eso para tantos?". ¿Qué es una Palabra de salvación
frente a todos los interrogantes de los hombres? ¿Qué es la vida y la muerte de
un hombre frente a la vida y la muerte de miles de millones de hombres?
"Danos el pan de cada día...". Pero ¿en qué puede modificar el hambre
de los hombres la existencia de Jesús de Nazaret? Sólo hay pan compartido. Si
el pan no es multiplicado hoy para tantos hombres que mueren de todo tipo de
hambres, no es que Dios falte a la humanidad, es que el hombre falta a los
hombres, es que el hombre se falta a sí mismo.
Sólo existe el pan para saciar. Sin
embargo, para nuestra desgracia, hemos conservado el pan y hemos acumulado
reservas. En el desierto hemos creído habernos atiborrado: la fe se ha
convertido en una respuesta excesivamente fácil a nuestras hambres y a nuestras
preguntas. El pan es para el hambre, y para el hambre que corroe. La multitud
creyó haber encontrado en Jesús al Gran Profeta, por él se fue a la montaña, porque
él es distinto y conduce a un lugar diferente. No hay más pan saludable que el
que permite proseguir el camino en el que se agranda el hambre. Si Jesús
multiplica el pan, es para producir hambre de Dios.
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