TODO OBRA DEL ESPIRITU SANTO
EL PADRE EDUARDO SILIO Y
EL PADRE MIGUEL DI COSMO
LOS PROTAGONISTA DE ESTA HISTORIA
COLACIONES
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Es propio del Pueblo de Dios hacer memoria de Sus poderosas
intervenciones. Es justo y necesario darle gracias, siempre y en todo lugar
porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia.
Con la ayuda del Señor me propongo hacer memoria de todo lo
que Él hizo en medio de nosotros desde 1996 hasta hoy. Quisiera hacerlo
ordenada y detalladamente según el Espíritu me vaya remontando a cada paso de
nuestro caminar en estos diez años, con el propósito de edificar y animar a los
siervos y siervas de Dios que necesiten renovar su fe y su esperanza.
CAPÍTULO I : 1996
EN LOS COMIENZOS DE LOS VÍNCULOS ESPIRITUALES
Conocí al Padre Miguel Ángel Di Cosmo en mi Preseminario, en
mayo de 1991. Era propio de nuestra formación que cada aspirante al Seminario
Mayor tuviera un director espiritual ofrecido por el equipo de padres
formadores. Al momento de ingresar al Preseminario yo tenía el mío, el Padre
Roberto Bernet del Movimiento de Schöenstatt, pero a los pocos meses de mi
ingreso él dejó el ministerio sacerdotal y me fue necesario elegir otro. Se me
propuso hacerlo teniendo por opciones aquellos que los formadores ofrecían.
Entonces, escribí una carta que luego
entregué en mano al P. Miguel diciéndole que me aceptara como su discípulo
espiritual. A su siguiente visita al Preseminario él se acercó a mí, me abrazó
paternalmente y esbozó una sonrisa. Era claro que me había aceptado.
Hasta ese
momento, el P. Miguel era poco más de un año Párroco, junto con P. Daniel
Moreno, de la Parroquia San José y Santa Cecilia. Procedía del Movimiento de
los focolares y era un referente diocesano muy importante de Encuentro
Matrimonial. Creo que estos acentos
espirituales los mantuvo siempre y los ha inculcado en los suyos: el valor de
la santidad en el mística esponsal y la mística de la Unidad, que tanto tiempo
cultivó en la Obra de María (Movimiento de los focolares).
A decir
verdad yo no recurrí con demasiada frecuencia a verle para discernir mis
búsquedas y necesidades espirituales. Confieso que no fui demasiado
disciplinado en ese asunto, como en tantos otros de mi formación sacerdotal.
Siempre me caractericé por ser muy mediocre como seminarista. Sin embargo, de
las pocas veces que recurrí a él para dirigirme, siempre obtuve muchísima luz y
sabiduría espiritual que hasta hoy recuerdo y aplico. Siempre lo tuve en muy
alta estima, al punto que cuando le regalé un ejemplar del casette “Vayamos y
Adoremos”, de mi autoría e interpretado por el grupo Vocación, se lo dediqué
con palabras como: “Al que da luz espiritual a mi alma”, o algo así.
Recuerdo
también que para noviembre de 1991, en su parroquia iba a venir el obispo Jorge
Novak a dedicar el templo parroquial y él me pidió que organizara el coro de la
misa de ese día, pues había carencias musicales en la liturgia de la Comunidad.
Yo estaba muy disponible y gustoso porque, con el consentimiento de mi
formador, había dejado ya de asistir a mi parroquia natal de Florencio Varela
en la espera de que fuera asignado a otra Comunidad. Con motivo de esto, tuve
mi primer acercamiento a su Comunidad: conocí a algunos de los hermanos y
hermanas, y preparamos con los jóvenes un lindo repertorio de cantos litúrgicos
para la Dedicación del templo. Fue así que, el 22 de noviembre de 1991, yo
estaba presente en esa solemne liturgia compartiendo con esa Comunidad tan
magnífico momento.
Sucedió que
también cerca de la Navidad de ese año, el P. Miguel me convocó nuevamente para
compartir el talento de la música en el pesebre viviente que habían organizado.
Recuerdo cómo me impactó el amor que se tenían unos a otros, esa atmósfera de
“Comunidad” que yo siempre anhelaba y que nunca tuve mientras estuve en mi
parroquia de origen, la cual tenía, como entiendo que tienen muchas de las
parroquias de centro de ciudad, el síndrome de la “parroquia - funcionalista ”,
en la cual hay siempre fluctuando mucha gente de diversas procedencias
realizando diferentes y nobles servicios y funciones pero que jamás se conocen
entre sí. Tal experiencia dejó una fuerte impresión en mí a punto de que en
cada ocasión pedía en el Seminario Mayor ser enviado como seminarista a esta
Comunidad; pedido que durante los largos años de formación nunca fue concedido
hasta que llegase el momento oportuno: el tiempo de Dios.
SENDAS CRISIS
En el año 1996 los dos vivíamos, por sendos caminos, unas
crisis desgarradoras. Por un lado, el P. Miguel había perdido a su papá y
entraba en una tremenda depresión; por mi parte, era el tiempo en el que el
Señor permitió que me aferrara a él pero contemplando una a una mis miserias y
mis pecados, a la vez que la vida en el Seminario- pues cuestiones internas que
no viene al caso mencionar- se me hacía cada vez más insoportable. Ambos
estábamos en un desierto, en una gran desolación que ponía a prueba nuestra
fe. Y sucedió que, incluso cuando le
pedía que nos encontrásemos para hablar algunos de los asuntos que me
aquejaban, él me respondía “...y...yo no estoy bien... no puedo ayudarte”.
El desierto
no tenía oasis para beber aunque sea un poco de consuelo: nunca me había
sentido tan pecador, tan miserable, tan poco preparado para asumir algún
servicio al Señor; regresaba a mi casa los domingos y encontraba a mi mamá con
depresión; volvía al Seminario y me encontraba muy mal; iba a la parroquia el
fin de semana y allí estaba yo trabajando en la durísima realidad de un
asentamiento con niños carenciados y violentos; iba a trabajar en la semana al
Barrio Pepsi clamando y pidiendo protección para mi vida en cada noche. En
medio de tanta aridez, clamé a Jesús: “¡Señor, devuélveme la frescura de los
comienzos!”...
Por su
parte, cuenta P. Miguel que en medio de ese hastío resolvió plantearle al Señor
que reconquistase su corazón o sino él dejaría el ministerio sacerdotal. Lo
hizo al modo de oración, después de la consagración en una Eucaristía
dominical: tomó la sagrada forma y le hizo este fuerte reclamo a Jesús; quedó
entonces como sumido en un trance espiritual en esa misma posición - es decir,
sujetando la Eucaristía - y llamó tanto la atención esta situación que uno de
sus colaboradores subió al altar para asistirlo pensando que algo le estaba
ocurriendo. En efecto, algo estaba ocurriendo...
¡DÉME ESE LIBRO!
Al día siguiente - cuenta P. Miguel- salió a asistir con los
sacramentos a un enfermo. Resolvió ir caminando, pues el domicilio no quedaba
lejos de la parroquia. Mientras iba de paso, pone su atención sobre una
vidriera, sin advertir de cuál local se trataba, y entra resueltamente a pedir
lo que a él le pareció un libro: “¡Deme ese libro!”, señaló al vendedor; pero
el comerciante le advirtió que no era un libro sino unos casettes; “No
importa”, le respondió el interesado, “Démelo igual”. Miguel nunca advirtió que
había entrado a una librería evangélica y que había adquirido una de las
primeras obras del pastor evangélico Benny Hinn, que contenía la predicación
novedosa del neo pentecostalismo sobre la “unción del Espíritu Santo”. De esa
manera, el material llegó a la casa parroquial y esperaba a ser escuchado por
su comprador.
En la noche, Miguel recuerda haber comprado “un libro” y se
dispuso esa noche a escucharlo a solas y silenciosamente en su habitación (ya
que vivía todavía junto con el P. Daniel). Se puso los auriculares para no
molestar a su compañero de la habitación contigua y acostado comenzó a escuchar
el primer cassette. En la primera impresión le pareció estar ante algo de muy
mal gusto, sin embargo en su interior escuchó la voz del Señor que le decía:
“Estoy respondiendo a la oración que te hice hacer ayer”. Con santo temor se
incorporó sobre su lecho y empezó a escuchar con atención. Cuenta que derramó
lágrimas durante toda la audición de los cassettes, a la vez que recibió un
verdadero BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO y resolvió hacer un pacto con Él, de
modo que iba a obedecerlo resueltamente en todo.
OBEDECIENDO AL ESPÍRITU
Para P.
Miguel, obedecer al Espíritu Santo significaría “grandes sacrificios”. Pero el
primer paso de obediencia que le pide el Espíritu Santo es el de cortarse el
pelo. (Ocurría que él se estaba haciendo un tratamiento capilar y por ello
debía literalmente pintarse el pelo con una sustancia. Recuerdo bien que,
varios meses antes, P. Miguel había venido al Seminario Mayor a dirigirnos un
retiro espiritual de un día y a todos nos llamaba la atención cómo estaba
“teñido” su pelo: es más, mis compañeros bromeaban sobre el asunto y se
divertían conmigo porque en definitiva yo era su único dirigido en aquel
tiempo). Recuerda que se levantó en esa mañana y oyó una moción interior que
decía: “El pelo, Miguel”; “¿qué cosa pasa con el pelo?”, respondió él; “Es
vanidad, Miguel...”, le respondió la voz interior. Fue entonces que,
obedeciendo a esta moción del Espíritu, bajó de la casa parroquial y encontró
al vecino peluquero, don Carlo, y se cortó el cabello.
A los pocos días, se levanta de madrugada para ir al baño y
siente la misma voz que le dice ahora: “Enciende el televisor”. Esta vez,
Miguel se asombró del pedido pues además si lo hacía, temía despertar a P.
Daniel. Fue así que obró según el pedido y comenzó a hacer zapping. Ante su
asombro, encuentra en uno de los canales el relato de un pastor, de la Iglesia
Evangélica en Belgrano, quien contaba cómo había recibido del Pastor Benny Hinn
una impartición poderosa de la unción del Espíritu Santo en el estadio en que
aquel ministraba. A Miguel le llamó poderosamente la atención que ese pastor
estuviera dando testimonio justo de aquel ministro de Dios cuya voz había
escuchado en los cassettes y de quien no sabía absolutamente nada.
En la mañana resuelve comenzar a buscar algún dato sobre
dicho pastor, de quien ni siquiera sabía su nombre, y no tiene más idea que
llamar al servicio de información telefónica. Temeroso, se dirige a la señorita
del 110 que lo atiende y le dice: “Disculpe, señorita, yo no sé ni cómo decirle
esto: ayer a la madrugada estuve viendo en tal canal el testimonio de un pastor
de una Iglesia Evangélica en Belgrano; no sé ni cómo se llama ¿Ud. Me puede
ayudar?”. La telefonista entonces le contesta para su mayor asombro: “Mire,
señor, normalmente esto no se puede hacer, pero en este caso le digo que yo me
congrego en ese lugar y que el Pastor se llama Claudio Freidzon, y que estos
son los horarios de nuestros cultos...”
¿QUIÉN SOS?
A los poco días P. Miguel siente un fuerte impulso de ir a
esa Iglesia para ir en búsqueda de ese testigo de prodigios del Espíritu Santo.
Tenía ya la dirección, el nombre del pastor, los horarios de culto. Percibe que
en esa moción de la madrugada el Espíritu le estaba dando más que información:
le estaba mostrando un camino.
Si bien tenía formación ecuménica y en los focolares de
Lopiano o en la Mariápolis en O’Higgins (de la cual perteneció a la generación
fundadora) había conocido el trato con los hermanos cristianos no-católicos,
Miguel estuvo luchando en su interior sentado en un bar cercano a la Iglesia
Evangélica en Belgrano. Durante una hora se decía “entro o no entro”, tal vez
intuyendo fuertemente que si entraba cambiaría su destino. Pero Dios lo
convenció de nuevo y muy tímidamente comenzó a encaminarse al lugar. Al entrar
había una librería a la cual ingresó, mientras seguía luchando consigo mismo en
su interior. Así entró al templo de la Iglesia Evangélica “Rey de reyes”.
Advirtió que había bastante gente y prefirió ubicarse cerca de la última fila.
No sabe cómo, cuenta que al rato se encontraba adelante de
todo en actitud de adoración, postrado.
El Pastor Freidzon se le acerca y le pregunta: “¿Quién sos?”. “Soy Miguel
Ángel, sacerdote católico”, le responde. Claudio Freidzon le dice: “Me
condicionaste el culto”. “¿Para mal?”, responde Miguel. “¡No, para bien! Pero
son las tres la mañana...”, le dice el Pastor . A este punto, el evangélico le
impone las manos, declarando bendición sobre la vida y ministerio del cura. El
Pastor comenzó a aclamar “Uy uy uy, ahora tu parroquia”, repitiéndolo varias
veces como si estuviera “viendo” todo lo que ocurriría en adelante, y oró así:
“Señor, te pido que todo lo que me diste también se lo des a él”. P. Miguel se
desploma ante la impetuosa impartición de la unción del Espíritu Santo y queda
todavía un tiempo tirado en el suelo, como desmayado. Ciertamente había
experimentado lo que se conoce en el ambiente carismático como “descanso en el
Espíritu”.
Cuando se levantó se sentía como borracho. Tanto que se dio
cuenta de que no era conveniente regresar a Berazategui conduciendo su auto;
por lo cual, tomó un taxi que lo trasladó a
su casa parroquial.
BUSCANDO LAS NOVEDADES DEL ESPÍRITU
Con esta experiencia impactante era lógico que P. Miguel
buscara en las fuentes de la sabiduría de la Iglesia Evangélica y quisiese
acercarse a esos ministros de Dios que habían sido usados como instrumentos
para responder al clamor inicial. Dios estaba reconquistando su corazón. Era
una oración que había sido suscitada por el mismo Espíritu y ahora iba
revelando algo de sus propósitos en la vida y ministerio de Miguel. Cuenta que
tuvo una entrevista personal con el pastor Freidzon, que hablaron de las cosas
del Señor y que a partir de allí se hicieron amigos. Asimismo estuvo leyendo harta
literatura evangélica, en especial la del pastor Hinn, y se abrió a un lenguaje
totalmente novedoso para él: aparecieron palabras como “unción”, “guerra
espiritual”, “ministrar”, “palabra de conocimiento”, “visión”, “sanación
interior”, etc. Todo un lenguaje propio del neo pentecostalismo y que él
desconocía por completo.
Cierto es que Miguel jamás dudó sobre su pertenencia a la
Iglesia Católica: su formación salesiana en la niñez y juventud, más su
formación focolarina lo marcaron a fuego. Sin renunciar a sus raíces cristianas
católicas, y como había aprendido en el focolar, se vació de sí mismo para
“hacerse uno” con el pensamiento de los neo pentecostales y a abrirse sin
prejuicios a una nueva experiencia de Dios que lo llenaba de entusiasmo y lo
iba arrebatando del hastío en que se encontraba. Parecía acabarse la arena del
desierto y que la tierra firme de las promesas se iba haciendo más real.
LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA
Advirtió que en la Iglesia Católica también había, salvando
sus distancias, una corriente de renovación espiritual al modo pentecostal: la
Renovación Carismática o Renovación Católica Pentecostal. Sus ojos se
dirigieron a estos campos de la Iglesia a la hora de poder comprender qué
estaba viviendo. Necesitaba encontrar un lugar donde lo “confirmaran en la fe”
y este parecía el lugar más adecuado para ello.
Sabemos que esta corriente de Renovación dentro de la
Iglesia Católica nació en las universidades
norteamericanas de Duquesne (Pittsburgh) y Montreal (Indiana), en
febrero de 1967 cuando grupos de estudiantes universitarios, después de haber
leído el libro de David Wilkerson “La cruz y el puñal”, y al ver cómo se
derramaba el Espíritu Santo en los grupos evangélicos pentecostales, sintieron
la moción de reunirse para orar y pedir que también viniera sobre ellos de esa
misma manera. También invitaron a pastores pentecostales para que les
impusieran las manos. Y sucedió. Todos sintieron respondidas sus oraciones,
sobre todo cuando fue un imparable fenómeno dentro de las iglesias hasta
alcanzar dimensión intercontinental. A la Argentina llegó en muy poco tiempo,
ya que cuenta el P. Alberto Ibañez Padilla que comenzó a acompañar a unos veinte grupos de oración ya en el año 1969 y que en 1971 ascendían a
ciento veinte.
Con ocasión de la invitación de un diácono carismático, P.
Miguel accede a asistir al retiro anual que organiza la RCC en Córdoba.
Predicaba en esa ocasión el P. James Burke cj. El tema principal fue sobre “el
Amor de Dios y la Gracia”. Cuenta Miguel que sentía mucha vergüenza de estar
allí y temía que lo reconocieran o le hicieran demasiadas preguntas, por lo
cual siempre llegaba a las pláticas cuando habían terminado las alabanzas y se
sentaba contra la pared para que nadie se percatara de su presencia. Cuenta
también cómo pudo experimentar una grandísima libertad interior y gozo cuando se oró ministrando sanación interior. Sentía
como esa vasija de barro se iba recuperando de sus males y se abría a nuevas
disposiciones espirituales.
Al regresar a la tarea ministerial pudo experimentar cómo la
oración personal adquiría nuevas profundidades; lo mismo en la lectura orante
de la Palabra, que parecía regalarle nuevos tesoros, y en la celebración de la
santa Eucaristía. Y finalmente cabe mencionar, sobre todo en el lapso de la
segunda mitad del año, las manifestaciones de algunos carismas del Espíritu,
especialmente las mociones interiores y las palabras de conocimiento
(especialmente en las confesiones).
“QUIERO QUE ESTA COMUNIDAD ME ADORE”
Recuerdo bien que en noviembre de ese mismo año 96, para las
fiestas patronales de santa Cecilia, fui invitado por P. Miguel para animar la
liturgia que consistía en adoración eucarística y la santa misa. Para ello yo
ya me había reunido un par de veces con unos pocos jóvenes para ensayar los
cantos. Era un día viernes. Me encontré al horario convenido con esos jóvenes
para terminar de preparar las cosas y parece que no nos habíamos entendido con
los horarios por lo cual, cuando bajamos al templo para hacer nuestro servicio,
vimos que Miguel se había adelantado: el Santísimo Sacramento ya estaba
expuesto y él animaba los cantos acompañado de un grabador.
Particularmente me llamó la atención la selección de los
cantos para el momento de adoración eucarística: eran completamente nuevos y
tenían un lenguaje musical al estilo pop al cual no estábamos acostumbrados.
Eran cantos de adoración producidos por la Iglesias evangélicas
neo-pentecostales. En materia de cantos de adoración, nuestra Iglesia Católica
más que pobre pasa a pecar de miserable ya que los cantos más conocidos son,
además de poquísimos, muy antiguos. Por ejemplo: el canto eucarístico más
popular es sin duda “Alabado sea el Santísimo” y fue compuesto en el año 1934
para el Congreso Eucarístico Internacional realizado en Buenos Aires. Llegando
a fin de siglo y de milenio no hubo prácticamente existencia de cantos nuevos
de adoración...
Hubo algo que me llamó particularmente la atención durante
el transcurso de la misa. Como no salía de mi asombro, le dije que al joven que
tocaba la guitarra conmigo: “¿¡Qué le pasa a Miguel!?”. Y es que predicaba con
tanta energía y con tanta pasión que me parecieron desconocidas en él, quien
siempre se había caracterizado por ser suave en su trato y en su elocuencia.
También anunciaba en esas Fiestas Patronales de santa
Cecilia una Voluntad expresa de Jesús de ser adorado. Evidentemente tuvo que
buscar hacer una síntesis de lo que estaba viviendo con la experiencia de
piedad popular católica. ¿Cómo expresar cristo céntricamente la procesión por
las calles con una imagen de santa Cecilia? ¿Cómo educar a la Comunidad para
hacerle entender ese acto de piedad como un acto de adoración a Jesucristo?
Fue entonces que resolvió poner como lema “Con Santa Cecilia,
te adoramos, Señor”. Y envió misioneros y misioneras a que visitasen las casas
por donde iba a pasar la procesión para que preparasen sus corazones para
recibir la bendición del Señor.
Nadie, ni aún el propio P. Miguel, parecía estar consciente
de la GRAN PROFECÍA que se había anunciado: “QUIERO QUE ESTA COMUNIDAD ME
ADORE”. Dios estaba haciendo nuevas todas las cosas en la vida de esa
Comunidad.
¿SANDWICH O ASADO
Llegando el mes de diciembre del 96 correspondía que los
formadores del Seminario Mayor me destinasen a la parroquia en la cual iba a
cursar mi “año pastoral”, ese año previo a la ordenación que consistía en vivir
en una parroquia y especialmente acompañado por un sacerdote. El Rector, P.
Marcelo Colombo, ya me había dicho que estaba todo preparado para ser destinado
a la parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en Quilmes Oeste, lugar en
cuyos predios funcionaban importantes centros de formación de nuestra diócesis
(tales como: Centro de estudios de los seminaristas, Escuela de Ministerios,
Institutos de formación primaria, secundaria y terciaria, Magisterio, escuela
de adultos).
No me desagradaba la idea, sobre todo porque había hecho mis
últimos estudios académicos en esos predios y se me presentaba como una inmensa
oportunidad para la evangelización en el
área educacional. Apenas hacía un año que me había graduado como “Profesor de
Filosofía y Ciencias de la Educación, con especial en pastoral juvenil” y
guardaba muchas expectativas al respecto. Siempre me gustó mucho enseñar: lo
hice desde que tenía doce años, enseñando a niños más chicos y luego a
adolescentes.
Ahora que lo pienso, fue la única vez que no pedí tener el
destino que siempre quería: la parroquia San José y Santa Cecilia. Tal vez
porque comprendería en qué estado estaba P. Miguel y más bien tuve el prejuicio
de que no podría formarme lo suficientemente bien en mi último año de
seminarista estando al lado de un sacerdote que yo pensaba deprimido. Desde
luego, hasta ese momento yo no tenía idea de qué cosas nuevas estaba viviendo
Miguel.
Para mi gran sorpresa, casi terminando el año lectivo del seminario,
el P. Marcelo viene a hacerme un planteo apetitoso: “Eduardo -me dijo- si
tuvieras mucha hambre y te ofrecen un sándwich, pero otro viene y te ofrece un
asado ¿Qué preferirías?”. “¡El asado!”, respondí sin titubear. “¡Vas a Santa
Cecilia!”, replicó el Rector...
Yo no entendía los porqué del cambio hecho a último momento
ni tampoco me interesaban demasiado. Dios estaba comenzando a responder también
mi clamor y el saberlo llenó mi corazón de una gran alegría.
A los pocos días me puse de acuerdo para encontrarme con P.
Miguel a fin de ajustar detalles de mi mudanza a su parroquia. Él me contó cómo
había puesto en oración el pedido de los formadores de que me aceptara y me
dijo también: “Si yo no te cuento lo que estoy viviendo, seríamos dos
desconocidos”. Y me lo contó en detalles...
De esa misma conversación que hemos mantenido he escrito
hasta este momento.
También me invitó a pasar unos pocos días con él en Mar del
Plata para los próximos días de enero de 1997, de modo que nos termináramos de
poner de acuerdo en todos los detalles de mi inserción en la vida comunitaria
de la nueva parroquia a la que tenía que ir a vivir.
CAPÍTULO II: 1997
MAR DEL PLATA
Cuando llegué al departamento en que se alojaba Miguel en la
costa más cosas habían sucedido. Para mi mayor asombro a ese hombre no dejaban
de suceder cosas enigmáticas y prodigiosas.
Cuenta Miguel que apenas llegó al departamento hizo contacto
con el portero del edificio que lo invitó a un evento extraordinario y grande
de los evangélicos: “ El Primer
Encuentro Nacional de Evangelismo de cosecha” que suponía
multitudinarios encuentros de oración, de formación en los carismas del
Espíritu y hasta una manifestación por las calles de Mar del Plata. Estuvo
varias horas tratando de decidirse hasta que finalmente accedió a lo que
discernió como una nueva oportunidad de recibir bendiciones de parte de Nuestro
Señor. Al encaminarse al Polideportivo, lugar del evento, le preguntaba al
Señor con qué actitud debería entrar; el Señor le respondió: “Con la misma
actitud que la cananea del Evangelio”.
En la recepción del evento dio su nombre y cuando le
preguntaron sobre su estado eclesial, él respondió con la verdad: “soy
sacerdote católico”. La señorita que lo inscribió anotó en su credencial:
“pastor”. De ese modo tuvo en el estadio acceso al área de los pastores y
compartió con ellos fuertes momentos de oración y muchas otras cosas.
Parece que en aquel evento hubo una moción de reconciliación
eclesial donde surgió la necesidad de pedir perdón por los pecados del pasado.
De ese modo, pastores anglos y europeos pidieron perdón a Dios y a los hermanos
indígenas por sus maltratos en la hora histórica de la colonización. Todas las
iglesias se pidieron perdón mutuamente por las veces en que se dejaron
entretener por la ceguera de la competencia y la descalificación. En ese
momento, Miguel siente de pedir perdón también por las faltas prodigadas desde
la Iglesia Católica y se abraza con el pastor más cercano.
Al momento de orar por cada uno de los pastores quien
ministraba el momento advierte en Miguel una gran avidez espiritual y entonces
le ora con más insistencia hasta que le pregunta “¿Quién sos?”. Como
repitiéndose la escena de la Iglesia Rey de reyes, Miguel responde: “Soy
Miguel, sacerdote católico”. Al punto, aquel pastor redobla su intercesión en
la imposición de manos y nuestro amigo siente que voló por los aires y cayó
como muerto.
Quedó profundamente impactado cuando participó en una
reunión de oración exclusivamente para pastores. Le llamó la atención cómo
postrándose por tierra clamaban con lágrimas al Espíritu Santo que no se
apartase de ellos. Para quien tiene el orden sagrado como un sacramento, por el
cual siempre es eficaz la acción del Espíritu muy a pesar del ordenado, ver a
esos pastores clamar al Espíritu que no les deje fue, sin duda, una lección de
humildad.
Parece que seguidamente había otra reunión en el estadio que
contaría con la presencia de la acreditada profetiza Cindy Jacob. La reunión
era sobre el tema de oración de liberación. A un momento de la intercesión la
profetiza comienza a caminar entre la asamblea para oír el discernimiento de
espíritus. Insistía en que faltaba discernir todavía algo más. Al pasar cerca
de Miguel, él se atreve a decir “Anticristo”. Ella se detiene y por traductor
le pregunta “¿Quién sos?”. “Soy Miguel, sacerdote católico”, responde el padre
espiritual. A ese punto la profetiza comienza a dar acción de gracias y
alabanzas a Dios porque el Espíritu le había revelado en oración que en un
sacerdote católico iba a participar del evento. Luego oró por él.
Cuenta también Miguel que en aquellos días conoció y se hizo
amigo del pastor Omar Olier, quien tiene a su cargo la Iglesia Evangélica más
numerosa en la Ciudad y cómo lo invitó a participar de alguno de sus cultos
para luego hablar de las cosas del Señor.
Al escuchar todas estas cosas yo no salía de mi asombro.
Parecía todo tan exquisitamente programado que no daba lugar a dudas de que
Dios nos estaba mostrando un camino.
Luego me invitó a participar de uno de los cultos en la
Iglesia del Pastor Olier. No fue difícil aceptar después de haber oído su
testimonio. Tenía muchos deseos y un gran temor de entrar en una iglesia
evangélica: nunca lo había hecho en mi vida.
Nos acomodamos en unas butacas a la mitad de la sala. A
Miguel se lo veía muy a gusto, levantando las manos y moviéndose al ritmo de
las canciones. Yo estaba tieso y me dolía el estómago de lo repugnante que me
parecía ese espectáculo. ¡Imagínense! Hasta ese momento yo era el liturgo del
Seminario Mayor: toda celebración diocesana descansaba sobre mis espaldas pues
con los años me había ganado la confianza de mis formadores y mi estilo era del
tipo folklore y popular. En mi mente no había lugar para cantos así en una
liturgia, pues contradecía todos los principios culturales y religiosos que
había aprendido y que había enseñado. Recuerdo todavía que hacía unos años
atrás me habían invitado a ver a un grupo de música de los focolarinos llamado
“Gen Rosso”. Pude encontrar defecto de cada cosa que ellos hicieron. Y ahora me
encontraba allí, lleno de curiosidad, esperando que sucediera algo en mi vida.
Cuando por fin terminó el interminable repertorio musical
llegó el momento de la Palabra. El Pastor predicó muy bien y me gustó mucho.
Con esto se equilibraron mis ánimos y encontré la buena predisposición. Al
momento en que el Pastor invitó a recibir la gracia que Dios había preparado
para ese día Miguel me aconsejó pasar. Me impusieron las manos y pude reconocer
que el Espíritu Santo me había visitado. Me sentía lleno de su Presencia. Y
finalmente reconocí en el acto: “también en la Iglesia Evangélica está el
Espíritu Santo” y me puse de rodillas para adorar a Dios. (En mi caso,
reconozco que el Bautismo en el Espíritu lo he recibido en un grupo de oración
de espiritualidad mariana y teresiana que frecuentaba cuando era adolescente.
Allí tuve una fuerte experiencia de comunidad, recibí mucha sanación y aprendí
sobre el ejercicio de los dones pentecostales.)
De las pocas horas que faltaban para regresarme tuvimos
momentos intensos de oración en el departamento. También me hizo escuchar
completo el primer cassette que había diseñado entre prédicas y cantos de
alabanza para establecer un “discipulado” en la vida de la parroquia. Me nombró
las personas, para mí todavía desconocidas, con quienes formaría el Consejo
Pastoral y algunos otros detalles organizativos.
Recuerdo que durante un almuerzo hablábamos sobre el tema de
los carismas del Espíritu Santo. Él había descubierto su importancia pero no
tenía idea de cómo se ejercían ni cómo eran sus manifestaciones. Le dio una
gran alegría saber que yo sí sabía sobre el tema porque durante mi adolescencia
había participado de un grupo de oración donde se ejercían los carismas del
Espíritu Santo y allí mismo recibí algunos de ellos. Con esto él comprendió
finalmente que era una confirmación más de parte del Señor de que yo estaba en
el lugar y tiempo justos para acompañarlo a él a implementar esta experiencia
en la comunidad parroquial.
¡ESTOY ABURRIDO, SEÑOR!
A mitad de febrero del 97 me instalé en el primer piso, lo
que era antiguamente parte de la casa parroquial. Es un pequeño departamento
que tiene todo para alguien que viva sólo, aunque un poco estrecho. En el
Seminario Mayor acostumbrábamos cambiar de habitación con cierta frecuencia y
sentía esta mudanza como una más de esas. La diferencia la hacía que en este
caso abría nuevas expectativas el hecho de comenzar a vivenciar desde dentro la
vida de una Comunidad cristiana bien concreta. Para mí, además, el lugar donde
siempre había querido estar.
Pero estábamos en pleno verano. Los grupos no se reunían.
Los curas estaban también de vacaciones. No había demasiada gente que conocer y
nada qué hacer. Miguel no me había asignado todavía tareas, más que tocar la
guitarra en la misa vespertina del domingo.
Desde lo hondo del alma clamé al Señor y le dije: “¡Estoy
aburrido, Señor!”. Era un día sábado por la mañana. A los pocos minutos nomás
viene a buscarme Cotty, uno de los líderes de jóvenes. Me dice que tengo que ir
hacia la puerta porque había un grupo de personas que necesitaban ayuda. Hace
también un gesto como desconcertado: no sabía explicarme bien qué tenía esa
gente. Casi detrás de él me dispongo a ir al encuentro de ellos cuando, de
repente, nos vemos frente a frente en el descanso de la escalera: eran dos
personas adultas sujetando con fuerza a una joven. Apenas los vi, los pelos de
la nuca se me encresparon. La mirada de esa joven se clavó en mi pecho, en el
cual llevaba mi cruz. Y lanzó un quejido diciendo que no iba a continuar
caminando porque le hacía sentir mal lo que yo llevaba en el pecho. Me hice a
un costado entonces para hacer que continúen caminando (ellos no sabían que
pasarían por ese camino, directo al Templo). Me aparté hasta estar seguro que
ya habían llegado al Templo. Con un fuerte grito se confirmó lo que esperaba.
Avanzo hacia el lugar sagrado y veo cómo las personas adultas arrastraban a la
joven hacia el presbiterio del altar. Al punto le digo a uno de ellos que se
siente sobre las rodillas de la joven. La otra acompañante le sujetaba un brazo
y yo el otro. Cotty observaba tímidamente desde lejos. Entonces,
dirigiéndome enérgicamente hacia la
joven increpé al espíritu impuro diciéndole: “En el Nombre de Jesús, te ordeno
que salgas de ella”. Y dando un fuerte grito el espíritu inmundo salió. La
joven se orinó encima. Después de esas manifestaciones de liberación todos
sentimos como una gran paz que nos invadía. Al rato, cuando ella hubo
recuperado un poco el aliento se incorporaron y después de exhortarlos con
instrucciones sobre la importancia de estar en comunión con Dios, se fueron.
Me quedó en la boca un sabor a victoria. Muy satisfecho le
dije al Señor: “¡Parece que esto no va a ser para nada aburrido!”.
CAMBIO DE GENERACIÓN
El año 1997 era precisamente el 40° aniversario de la
Parroquia. En efecto, había sido creada por decreto de Monseñor Plaza,
arzobispo de La Plata, el 8 de diciembre de 1957. En el transcurso de aquel
mismo año los padres redentoristas Raúl Campos e Inocencio Jacobellis (éste
último fue uno de los precursores de la Renovación Carismática en EEUU y
Centroamérica) habían plantado una carpa misionera en la esquina de la actual
Avenida 14 y 136. Como fruto final de La Misión los padres redentoristas
designaron a un grupo de personas para formar la comisión pro-templo y así
generaron la Comunidad, que estaba ligada todavía a la Parroquia Sagrada
Familia. La Misión había durado dos semanas y durante esos días celebraban misa
a diario, hacían bautismos, pasaban films a los niños y daban charlas a la
gente. No faltaron hasta actividades ecuménicas como ir a almorzar a la casa
del pastor pentecostal del barrio.
Como es sabido, el método evangelizador y el contacto
ecuménico eran una verdadera novedad para la época, todo un adelanto a las
indicaciones del Concilio Vaticano II que comenzó seis años después. La
“vanguardia profética” sellaron la genética y el destino de la Comunidad desde
sus inicios. Por ejemplo: en la semana inaugural del templo, en noviembre de
1965, apenas habiéndose terminado el Concilio, formó parte del programa de
festejos una celebración ecuménica e interreligiosa; y tres
años después, un acontecimiento que muchos recuerdan aún es la
inauguración de la “Misa ago-gó” del 22 de noviembre de 1968 y que fue una
verdadera revolución: cuentan que venían hasta medios televisivos del exterior
a filmar el evento, pues por primera vez se oía que la batería formara parte
del ministerio de música en la liturgia. Mucho antes incluso que en la
mismísima Iglesia Evangélica.
Ese año de 1997 estaba marcado entonces con dos grandes
signos: el 40° aniversario de la Comunidad parroquial y también por el comienzo
del trienio preparatorio para el Jubileo del año 2000. El tema preparatorio del
año era “Jesucristo Salvador” y había que poner el acento en el tema del
seguimiento de Cristo y en la consciencia de ser bautizados. Por lo cual el
kairós de Dios para la Comunidad pasaba por hacer memoria de su fundación
honrando a sus fundadores por un lado y, por el otro, abrirse a las novedades
del Espíritu.
Fue en ese mismo año
de memoria y de reconocimiento que muere el primer párroco, Padre Roberto La
Rocca y que los jóvenes de la Comunidad hacen un gran esfuerzo por honrar en
una gran fiesta a cada uno de los precursores vivos y difuntos. La generación
nueva estaba agradecida con la anterior y le tributaba los honores merecidos.
Sabemos que en la Biblia el número 40 corresponde, entre
otras cosas, al cambio de generación. Este cuarenta aniversario no era
simplemente “recordatorio” agradecido de los tiempos fundacionales: el Espíritu
Santo estaba haciendo germinar algo nuevo. Un kairós estaba atravesando la vida
de todos nosotros y Dios mismo estaba interviniendo con poder.
LOS LUNES DE ALABANZA Y ADORACIÓN
Al momento de
comenzar a implementar pastoralmente la experiencia espiritual que estábamos
teniendo, nos dimos cuenta de que era necesario enseñarle a la gente a alabar
al Señor de un modo renovado. Bajo ningún punto de vista pueda afirmarse que
antes de esta experiencia nuestro Señor no haya sido alabado y adorado en
nuestra Comunidad. Semejante postura rayaría la blasfemia contra el Espíritu
Santo. La diferencia consistía en
brindar la posibilidad de incrementar con un modo nuevo la alabanza de nuestro
buen Dios. El estilo de alabanza litúrgica no puede agotar el modo de alabar a
Dios pues para los cristianos la vida misma debe ser un acto de culto a Dios.
A nivel celebrativo, la liturgia enseña y ejerce un estilo
de alabanza y de adoración que no son excluyentes de otros estilos de piedad.
La alabanza espontánea tiene también sus virtudes y no por eso anula las de la
liturgia de las Horas o de la Santa Misa; de igual modo, la adoración
“apofática” no contradice a la adoración eucarística, antes bien la incentiva y
la incrementa. La adoración apofática, según la denomina la antigua mística, es
una especie de devoción que tiene como fundamento la numinosidad de la
Presencia de Dios que lleva sobrenaturalmente a prostrernarse frente a la
experiencia de la Gloria de Dios, que se muestra por Gracia de modo luminoso en
su Majestad.
Para tener un punto
de partida en la implementación de la alabanza espontánea, recuerdo que
quisimos indagar en las otras dos comunidades que tenían una experiencia
semejante, San Martín de Tours y Santa María, el modo de llevarla a la práctica.
Para empezar, discernimos junto con Miguel que no era conveniente aplicar la
novedad en las mismas misas de fin de semana, tal como lo hacían aquellas. Esto
era porque temíamos que la gente se sintiera incómoda y hasta violentada de
abrazar nuevas formas de piedad. La aplicación de la experiencia espiritual
debía ser ante todo de libre adhesión, progresiva, respetuosa y en comunión.
Para comenzar, Miguel tuvo la idea de convocar al grupo “San
Pantaleón” a que nos introdujera en la pedagogía de esta nueva forma de
alabanza al Señor. En efecto, este ministerio carismático liderado por el P.
Fernando Peretti, tiene como metodología pastoral ofrecer “novenas por los
enfermos”: inician con una alabanza comunitaria, siguen con alguna catequesis y
luego con oración o celebración de sacramentos”. El ministerio carismático
aceptó la invitación y comenzaron por nueve lunes (alrededor de mes de mayo) a
ejercer sus dones en nuestra Comunidad. El Consejo Pastoral debía asumir como
propias todas las actividades de los lunes. Yo todavía cursaba mis últimos
estudios de teología, por lo cual, prácticamente no asistí a dicha novena. Pero
por mi parte clamé al Señor: “Señor, enséname a alabarte porque no sé hacerlo”.
El desarrollo de la novena por los enfermos fue exitosa.
Cientos de personas, el templo desbordando gente, vio manifestaciones poderosas
del Espíritu Santo. El propósito principal de la convocatoria se había logrado:
resonaron en nuestra Comunidad un nuevo estilo de piedad que traía nuevas
promesas de Dios.
Como fruto de este Kairós del Espíritu Santo, los
responsables del flamante Ministerio del Discipulado, el matrimonio González,
sintieron la moción de continuar con esta misma obra y fue así que, el lunes 23
de julio, se lanzaron a ministrar el espacio de Alabanza y Adoración que tantos
frutos ha dado y sigue dando a la Comunidad. Con el beneplácito de nuestro
Obispo Novak, ese espacio sería además un espacio ecuménico en el cual
pudiéramos invitar a nuestros hermanos evangélicos a sentirse “como en casa”
alabando Dios, nuestro Señor
Era el “año preparatorio del Jubileo del Año 2000” dedicado
a Jesucristo Salvador. Nuestra mirada debía dirigirse especialmente a este gran
misterio de nuestra fe. Como regalos del Espíritu iban suscitándose nuevos
ministerios como el de la “Alabanza y Adoración y el Discipulado”, a la vez que
cobraba nuevo vigor la pastoral bautismal, según las sugerencias de la carta
apostólica del Sumo Pontífice. De este modo, con renovada piedad estábamos invitados
por Dios a renovar nuestra condición bautismal, a fortalecer nuestro
seguimiento de Cristo y a ser adoradores en Espíritu y Verdad.
DANDO A LUZ LOS
MINISTERIOS
Mientras se iban gestando y dando a luz los nuevos
ministerios mencionados el P. Miguel me pidió que organizara dos ministerios
completamente dispersos: el de la Pastoral de la Salud y el de Música.
Si bien existían ministros de la comunión que llevaban la
sagrada Eucaristía a los enfermos y ayudaban a distribuirla en la Liturgia, les
faltaba organizarse como un solo cuerpo, como una Pastoral en sí misma dentro
de la Comunidad. Fue así que averiguando sobre la idoneidad de algunos miembros
los convocamos para ejercer tan delicado ministerio reuniéndoles con los que ya
estaban. En poco tiempo, pudimos organizarnos con un apostolado más formado y
con una espiritualidad más definida.
Yo era acólito en aquel tiempo y recuerdo intensamente cómo
una vez tuve que llevarle la comunión a un niño del Colegio Estrada, Nicolás
Favatella, que estaba internado en un Hospital de La Plata con leucemia.
Recuerdo que de camino al Hospital imploré al Señor que no fuese yo quien
visitara al niño sino más bien él. Jesús escuchó mi plegaria. Cuando me acerqué
al lecho de Nicolás se encontraba él entubado por todas partes y exponía toda
la piel llagada y lastimada. Lo tomé de la mano con mucho cariño y mantuve una
breve conversación con él. Sentía en lo profundo de mi corazón que lo conocía
desde siempre. Sentía además que lo amaba inmensamente. Lo miraba con muchísima
ternura y le hablaba con suavidad. Comenzamos a orar. Le regalé mi crucifijo,
el cual tomó en su mano y nunca soltó hasta el día en que voló al Cielo. Se
durmió apaciblemente... Cuando regresé me sentía cada vez más angustiado por lo
que había visto pero sólo pensar en lo que había vivido durante la visita me
daba mucho consuelo: Jesús lo había confortado a través mío.
Respecto del Ministerio de Música, me encargué de reunirme
durante todo el año con ocho músicos y cantores. Les enseñé todos los
principios que había aprendido. Les proveí del material textual y musical que
necesitaron y les acompañe cuánto pude en introducirse a la experiencia de ser
ministros de Dios para la Liturgia. Por mi parte, desde que había llegado a la
Parroquia me tocaba hacerme cargo de la animación de la liturgia de la Misa
vespertina del domingo. Ésta era un verdadero desierto: asamblea dispersa,
desafinada, sin ministerios, con muy poca gente. Era un espacio completamente
virgen para aplicar lo antiguo y lo nuevo.
En la Misa de la mañana del domingo, junto con la Familia Peloso,
innovábamos con los cantos litúrgicos para la “Misa con Niños” del Padre Néstor
Gallego y resultó convertirse en una gran fiesta de la catequesis familiar. En
cambio, la Misa vespertina del sábado, con cierta presencia juvenil, nos hacía
sufrir mucho el hecho de no poder implementar seriedad y protagonismo de parte
de los jóvenes.
Gocé mucho también tener la oportunidad de convocar a los
niños para formar el coro “Cantorcitos de Santa Cecilia”. Cantamos los
villancicos para la Navidad y, como ya
se anunciaba la Misión del ’98, salimos con un micro a cantarlos por las calles
de la ciudad.
MIAMI (1ª Parte)
En el mes de julio Miguel había decidido hacer su primer
viaje a Miami. Se informó bien y quiso hacer una experiencia en la Escuela de
Evangelización que dirigen los Siervos de Cristo Vivo. Dicha Comunidad fue
fundada por el Padre Emiliano Tardiff, un sacerdote de la “Congregación de los
Sagrados Corazones” residente en República Dominicana y de gran renombre dentro de los ámbitos de la
Renovación Carismática Católica en el mundo entero: de hecho fue uno de sus
pioneros más reconocidos. Junto a Miguel viajaron también algunos otros
sacerdotes de nuestra diócesis que suscriben al Pentecostalismo Católico.
Dicha Escuela de Evangelización presenta un programa de
formación de evangelizadores, especialmente destinado a los laicos. Tiene
dinámicas muy conformes a la idiosincrasia latina y su curso estival dura una
semana y reúne a gente hispana de distintas partes de Latinoamérica y de los
Estados Unidos.
Es en este ámbito en donde Miguel tiene sus primeros
contactos con el Plan Pastoral del KEKAKO, que dos años más tarde aplicaría a
su Parroquia.
Durante una de las noches de la Escuela Internacional de
Evangelización una mujer pidió la asistencia espiritual para su esposo
moribundo. De entre los sacerdotes participantes en la Escuela sólo Miguel
estaba disponible en esa noche. Él no tenía idea de hacia dónde se dirigía, más
que conocer que llevaba el sacramento de la unción de los enfermos a un
moribundo. Resultó ser que ese moribundo era el Sr. Jorge Mascanossa, jefe
político de la oposición al dictador cubano Fidel Castro. Hacía muy poco que
esta familia había conocido a Jesús y tenían toda la pasión típica de los
neófitos.
Mientras oraban suena el teléfono... Misteriosamente quien
había llamado pide hablar con el sacerdote que había llegado. Miguel estaba
sorprendido porque nadie que conociera sabía que estaba en esa casa pues ni él
mismo sabía hacia donde se dirigía. Su interlocutor se presenta como Fray Pablo
María, monje trapense. Sin más presentaciones, le profetiza que había recibido
el bautismo en el Espíritu no en la Iglesia Católica, justamente porque Dios
tenía un propósito de usarlo grandemente para la Obra de la Unidad de los
Cristianos. Miguel no salía de su perplejidad sobre todo cuando aquel monje
profeta toca su corazón con detalles de su vida tan particularísimos: le dice
que en el Cielo hay alguien que intercede especialmente por él y que era Santa
Teresita del Niño Jesús...
(En efecto, cuenta Miguel que sus padres, antes de
conocerse, cada uno se había encomendado a las oraciones de aquella santita con
el propósito que Ella desde el Cielo intercediera para encontrar al cónyuge
apropiado con quien compartir la vida. Ambos se revelaron esta encomienda
obviamente después de haberse conocido y además, el hijo único, Miguel Ángel,
les nació un 30 de setiembre, antigua fecha litúrgica de aquella santita).
Con este signo prodigioso el Espíritu Santo le estaba
confirmando directamente todas las promesas de bendición que aquel monje
profeta estaba declarando sobre su vida y su ministerio.
PEDIDO DENEGADO
Mientras Miguel volvía de Miami lleno de asombro, esperanza
y también de temores, yo me estaba preparando para terminar de cursar mis
estudios.
Como en el mes de diciembre entraríamos en estado de misión,
se me ocurrió que, tal vez, el obispo quisiera ordenarme diácono en la
Parroquia para la fiesta de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre. Con
esto estaría adelantando sólo tres meses la fecha de mi ordenación diaconal y
estaríamos motivando a la Comunidad par la misión. No sólo Miguel sino también
más de un padre carismático que conocíamos me aseguraban y hasta me
profetizaban que el obispo iba a consentir mi pedido.
Sin embargo, el obispo Novak leyó mi carta y me dijo que,
después de haberlo orado, no le parecía adecuado. Cuando me entrevisté con él
me preguntó si lo odiaba por ello, a lo cual le dije que no pues confiaba
plenamente en él y, sobre todo, porque la decisión procedía de su oración y me
esto me daba paz.
CAPÍTULO III: 1998
EL AÑO DEL ESPÍRITU SANTO
Nos acercábamos al Gran Jubileo del Año 2000. El ’98 estaba
previsto como un año de contemplación de la Persona y el rol del Espíritu Santo
en la Historia de la Salvación y en la Vida de la Iglesia.
Para este año en particular Miguel tuvo la moción del
Espíritu de organizar una Gran Misión que llevara el anuncio de Jesús muerto y
resucitado a cada casa de nuestro territorio parroquial. Así organizamos dicha
misión en tres etapas de dos meses cada una en la cual los misioneros
recibirían una instrucción, un subsidio, mandato de bendecir las casas, mapa,
cuaderno donde anotar datos, etc.
Si bien no fueron muchos los que se presentaron para
realizar la tarea, unos veinte y tantos, la Misión se realizó a lo largo de
todo el año con frutos maravillosos de evangelización y culminó con una solemne
liturgia en la calle contigua al Templo parroquial donde se administraron
cientos de sacramentos (confirmaciones, primeras comuniones, bautismos y hasta
casamientos). La santa misa fue presidida por el Obispo Novak. Él estaba
particularmente contento y anunció públicamente que la Gran Misión era un
verdadero ejemplo de evangelización para toda la diócesis de Quilmes.
El júbilo que sentimos ese día de clausura de la Misión fue
indecible... Más todavía cuando al terminar la misa anunciamos públicamente la
creación del Ministerio de Evangelización y presentamos al Padre Obispo a sus
responsables: el matrimonio Finocci.
MIAMI (2ª parte)
Si bien durante todo el año nos regocijábamos con los frutos
de la Misión, en el círculo íntimo de los colaboradores de Miguel estábamos muy
preocupados por su salud: sucedió que para él no era tan sencillo interiormente
dar todos estos pasos de fe; todo su ministerio corría el riesgo de ser
completamente transformado y aún sentía la resistencia propia y la
incomprensión de algunas personas allegadas a él dentro de la Comunidad. Su salud empeoraba y su médico le aconsejó
tomar un tiempo de distancia de su trabajo habitual.
Decidió entonces viajar nuevamente a Miami, dejándome a
cargo de la Parroquia puesto que yo ya había sido ordenado diácono el 20 de
marzo anterior.
Mientras estaba en Miami, en la capilla de la Casa de
Evangelización de los Siervos de Cristo Vivo, en oración frente al Santísimo
Sacramento Miguel le preguntaba cómo llevar adelante esta nueva experiencia. Le
preguntaba si su Voluntad era formar grupos de oración de la Renovación Carismática.
Jesús le dijo claramente que no... Jesús quería toda la Comunidad transformada
en el poder del Espíritu Santo. En su interior todavía le preguntaba “cómo lo
iba a hacer...”
En ese preciso momento ocurre algo prodigioso. Mandar a
buscar a Miguel porque un niño que venía con sus padres desde Corrientes tenía
un mensaje para él. En efecto, ocurría en aquel entonces que un grupo de niños
en una escuela salesiana de Corrientes tenían mociones y alocuciones de la
Santísima Virgen María y Ella, de tanto en tanto, les asignaba algunas tareas.
Este viaje era una de esas y el niño debía comunicarle “a un sacerdote
argentino que se encontraba en Miami” tal mensaje. Los padres del niño no
sabían de qué mensaje se trataba y acostumbraban a consentir las tareas que le
asignaba la Virgen. Tampoco sabían a quién se tenían que dirigir ni nunca antes
habían ido a Miami. Al bajar en el Aeropuerto y preguntar dónde habría una
sacerdote argentino los mirarían ciertamente con extrañeza. No sabemos cómo
pero esos correntinos llegaron a la Casa de la Comunidad Siervos de Cristo Vivo
en el día y en la hora señalada desde el Cielo para darle a Padre Miguel el
mensaje de la Santísima Virgen María que diera respuesta a la pregunta que
embargaba su corazón.
Los padres del niño se adelantaron a pedirle disculpas a
Miguel de lo que éste pudiera comunicarle y le contaron brevemente quiénes eran
y porqué estaban allí. Por supuesto, Miguel estaba perplejo y se puso de
rodillas delante del niño y le pidió que orara por él. El niño le impuso las
manos y le comunicó el mensaje: “Dice nuestra Madre que no se preocupe de cómo
lo va a hacer, que ÉL lo va hacer...”
NEW YORK
El Padre Adolfo, que también había viajado a Miami para
hacer la experiencia de la Escuela Internacional, había invitado a Miguel a
acompañarlo a New York para visitar a sus amigos del Centro Carismático de esa
ciudad. Invitaron a P. Miguel a presidir una de las Eucaristías y resultó de
excepcional manifestación del poder del Espíritu Santo.
También hizo contacto
con una pastor del “Ejército de Salvación”, quien lo invitó a enseñar a los
discípulos más íntimos sobre el tema de la adoración.
¡VEN, ESPÍRITU SANTO!
Era para el 18 de setiembre cuando estaba prevista en el
calendario diocesano la realización de las ordenaciones presbiterales de los
diáconos del Seminario. Sin embargo, por algún motivo particular el Obispo
Novak postergó por una semana la fecha de la celebración. Resultó así que se
anunciara para el 25 de setiembre, fecha significativa para mí pues
correspondía a los quince años de la aparición de la Santísima Virgen María en
San Nicolás, devoción que me acompañó en mis primeros pasos vocacionales.
Quise vivir con mucha piedad el momento de mi ordenación.
Aún en el Seminario viví siempre intensamente cada paso de entrega que la
Iglesia me proponía: “la admisión”, en la cual la Iglesia me ha aceptado como
candidato al ministerio ordenado y el Obispo bendecía mi propósito de unirme
más estrechamente a Jesús; el “lectorado”, en el cual la Iglesia me invitaba a
acercarme más al Pan de la Palabra y a proclamarla en la asamblea; el
“acolitado”, en el cual la Iglesia me confiaba la distribución de la Eucaristía
y me exhortaba a unirme aún más a Jesús, Pan de Vida; Finalmente la ordenación diaconal, en la cual
la Iglesia y oraba por mí para que me identificara con Jesús Servidor.
Era el mes de setiembre, en las horas tan anheladas durante
ocho años de formación y otros tantos de búsqueda...
Para prepararme más intensamente pensé en tomarme los tres
días previos a la ordenación como retiro espiritual. Me acogieron las hermanas
del Instituto Bienaventurada Virgen María, en Plátanos. Allí me visitaron cada
día un sacerdote y una religiosa de allí me daba algunos puntos de meditación.
Finalmente el día llegó.
Miguel me llevaba en su auto hacia la Iglesia Catedral. Una
inmensa asamblea se había reunido para celebrar la ordenación de tres nuevos
pastores. Mucha gente de la Parroquia San José y Santa Cecilia, de otras
parroquias adonde había estado previamente, familiares, amigos y hasta alumnos
me acompañaron en esta Hora decisiva de mi vida.
La Santa Misa comenzó cantando lo que rezaba el lema de
nuestra ordenación “¡Ven, Espíritu Santo!”. Cada diácono con su familia
esperaba ser llamado por su nombre para sentarse cerca del Obispo en el
presbiterio del altar mayor. Llegó mi turno y respondí: “¡Presente!”. Luego de
la liturgia de la Palabra proseguimos con el interrogatorio, los propósitos, la
letanía de los santos y la oración consecratoria. Continuando con el rito los
dos obispos presentes nos impusieron sus manos y luego, uno a uno, repitieron
el mismo gesto cada sacerdote con celebrante. NUNCA HABÍA EXPERIMENTADO EN TODA
MI VIDA TAL LLENURA DEL ESPÍRITU SANTO, al punto que me sentía explotar!!!
El júbilo llenó mi corazón y comenzó la fiesta...
CAPÍTULO IV: 1999
EL PLAN KEKAKO
A comienzos del año 99 P. Miguel presentó al Consejo
Pastoral un proyecto pastoral del que nunca antes habíamos oído. Lo había
traído desde Miami y estaba convencido de que nos ayudaría como Comunidad a
tener una visión estratégica para la evangelización. Se llamaba KeKaKo porque
sumaba las siglas KE, de kerygma, KA, de karisma y KO, de Koinonía. Para
simplificar el esquema de esta visión estratégica, que no es más que un ícono
de “Hechos de los Apóstoles”, Miguel nos diseñó a cada uno un pequeño librillo
que explicaba su contenido:
1) KERYGMA, es el
núcleo fundamental de nuestra fe: creemos que Jesús murió por nuestros pecados,
conforme a la Escritura y que resucitó al tercer día. De este núcleo se
desprenden la fe pascual, el conocimiento de la Escritura y el valor del
testimonio. Cada pastoral de la Parroquia debía iluminarse desde estos
principios.
2) KARISMA, es
cada don del Espíritu Santo puesto al servicio de la Iglesia reconociendo no
sólo los más comunes sino especialmente aquellos que derivan de la experiencia
pentecostal (lenguas, profecía, sabiduría, sanación, etc). Desde esta
perspectiva necesitaríamos tener una comunión más personal con el Espíritu
Santo, dador de dones. Entendíamos además que todos los dones que Él quisiera suscitar
estarían ordenados al llamado particular que Jesús había a nuestra Comunidad:
el de la adoración.
3) KOINONÍA es la
dimensión de la comunión fraterna y el amor a la Iglesia. Suponía una constante
conversión para orientarnos hacia la caridad, sin la cual nada somos. Para
vivirla necesitaríamos ser formados en las actitudes de respeto, entrega,
sacrificio, obediencia, humildad, delicadeza, acogida del otro.
Unánimemente, el Consejo Pastoral acogió la propuesta del
Plan KEKAKO.
Con todos los hermanos damos gloria a Dios por los frutos
que hasta hoy ha producido en nuestra Comunidad este bendito Plan Pastoral
diseñado por un iluminado laico mexicano, el señor Pepe Prado Flores.
Cabe mencionar que fue en el transcurso de este mismo año
que el Papa Juan Pablo II publica su exhortación pastoral para la Iglesia en
América (Ecclesia in America), en donde destacadamente pone el acento en el
ENCUENTRO CON CRISTO VIVO como punto de partida para la Evangelización en
nuestro continente.
Sin duda, un plan pastoral tan simple y una espiritualidad
sólida nos ayudarían a propiciar tal
encuentro con Cristo vivo.
LA MUERTE DEL PREDICADOR
A pesar de que esta espiritualidad pentecostal prometía grandes cosas a nivel pastoral y
había sido la respuesta de Dios para sacarme del hastío en el que me encontraba
en el año ’96, en el fondo de mi corazón había un gran dilema. Era muy probable
que en poco tiempo más el Obispo me cambiara de Parroquia. Mi actitud hasta ese
momento había sido la de “acompañar” a Miguel en aplicar la experiencia
pastoral pero no parecía estar convencido yo mismo de que esta espiritualidad
fuera para mí, para que impregnase todo mi ministerio. La duda me atormentaba
sobre todo porque algunos presbíteros significativos para mí (amigos,
formadores y profesores) comenzaron a murmurar contra mí, a prejuzgarme y
hacerme de lado, cosa que realmente me ha dolido mucho.
Para tomarme un tiempo de meditación y aún sintiendo una
gran necesidad de sanación interior decidí participar en el retiro espiritual
que organizaba la Renovación Carismática en Córdoba: un retiro para sacerdotes
que contaría con la presencia del renombrado predicador internacional, Padre
Emiliano Tardiff.
Llegué temprano ese lunes a la casa de retiros en San
Antonio de Arredondo, Córdoba. Llevé conmigo algunos libros de meditación y
comencé con uno en particular: uno del Cardenal Martini (uno de mis autores
espirituales favoritos) que trataba sobre meditaciones versadas sobre algunos
personajes bíblicos. Recuerdo que esa noche
leí aquella que profundizaba sobre Jacob. La reflexión concluía que este
personaje bíblico tenía la valiosa
capacidad de descubrir la “coordenadas invisibles dentro de las coordenadas
visibles”. Absorto en este pensamiento, me dormí...
Al día siguiente, los servidores del retiro nos indicaban el
camino del gran salón adonde el Padre Tardiff daría su prédica después de que
rezáramos la oración de la mañana. Después de hacerla, tuve necesidad de ir al
baño pero no me dejaron. Pregunté a qué se debía semejante determinación y me
respondieron que el Padre Asesor tenía que dirigirnos un mensaje y que era sumamente
importante estar presente. En efecto, el sacerdote que acompañaba la
organización del retiro nos comunicaba a los 236 sacerdotes presentes que el
Padre Emiliano Tardiff, uno de los precursores del Pentecostalismo Católico en
el mundo entero y gran predicador dotado de carismas de profecía y sanación,
había muerto.
Perplejo de la novedad, yo no dejaba de preguntarme cuáles
serían las “coordenadas invisibles” en semejantes coordenadas visibles...
El retiro espiritual continuó. Pocas horas después habían
preparado el féretro y lo habían expuesto frente a nosotros en otra sala en la
cual se continuaban dando las prédicas. El diácono Guzmán, quien acompañó al
Padre Tardiff en este viaje, tomó la posta y continuó con el ministerio de la
Palabra. La atmósfera espiritual era impresionante: una gran unción del
Espíritu Santo estaba allí presente, como si se hubiese quebrantado una
preciosa vasija para que exhalara su fragancia.
Consternado con este signo elocuente de Dios le pregunté a
una de las mujeres que servían en el retiro sobre qué le parecía que Dios le
estaba comunicando a los sacerdotes de Argentina. Convencida me contestó: “Que
tomen el arado y se la jueguen como lo hizo este hombre que murió predicando”.
Evidentemente el predicador aún después de muerto continuaba predicándonos..
Pude contemplar también a los “grandes popes” de la
Renovación Carismática en Argentina que estaban presentes en el retiro: ellos
fueron incomprendidos, juzgados, silenciados y apartados; sin embargo no
temieron y creyeron en las promesas de Dios y, si sembraron con lágrimas, ahora
estaban cosechando entre canciones (prueba de ello éramos los más de doscientos
sacerdotes de todo el país allí presentes y pensaba en las multitudes que
estaban detrás nuestro).
Al terminar el retiro, uno de los curas gritó a los demás:
“Hacen falta más Emiliano Tardiff en la Argentina ¿Alguien quiere ir a
predicar?”. Algunos dijimos con mucho entusiasmo que sí. Por mi parte, si tenía
algún temor en abrazar esta espiritualidad y dejar que afectara para toda la
vida mi ministerio, saliendo de este retiro quedó absolutamente disipado.
Regresé decidido en servir a la Iglesia según el modo en que Dios lo había
pensado para mí.
Apenas llegué a la Parroquia tuve que suplir a Miguel en la
misa del primer viernes de mes, “misa carismática”, y para confirmar mi
decisión el Espíritu Santo obró prodigios de sanación que fueron confirmados de
modo bien patente.
VENDRÁN DE LAS COSTAS DEL SUR
Mientras tanto la vida espiritual que fluía de los “Lunes de
Alabanza y Adoración” iba en aumento: en efecto, desde sus comienzos hacía dos
años la cantidad de gente que participaba era muy poca aunque el Espíritu Santo
nos iba formando en la escucha de su Voluntad y aprendíamos a colaborar cada
vez más con Él. Con las manifestaciones carismáticas que el Señor suministraba
se iban, paso a paso, formando los ministerios que actualmente sirven de modo
habitual: servicios, intercesión, evangelización y Alabanza.
Fue particularmente significativa una Palabra del Señor que
recibimos al modo profético: “Vendrán desde lejos, desde las costas del Sur”.
Quedamos desconcertados con esta profecía que inmediatamente se cumplió pues
llegaron en combis mucha gente venida de La Plata (costa del sur). La asamblea
se vio numéricamente multiplicada y eso llamó la atención al resto de la
Comunidad que contemplaba expectante los pasos de su nuevo pulmón
evangelizador: “La alabanza de los lunes”.
Con la gente de las costas del sur llegó una Palabra
Profética que nos ayudaría a entender la identidad de la llamada especialísima
de la cual Jesús nos había hecho objeto. Esa Profecía declaraba que nuestra
Comunidad tenía el “carisma de la Presencia”, es decir, que las personas que se
acercaran a nuestras asambleas harían una experiencia especial de la Presencia
de Dios. Los frutos de todos estos años han confirmado esta Profecía. Aquí está
el texto completo de la Profecía:
CONSAGRADOS A MI PRESENCIA
PROFECÍA RECIBIDA EL LUNES 25 DE SETIEMBRE
EN ALABANZA Y ADORACIÓN
Dice el Señor - “Pastores: he marcado a esta iglesia, a esta
comunidad parroquial, dedicándola para mi PRESENCIA...
De una manera especial esta iglesia posee la riqueza de mi
PRESENCIA...
Existen otras iglesias haciendo una tremenda obra para el
Reino de Dios:
algunas especialmente poseen la riqueza de la Palabra,
otras son especialmente ricas en fe, otras especialmente
ricas en obras.
Esta Iglesia no es mejor, es diferente...
He colocado mi mano - dice el Señor – sobre ella;
Mi Gloria la cubre y por eso esta iglesia es especialmente
rica
en ofrecer la experiencia de mi PRESENCIA...
La unción de mi Espíritu cubre y cubrirá esta Comunidad...
Vendrán hambrientos de todos lugares y mi sola PRESENCIA los
confortará,
Los hará volver a mí, los sanará, los liberará,
y experimentarán la comunión con mi Espíritu Santo.
Todo en esta iglesia, en esta Comunidad parroquial, es para
y por mi PRESENCIA:
Los dones, los carismas, la santidad de los pastores,
de los ministros de alabanza y adoración, de los servidores
en todas las áreas...
La santidad que pido y concedo a esta Comunidad es para y
por mi PRESENCIA...
Yo los hago testigos de mi PRESENCIA,
Los hago testigos de QUIEN SOY...
Yo los hago capaces, como Comunidad, llevar a las personas
a mi PRESENCIA,
De conducirlas al Lugar Santísimo...
Los integrantes de esta Comunidad están llamados y poseen mi
gracia
para hacerme presente donde se encuentren,
por eso mi unción está sobre ustedes.”
MÁS MINISTERIOS PARA EDIFICAR
El año 99 fue en que el Señor suscitó nuevos ministerios
para edificar la vida de la Comunidad.
Con la visión del Plan Pastoral se hacía necesaria la formación de líderes
que formen a otros discípulos, lo que el KEKAKO llama –parafraseando al Apóstol
Pablo- “el factor multiplicador”. Recibí la inspiración, que aprobó Miguel, de
crear un ministerio que formara a los egresados del Discipulado en las áreas
espirituales más relevantes: oración, biblia, liturgia, moral y doctrina social
de la Iglesia. En la primera partida
formábamos quince líderes entre discípulos egresados y activos en ministerios.
Estos revisaban su vida personal y comunitaria a la luz de esas áreas y lo
compartían o conmigo o con dos hermanas, Nora y Alejandra, capacitadas con don
de discernimiento. Esto resultaba particularmente novedoso pues laicas
calificadas eran verdaderas “directoras espirituales” de sus hermanos.
El nacimiento del Ministerio de Jóvenes fue más dramático,
verdaderos dolores de parto. Contábamos en ese entonces con un grupo de jóvenes
bastante rebelde y, aunque sus responsables preparaban y daban lo mejor de sí
en cada encuentro, ellos respondían con absoluto desinterés. Respecto de la
nueva espiritualidad que se estaba manifestando en la vida comunitaria,
curiosamente se resistían y la rechazaban con burlas y agresiones. Colmando la medida
de nuestra paciencia, y entre lágrimas, decidimos desintegrar ese grupo y
prohibirles que se reunieran en las instalaciones de la parroquia.
La única oportunidad que les dejábamos era una opción
personal de manifestar que vendrían únicamente por Jesús -y no con otras
motivaciones- para integrar lo que sería el “Ministerio de Jóvenes”: un
ministerio pastoreado por jóvenes. (Cabe mencionar que todos y cada uno de
aquellos jóvenes dieron su “sí” a Jesús en aquella ocasión y hoy muchos de
ellos son responsables de ministerios en la Comunidad.) De allí en más este
ministerio no ha dejado de dar a la Comunidad jóvenes con anhelo de santidad.
Sus primeros responsables fueron Cotty, Ale y Marisel.
Los matrimonios también tuvieron su espacio cuando Miguel
creó el “Ministerio de Matrimonios”, a cargo de los Marcheschi. La tarea
primordial de este Ministerio fue, y aún continúa siendo, la de pastorear a los
novios en su catequesis pre-matrimonial y a los esposos ofreciendo sus talleres
de crecimiento con la metodología que les caracteriza.
Ese año se desdobló el Ministerio de Servicios en tres
áreas: Ministerio de Liberación, Ministerio de Sanación y el de Servicios,
propiamente dicho. Miguel me puso a cargo del primero que, por razones
pastorales, tuve que disgregar apenas asumí como párroco en 2003. El segundo,
en cambio, se integró al Ministerio de Intercesión.
CONOCER MÁS DE LA CRUZ
Se acercaba el aniversario de mi ordenación presbiteral y en
mi oración personal surgió este pedido “Muéstrame más, Señor, sobre el Misterio
de tu Cruz”. Ciertamente era el Espíritu quien oraba esto en mí pues yo no era
consciente de las consecuencias que esto traería a mi vida y a mi ministerio.
Como parte del rito de la ordenación el Obispo dice al
recién ordenado “Configura tu vida con la cruz del Señor”. Esta exhortación
venía a mi memoria para este primer aniversario de mi consagración al servicio
del Pueblo de Dios. Por eso la llevé a la oración de una manera gozosa y
agradecida por este primer año que pasaba lleno de manifestaciones de gracia y
poder del Espíritu Santo.
En poco menos de un mes esa oración pareció responderse.
Tuve siempre en mi espalda muchos lunares y uno en particular creció y reventó.
Para sortear las molestias fui a una dermatóloga quien no salía de su asombro,
aunque no me quería manifestar su
angustia (ya que eso fue lo que sintió –supe después-) e inmediatamente me
envió al quirófano. Ella misma se encargó de todos los asuntos a fin de que se
realizara a la brevedad. A los cuatro días entré al quirófano. Confieso que
todo eso para mí era de muchísimo sufrimiento, ya que durante mi infancia mis
padres recorrieron conmigo los hospitales pues desde pequeño tuve graves
problemas de salud y quedó en mí un miedo respecto a todas esas cosas.
Sólo restaba esperar el resultado de la biopsia. Vino el
cirujano mismo a entregármelo a Parroquia. Se mostraba angustiado. Yo tenía una
gran paz. En un primer momento pensé que no podía ser cierto pero
inmediatamente lo acepté: la biopsia lanzaba como resultado un melanoma, cáncer
de piel, en el grado más alto y comprometido. No fue casualidad que en ese
mismo día yo había visitado la librería de Ediciones Paulinas en la Capital y
me había comprado el libro del Padre Raniero Cantalamessa: “Predicamos a un
Cristo crucificado”, el cual me acompañó en este verdadero vía crucis personal.
Después de recibir la presentación de un coro que daba su
concierto en el Templo esa tarde me dirigí hacia Miguel para contarle la
novedad. Para él sería la gota que rebalsaba el vaso pues en cada día de esos
tres le habían sucedido cosas trágicas: el 8 de diciembre le robaron, el 9 le
chocaron su auto y ahora el 10 venía su vicario colaborador a decirle que tenía
una enfermedad terminal. Después de escucharme, Miguel tomó el teléfono y llamó
a un amigo médico para que le ampliara la información. Yo escuchaba por otra extensión telefónica.
El doctor le decía que la situación era gravísima y que me
quedaban dos meses de vida como mucho. Me despedí de Miguel sabiendo de mi
sentencia de muerte y de acuerdo en convocar de urgencia al Consejo Pastoral.
Esa noche fue, tal vez, la más oscura de mi vida. Mi alma estaba llena de
angustia y temor. Me pesó la soledad como nunca antes. Venían a mi mente
pensamientos como: ¿Por qué tengo que morir, Señor? ¿Apenas hace un año que soy
pastor y ya me voy a morir, Señor? ¿Con la carencia de sacerdotes que hay,
quieres que me muera, Señor? ¿Y mi familia? ¿Cómo se lo digo?...
No pude conciliar el sueño en toda la noche. Sin embargo,
por Gracia, no me faltó la fe. Siempre creí que Dios no cambiaba, que era Padre
tierno y amoroso también para mí en esa situación de sentencia de muerte.
Resolví aceptar la perfecta Voluntad de Dios como lo hizo Jesús en el Huerto de
Getsemaní y abandonarme como Él, clamando desde lo más profundo: “Padre, aparte
de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”. Y agregué: “Si
quieres que muera consumiéndome en un lecho, te alabaré hasta el último
suspiro; si quieres que sirva ¡Sáname!”. Aún si me sanara, sabía que debía
pasar estudios ya tratamientos preventivos y decidí poner en práctica la
exhortación del Papa Juan Pablo II “Salvifici Doloris” donde expone sobre la
fuerza redentora del sufrimiento para quien está unido a Cristo Jesús.
A las pocas horas fui a entrevistarme con el Obispo Novak
para ponerlo al tanto de la situación. Le dije que quería OFRECER TODOS LOS
SUFRIMIENTOS Y MI VIDA POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS. A él le pareció bueno
ese acto de ofrenda y también me dijo que podía pedir al Señor la sanación.
Recordemos que también él pasó por circunstancias parecidas a los pocos años de
ordenado obispo. Mientras regresaba de un viaje a Centroamérica contrajo el
virus “Guillán Barré” que lo dejó absolutamente paralizado por varios meses y
esta experiencia de quebrantamiento espiritual lo hizo nacer de nuevo.
También para mí se trataba de un nuevo nacimiento que
traería muchos frutos espirituales a nivel personal y ministerial. El Misterio
de la Cruz de Jesucristo se quitaba algunos velos para enseñarme secretos sobre
el poder la intercesión y el poder redentor del sufrimiento, una nueva
comprensión del Misterio Pascual y del “aleluya” (Sobre todo cuando me hacía
nuevos estudios médicos y en los diagnósticos resultaba estar sano), una
confianza en Dios absolutamente abandonada a su Voluntad, una experiencia renovada
del poder del Espíritu Santo en la predicación, algunos cambios en mi
temperamento y el trato con la gente (¡Qué milagro!), un amor nuevo por la
Iglesia, un celo por la Unidad de los cristianos, etc. Mi vida fue un antes y
un después de esta experiencia de quebrantamiento.
CAPÍTULO V: 2000
EL GRAN JUBILEO
El Papa Juan Pablo II había convocado a la Iglesia en el
mundo entero a celebrar el Gran Jubileo de los dos mil años del nacimiento de
nuestro Señor Jesucristo. Como es tradición en la vida de la Iglesia, los
jubileos traen consigo impresionantes bendiciones porque es un tiempo especial
de intervenciones de Dios. Este Jubileo fue acompañado con una serie de gestos,
signos y encuentros multitudinarios.
Un gesto sin precedentes en la Historia de la Iglesia fue
que el Papa abrió la “Puerta Santa” de la Basílica San Pablo Extramuros, en
Roma, acompañado del arzobispo anglicano y de un obispo ortodoxo. En efecto,
ese gesto –que simboliza la apertura de las puertas del Cielo para obtener
misericordia- era privativo de los Papas; sin embargo, en esta ocasión el Santo
Padre admitía compartirlo con grandes líderes de otras confesiones cristianas,
uniendo Oriente con Occidente, Católicos con Protestantes. Un milenio nacía
alborando nuevas promesas de gloria para el Cuerpo de Cristo.
Nos llamó poderosamente la atención que durante el Año de
Gracia en el Vaticano regalaran a los peregrinos un video con una película de
“Jesús de Nazaret”, una producción filmográfica nueva y especialmente preparada
con motivo del Jubileo 2000. Lo curioso era constatar la magnífica comunión que
sentíamos con el Pastor Universal, ya que al final de la película estaba
editada una invitación, en forma de oración, para recibir a Cristo como único
Señor y Salvador, gesto que cada lunes se realiza en nuestra “Alabanza y
Adoración”.
En nuestra Comunidad organizábamos una Gran Misión que
guiaba el Ministerio de Evangelización. En Berazategui, siguiendo los pasos del
“Encuentro Eucarístico Nacional” que se realizaba en Córdoba, preparamos
nuestro propio “Encuentro Eucarístico” del cual guardamos gozosos recuerdos de
haber hecho la experiencia de los discípulos de Emaús: nuestro corazón ardía
cuando se proclamaba la Palabra y lo reconocimos al partir el Pan.
MIAMI (3ª Parte)
Con ocasión del Jubileo, el Padre Miguel recibió la formal
invitación de ser predicador en la Casa de la Anunciación, en la Comunidad
Siervos de Cristo Vivo. Tendrían, entre otras cosas, un programa de retiros
espirituales predicados por él.
Miguel estaba, como todos nosotros, muy entusiasmado con la
realidad del anuncio del Jubileo y le llamó poderosamente la atención que en la
Arquidiócesis de Miami no se hubiera organizado absolutamente nada para el Año
de Gracia, más que el esfuerzo de recaudación de cuatro millones de dólares
para pagar no sé cuál deuda. Por lo cual, cuando se pasó de boca en boca que un
sacerdote haría un retiro espiritual sobre el tema del Jubileo la respuesta fue
tal que debieron alquilar un mini-estadio para albergar a los interesados. El
Espíritu Santo confirmó incluso con sanidades físicas ese evento y a partir de
allí acreditaba con poder a su servidor, el Padre Miguel Ángel.
Parte de la agenda de este viaje era poder participar de
alguna de las Cruzadas que organizara el Pastor Benny Hinn. Era natural que,
después de haber recibido el bautismo en el Espíritu Santo escuchando los
casetes de ese Pastor, Miguel intentara tener un contacto más cercano, al menos
participando de una de sus asambleas interdenominacionales.
Quienes lo llevaron al lugar del culto que presidía Benny
Hinn pudieron conseguir un lugar muy especial: en la tercera fila de la
plataforma, cerca de donde oficiaba el pastor. Cuando el culto terminó, culto
que duró unas tres horas, Benny Hinn se retira de la plataforma. Para sorpresa
de Miguel los asistentes del Pastor Hinn lo vienen a buscar y le dicen que
Benny quería hablar con él detrás de la plataforma.
Lo acercan y comienzan a traducirles el diálogo. “¿Quién
eres?”, preguntó Benny Hinn. “Soy Miguel, sacerdote católico”, responde el
Padre. Luego comenzó a contarle al Pastor cómo había llegado a él el bautismo
en el Espíritu Santo mientras Benny Hinn iba completando cada frase que Miguel
decía, como si conociese ya toda la historia de los acontecimientos. Benny Hinn
le exhorta a no abandonar su Iglesia y le pregunta también “¿Quién quedó en tu
lugar en tu Parroquia?”. Miguel le dice mi nombre y Benny Hinn le replica
“AMBOS ESTÁN LLAMADOS A RECONSTRUIR EL ALTAR DEL INCIENSO”...
VIENTOS DE SANTIDA
Cumplíamos cinco años de los Lunes de Alabanza y Adoración y
P. Miguel nos impartió una profecía procedente del ámbito de las iglesias
evangélicas que resultó ser cierta, al menos en el seno de nuestra vida
comunitaria. En efecto, la profecía decía que se acercaban “vientos de
santidad”, es decir, que el Espíritu de Dios iba a soplar fuertemente para
dejar en evidencia muchas estructuras de pecado dentro de la misma Iglesia y,
claro está, también en la sociedad; que sería confundido como un “viento
diabólico” por las desajustes que traería y que había que poner el rostro a
este Viento para ser edificados en la santidad y ser fortalecidos en la lucha
contra el pecado.
Como nunca antes la palabra “santidad” había resonado en la
vida espiritual de nuestra Comunidad. Comenzamos a sentir celos por la
santidad, a comprender con una profundidad nueva el verdadero concepto de qué
significa ser santos y nos encendía en un ardor nuevo hacia ella. La
experiencia de la adoración, de acercarnos a Quien es tres veces santo, era
fundamental en esta pedagogía espiritual pues nos iba instruyendo cada vez más
en el temor de Dios.
Curiosamente, al terminar el año del Jubileo el Papa Juan
Pablo II publicaba su carta apostólica “Novo Millenio Inneunte” en donde el
tema de la santidad era presentado de una manera nueva y hasta audaz porque
proponía a “la santidad” como programa de la vida pastoral.
Por los frutos, esa profecía procedía de Dios...
OTRA PROFECÍA
Recibida el 26 de diciembre, en la última Alabanza y
Adoración del año.
HAY MÁS, MUCHO MÁS...
Así dice el Señor:
“Hijitos míos, yo he puesto mi corazón sobre ustedes.
Así como el Pueblo escogido experimentó que Yo Soy un Dios
fiel y proveedor,
Así ustedes experimentarán siempre más que Yo Soy un Padre
fiel
Y que les provee de todo lo que necesitan, según mis
riquezas.
Aunque ustedes muchas veces no son fieles,
Yo Soy fiel.
Fiel para perdonar cuando se arrepienten;
Para ser fuerte cuando ustedes son débiles;
Para ser el cien por cien cuando ustedes se sienten como
cero.
Yo, con alegría, veo en ustedes la fe de un niño
Que confía que su Padre cumplirá toda sus promesas.
Esa fe es Mi don tal como la fe que yo di a Judit, a Ester,
a María,
A Abraham, a Pedro, a Juan.
Estoy contento porque veo que su fe va creciendo
De una semilla de mostaza a un poderoso árbol
Donde otros pueden venir a encontrar refugio.
Hijitos: deseo que entren más seguido a mi Presencia,
Al salón del Trono,
Porque Yo, Su Padre, deseo hablar con ustedes.
Muéstrenme su cara y yo les mostraré la Mía.
Déjenme oír su voz y oirán la Mía.
Para que sus labios hablen las palabras que Yo les doy.
Vengan diariamente para que pueda darles el poder
Para lograr todo lo que quiero realizar.
Arrancaré de ustedes, como Divino Viñador, toda infidelidad.
Derramaré sobre su mente, su espíritu y las circunstancias
de la vida
Un don de fidelidad renovado.
Ustedes serán mis hijitos fieles como Yo Soy, Yahvé, El que
Es fiel.
No digan suficiente, suficiente,
Cuando Yo, su Dios, digo hay más, mucho más: llega mi
Gloria...”
Saben: cuando su comunión conmigo crece,
El arrullo de la tórtola comienza a escucharse sobre la
tierra...
¡Cuánto los amo! Vengan a Mí.
Manténgase pequeños y Yo los usaré en cosas grandes.
La mayoría de ustedes han dado un paso definitivo, sigan
adelante...
Oro por ustedes para que su mente esté abierta
A todo lo que el Padre desea mostrarles;
Para que la unción de braza ardiente que puse sobre Isaías
Se ponga y permanezca sobre ustedes;
CAPÍTULO VI: 2001
UN PENSIERINO, DON EDUARDO...
El sueño más grande que mi mamá tenía en la vida era el de
conocer la tierra de sus padres. Siendo el 2001 el año en que cumplía los
cincuenta quise hacerle este regalo que, además, sentía que sería de mucha
sanación para su vida. Ahorré entonces los sueldos de docente de todo el año
anterior para este propósito y me alcanzó justo para comprar dos boletos de
avión para Italia, la tierra de mis abuelos. Era la época del “uno a uno” en
nuestro País y se podía todavía planificar viajes como este.
¿Qué lugares visitaríamos? ¿Quién nos hospedaría? Porque
nunca antes nos habíamos comunicado con nuestros familiares italianos ni
tampoco teníamos amigos allá. Dios nos proveería cada cosa pues Él tenía planes
también para mí en este viaje... Por lo pronto, con los pocos contactos que
teníamos y otros que “aparecieron” hasta último momento haríamos este
itinerario: Roma, Cetraro (en Calabria, al sur), Castelfranco (cerca de Arezzo,
al centro del País), Cúneo (al norte, cerca de Francia) y Milano.
Mientras esperábamos nuestra partida en el mes de abril
quise instruirme un poco sobre la lengua italiana pensando además que no lo
necesitaría demasiado ya que supuestamente mi mamá sería mi intérprete pues
ella sabría el idioma. De todos modos, con el entusiasmo de la ocasión me
conseguí unos cassettes y unos fascículos de una editorial que divulgaban el
idioma italiano. Con los ejercicios interactivos pude aprender, como para
conformarme, algunas pronunciaciones de las palabras y nada más.
Llegamos a Roma y nos hospedamos en el Colegio Argentino,
que queda en “Piazza Buenos Aires”. Por una semana no tuvimos necesidad de
hablar en italiano; es más: cuanto más intentábamos hablar nos dábamos cuenta
de que menos sabíamos.
En la Ciudad Eterna tuve una experiencia conmovedora: era el
segundo domingo de Pascua, llamado “el domingo de la misericordia”, y había
Santa Misa concelebrada en la Plaza San Pedro, presidida por el Papa Juan Pablo
II. Un sacerdote del movimiento neocatecumenal me invitó a ir y, sorteando un
guardia inflexible (pues yo no tenía el “pase” para entrar a la concelebración)
ingresamos en los atrios vaticanos para revestirnos y compartir la Santa Misa
con millares de peregrinos venidos de todo el mundo, sacerdotes de todas las
naciones y, por supuesto, el Papa. Él había dado la orden de que en el día de
la misericordia todos las sacerdotes que se presentasen podían concelebrar en
la Santa Misa (aunque tal parece que aquel guardia desconocía la directiva del
Santo Padre).
Llegó el día de partir hacia el sur para visitar la tierra
de mis abuelos. Hicimos contacto con algún pariente que nos hospedara. Y
después de arduas horas de tren llegamos al pueblito, al “paese”, que dejaron
mis abuelos para venir a habitar en Argentina. Se llama Cetraro (chetraro) está en la costa del azul Mar Tirreno en el
empeine de la “bota italiana”. Descubrimos que nuestros familiares eran allá
muchísimos más que los que estamos acá. Nos recibían con tanta calidez que nos
asombraba y todo nos hablaba de mis abuelos. Mi mamá estaba muy conmovida y
esta visita nos ensanchaba el alma para recibir nuevos afectos.
Un día, mientras caminábamos por el centro histórico del
pueblo junto a nuestros primos, nos encontramos con Don Sebastiano, el párroco
de San Benedetto, la parroquia más antigua de Cetraro en donde mi abuelo y
todos nuestros antepasados fueron bautizados y recibieron los demás
sacramentos. El cura me invitó a celebrar la Misa de domingo, a lo cual me
negué argumentando que no podía expresarme bien en italiano. Lo comprendió y
por eso me invitó simplemente a presidir la Misa mientras él me indicaría en el
misal lo que debía leer. Como más o menos me defendía en la lectura accedí a la
invitación. Mientras pasaban las horas y esperaba el domingo yo le decía a
todos mis familiares que me iba a encomendar al Espíritu Santo.
Llegado el Día del Señor comenzamos la Santa Misa en la
antigua parroquia. Según el acuerdo pactado yo presidiría y Don Sebastiano
leería el Evangelio y lo predicaría. Sin embargo, ocurrió algo inesperado: al
momento de leer el Evangelio, Don Sebastiano se levanta y antes de irse al
ambón me dice “Don Eduardo, ahora yo leo el Evangelio y después Usted nos hace
una pequeña reflexión”. Me dejó sin más,
sin posibilidad de retrucarle nada y mientras sudaba de miedo me dirigí en
oración al Espíritu Santo y le dije “Espíritu Santo, te pido que obres ahora
mismo sino vamos a quedar mal Vos y yo... Te reclamo que cumplas en este
instante la promesa del final del Evangelio de Marcos donde Jesús prometió que
hablaríamos nuevas lenguas para predicar”.
Y confiando en Dios me dirigí al ambón para predicar la
Palabra. La homilía fue tan fluida en lengua italiana, con sólo un error en
todo el discurso, que mi mamá pensaba que yo estaría leyendo de algún lado la
reflexión. Pero no... Dios estaba cumpliendo su promesa y lo hacía con un
propósito: capacitarme para ir a predicar a los italianos en su propia lengua.
De hecho, desde ese año hasta ahora he sido convocado muchas veces por los
cristianos italianos para que reciban el
Evangelio y la enseñanza de la Doctrina. He visto a Dios moverse con poder en
las asambleas de oración y en la liturgia. Me abrió y me sigue abriendo los
caminos de la predicación y de la enseñanza por todas las regiones de Itali
LA MUERTE DEL OBISPO
El 9 de julio de este año, pasó de este mundo a la Casa del
Padre nuestro querido primer obispo de Quilmes, Don Jorge Novak. Todos estamos
de acuerdo en que fue un gran hombre de Dios, un preclaro padre y profeta.
Padre: porque engendró mucha vida en sus 25 años como Cabeza
de la Iglesia local de Quilmes. Basta mencionar que recibió una diócesis con 20
parroquias y 30 capillas y la entregó con 80 parroquias y 150 capillas; los
espacios de formación que creó, tales como Centros de Formación (Bíblica,
Misionera, de Doctrina Social), el Seminario, el Preseminario, los
Profesorados, la Escuela de Ministerios, el Instituto Catequístico, etc; Los
espacios de Evangelización que consintió, como las casas de retiro Cura
Brochero y San José, la Carpa
Misionera;
La amplia variedad de espiritualidades que aceptó dentro de
la Diócesis e inclusive a algunas amparó asegurándoles identidad; Las obras de
solidaridad que avaló, comenzando con una eficaz red de Cáritas y continuando
por tantos hogares para madres solteras, jardines maternales, centros para
abuelos, etc. Ciertamente que todas estas cosas siempre fueron llevadas
adelante por gente capaz que supo acompañar las iniciativas de este sucesor de
los Apóstoles.
Profeta: porque como tal tenía la audacia de denunciar las
graves injusticias sociales y así fue co-fundador del Movimiento Ecuménico por
los Derechos Humanos, uno de los instrumentos que Dios levantó para tirar abajo
la diabólica Dictadura Militar; porque soñaba con cosas que luego venían a dar
visión a la diócesis; siempre estaba como adelantándose en su mirada, en su
discurso, en la lectura de los signos de los tiempos, a los acontecimientos
sociales y eclesiales. Por ejemplo, si uno escucha las advertencias que dio en
Nombre de Dios en su homilía de la primera “Misa de la esperanza” (1996),
fueron cosas que luego lamentablemente sucedieron a nivel social.
Recuerdo que en esa mañana en la que vivió su pascua a las
Moradas Eternas yo estaba con gripe pero de todas maneras quise ir a la
Catedral para compartir con nuestra Iglesia de Quilmes la despedida de aquel
con gran hombre. Había una gran tristeza, nos sentíamos como huérfanos
(humanamente hablando, claro). Sentí que podía ser útil al Señor y a la Iglesia
poniéndome a confesar allí en la Catedral, donde se velaban sus restos. Luego
de varias misas consecutivas, llegó la final la cual presidió el Nuncio Apostólico.
Durante la celebración había delegados de varias confesiones cristianas y aún
de otras religiones, la Catedral no bastó para albergar tanta gente, vinieron
también obispos y sacerdotes de muchos lugares, pues Novak era, sin duda, un
obispo muy querido y respetado. Y nadie podrá olvidar las palabras de despedida
del Obispo Metodista Pagura...
CAPÍTULO VII: 2002
GRANDES DESILUSIONES
El año 2002 comenzaba siendo una gran desilusión. La
angustia se había instalado en nuestra vida social con los dramáticos
acontecimientos de la caída del Presidente De la Rúa, el caos de los saqueos y
revueltas y nuevas falsas promesas de los políticos de turno.
También en nuestra Comunidad vivimos algunas amarguras
provocadas por graves desencuentros entre algunos hermanos e incluso con y
entre los pastores.
Eran tiempos de oscura confusión dentro de nuestra
Comunidad. Había graves faltas de caridad entre los hermanos y el Espíritu
Santo estaba siendo contristado. Habíamos perdido ya gente muy querida y muy
valiosa y estábamos a punto de perder más. ¡Cuánta tristeza y cuánto dolor a
nivel social, a nivel diocesano, y ahora se agregaba a nivel comunitario!
Entre tanta confusión casi perdemos los Lunes de Alabanza.
No nos desanimaron pero sí nos dolió mucho un anónimo falso
testimonio que levantaron contra nosotros en el Obispado, diciendo un montón de
falsedades con respecto a la Alabanza. Todavía no bastaba esto que, entre los
ministerios que se ejercían los lunes había grandes roces y la unción del
Espíritu ya no nos visitaba. Venía entonces poquísima gente y se multiplicaban
los comentarios sobre qué estaría sucediendo. Sin duda estábamos siendo
probados en todo porque Dios estaba preparando cosas nuevas y, como nuestra fe
es una fe “pascual”, per crucem ad lucem, por la Cruz llegaríamos a la luz de
la resurrección.
LOS PROFETAS
Igual que en la Biblia, cuando llegábamos al colmo de la
confusión y de la oscuridad, Dios envió a los profetas para dejar en evidencia
las injusticias y anunciar que Dios hacía cosas nuevas. Más que haber leído
alguna profecía escrita, hasta ese momento no habíamos tenido experiencia de
conocer hermanos que tuvieran específicamente la profecía como ministerio. Dios
nos envió a tres de ellos ¿Quiénes eran? ¿Cómo los conocimos?
Pues sobre uno de ellos ya hice mención en el capítulo II,
en “Miami (1ª Parte)”, cuando presenté a Fray Pablo María. En efecto, en el
invierno los amigos de Miami se habían puesto en contacto con Miguel porque
sentían del Espíritu venir a visitar nuestra Comunidad porque tenían un
“mensaje de esperanza para Argentina”. La otra figura profética es una mujer,
la Señora Marta Segura, una de las pocas figuras con ministerio profético
ampliamente reconocido en el ámbito de las Iglesias Evangélica y que también
habíamos conocido durante el invierno. Ambos hermanos aseguraban que debíamos
organizar un evento juntos y declarar proféticamente unas cosas sobre
Argentina.
Por mi parte, yo no entendía nada. Me parecía un lenguaje
extraño todos estos asuntos y, sobre todo, el modo en que se expresaban los
profetas. Pero intuía que algo fuerte de Dios se acercaba a nuestras vidas y,
como advierte San Pablo al final de su primera carta a los de Tesalónica, no
había que despreciar las profecías.
Fue así que, en el mes de octubre, organizamos un evento
ecuménico para un lunes de Alabanza y publicamos que hermanos con ministerio
profético tenían un mensaje de esperanza para Argentina. Al interno de la
Comunidad hubo también algunas intervenciones muy edificantes. A mí mismo, Fray
Pablo María me profetizó una serie de cosas. La más descabellada y precisa de
todas se cumpliría en 2006: Miguel y yo seríamos víctima de una grave calumnia.
Cuando llegó el esperado lunes comenzaron a quedar al
descubierto un montón de cosas, en especial las graves faltas de comunión de
algunos hermanos. La Alabanza parecía una guerra, como si pegáramos manotazos
en la oscuridad. La profecía que salió de la boca del profeta era muy sencilla
pero nos dio consuelo y ánimos: que Cristo no iba a abandonar a Argentina; sin
embargo, después de eso lanzó otra mucho más audaz y más precisa en donde
decía: “desde aquí surgirá un rebaño católico-evangélico-pentecostal que
llevará mensaje de Dios al mundo entero”. Y con estas palabras terminó su
intervención...
El tercer profeta se hizo presente en diciembre. Conocíamos
al Padre Peter Sanders del año anterior pues Miguel lo había conocido en
California y lo había invitado a predicar ya que él visitaba anualmente a
Argentina. De las veces que vino se me encargó de atenderlo y fue así que nos
hicimos amigos.
Cuando llegó en diciembre me encontró en ese estado de
desconsuelo e intentó animarme (cosa que no logró). Pero lo más significativo
es que en su prédica habló específicamente sobre la “intercesión profética”,
cosa que no entendí en ningún aspecto. Sólo quería que ese buen hombre se fuera
porque no me sentía para nada bien como para estar con él y atenderlo. Recuerdo
que en la oración final nos invitaba a abrirnos a las cosas nuevas que Dios
quería confiarnos.
Yo no imaginaba qué cosas nuevas pudiera Dios ofrecerme
pero, en fe, me puse de rodillas y presenté mis manos vacías al Señor. Al otro
día y haciendo un gran esfuerzo, le preparé el desayuno. Luego oramos delante
del Santísimo y recuerdo muy bien que con autoridad DESATÓ LA PALABRA PROFÉTICA
en nuestra Comunidad. Yo me preguntaba qué estaría diciendo y haciendo...
NUEVO OBISPO PARA QUILMES
Es digno de mención que, en el mes de mayo, finalizado
nuestro tiempo de duelo
por la partida del Obispo Novak, la Iglesia de Quilmes
tuviera un nuevo Pastor al frente de sus ovejas: el Santo Padre designó a Luis
Stöckler como Apóstol en nuestra Diócesis. Un auténtico Pastor que organizara y
acompañara eficazmente tanta vida eclesial.
CAPÍTULO VIII: 2003
LA FIDELIDAD DE DIOS
Con los tristes acontecimientos comunitarios del año
anterior mi corazón estaba quebrantado. La angustia y la oscuridad habían
invadido mi corazón pues no lograba entender cómo habíamos llegado a algunos
extremos en la vida comunitaria. Había perdido grandes amigos, a quienes amaba
muchísimo; había querido hacer las cosas desde la mejor buena voluntad y recta
intención; había advertido al párroco de los problemas que nos sobrevendrían; había
orado mucho por estos asuntos.
Y oraba así “¿Cómo es posible, Señor, que nos sucediera todo
esto?”. Incluso pedí a ayuda para tener un discernimiento más claro y la
palabra de entendimiento fue, inspirada en el Libro de Judith: “Dios lo ha
permitido porque hiere a los que ama”. Yo aún no comprendía por qué Dios quiso
herirme, con qué propósito. De todas maneras, nunca me cansaba de alabarlo ni
de declarar que ÉL sería fiel, que Él es todo amor y que daría una respuesta
gloriosa a tanta cruz.
En el colmo de mi confusión quise irme por una par de años a
estudiar ecumenismo a Venecia. Ya había hecho los contactos suficientes e
incluso había pedido una entrevista con el nuevo obispo para que, al regresar
de mi viaje a Uruguay, me concediera tomar distancia y formarme en aquello en
que me estaba desarrollando: el ecumenismo. No estaba seguro de que esta
decisión fuera inspirada por Dios pero me parecía que lo necesitaba y hasta
creía que era el camino más conveniente: sin dejar de pertenecer a la Comunidad
a la que tanto amaba, tomarme un buen tiempo a la distancia con el propósito de
formarme. Muchas veces los caminos del ser humano, por más buenos que sean, no
son los caminos de Dios. Él estaba a punto de abrirme un camino más
excelente...
En el mes de febrero me había comprometido en acompañar a
Montevideo a una persona de la Comunidad para que tuviera una experiencia
vocacional en una congregación franciscana. En efecto, desde el año anterior
estaba acompañando a un grupo de jóvenes de la Parroquia que tenían inquietudes
de abrazar la vida consagrada y, en cada caso, buscaba de pastorear
personalmente según las circunstancias y las orientaciones que se presentaban.
Aprovechando que iba para el país oriental conocería, de paso, a unos familiares
que tengo por allá.
Y resultó que cuando regresaba de Montevideo iba despuntando
el sol del amanecer sobre el Río de la Plata. Aún medio dormido recuerdo que
pegué un salto y, contemplando el signo del diario milagro, comencé a alabar a
Dios por su gran fidelidad. Por supuesto, no faltó cantar “tu fidelidad es
grande...”
Después de eso me que quedé como extrañado de mí mismo. No
entendía por qué me desperté
sobresaltado y me encontraba cantando a la fidelidad de Dios mientras
contemplaba el amanecer carmesí. Sospechaba que el Espíritu estaba haciéndome
orar alguna cosa en particular.
Ocurrió entonces que al llegar a la casa parroquial Miguel
me llama y me comparte: “el obispo me ha cambiado de parroquia y también habrá
cambios para vos”. Dios estaba interviniendo una vez más en nuestras vidas. El
Obispo en persona había llamado a Miguel para que se presentase esa misma
mañana en su oficina para confiarle la Comunidad de la Parroquia San Martín de
Tours. Eso ocurría mientras yo alababa a Dios por su fidelidad mientras estaba
regresando de Uruguay.
Era un viernes. Miguel sabía cuál era mi destino pero no lo
quería revelar pues el Obispo me lo quería decir personalmente. Estuve todo ese
fin de semana dando glorias al Señor mientras mi corazón esperaba ansiosamente
las buenas nuevas que me serían anunciadas al lunes siguiente. Todo parecía
indicar que sería la Parroquia Santa María de Hudson, pues su párroco había
presentado la renuncia y eran como ovejas sin pastor. Por la necesidad, parecía
ser yo el pastor indicado para ellas.
EL lunes esperado llegó. La alegría desbordó en mi corazón y
toda angustia se disipó completamente ante el nuevo anuncio de parte del
Obispo: él quería confiarme la Comunidad de la Parroquia San José y Santa
Cecilia. Incluso contra toda previsión humana, pues él mismo me había dicho el
año anterior que me prepare porque me iba a cambiar de parroquia como hacía con
todos los vicarios y los menores de 55 años. (Miguel tenía 57 y yo 32). Me
explicó claramente los motivos de los cambios: ASEGURAR LA CONTINUIDAD DE LA
EXPERIENCIA de Comunidad renovada y me dio algunas orientaciones que guardé
como un sello en mi corazón y siempre intenté respetar y llevar adelante.
Me dijo: “Apertura, nunca ruptura”, “Te establezco como
GARANTE DE LA COMUNIÓN dentro de la Parroquia”. Yo acepté con indescriptible
gozo el encargo que daba el Obispo pero entendí también que el DIOS FIEL me
estaba dando. Ahora comprendía el propósito
de esa herida: Él quería ensanchar mi corazón para que cupieran en él más hijos
espirituales. Al igual que María al pie de la Cruz, había permitido que mi
corazón fuera atravesado por una espada para que sea dilatado y me abriera así
a una nueva fecundidad espiritual, a una paternidad más grande. Per crucem ad
lucem, una vez más...(por la cruz a la luz…)
En el retiro espiritual del Consejo Pastoral comunicamos a
los responsables de grupos y ministerios las últimas novedades. Organizamos una
fiesta de despedida a Miguel, quien había sido párroco por los 13 últimos años.
Miguel asumió su nuevo destino en el mes siguiente y yo pedía al Obispo poder
asumir el 1° de mayo, en la fiesta
patronal de San José Obrero. Sentía y siento que mi destino como párroco
es como la misión que tuvo José de Nazaret: él tuvo que ser administrador fiel
del Misterio de Jesús, de la Obra grávida que Dios hacía en el vientre de
María; él sabía que administraba, pastoreaba, acompañaba toda esa Vida pero que
NADA LE PERTENECÍA, ÉL NO ERA EL ARTÍFICE NI EL AUTOR de esa Vida; y que para
poder llevar adelante esa misión debía ser OBEDIENTE A LA VOZ DE DIOS que lo
guiaba.
JESÚS EUCARISTÍA
Mientras duraba mi estado de “administrador parroquial”, antes
de ser puesto en funciones por el Obispo para ser párroco, sentí fuertemente en
mi corazón que había que renovar la respuesta de esa llamada de Jesús del
año’96: “Quiero que esta Comunidad me adore”. Los ministros de la comunión me
ayudarían a llevar adelante esta iniciativa de que CADA VIERNES, y durante dos
horas, Jesús pueda ser adorado en el Santísimo Sacramento. De esta manera
estaríamos redoblando nuestro espíritu de adoración.
Por la gracia de Dios este espacio siempre se ha mantenido
ininterrumpidamente cada viernes portando consigo innumerables frutos de
bendición en la vida de los adoradores y en la vida de toda la Comunidad.
Cuando al año siguiente el Padre Obispo Stöckler enviaba una
carta circular a las parroquias para que se establecieran dos horas mensuales
de adoración (primer jueves y primer viernes) le dije con mucha satisfacción:
“nosotros ya cumplimos con esa ley porque amamos mucho más a Jesús Eucaristía”.
ENSANCHAR LA TIENDA
Cuando el Obispo vino el 1° de mayo a ponerme en posesión de
mi cargo, muchos de nosotros tuvimos la clara impresión de que nos estaba
profetizando: nos dijo en la homilía una serie de cosas valiosísimas que en fe
queríamos tomar: hacer un plan pastoral, acompañar procesos, misionar, etc. Era
toda una visión profética de un tiempo nuevo para la Comunidad.
En efecto, después de hacer una consulta en los ministerios
ayudados por los documentos de la CEA “Renovación de la Parroquia” y “Navega
Mar Adentro”, el Consejo Pastoral discernió que era tiempo de “ensanchar la
tienda”, de ir hacia fuera con espíritu de conquista, que Dios nos daba en
posesión la “tierra prometida”, que apuntáramos a dos objetivos específicos:
las familias y las comunidades educativas de nuestro perímetro parroquial. De
este modo, cada ministerio en la Comunidad debía discernir cómo en el plazo de
tres años implementaría estos objetivos.
Esta estrategia pastoral ha dado maravillosos frutos por
tres años: Las catequesis establecieron charlas y retiros con los padres de
niños y jóvenes; Después de la Misión de la Cruz Gloriosa (con motivo de la
inauguración del monumento a la Cruz que se levantó en la Plaza de las
Colectividades) se establecieron dos misiones al año: para Pascua y Navidad; se
incrementaron las charlas de crecimiento para matrimonios y novios; Se
multiplicaron los centros de oración y se crearon nuevos grupos de oración; Se
preparó una pastoral pos bautismal con las familias de los niños bautizados en
el año; Se generaron espacios de encuentro con los algunos docentes de la zona;
Se multiplicaron los retiros y los cursos de discipulado; Se continuaron
formando líderes; Comenzaron a llamar a nuestra gente y nuestros ministerios
para dar charlas y retiros en otros lugares; Hemos celebrado “Cruzadas de
sanación” con portentosos signos que demuestran que Dios sigue estando en medio
de nosotros y que quiere sanar a su Pueblo; Con la creación del Ministerio de
Comunidades se establecieron doce de ellas: Belén, Betel, El pozo de Jacob,
Betania, Magníficat, Nazaret, Jesed, La barca de Pedro, Encinar de Mambré, La
visitación, Shekiná, Tiberíades (actualmente quedaron siete de ellas), que
asumieron algunas tareas de evangelización, intercesión y ministerios para los
pobres (como la cena semanal de “los chicos de la estación” y la coordinación
del Horno Comunitario San José, creado en noviembre para que los más pobres
elaboren su propio pan (su primer responsable fue Marilú).
Junto con la creación del Ministerio de Comunidades, cuyos
primeros responsables son Cecilia y Martín, se pueden mencionar también el
Ministerio de Niños (a cargo de Maribel), el Ministerio de Intercesión juvenil
( con Leonel y Amalia como responsables), el Ministerio de Profecía y el
Ministerio de Crecimiento de Servidores.
¡Por tres años no hubo sino un vigoroso crecimiento en todos
los ámbitos para la máxima gloria de Dios y la extensión de su Reino!
No quisiera olvidarme de nadie ni de ninguna de las
maravillas que Dios obró en medio de nosotros ¡Aunque son tantas! Cierto es que
no podría mencionar a los actuales más de 300 servidores en 23 ministerios
establecidos. Perdón si no nombro a alguien en particular o no logro recordar
algunas cosas o acontecimientos. Sólo soy un simple mortal...
UNA NUEVA UNCIÓN
Desde las primeras semanas en que quedé como administrador
parroquial a la espera de ser puesto en posesión del cargo de párroco, sentía
claramente la voz del Espíritu Santo que me decía “reunir a los profetas” y me
hacía poner la mirada en aquellos muchachos y muchachas que Él había levantado
con esos dones de profecía. Con mucho temor de Dios y temblor comencé a
reunirme a orar con tres muchachos para ir discerniendo el camino.
Pronto se agregarían cinco más y a mitad del año teníamos el
“Ministerio de Profecía” completo. El propósito de este servicio dentro de la
Comunidad tenía como propósito lo que enseña San Pablo en su primera carta a
los corintios: edificar, consolar y animar, ejerciendo los dones de la profecía
en el Espíritu Santo. Con esto no quitaba que también en el resto de la
Comunidad se manifestaran los dones de profecía, sólo que en el caso de un
ministerio habría unos encargos del Señor más específicos.
Fue en este mismo año en que comenzamos a experimentar que
en La Alabanza entrábamos con mucha facilidad a una nueva atmósfera de
adoración en donde fluía con más frecuencia no sólo la palabra profética sino
el canto inspirado y la música profética. Luego, cada vez más con más
frecuencia, dentro de todos los demás ministerios la gente se fue abriendo a
los dones de la Profecía. Y es que, como declara el Libro del Apocalipsis, “El
Espíritu de Jesús es espíritu profético”. Aunque dentro de la Iglesia Católica
hay una valiosísima reflexión de lo profético últimamente ha quedado reducido
al tema social. Ciertamente que en la Biblia el tema social forma parte del
anuncio de lo profético pero no lo agota y ni si quiera ocupa tanto espacio
como lo ocupan los oráculos inspirados, los enigmas, las visiones proféticas,
los gestos proféticos y demás estilos de revelaciones. No se puede reducir sólo
al lenguaje de lo social la manifestación de los dones proféticos; al igual que
no se puede reducir al fenómeno de lo carismático y resguardar los dones
proféticos sin tener un impacto sobre lo social.
MI PRIMER VIAJE A ESTADOS UNIDOS
En Miami estaban desde hacía tiempo esperándome para
conocerme, pues cada vez que Miguel iba allá compartía las cosas que íbamos
viviendo como Comunidad y donde, ciertamente, yo estaba involucrado.
Cuando el Señor lo dispuso aparecieron los medios para hacer
ese viaje. Los hermanos de allá pagaron el viaje y la beca para tomar los
cursos en la Escuela Internacional. Iban a ser diez días intensos de formación
e intercambio.
Para mi asombro, unos pocos días antes de salir de viaje
llegó a mí por múltiples medios la comunicación de que el Señor quería
confiarme también a mí el ministerio profético. Confieso que, hasta ese
momento, iba acompañando con temor y temblor la experiencia del ministerio
profético dentro de la Comunidad pero como un pastor que debía ir ayudando a
otros a madurar los carismas recibidos. Nunca pensé que también recaería sobre
mí ese llamado del Señor. El hecho de sentirme llamado a este ministerio me
hacía sufrir mucho...
Con el conocimiento de este llamado partí a Miami en el mes
de julio y llegué a la “Casa de la Anunciación” de la Comunidad de los Siervos
de Cristo Vivo. Como arribé unos días antes del comienzo de los cursos pude
participar en una cruzada de sanación que ellos organizaban. En la primera
noche, mientras escuchaba al predicador –un laico dominicano que había sido
compañero de viajes del Padre Emiliano Tardiff- vino a mí la Palabra del Señor
para exhortarlo a la conversión. Yo estaba alarmado. No quería comunicar esas
palabras apenas llegado a Miami: los hermanos me habían pagado todo, era la
primera vez que me veían y estaba por confrontar a uno de los estrechos
colaboradores de su Fundador. Me sentía en aprietos: todas estas
consideraciones o la Voluntad de Dios.
Para asegurarme que Satanás no estaba tentándome para que
arruinara todo decidí “abrir el juego” y compartir todas estas cosas con uno de
los hermanos cubanos, muy amigo de P. Miguel. Apenas le conté me dijo que todo
procedía del Espíritu Santo. Junté a los intercesores en la Capilla. Estábamos
delante del Santísimo. Todos se sentían mal y algunos arriesgaban a decir que
el predicador no estaba en Dios cuando ejercía su ministerio. Yo continuaba
aterrado porque me veía cada vez más acorralado y sin excusas para expresar las
palabras del Señor. Casi no pude dormir en toda la noche pensando que debía
confrontar al predicador. En la mañana siguiente pedí entrevista con la
autoridad de la Comunidad, otro laico dominicano.
Le comuniqué todas estas vivencias y me puse a su
disposición (incluso para no confrontar, si esto le parecía prudente). Sin
embargo me dijo: “Yo veo, Padre, que Ud. Quiere construir” y me avaló para que
corrigiera al predicador. Me encontré entonces con aquel y temblando le
comuniqué por escrito una serie de cosas que el Señor le apuntaba para
enderezarse. El predicador me escuchaba con atención. Parecía estar asombrado y
comenzó a justificarse. Con modestia, me enumeró una lista larga de méritos que
tenía y los honores que guardaba. Luego pasó a intimidarme, y sacándome la nota
escrita de entre las manos, me dijo que le notificaría todo este asunto a la
Fundadora, la Sra. María Sangiovanni. Yo le pedí al Señor que no me dejara solo
y que me acreditara delante de mis hermanos de Miami. En efecto, la noche
siguiente fue de mucha bendición y estoy seguro de que ese servidor de Dios se
puso de rodillas delante del Señor para enderezar sus discursos, Dios lo
bendijo y lo usó poderosamente para impartir numerosas sanaciones. La
exhortación profética dio frutos.
Dejé Miami para dirigirme a las tierras del oeste, a
California. En su antigua capital, Monterey, vive el Padre Peter Sanders. Iba a
ser su huésped por una semana y estaba previsto que sólo sea tiempo de
compartir y de descanso: él no había llegado a prepararme espacios para que yo
fuera a predicar, exceptuando que lo acompañase en una misa habitual de
asamblea de mexicanos. Pero ocurrió que sí tenía previsto que nos juntáramos a
orar con los intercesores más cercanos en Green Field, un pueblito rural
perdido en las estepas californianas. No sabíamos exactamente a qué íbamos a
encontrarnos con los intercesores pero Peter sentía que debíamos congregarnos a
orar.
El grupo de intercesores me pareció sumamente llamativo:
puros mexicanos, gente sencilla y trabajadora. Comenzamos a alabar a Dios y se
manifestó tan fuertemente la gloria del Espíritu Santo en esa casa como nunca
antes la había experimentado. En mi interior hablaba con Dios y le decía:
“Señor, al igual que Jacob, yo no me voy de acá hasta que me bendigas”. Se
acercaron entonces Peter y algunas intercesoras para imponerme las manos y a
declarar palabras proféticas que se referían precisamente lo que yo no quería
recibir: EL MINISTERIO PROFÉTICO. En mi interior parecía a punto de explotar,
como cuando había recibido la ordenación presbiteral de manos de los Obispos y
el Presbiterio. Caí desplomado. No podía sostenerme más por mí mismo. Tuve
entonces por primera vez lo que se denomina en el ambiente carismático:
“descanso en el Espíritu”. Y acepté en mi corazón recibir el encargo nuevo que
Jesús me estaba dando y que estaba sellando en el poder de su Santo Espíritu.
GÉNESIS REBECA
A esta altura el lector de este libro puede estar pensando
que el Padre Eduardito está fabulando y que habría que internarlo con
tratamiento psiquiátrico. Sin descartar esa teoría, le quiero contar un
testimonio más reciente, de dominio público en nuestra Comunidad, que puede
ayudar a comprender el ejercicio de este nuevo ministerio que el Señor me
encargó.
En octubre del 2005 fui invitado por los hermanos
evangélicos pentecostales de ALIDD, en San Francisco Solano, para predicarles
la Palabra de Dios. Si bien no era la primera vez que le predicaba a
Evangélicos Pentecostales, sí era la primera ocasión que lo hacía dentro de
nuestra diócesis de Quilmes. Acepté gustoso.
Preparé el tema de la prédica sobre “adoración en Espíritu y
en Verdad”, pensando en compartirles sobre mi experiencia en el tema y de
ministrarles con la música. Todo iba muy bien, pero había una palabra en mi
interior que me daba vueltas y no me dejaba tranquilo. Con mi cabeza pensaba:
“¿qué tiene que ver este asunto con lo que estoy predicando?” y me resistía a
compartir ese mensaje temiendo, tal vez, que disgustara a la congregación con
temas carismáticos. Sin embargo, no lo soportaba más: tenía que decirlo, pues
era como un fuego en mis huesos. Finalmente me rendí al Señor y dije: “Dice el
Señor que ya no ores más por tu hijo porque ya está”. Y continué ministrando
adoración.
A la semana, la pastora pentecostal me llama por teléfono
desbordando de gozo. Decía: “Padre: tenemos que ir a su Alabanza para dar
testimonio sobre algo grande que sucedió”. “¿Qué cosa?”, respondí yo sin
acordarme de algo en particular. “Lo que el Espíritu Santo hizo a través suyo
cuando nos visitó la semana pasada y la palabra profética que usted comunicó”.
“¿Cuál?”, le dije, pues realmente no recordaba nada en particular. “Esa palabra
que dijo sobre que no ore más por su hijo, porque ya está. Todos sabíamos a
quién estaba dirigida esa palabra: era para nuestra diaconisa que hacía diez
años que había perdido un embarazo de mellizos.
Nosotros hemos
compartido con ella y su esposo la lamentable pérdida y les hemos acompañado en
todos estos años. Muchos vinieron a darles palabras de conocimiento y de
profecía ¡Y ahora esto se cumplió con lo que anunció usted!.
“Ah sí, ¿y cómo?”, le contesté. Continuó: “Usted vino el
jueves. El domingo, que era justo el día de la Madre, la diaconisa se sintió
mal y la llevaron al médico. Le hicieron unos análisis y le médico le dijo ¡que
tenía un embarazo de dos meses! Se da cuenta, Padre: no tenía que orar más
pidiendo tener un hijo porque ya estaba embarazada.
“¡Gloria a Dios!”, dijimos juntos ante el prodigio del
Espíritu.
¿Cuántos dicen conmigo “Gloria a Dios”?...
A los pocos lunes vinieron los pastores de esa Iglesia junto
con el matrimonio bendecido. Todos oramos por la pancita y el feliz desarrollo
del bebé. También oramos por la Unidad de los Cristianos y vimos en este
embarazo el signo de tiempos nuevos para la Iglesia: el Espíritu Santo está
gestando la Unidad y sus dones están ayudando para ese propósito suyo.
EL bebé resultó ser una robusta niña a quien sus padres
pusieron el nombre de Génesis Rebeca. Después de nacida, vinieron nuevamente
los pastores y la feliz familia para presentarla delante de aquella asamblea
que, desbordante de gozo en el Señor, había sido testigo de los prodigios del
Señor.
CAPÍTULO IX: 2004
LA FLECHA DEL ARQUERO
A finales del año 2003 había ocurrido otro prodigio en mi
ministerio y que involucraría en adelante a otros ministerios de nuestra
Comunidad.
Sucedió
que había llegado a la secretaría parroquial un certificado de bautismo
procedente de La Plata, de una tal “parroquia Sagrado Corazón”, cuyos datos
estaban incompletos y había que tenerlos para labrar el acta. Dicho certificado
no tenía como dato un número telefónico por lo que resolví investigar por mí mismo
el asunto. Por la noche, como a las diez, visto que en el servicio de
información que brinda la compañía telefónica no arrojaba ningún dato, pensé en
buscar con mi computadora en un CD Room de “páginas amarillas” el listado de
parroquias de La Plata. Tampoco la encontré allí. Tuve entonces la idea de ir
llamando a las demás parroquias con el fin de que algún sacerdote platense me
diera la información que necesitaba. Llamé a una serie como de seis o siete
iglesias pero nadie atendía, posiblemente porque ya era tarde. En una de la
lista, apareció un contestador automático y arriesgué a dejar mi pedido en él.
Continué intentando con otras, hasta que me di por vencido y pensé en dejar la
tarea para el día siguiente.
Al otro día, por la mañana, revisé nuestro contestador
automático y resultó que el sacerdote platense de la parroquia donde había
dejado mi recado en su contestador, había escuchado mi mensaje y me respondía
así: “Soy el Padre Andrés, de la Parroquia Nuestra Señora de Luján en La Plata.
Ud. Dejó un mensaje anoche en nuestro contestador para saber el número de
teléfono de lo que en realidad es la Basílica Sagrado Corazón. Sepa que yo lo
estaba buscando a Ud. Porque soy el asesor de la Renovación Carismática y
quería invitarlo para que nos venga a predicar algún retiro...”. A partir de
ese momento el Espíritu Santo nos abrió las puertas de predicación en La Plata
y comenzó un camino de siembra en una de las ciudades más oprimidas de la
Provincia de Buenos Aires.
Abiertas las puertas para predicar allá, en el mes de marzo
de 2004 fuimos a impartir un retiro espiritual para los hermanos carismáticos
platenses. Era como devolverles de alguna manera la generosidad que ellos
tenían cuando nos apoyaron en los comienzos de nuestros lunes de Alabanza.
Fuimos entonces con los ministerios de intercesión y de
profecía para ministrar juntos este retiro espiritual. Antes de dirigirnos
hacia allá recibimos en oración una Palabra del Señor para todos ellos: se
trataba de un mensaje de esperanza de liberación, de dolores de parto con
nuevas promesas. El Texto bíblico era Jeremías 30.
Y sucedió que al mediodía, acompañados en el discernimiento
por el equipo arquidiocesano de servicio y de su asesor, sentimos con certeza
que el Señor nos asignaba una tarea muy fuerte: romper el pacto con el Demonio
que la masonería había establecido con la Ciudad en los momentos fundacionales.
Y en la oración de liberación el Espíritu Santo nos daba una visión como señal
de que llegaban nuevos tiempos sobre la Ciudad: nos decía que la flecha del
arquero que apuntaba a la Catedral iba a ser destruida. Como se sabe, frente a
la Catedral de La Plata se encuentran establecidas desde siempre unas estatuas
que representan la presencia de la masonería (secta secreta que desde siglos
busca ubicarse en espacios de poder temporal y odia militantemente a la Iglesia
Católica). La más exageradamente evidente es la estatua de un arquero que
apunta, con el ceño fruncido de odio, hacia la fachada de la Catedral. Vaya y
véalo: allí está hasta el día de hoy.
Al año siguiente volvimos. Predicamos otro retiro espiritual
y como el Papa Juan Pablo II había beatificado a Sor María Ludovica, fundadora
del Hospital de Niños de La Plata, decidimos dirigirnos hacia la Catedral para
orar allí por la Ciudad. Nos salíamos de nuestro asombro al ver que no sólo
había desaparecido la flecha del arquero ¡Sino también el arco! Uno de los del
ministerio profético se acordó del salmo 37,15, que dice que Dios destruye el
arco de los enemigos.
EL PRIMERO EN HISPANOAMÉRICA
Desde el mes de febrero de 2004 fui asignado por mi
responsable diocesano de Ecumenismo, el Padre Francesco Ballarini, para formar
parte de lo que un año más tarde se llamó C.R.E.C.E.S. (Comunión Renovada de
Evangélicos y Católicos en el Espíritu Santo).
En efecto, en julio de 2003 se realizó en Buenos Aires una
reunión entre pastores evangélicos y algunos líderes laicos católicos junto a
Matteo Calisi, Presidente internacional de la Fraternidades Católicas
Carismáticas de Alianza. Los únicos sacerdotes que asistimos fuimos Miguel y
yo. De aquel encuentro surgió la idea de continuar en comunión y de juntarse a
orar para escuchar la voz del Señor.
La voz del Señor no se hizo esperar: La inspiración era
realizar juntos un evento ecuménico de tipo masivo y popular. Matteo traía la
experiencia de “Kairós” en Italia y nos exhortaba a llevarla adelante en Buenos
Aires. Él estaba fundando la extensión de su fraternidad, la “Comunidad de
Jesús”, aquí en Argentina y quería que sus miembros participaran de lleno en la
preparación y realización de este evento. Sin embargo, les faltaba la presencia
de un sacerdote católico en la Comisión preparatoria y pidieron al Padre
Francesco que alguno fuera asignado. La suerte recayó sobre mí y comenzamos a
trabajar.
En la Comisión el discernimiento fue darle una visión más
nuestra y el evento se llamaría “Encuentro Fraterno entre Católicos y
Evangélicos”. Preparando nuestros corazones nos encontrábamos los segundos
martes de mes en la “Iglesia Bautista del Centro”, en Constitución, y cada
parte llevaría hermanos que se nos unieran para orar. Finalmente, el 31 de
julio, en la sede de la Universidad Católica Argentina (UCA) el Señor nos tenía
preparadas grandes cosas para deleitarnos en unidad en su Presencia. Asistieron
1200 personas, mitad católica y mitad evangélica. Como las entradas eran
limitadas quedó muchísima gente con ganas de haber asistido.
Nuestra Comunidad de San José y Santa Cecilia participó
activamente con sus ministerios de intercesión, de servicio y de alabanza, y
procurando la asistencia de la tercera parte de la participación de católicos.
Tuve el honor de compartir la dirección de la alabanza junto al Pastor Hugo
Baravalle. Fue inolvidable. Dicen que por la magnitud y las características del
evento fue el primero en Hispanoamérica. Un espacio nuevo se estaba abriendo.
Dios estaba haciendo cosas nuevas y nos
dio el privilegio de ser protagonistas en las primicias de esta Obra para la
unidad de los cristianos en Argentina.
EL CAMINO DE LOS CONSAGRADOS
Haber conocido a Matteo Calisi y el proyecto de su
fraternidad carismática parecía ser una rica esperanza para nosotros pues
descubrimos que los propósitos de esa “Comunidad de Jesús” eran exactamente los
mismos que los nuestros (la alabanza y adoración, la evangelización y la unidad
de los cristianos) y además fueron reconocidos en el mismo año en que nosotros
comenzábamos a vivir esta renovación espiritual comunitaria. A simple vista
parecía pura Providencia divina para resguardar la Obra que Él había comenzado
con nosotros y muy especialmente para orientar a los que desde hacía ya un par
de años estábamos guiando para un camino de consagración.
En efecto, desde ese tiempo yo acompañaba un pequeño grupo
de personas, jóvenes y adultos, para
ayudarles a discernir su vocación de consagración al Señor. De entre ellos, uno
entraba al Pre-Seminario diocesano, una acompañé a Montevideo (ver Capítulo
VIII) para su ingreso a un convento de hermanas franciscanas, dos fueron
admitidas al Orden de las Vírgenes Consagradas de nuestra diócesis, y me
faltaban dos muchachos por ubicar.
Justamente motivado por ellos y por tantas felices
coincidencias espirituales decidí aceptar la invitación de Matteo de ingresar
primero yo a la Comunidad de Jesús. Durante algunas semanas estuve haciendo mi
“noviciado” en aquella fraternidad, la cual guiaban unos misioneros italianos
para fundarla aquí en Buenos Aires. Con el paso del tiempo pude descubrir que
esa experiencia no era válida para mí, pues yo no podía hacer una alianza en
nombre de otros. Así que alenté a que algunas personas de nuestra Comunidad, y
especialmente esos dos muchachos, a que vayan a participar de las reuniones de
oración que ofrecía aquella fraternidad carismática. Sólo que al poco tiempo
todos ellos se desanimaron y dejaron de participar pues no se sentían demasiado
identificados con ese grupo de hermanos y, sobre todo, con su modo de orar.
Miguel y yo continuábamos inquietos sobre este punto.
Pensamos de ir a hablar con el obispo para que nos iluminara el Señor a través
de él. Después de esa entrevista concluimos en que tal vez el Señor querría
hacer con nosotros un camino nuevo y pensamos de hacer la propuesta a algunas
personas para que realizaran una consagración privada.
Recuerdo que teníamos un retiro en los comienzos de
diciembre. Era en la Casa de retiros San José. Hablé con tres de esas personas
que sentía en mi corazón de hacerles esta propuesta y las tres desbordaron de
alegría con ella. El gozo es uno de los frutos del Espíritu Santo, es como un
sello que Él imprime para declarar que lo hecho es Obra suya. Hablé todavía con
un par más en esos días. Casi todos respondieron afirmativamente y confirmaban
que venían discerniendo el llamado a la vida consagrada pero que no tenían
pista de cómo proceder. La propuesta les iluminaba y les daba gran paz.
También sentíamos en
nuestro corazón de invitar a todos los hermanos y hermanas de nuestras
comunidades de hacer en la íntima comunión eucarística la entrega de nuestra
vida a Jesús sobre estos tres propósitos: la Alabanza y Adoración de su Santo
Nombre, La Nueva Evangelización y la Unidad de los cristianos. P. Miguel hacía
esta invitación a todos en su parroquia para la Solemnidad de la Inmaculada. En
cambio yo hice esta invitación únicamente a los miembros del Consejo, para la
Fiesta del Bautismo del Señor del 2005, integrando también a este acto de fe a
algunos hermanos conocidos de las parroquias Sagrado Corazón, Santa María y
María, Madre del Pueblo.
EL AÑO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL
El Papa Juan Pablo II había declarado que desde la fiesta
Corpus Christi del este año 2004 a la fecha correspondiente de la misma fiesta
litúrgica del año siguiente fuera declarado el “Año Eucarístico Internacional”,
para que el Pueblo cristiano católico profundizara su fe y su devoción en
Jesús, real y verdaderamente presente en cuerpo, alma y divinidad en el
Santísimo Sacramento del Altar.
Naturalmente, en todo el mundo hubo una serie de eventos
eucarísticos para responder a esta llamada de fe y devoción. En nuestro país
coincidiría además con la realización del X° Congreso Eucarístico, pues desde
hace muchas décadas se realiza cada diez años en alguna parte del país.
Recuerdo haber participado en el IX° Congreso que se había realizado en
Santiago del Estero. Fue una verdadera Fiesta. Yo era seminarista en aquel
entonces y recibí como una gracia haber podido tener aquella experiencia
eclesial.
Este se realizaría en Corrientes.
Es por eso que no titubeé en enviar a los cinco delegados
previstos para nuestra Parroquia para que pudiesen participar del evento
eclesial y gocen de esta maravillosa experiencia eucarística. Nuestros
delegados fueron: Cristina, de Catequesis Familiar; Graciela y Nelly,
ministerio de los enfermos; Alfredo, ministerio de Música; y Mayra, del
ministerio de Jóvenes.
Paralelamente a los cupos previstos para los delegados, Dios
tenía otros planes para enviar a algunos de nosotros a Corrientes. Confirmado
por el Espíritu Santo de diferentes maneras, sentíamos que debíamos ir con
nuestro Ministerio de Profecía para interceder por la Ciudad de Corrientes y
por la realización del X° Congreso Eucarístico Nacional. Nuestros hermanos de
la Escuela de Evangelización en Corrientes estaban muy entusiasmados por
recibirnos y de participar en los momentos de intercesión por la Ciudad. Muchos
de ellos habían sido instruidos por mí en el verano anterior con un Taller de
intercesión que le abrió los ojos y les puso en guardia con la oración por su
ciudad: una ciudad oprimida por potestades de maldad, iniquidad que se
manifiesta en la opresión de los masones, los rosacruces y la hechicería; una
tierra golpeada desde siempre por la injusticia social y la corrupción
política; una de las provincias más azotadas del país.
Esta era, sin embargo, la tierra que el Espíritu Santo había
elegido para manifestar la gloria de Jesús Eucaristía: durante el Congreso el
Señor iba a ser adorado en todas las iglesias por delegados representantes de
todas las iglesias del país. Allí íbamos nosotros a hacer nuestro humilde
aporte con los dones que el Espíritu nos había dado para edificación, no sólo
de nuestra Comunidad, sino de toda la Iglesia.
Fuimos unos días antes del comienzo del Congreso. Tuvimos
fuertes momentos de oración y de intercesión por la Ciudad. En especial
mencionaré dos. El primer momento, cuando invitamos a hermanos de iglesias no
católicas para que intercedieran junto a nosotros por el destino de la Ciudad:
ellos acudieron y así pudimos, en unidad, pedir la bendición de la tierra y la
reconciliación en la Sangre de Jesús de toda la historia de los correntinos. El
segundo momento, cuando orábamos en una ocasión uno de los integrantes del
ministerio tuvo una visión en la cual se alzaba sobre la Ciudad una hostia
gigante y que estallaba cayendo en miles y miles de hostias más pequeñas que la
gente tomaba y comía.
Cuando luego supimos del “milagro eucarístico” acontecido en
Corrientes sentimos confirmada esta visión. El milagro eucarístico
lamentablemente no fue suficientemente difundido en nuestro país. Sin embargo,
porque conozco personalmente y hablé con el sacerdote responsable de la
Liturgia del Congreso Eucarístico, el Padre Roberto Pini, puedo dar testimonio
con la verdad: ocurrió que durante el Congreso las hostias se multiplicaban
pues regresaba a la sacristía la misma cantidad que había salido, luego de
haber sido consumidas por miles de personas.
Entonces el sacerdote responsable ordenó que no se
preparasen más hostias para consagrar y se repartiesen en la comunión las hostias ya consagradas (incluso de a tres
o cuatro personas el último día) de modo de consumirlas todas y que no quedasen
sobrantes después de Congreso. Los esfuerzos fueron inútiles pues sobraron
copones llenos de hostias consagradas que se repartieron entre las parroquias
correntinas. ¡Sin embargo, en algunas parroquias los copones con las hostias
consagradas del Congreso Eucarístico duraron hasta un año y medio! Pensemos
que, normalmente, un copón lleno de hostias alcance para la distribución de uno
o dos días solamente.
CAPÍTULO X: 2005
LAS PRIMICIAS DEL AÑO
Parecería que el acto de fe que muchos de nosotros le
hicimos a Jesús en esa íntima entrega eucarística tuvo sus frutos durante todo
el año. No sabíamos muy bien en qué nueva aventura con el Señor nos estábamos
embarcando pero sentíamos con fuertes confirmaciones del Espíritu Santo que
debíamos creer y esperar. Sin embargo, como preludio de lo que sobrevendría en
el plano sobrenatural, el 1° de enero, día de las primicias del tiempo del año
que íbamos a transitar, tres personas de nuestra Comunidad hicieron de manera
privada sus votos de consagración. Fue en un contexto de oración en donde el
Espíritu Santo nos mostraba su gloria para confirmar el paso dado en fe. La
Palabra que pedimos nos confirmaba con el texto de Hebreos donde hace mención
que Abraham (el padre de la fe) consagraba las primicias de los frutos a
Melquisedec.
En este mismo año, tres personas más hicieron sus votos de
consagración: dos en Pentecostés- siendo ésta la primera vez en donde los votos
fueron hechos por alguno de otra parroquia- y finalmente, en día de la
Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, una tercera quiso ofrecer su vida al
Señor en castidad por el Reino de los Cielos bajo los tres propósitos antes
dichos. ¡Seis consagrados en un año!
Al día siguiente, 9 de Diciembre, le pedíamos una entrevista
al Padre Obispo para ponerlo al tanto de estos frutos. Le alegró la noticia y a
la vez nos daba valiosísimas recomendaciones. Nos pusimos a su disposición para
este discernimiento y nos dejó entrever la posibilidad de crear una “asociación
privada de fieles” para darle forma eclesial a esta experiencia.
Volvimos con el corazón inflamado de alegría sabiendo que
estábamos en comunión con la Iglesia en la persona de nuestro Pastor y que
estábamos caminando guiados por el Jesús, que todo lo hace bien.
EL MINISTERIO DE PREDICACIÓN
Recuerdo que en los primeros días de mi ordenación era mi
más profundo anhelo ser un excelente confesor y nada más. Ciertamente he
recibido tanta misericordia y consuelo a través del recurso de Gracia en ese
magnífico sacramento que quería que todo el mundo recibiera tanto como yo había
recibido.
Sin embargo, Dios tenía otros planes para mí. Siempre está
haciendo cosas nuevas en mi vida y en mi ministerio. Estar con el Señor no ha
resultado para nada aburrido.
Él me había prometido que me enviaría a predicar. Que debía
dejar la docencia y mis estudios universitarios para estar con Él. Cierto que
en el transcurso de los años me había confiado algunas cosas “pequeñas” como
los programas de radio, y dar retiros y talleres en algunas parroquias de
nuestra diócesis, en La Plata, en Capital Federal y en Corrientes. Pero todavía
tenía más planes para mí: para mi gran asombro en diciembre del año anterior
había recibido la invitación para ser el predicar oficial del Encuentro
Nacional de Jóvenes, organizado por la RCC de Bolivia. Me asombraba que fuese
invitado porque yo no conocía absolutamente a nadie allá excepto a un sacerdote
dominico con quien había compartido la Escuela Internacional en 2003 en Miami,
aunque ni siquiera habíamos conversado. Luego supe que él sintió en oración que
debía ser yo el invitado.
Me daba pena saber que no iba a poder asistir en nuestra
Comunidad al II° encuentro de servidores que organizábamos en torno a la Fiesta
del Bautismo del Señor para generar comunión entre nosotros y comenzar el año
bautizados en el Espíritu Santo. Así en los primeros días de enero, y con menos
de un mes de preparativos, volaba al
país vecino del norte para ejercer el ministerio de predicación. Cuando
llegué a suelo boliviano el Espíritu Santo me ordenó besar la tierra. Esto me
daba mucha vergüenza, por lo cual, haciendo de cuentas que estaba atándome los
cordones de los zapatos me incliné para hacer lo que el Espíritu me había
asignado hacer.
El evento resultó magnífico, muy bendecido. Estaba
maravillosamente organizado. Vinieron quinientos jóvenes de todo el país.
Vinieron en fe pues muchos ni siquiera sabían si podrían regresar a sus
provincias ya que era días de convulsión social y los piqueteros bloqueaban las
rutas. Contra toda amenaza e intimidación, los jóvenes llegaron al Encuentro y
regresaron en paz a sus casas.
En cuanto a mí, Dios me aleccionaba para no caer en
vanagloria. Durante los cuatro días que duró el evento me sentía todo el tiempo
como contemplando todas mis miserias. De hecho, tuve necesidad de confesarme
hasta tres veces. Además, los bolivianos querían tratarme como a un príncipe y
llevarme a comer a restaurantes día y noche. Yo observaba la pobreza de esa
tierra y me sentía como perplejo: ¿Cómo podía permitirme esos lujos viendo
tanta pobreza? Por lo cual rechacé esa parte de la invitación y compartí con
los jóvenes la vianda del Evento que, por cierto, estaba muy buena. Finalmente
aprendí de esta lección divina a no tener grandes pretensiones, a conformarme
con lo que haya y aún con menos y a no vanagloriarme tan fácilmente, que soy lo
que soy sólo por su Gracia.
Para el mes de junio también recibí la invitación oficial de
parte del Padre Alejandro Festa en Italia para visitar algunas comunidades
carismáticas en diversas regiones del país.
A Alejandro lo conocí en mi primer viaje a Italia. Un amigo
de Berazategui me aseguró que al P. Alejandro le gustaba recibir turistas
argentinos ya que él también es argentino y de Berazategui (sólo que sus padres
emigraron a Italia para trabajar cuando él tenía dieciocho años y desarrolló su
vocación allá, ordenándose sacerdote en la diócesis de Fiesole, cerca de
Florencia). Y como queríamos conocer Florencia y Asís le hablé por teléfono y
combinamos para hacer base en donde él era vicario en una parroquia de campo:
Castelfranco di Sopra, cerca de Arezzo. Cuando llegamos me encontré con un
sacerdote de mi edad, de mis mismos años de ordenación, viviendo una crisis muy
difícil. El Señor nos usó a mi mamá y a mí para ser instrumentos de consuelo y
así lo despedimos en paz. Al verano siguiente, Alejandro viene a Berazategui
para visitar a su familia y nos hicimos amigos: hablábamos de cosas
espirituales, orábamos juntos, salíamos a comer, al cine, etc.
En esos días invité a Alejandro a un lunes de Alabanza, en
el que teníamos como invitado a un pastor evangélico carismático. En un momento
de su servicio el pastor lo miró a los ojos y le profetizó delante de todos
nosotros: “Veo como un nube negra sobre tu vida pero el Señor hará que pronto
se disipe y que puedas recibir el gran ministerio que él preparó para
vos”. Asombroso fue que ese pastor no
sabía quién era a quien le estaba profetizando. Alejandro no salía de su
asombro. Yo me alegraba en el Señor. Y sucedió entonces que a los pocos meses
su obispo lo nombra presidente de una Asociación Privada de Fieles llamada
“Gesú Divino Amore”, y que había sido fundada por un sacerdote italiano de la
primera hora de la Renovación Carismática: Don Serafino Falvo; y cuya obra se
extendía por todo el país en grupos de oración; tienen una “carpa carismática” en la Casa Madre que está en
Pélago, Pontassieve, en donde cada fin de semana se celebra misa carismática
para unas mil personas. Es así que actualmente Alejandro sigue siendo su
presidente y debe animar la vida pastoral de la Casa Madre y visitar a los
grupos de oración dispersos por toda Italia y hasta un grupo en New York.
Vemos cómo el Señor ha unidos los nudos de esta red y nos ha
hermanado grandemente. Lo ha hecho con signos y prodigios para acreditar con
poder su Obra. Por eso estoy tan ligado a esas comunidades de Italia. Y en mi
primer viaje visité comunidades carismáticas en cuatro regiones: prediqué en
Isernia, Roma, Viterbo, Narni y Pélago.
Al llegar a casa para el 1° de julio sólo tuve tres días de
“descanso” antes de salir par mi segundo viaje a los Estados Unidos. Estaría
ayudando en la parroquia de Miami Beach por unos días y luego visitaría al
Padre Peter, quien me había preparado una pequeña gira de predicación por
algunas comunidades de la costa oeste: Livermore, Oakland y Monterey. Luego
regresaría a Miami para tomar los cursos de la Escuela Internacional. Debido a
este programa no pude estar en el aniversario de los Lunes de Alabanza y
Adoración pero sí pude entablar una comunicación telefónica con la asamblea,
quien recibió con júbilo el anuncio de que nuestra Comunidad había sido elegida
por Dios para ser un Trono de Adoración para él.
LA TIENDA DEL ENCUENTRO
El 15 de agosto de este 2005, en el primer piso del edificio
parroquial hemos inaugurado la capilla eucarística de la Tienda del Encuentro.
Es un lugar que emula la tienda del encuentro que construyó Moisés por orden de
Dios y que el rey David transportó a Jerusalén entre danzas y alabanzas. Con
las mismas disposiciones luego el rey Salomón construiría el gran Templo de
Jerusalén.
La tienda del encuentro es una especie de carpa que acompañó
la marcha del Pueblo de Dios en el desierto. Guardaba en su lugar más sagrado,
“el lugar santísimo”, las tablas de la Ley recibidas por Dios como ley para su
Pueblo, un poco del maná que caía del cielo para alimentarlo todos los días y
la vara florecida del primer sumo sacerdote, Aarón, hermano de Moisés. En el
espacio anterior, la dividía del “lugar
santo” un velo (que al morir el Señor se rasgó al medio); aquí estaban la
lámpara de la revelación o menoná, el altar del incienso y los panes de la
Presencia. Todavía en un estadio previo, “el atrio”, estaba la fuente del
bronce y el altar del sacrificio.
Todas estas realidades, dice especialmente la carta a los
Hebreos, eran símbolos de las realidades espirituales de la Nueva Alianza
sellada con la Sangre del Cordero, Jesucristo. Por eso, cada uno de esos
símbolos nos habla de Él. Todavía mejor, nos habla de las virtudes de la
Eucaristía, la cual es sacrificio de Cristo, fuente de vida eterna, Palabra
hecha carne en María, Presencia de Dios, digna de Adoración, porque allí está
verdaderamente Jesucristo con todo su ser humano y divino.
Esta capilla ha sido hasta hoy lugar especial de encuentro
con Dios para muchísima gente, especialmente para los servidores de la
Comunidad en nuestros ministerios.
EL ENCUENTRO EUCARÍSTICO CARISMÁTICO
EL 14 de octubre de este año nuestra Comunidad, junto a las
demás Comunidades, grupos, ministerios y movimientos de espiritualidad
carismática, hemos vivido un acontecimiento espiritual sin precedentes en
nuestra Diócesis: el Encuentro Eucarístico Carismático. Pero la realización de
este evento guarda su historia y quiero dárselas a conocer.
Sucedió que los sacerdotes de la Diócesis que abrazamos la
espiritualidad pentecostal - carismática fuimos agredidos en un evento
diocesano en el año anterior. Tuvimos la necesidad de juntarnos a orar y, como
una gracia especial- ya que con el correr de los años lo habían intentado y
jamás pudimos lograrlo- comenzamos a reunirnos una vez por mes. En este espacio
fraterno, los sacerdotes carismáticos compartimos nuestros desafíos y nuestros
anhelos, abarcamos tópicos de conversación para nuestra formación, oramos
juntos al modo carismático delante del Santísimo Jesús Sacramentado y luego
almorzamos juntos. El lugar fijo elegido para cada ocasión es la Parroquia San
José y Santa Cecilia. Los padres quisieron, además, que fuese yo su secretario
y portavoz en las mediaciones institucionales y en la gestión de los eventos
venideros. Cierto es que acepté con gusto.
La primera gestión que brotó de nuestra comunión sacerdotal
fue firmar juntos una carta pidiéndole al Padre Obispo que nos presidiera una
misa carismática en la Catedral. Nunca antes en veintinueve años de vida de
nuestra Diócesis un Obispo lo había concedido. Posiblemente también porque
nadie lo había pedido. Sin embargo, nuestra comunión estaba madurando y lo que
hacía el Señor entre nosotros merecía celebrarse.
El 12 de mayo entonces celebrábamos la PRIMERA MISA
CARISMÁTICA PRESIDIDA POR EL OBISPO EN NUESTRA CATEDRAL. Es claro que nuestra
Comunidad tuvo una activa participación en el desarrollo de este evento
magnífico que colmó la Catedral de Quilmes. Nuestra participación sumó para los
ministerios de alabanza y de intercesión. Nuestros corazones se llenaron de
júbilo. El Obispo nos dirigió una homilía llena de sabiduría y estaba también
él tan contento que nos sugirió calendarizar la misa carismática presidida por
él en el comienzo de la novena de cada Pentecostés. De allí en más, así se hizo
hasta hoy.
Viendo la respuesta de la gente y los frutos del Espíritu en
la organización de ese maravilloso evento, y siendo el año eucarístico,
teníamos la intención de realizar juntos alguna otra cosa en el transcurso de
los meses. Primeramente, por incentivo del P. Benito Moresco, estaba la idea de
celebrar una misa carismática al aire libre en el Anfiteatro de la Ciudad de
Quilmes; luego la idea maduró en la comunión de los padres carismáticos hacia
algo con tendencia a una especie de congreso; Entonces, y con tan sólo 40 días
de preparación, floreció el ENCUENTRO EUCARÍSTICO CARISMÁTICO, realizado en el
anfiteatro de la Ciudad de Quilmes y al que asistieron 1800 personas. El evento
tenía como propósito reunir a todas las realidades carismáticas de la diócesis
en torno a la piedad eucarística en el ejercicio de los carismas del Espíritu
Santo con un protagonismo laical importante, el cual se expresaba en las
decisiones de la Comisión preparatoria y en el desarrollo del evento. Los
sacerdotes nos limitaríamos a hacer lo que nos es propio: las confesiones, la
exposición del Santísimo y los ministerios de la santa misa.
Como fruto de este evento espiritual se formó una comisión
permanente que tiene como objetivo no sólo llevar adelante estos eventos
establecidos sino también otros. En efecto, durante el 2006 pudimos organizar
una Cruzada de Sanación y un taller de formación de servidores, con el Padre
Peter Sanders como invitado.
El II° Encuentro Eucarístico Carismático se realizó en el
gimnasio del Colegio Sagrado Corazón, en Florencio Varela, en agosto de 2006.
La participación de la gente colmó toda expectativa: vinieron cerca de 2500
personas, para la máxima gloria de Dios.
El III° Encuentro Eucarístico Carismático está previsto para
agosto de 2007 contando con la presencia de los precursores de la CORRIENTE DE
GRACIA carismática en Argentina: el Padre Alberto Ibañez Padilla (ver cáp. I) y
el laico José Torres, el primer laico carismático en nuestro País. Se cumple en
este año el 40° aniversario de la Renovación Católica Pentecostal, iniciada con
los universitarios norteamericanos en febrero de 1967, y bíblicamente supone un
CAMBIO DE GENERACIÓN por lo que queremos honrar a nuestros precursores y tomar
la antorcha de la carrera, tomar el manto profético, tomar la posta.
CAPÍTULO XI: 2006
JÓVENES CON VISIÓN
Aunque habíamos iniciado las preparaciones en diciembre del
año anterior, fue en marzo del 2006 en que se manifestó una nueva Obra de Dios,
fruto de la comunión entre las comunidades de San Martín de Tours, Sagrado
Corazón y la nuestra. La inspiración consistía en congregar a los jóvenes de
estas parroquias, con un evento abierto a todos los jóvenes de las demás
comunidades, con el propósito de compartir la MISMA VISIÓN acerca de los
criterios más importantes sobre la evangelización y profundizando juntos
nuestra identidad eclesial.
El primer evento, una suerte de retiro en dos jornadas, se
desarrolló en la Parroquia San Martín de Tours en día sábado, con una tarde de
sábado donde me invitaron a predicarles y a guiarles en la adoración
eucarística, y culminó con la participación en nuestra alabanza acompañados por
la predicación de la Sra. Kimberley Kramar. Estos eventos han sido de gran
bendición para muchísimos jóvenes también en nuestra diócesis en un tiempo en
que la animación de la Pastoral de Juventud a ese nivel estaba ausente.
En diciembre los jóvenes de esta Comisión nos convocaron
para una noche de alabanza, adoración y predicación, que se realizó con mucha
bendición en la Parroquia Sagrado Corazón. El predicador invitado fue el Padre
Franco Lutens.
MINISTERIOS DE INTERCESIÓN
En una entrevista que tuve con el Padre Obispo a comienzo del 2007 le ofrecí
organizar la intercesión de varias comunidades por sus intenciones y
necesidades.
Un obispo siempre está necesitado de oración. Sus
preocupaciones abarcan situaciones que nosotros no podríamos abarcar justamente
por no estar al frente de toda una Iglesia. Él es el sucesor de los Apóstoles
para nosotros y sus fatigas son muy grandes pues da cuentas directamente a Dios
de sus actos.
Ciertamente fue el Espíritu Santo que inspiró en mi esta
moción para compartirle y el Obispo aceptó gustosamente. Varios ministerios de
intercesión de cuatro comunidades (entre las cuales está la nuestra, claro
está) se comprometieron coordinadamente a orar por las intenciones y
necesidades del Pastor de nuestra Iglesia de Quilmes.
Con esta coordinación y en la figura del Obispo estábamos
participando, sin habérnoslo propuesto, de una especie de “ministerio diocesano
de intercesión”.
El Señor ha querido usarme para formar y establecer
ministerios de intercesión en diversas partes: en el 2004, en Corrientes; en el
2005 en San Isidro y en la Parroquia Sagrado Corazón en Quilmes; en el 2006
organizando este ministerio diocesano de intercesión; y últimamente formando en
2007, en Italia y en varias comunidades de nuestra diócesis, cerca de 500
intercesores.
Todo sea para la máxima gloria de Dios.
CAPILLA DE LA VISITACIÓN
El 21 de setiembre de 2006 estábamos presentes en la
inauguración de la Capilla de Adoración Perpetua “La visitación” que funciona en el predio de
la parroquia San Martín de Tours, en Quilmes oeste.
En efecto, en la entrevista que habíamos tenido Padre Miguel
y yo con el Padre Obispo en diciembre de 2004, éste nos había expresado el
deseo de que en nuestra diócesis hubiese una capilla en donde Jesús sea adorado
permanentemente, de día y de noche, las veinticuatro horas del día, todos los
días del año. Y como en nuestras dos comunidades había suficiente cantidad de
adoradores para poder comenzar, nos pidió que lo pensáramos y nos despidió.
Es claro que a nosotros, “los cecilios”, nos hubiese gustado
ser los anfitriones y administradores de una capilla de adoración perpetua.
Lamentablemente, en la realidad no podemos porque no tenemos lugar en el
edificio para apartar y destinar a una capilla que pueda ser abierta las 24 hs.
y que tenga acceso al público desde afuera. Por lo cual ese proyecto no
prosperó con nosotros pero sí con Padre Miguel y su Comunidad, con quienes
estamos unidos estrechamente por lazos de afecto y comunión.
Dos días antes de la inauguración “oficial” presidida por el
Obispo, los padres carismáticos la habíamos inaugurado “proféticamente” con
proclamaciones y declaraciones proféticas, ungiendo cada rincón de esa capilla
para consagrarla como un verdadero Trono de Dios. Luego celebramos allí mismo
la primera misa concelebrada.
Por turno, mañana,
tarde y noche intercediendo por la Diócesis de Quilmes y por los pedidos de
oración, que ya llegan de casi todo el mundo y fundamentalmente adorando a
Jesús Eucaristía, la Capilla de Adoración Perpetua Diocesana de la Visitación
de María, permanece abierta.
Para entrar a la parte publica, basta tocar el timbre y los
hermanos de casi todas las parroquias y movimientos de la Diócesis, que están
de turno, les abrirán.
EL JUBILEO
El 8 de Diciembre de 1957, el entonces arzobispo de La
Plata, Monseñor Plaza, por decreto apostólico daba vida a la Parroquia San José
y Santa Cecilia. No había comunidad, no había templo, no había ministerios.
Existía solamente en el proyecto de Dios y en la declaración de un sucesor de
los apóstoles. Era el día de la Inmaculada Concepción de María. María es
símbolo de la Iglesia también en este caso concreto: una iglesia estaba siendo
CONCEBIDA. Algo nuevo se estaba gestando. Faltaba que pudiera ser dada a la luz
estaba realidad espiritual que había sido concebida.
Unos meses más tarde, una carpa misionera animada por los
padres redentoristas Inocencio Jacobelis y Raúl Campos, después de misionar por
dos semanas dejó plantada una comunidad de laicos cuyo primer servicio fue la
comisión pro-templo. Más tarde llegaría su primer párroco y se desarrollaban
algunos otros ministerios.
Dios ha querido que esa iglesia creciera y madurara hasta
llegar a sus Bodas de Oro, a sus cincuenta años. Bíblicamente cincuenta años
corresponde al “año de gracia”, al jubileo. Un tiempo de reconciliación y de
justicia, tiempo de misericordia, tiempo de recuperar lo perdido, tiempo de
anuncio a los pobres, tiempo de liberación de los cautivos y de dar vista a los
ciegos. Muchos de nosotros habíamos vivido las virtudes del Jubileo del año
2000 y recordamos aún cómo fue ese tiempo de Gracia. Recordamos también algunos
de sus signos y es por eso que quisimos recrearlos para nuestra Comunidad.
El primer rito que marcó el inicio del tiempo jubilar fue LA
APERTURA DE LAS PUERTAS DEL TEMPLO como signo de la apertura de los cielos sobre
nosotros: con una procesión iniciada desde la Plaza de las Colectividades
llegamos cantando hasta los atrios del templo parroquial; delante de sus
puertas doradas proclamamos la Palabra de Dios entre cantos de júbilo; y al
sonido del shofar las puertas se abrieron para que el rebaño de Dios entre con
alegría para alabar y adorar a Dios y celebrar la acción de gracias en la santa
misa. Fue un hito inolvidable e irrepetible en la historia de nuestra
Comunidad.
Para el año jubilar habíamos consultado a los servidores de
los ministerios para aportar iniciativas para un eventual programa de
actividades. De la riqueza de los aportes surgieron múltiples propuestas que,
con la ayuda del Altísimo, llevaremos adelante.
En el resumen de las propuestas y al publicar el programa
del Jubileo también escribí que debíamos abrirnos también a las cosas
inesperadas por nosotros pero que Dios ya tenía preparadas.
LAS DOS BARCAS
Y lo que no estaba previsto en mis planes, estaban en los
pensamientos de Dios. El 12 de diciembre el Padre Obispo me pidió que asumiera
la administración de la parroquia más nueva de la diócesis de Quilmes: la
Parroquia San Juan Apóstol y Nuestra Señora, creada en el año 2000 por el
Obispo Novak. Me lo pidió en la última reunión del Presbiterio en la Casa Cura
Brochero, en Florencio Varela. Era adviento y yo había predicado que debíamos
estar dispuestos, como María, a estar abiertos a recibir nuevas intervenciones
de Dios en nuestras vidas. Por eso, ante el anuncio de las cosas nuevas, mi
corazón ya estaba preparado y le di mi “sí” sin dudar.
La Parroquia San Juan Apóstol comprende varias comunidades:
la del centro parroquial (que todavía no tienen su templo construido) y las
capillas Cristo Rey, San Blas, Virgen del Valle y San Roque.
Cuando asumí también como pastor de esta Comunidad el
evangelio del día fue muy sugestivo y de hecho el Padre Obispo aprovechó para
darnos claras instrucciones pastorales: se trataba del de la pesca milagrosa en
Lucas 5. Motivado por esta lectura me dijo el Obispo: “Ahora Eduardo vas a
tener que trabajar con dos barcas”. En efecto, tengo una “barca llena”, que es
la Comunidad de la Parroquia San José y Santa Cecilia, tan llena de vida, de
personas entregadas al servicio de Dios, de carismas y ministerios, de jóvenes
apasionados por Cristo, con un llamado a expandir el Reino de Dios por todos
los caminos que nos va abriendo; por otro lado, tengo una barca “vacía”, las
Comunidades de la Parroquia San Juan Apóstol y Nuestra Señora, donde la vida
está naciendo y se está desarrollando, donde hay tantas necesidades pastorales,
ministeriales y hasta materiales, donde todo está comenzando...
En el contexto de nuestro Jubileo todo esto ha significado
para mí como una invitación de Dios a ensanchar aún más mi corazón para poder
amar a más personas. Cuento con el apoyo y la oración de tantos, que no podría
jamás sentirme solo en esta empresa del Evangelio.
Fruto de esta historia son los "Siervos de las Bodas
del Cordero" Su LOGO es el
siguiente:
LOGO DE LOS SIERVOS DE LAS BODAS DEL CORDERO
Comentarios:
Miguel di cosmo15 de julio de 2012 10:13
El P. Miguel era poco más de un año Párroco, junto con P.
Daniel Moreno, de la Parroquia San José y Santa Cecilia. Procedía del
Movimiento de los focolares y era un referente diocesano muy importante de
Encuentro Matrimonial. Creo que estos acentos espirituales los mantuvo siempre
y los ha inculcado en los suyos: el valor de la santidad en el mística esponsal
y la mística de la Unidad, que tanto tiempo cultivó en la Obra de María
(Movimiento de los focolares).
Miguel di cosmo17 de septiembre de 2012 18:25
Ahora, más que nunca, seguimos con Eduardo aportando nuestro
granito de arena para la construcción del Reino de Dios… (Pero, ahora, con la
ventaja de su intercesión directa ante Jesús en el Cielo) Por todo… La Gloria
al Señor Jesús…
Miguel di cosmo5 de noviembre de 2012 12:35
Por turno, mañana, tarde y noche intercediendo por la
Diócesis de Quilmes y por los pedidos de oración, que ya llegan de casi todo el
mundo y fundamentalmente adorando a Jesús Eucaristía, la Capilla de Adoración
Perpetua Diocesana de la Visitación de María, permanece abierta.
Para entrar a la parte publica, basta tocar el timbre y los
hermanos de casi todas las parroquias y movimientos de la Diócesis, que están
de turno, les abrirán
Miguel di cosmo5 de noviembre de 2012 12:56
En la noche, Miguel recuerda haber comprado “un libro” y se
dispuso esa noche a escucharlo a solas y silenciosamente en su habitación (ya
que vivía todavía junto con el P. Daniel). Se puso los auriculares para no
molestar a su compañero de la habitación contigua y acostado comenzó a escuchar
el primer casete. En la primera impresión le pareció estar ante algo de muy mal
gusto, sin embargo en su interior escuchó la voz del Señor que le decía: “Estoy
respondiendo a la oración que te hice hacer ayer”. Con santo temor se incorporó
sobre su lecho y empezó a escuchar con atención. Cuenta que derramó lágrimas
durante toda la audición de los casetes, a la vez que recibió un verdadero
BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO y resolvió hacer un pacto con Él, de modo que iba
a obedecerlo resueltamente en todo.
ResponderEliminarEn la noche, Miguel recuerda haber comprado “un libro” y se dispuso esa noche a escucharlo a solas y silenciosamente en su habitación (ya que vivía todavía junto con el P. Daniel). Se puso los auriculares para no molestar a su compañero de la habitación contigua y acostado comenzó a escuchar el primer casete. En la primera impresión le pareció estar ante algo de muy mal gusto, sin embargo en su interior escuchó la voz del Señor que le decía: “Estoy respondiendo a la oración que te hice hacer ayer”. Con santo temor se incorporó sobre su lecho y empezó a escuchar con atención. Cuenta que derramó lágrimas durante toda la audición de los casetes, a la vez que recibió un verdadero BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO y resolvió hacer un pacto con Él, de modo que iba a obedecerlo resueltamente en todo.