Lecturas del 10 de Enero.
Feria de Navidad
Primera lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Juan (4,19–5,4):
Nosotros amamos a Dios,
porque él nos amó primero. Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su
hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede
amar a Dios, a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: Quien ama a
Dios, ame también a su hermano. Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha
nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha
nacido de él, En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a
Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor de Dios: en
que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no, son pesados, pues todo
lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria
sobre el mundo es nuestra fe.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 71,1-2.14.15bc.17
R/. Se postrarán ante ti,
Señor, todos los pueblos de la tierra
Dios mío, confía tu juicio
al rey,
tu justicia al hijo de
reyes,
para que rija a tu pueblo
con justicia,
a tus humildes con
rectitud. R/.
Él rescatará sus vidas de
la violencia,
su sangre será preciosa a
sus ojos.
Que recen por él
continuamente
y lo bendigan todo el día.
R/.
Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de
todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso
todas las razas de la tierra. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio
según San Lucas (4,14-22a):
En aquel tiempo, Jesús
volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la
comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde
se había criado, entró en la sinagoga como era su costumbre los sábados, y se
puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y,
desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del
Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el
Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los
ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de
gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se
sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.
Y él se puso a decirles:
«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Y todos le expresaban su
aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del
Viernes 10 de Enero del 2014
A lo largo de esta segunda
semana del tiempo de Navidad, el Evangelio de cada día nos ha ido mostrando los
primeros pasos del ministerio público de Jesús según los tres evangelistas
sinópticos. Hoy es Lucas el que nos cuenta el inicio de la misión de Jesús. Y
lo hace con el episodio de Jesús en la Sinagoga de Nazaret. Según Lucas, Jesús
comenzó sus andares misioneros enseñando en las sinagogas de Galilea, y señala
como especialmente significativo su discurso en Nazaret.
Curiosamente debe ser el
discurso más breve que Jesús dirigió. Le bastó con una frase de ocho palabras.
No necesitaba de largas homilías para convencer: en su vida, en sus gestos, en
su persona se estaba realizando lo que los profetas habían anunciado. ¿Para qué
más? Se contentó con leer el pasaje de Isaías y hacer ver a los que escuchaban
asombrados que esas profecías sobre el Mesías se estaban cumpliendo ya en su
propia persona.
Sorprende que hoy día, los
que hablamos de Jesús y somos sus testigos tengamos que hablar tanto para
anunciar la Buena Noticia del Reino. Más sorprende aún que la mayor parte de
nuestros discursos no estén dirigidos a hablar precisamente del Reino, de su
justicia, de la alegría ante su cercanía o de la transformación que provoca, en
las personas y en las sociedades; parece que nos preocupa más la imagen que
tiene la Iglesia ante la sociedad, o la moral de los fieles, y no fieles, o los
“ataques” que sufrimos contra nuestras ideas, convicciones e instituciones.
Jesús, más que hablar,
hacía; y en sus gestos, actos y valores mostraba lo que quería transmitir. Por
eso necesitaba de pocas palabras. Y su tema era siempre el mismo: la Buena
Noticia de la cercanía del Reino y la llamada a convertirse a él. Pero
entonces, los continuadores de su misión tenemos que hacernos preguntas muy
importantes: ¿qué o a quién ponemos en el centro de nuestra predicación?; ¿a
quiénes va especialmente dirigida?; ¿quiénes son nuestros preferidos?, ¿los
pobres?; ¿qué muestran nuestros gestos, acciones, manera de vivir, valores?,
¿somos testimonio vivo del evangelio de Jesús?
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