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sábado, 30 de noviembre de 2013
viernes, 29 de noviembre de 2013
DESAFIOS PASTORALES DE LA FAMILIA
S Y N O D U S E P I S
C O P O R U M
III ASAMBLEA GENERAL
EXTRAORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
LOS DESAFÍOS
PASTORALES SOBRE LA FAMILIA
EN EL CONTEXTO DE LA
EVANGELIZACIÓN
DOCUMENTO
PREPARATORIO
Ciudad del Vaticano
2013
I – EL SÍNODO:FAMILIA
Y EVANGELIZACIÓN
La misión de predicar
el Evangelio a toda la humanidad ha sido confiada
directamente por el
Señor a sus discípulos y es la Iglesia
quien lleva adelante tal
misión en la
historia. En el tiempo que estamos viviendo, la evidente crisis social y
espiritual llega a
ser un desafío pastoral, que interpela la misión evangelizadora de la
Iglesia para la
familia, núcleo vital de la sociedad y de la comunidad eclesial. La
propuesta del
Evangelio sobre la familia en este contexto resulta particularmente
urgente y necesaria.
La importancia del tema surge del hecho
que el Santo Padre ha
decidido establecer
para el Sínodo de los Obispos un itinerario de trabajo en dos
etapas: la primera,
la Asamblea General Extraordinaria del 2014, ordenada a delinear
el “status
quaestionis” y a recoger testimonios y propuestas de los Obispos para
anunciar y vivir de
manera creíble el Evangelio de la
familia; la segunda, la
Asamblea General
Ordinaria del 2015, para buscar líneas operativas para la pastoral
de la persona humana
y de la familia.
Hoy se presentan
problemáticas inéditas hasta hace unos pocos años, desde la
difusión de parejas
de hecho, que no acceden al matrimonio y a veces excluyen la
idea del mismo, a las
uniones entre personas del mismo sexo, a las cuales a menudo
es consentida la
adopción de hijos. Entre las numerosas nuevas situaciones, que
exigen la atención y
el compromiso pastoral de la Iglesia, bastará recordar: los
matrimonios mixtos o
inter-religiosos; la familia monoparental; la poligamia,
difundida todavía en
no pocas partes del mundo; los matrimonios concordados con la
consiguiente
problemática de la dote, a veces entendida como precio para adquirir la
mujer; el sistema de
las castas; la cultura de la falta de compromiso y de la
presupuesta
inestabilidad del vínculo; formas de feminismo hostil a la Iglesia;
fenómenos migratorios
y reformulación de la idea de familia; pluralismo relativista
en la concepción del
matrimonio; influencia de los medios de
comunicación sobre la
cultura popular en la
comprensión de la celebración del casamiento y de la vida
familiar; tendencias
de pensamiento subyacentes en la
propuestas legislativas que
desprecian la
estabilidad y la fidelidad del pacto
matrimonial; la difusión del
fenómeno de la
maternidad subrogada (alquiler de úteros); nuevas interpretaciones de
los derechos humanos.
Pero, sobre todo, en ámbito más estrictamente eclesial, la
debilitación o el
abandono de fe en la sacramentalidad del matrimonio y en el poder
terapéutico de la
penitencia sacramental.
A partir de todo esto
se comprende la urgencia con la cual el episcopado
mundial, cum et sub
Petro, considera atentamente estos desafíos. Por ejemplo, si sólo
se piensa que en el
actual contexto muchos niños y jóvenes
nacidos de matrimonios
irregulares no podrán
ver jamás a sus padres acercarse a los sacramentos, se
comprende el grado de
urgencia de los desafíos puestos por la situación actual, por
otro lado difundida
ampliamente en la “aldea global”, a la evangelización.
Esta realidad
presenta una singular correspondencia con la amplia acogida que
está teniendo en nuestros
días la enseñanza sobre la misericordia divina y sobre la
ternura en relación a
las personas heridas, en las periferias geográficas y existenciales:
las expectativas que
se derivan de ello acerca de las decisiones pastorales sobre la
familia son muchas.
Por lo tanto, una reflexión del Sínodo de los Obispos sobre estos
temas parece tanto
necesaria y urgente, cuanto imperativa, como expresión de la
caridad de los
Pastores, no sólo frente a todos aquellos que son confiados a ellos, sino
también frente a toda
la familia humana.
II- LA IGLESIA Y EL
EVANGELIO SOBRE LA FAMILIA
La buena noticia del
amor divino ha de ser proclamada a cuantos viven esta
fundamental
experiencia humana personal, de vida matrimonial y de comunión
abierta al don de los
hijos, que es la comunidad familiar. La doctrina de la fe sobre el
matrimonio ha de ser
presentada de manera comunicativa y eficaz, para que sea capaz
de alcanzar los
corazones y de transformarlos según la voluntad de Dios manifestada
en Jesucristo.
En relación a la
citación de las fuentes bíblicas sobre el matrimonio y la familia,
se indican en el
presente texto sólo las referencias esenciales. Así también para los
documentos del
Magisterio parece oportuno limitar sea los documentos del
Magisterio universal
de la Iglesia, integrándolos con algunos textos del Pontificio
Consejo de la Familia
e invitando a los Obispos que participan en el Sínodo a
referirse a los
documentos de sus respectivos organismos episcopales.
Desde siempre y en
las más diversas culturas no ha faltado nunca la enseñanza
clara de los pastores
ni el testimonio concreto de los
creyentes, hombres y mujeres,
que en circunstancias
muy diferentes han vivido el Evangelio
sobre la familia como
un don
inconmensurable para la vida de ellos y de sus hijos. El compromiso del
próximo Sínodo
Extraordinario es impulsado y sostenido por el deseo de comunicar a
todos, más
incisivamente este mensaje esperando que, de este modo, «el tesoro de la
revelación
encomendado a la Iglesia vaya llenando los corazones de los hombres»
(DV 26).
El proyecto de Dios
Creador y Redentor
La belleza del
mensaje bíblico sobre la familia tiene su fundamento en la
creación del hombre y
la mujer, ambos hechos a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn
1,24-31; 2, 4b-25).
Unidos por un vínculo sacramental indisoluble, los esposos viven
la belleza del amor,
de la paternidad, de la maternidad y de la dignidad suprema de
participar así en la
obra creadora de Dios.
En el don del fruto
de la propia unión asumen la responsabilidad del
crecimiento y de la
educación de otras personas para el futuro del género humano. A
través de la
procreación, el hombre y la mujer cumplen en la fe la vocación de ser
colaboradores de Dios
en la custodia de la creación y en el crecimiento de la familia
humana.
El Beato Juan Pablo
II ha comentado este aspecto en la
Familiaris Consortio:
«Dios ha creado al
hombre a su imagen y semejanza (cf.
Gn1,26s): llamándolo a la
existencia por amor,
lo ha llamado al mismo tiempo al amor.
Dios es amor (1Jn4,8)
y vive en sí mismo un
misterio de comunión personal de amor. Creándola a su
imagen y
conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del
hombre y de la mujer
la vocación y consiguientemente la capacidad y la
responsabilidad del
amor y de la comunión (cf. Gaudium et Spes, 12). El amor es por
tanto la vocación
fundamental e innata de todo ser humano» (FC, n. 11).
Este proyecto de Dios
creador, que el pecado original ha trastornado (cf, Gn
3,1-24), se ha
manifestado en la historia a través de las vicisitudes del pueblo elegido
hasta la plenitud de
los tiempos, cuando, con la encarnación del Hijo de Dios no sólo
quedó confirmada la
voluntad divina de salvación, sino también, con la redención,
fue ofrecida la
gracia para obedecer a esa misma voluntad.
El Hijo de Dios, el
Verbo hecho carne (cf. Jn1,14) en el
vientre de la Virgen
Madre, vivió y creció
en la familia de Nazaret y participó en las bodas de Caná
enriqueciendo la
fiesta con el primero de sus “signos” (cf. Jn2,1-11). Él ha aceptado
con alegría la
hospitalidad familiar de sus primeros discípulos (cf. Mc1,29-31; 2,13-17) y ha
consolado el luto de
la familia de sus amigos de Betania (cf. Lc 10,38-42; Jn
11,1-44).
Jesucristo ha
restablecido la belleza del matrimonio proponiendo nuevamente
el proyecto unitario
de Dios, que había sido abandonado por la dureza del corazón
humano, aún en la
tradición del pueblo de Israel (cf. Mt5,31-32; 19,3-12; Mc10,1-12;
Lc16,18). Volviendo
al origen, Jesús ha enseñado la unidad y
la fidelidad entre los
esposos, reprobando
el repudio y el adulterio.
Precisamente a través
de la extraordinaria belleza del amor
humano – ya
celebrada con matices
inspirados en el Cantar de los Cantares
y prefigurada en el
vínculo esponsalicio
exigido y defendido por Profetas como Oseas (Os1,2-3,3) y
Malaquías (Ml2,13-16)
– Jesús ha confirmado la dignidad originaria del amor
conyugal del hombre y
de la mujer.
La enseñanza de la
Iglesia sobre la familia
También en la
comunidad cristiana primitiva la familia aparece como «Iglesia
doméstica» (cf. CCC
1655). En los llamados “códigos familiares” de las Epístolas
Apostólicas neo
testamentarías, la grande familia del mundo antiguo es considerada
como lugar de la
solidaridad más profunda entre mujeres y maridos, entre padres e
hijos, entre ricos y
pobres (cf. Ef 5,21-6,9;
Col3,18-4,1; 1Tm2,8-15; Tt2,1-10;
1P
2,13-3,7; cf. además
la Epístola a Filemón). En particular, la Epístola a los Efesios ha
visto en el amor
nupcial entre el hombre y la mujer “el gran misterio», que hace
presente en el mundo
el amor de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef5,31-32).
En el curso de los
siglos, sobre todo en la época moderna hasta nuestros días, la
Iglesia no ha hecho
faltar su constante y creciente enseñanza sobre la familia y sobre
el matrimonio que la
fundamenta. Una de las expresiones más altas ha sido propuesta
por el Concilio
Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes,
la cual, refiriéndose
a los problemas más urgentes, dedica un capítulo entero a la
promoción de la
dignidad del matrimonio y de la familia, como aparece en la
descripción de su
valor para la constitución de la sociedad: «Así, la familia, en la que
distintas
generaciones coinciden y se ayudan mutuamente a lograr una mayor
sabiduría y a
armonizar los derechos de las personas con las demás exigencias de la
vida social,
constituye el fundamento de la sociedad» (GS52). De especial intensidad
es el llamado a una
espiritualidad Cristocéntrica para los esposos creyentes: «los
propios cónyuges,
finalmente, hechos a imagen de Dios vivo y constituidos en el
verdadero orden de
personas, vivan unidos, con el mismo cariño, modo de pensar
idéntico y mutua
santidad, para que habiendo seguido a Cristo, principio de vida, en
los gozos y
sacrificios de su vocación, por medio de su fiel amor, sean testigos de
aquel misterio de
amor que el Señor con su muerte y resurrección reveló al mundo»
(GS52).
También los Sucesores
de Pedro, después del Concilio Vaticano II, han
enriquecido con su
Magisterio la doctrina sobre el
matrimonio y sobre la familia, en
particular Pablo VI
con la Encíclica Humanae vitae, que
ofrece específicas
enseñanzas sobre los
principios y sobre la praxis.
Sucesivamente el Papa Juan Pablo
II en la Exhortación
Apostólica Familiaris consortioha
querido insistir en este
aspecto, al proponer
el designio divino sobre la verdad originaria del amor de los
esposos y de la
familia, en estos términos: «El único “lugar” que hace posible esta
donación total es el
matrimonio, es decir, el pacto de amor conyugal o elección
consciente y libre,
con la que el hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de
vida y amor, querida
por Dios mismo (cf. Gaudium et Spes,
48), que sólo bajo esta
luz manifiesta su
verdadero significado. La institución matrimonial no es una
ingerencia indebida
de la sociedad o de la autoridad ni la imposición intrínseca de
una forma, sino
exigencia interior del pacto de amor conyugal que se confirma
públicamente como
único y exclusivo, para que sea vivida así la plena fidelidad al
designio de Dios
Creador. Esta fidelidad, lejos de rebajar la libertad de la persona, la
defiende contra el
subjetivismo y relativismo, y lahace partícipe de la Sabiduría
creadora» (FC 11).
El Catecismo de la
Iglesia Católica recoge estos datos fundamentales: «La
alianza matrimonial,
por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima
comunidad de vida y
de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el
Creador. Por su
naturaleza está ordenada al bien delos cónyuges así como a la
generación y
educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado
por Cristo Señor a la
dignidad de sacramento [cf. GS48,1; CICcan. 1055, §1]» (CCC
1660).
La doctrina expuesta
en el Catecismo se refiere tanto a los principios teológicos
como al
comportamiento moral, tratados en dos títulos distintos: El sacramento del
matrimonio(nn.
1601-1658) y El sexto
mandamiento(nn.2331-2391). La atenta
lectura de estas
partes del Catecismo ayuda a la comprensión actualizada de la
doctrina de la fe,
que ha de sostener la acción de la
Iglesia ante los desafíos del
presente. Su pastoral
se inspira en la verdad del matrimonio considerado en el
designio de Dios, que
ha creado el hombre y la mujer y en la plenitud de los tiempos
ha revelado en
Jesucristo también la plenitud del amor esponsalicio elevado a
sacramento. El
matrimonio cristiano fundado sobre el consenso y también dotado de
efectos propios, como
los bienes y las obligaciones de los esposos, sin embargo no ha
sido sustraído al
régimen del pecado (cf. Gn3, 1-24), que
puede procurar heridas
profundas y también
ofensas a la misma dignidad del sacramento.
La reciente Encíclica
del Papa Francisco, Lumen Fidei, habla
de la familia en
su vínculo con la fe
que revela «hasta qué punto pueden ser sólidos los vínculos
humanos cuando Dios
se hace presente en medio de ellos» (LF50). «El primer
ámbito que la fe
ilumina en la ciudad de los hombres es la familia. Pienso sobre todo
en el matrimonio,
como unión estable de un hombre y una mujer: nace de su amor,
signo y presencia del
amor de Dios, del reconocimiento y la aceptación de la bondad
de la diferenciación
sexual, que permite a los cónyuges unirse en una sola carne (cf.
Gn2,24) y ser capaces
de engendrar una vida nueva, manifestación de la bondad del
Creador, de su
sabiduría y de su designio de amor. Fundados en este amor, hombre y
mujer pueden
prometerse amor mutuo con un gesto que compromete toda la vida y
que recuerda tantos
rasgos de la fe. Prometer un amor para siempre es posible cuando
se descubre un plan
que sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene y nos
permite entregar
totalmente nuestro futuro a la persona amada». «La fe no es un
refugio para gente
pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran
llamada, la vocación
al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la
pena ponerse en sus
manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte
que todas nuestras
debilidades» (LF53).
III – CUESTIONARIO
Las siguientes
preguntas permiten a las Iglesias particulares participar
activamente en la
preparación del Sínodo Extraordinario, que tiene como objetivo
anunciar el Evangelio
en los actuales desafíos pastorales en relación a la familia.
1 - Sobre la difusión de la Sagrada Escritura y
del Magisterio de la Iglesia en
relación a la familia
a) ¿Cuál es el real
conocimiento de las enseñanzas de la Biblia, de la Gaudium et
spes, de la Familiaris consortio y de otros documentos
del Magisterio post-conciliar sobre el valor de la familia según la Iglesia
Católica? ¿Cómo nuestros
fieles son formados
en la vida familiar según las enseñanzas de la Iglesia?
b) Allí donde se
conocen las enseñanzas de la Iglesia ¿son éstas integralmente
aceptadas? ¿se
verifican dificultades para ponerlas en práctica? ¿Cuáles?
c) ¿Cómo se difunden
las enseñanzas de la Iglesia en el contexto de los
programas pastorales
a nivel nacional, diocesano y
parroquial? ¿Qué catequesis
se ofrece sobre la
familia?
d) ¿En qué medida – y
en particular en relación a qué aspectos – dichas
enseñanzas son
realmente conocidas, aceptadas, rechazadas y/o criticadas en
ambientes extra
eclesiales? ¿Cuáles son los factores culturales que obstaculizan
la plena recepción de
las enseñanzas de la Iglesia sobre la familia?
2 - Sobre el matrimonio según la ley natural
a) ¿Qué lugar ocupa
el concepto de ley natural en la cultura civil, tanto a nivel
institucional,
educativo y académico, como a nivel
popular? ¿Qué visiones
antropológicas se dan
por sobrentendidas en el debate sobre el fundamento
natural de la
familia?
b) ¿Es comúnmente
aceptado, en cuanto tal, el concepto de ley natural en
relación a la unión
entre el hombre y la mujer, de parte de
los bautizados en
general?
c) ¿Cómo es
contestada, en la práctica y en la teoría, la ley natural en lo que
respecta a la unión
entre el hombre y la mujer en vista de la formación de una
familia? ¿Cómo es
propuesta y profundizada en los organismos civiles y
eclesiales?
d) ¿Cómo se deberían
afrontar los desafíos pastorales que surgen cuando
bautizados, no
practicantes o que se declaran no creyentes, piden la celebración
del matrimonio?
3 – La pastoral de la familia en el contexto de
la evangelización
a) ¿Qué experiencias han sido maduradas en las últimas
décadas en orden a la
preparación al
matrimonio? ¿Cómo se ha tratado de estimular la tarea de
evangelización de los
esposos y de la familia? ¿En qué modo se
puede
promover la
conciencia de la familia como “Iglesia doméstica”?
b) ¿Se ha logrado proponer estilos de oración en
familia, que sean capaces de
resistir ante la
complejidad de la vida y de la cultura actual?
c) ¿En qué modo las familias cristianas han
sabido realizar la propia vocación
de trasmitir la fe en
la actual situación de crisis entre las generaciones?
d) ¿De que manera las Iglesias locales y los
movimientos de espiritualidad
familiar ha sabido
crear caminos ejemplares?
e) ¿Qué aporte específico han logrado dar los
matrimonios y las familias, en
orden a la difusión
de una visión integral del matrimonio y de la familia
cristiana, que sea
creíble hoy?
f) ¿Qué atención pastoral ha demostrado la
Iglesia para sostener el camino de
los matrimonios en
formación y de aquellos que atraviesan por una crisis?
4 – Sobre la pastoral
para afrontar algunas situaciones matrimoniales difíciles
a) ¿Es una realidad
pastoral relevante en la Iglesia particular la convivencia ad
experimentum? ¿Es
posible estimar numéricamente un porcentaje?
b) ¿Existen uniones
libres de hecho, sin reconocimiento religioso ni civil? ¿Hay
datos estadísticos
confiables?
c) ¿Son una realidad
pastoral relevante en la Iglesia particular los que están
separados y los
divorciados casados de nuevo? ¿Cuáles el porcentaje
numéricamente
estimable? ¿Cómo se enfrenta esta realidad a través de
programas pastorales
adecuados?
d) En estos casos:
¿Cómo viven los bautizados su irregularidad? ¿Son
concientes de ella?
¿Manifiestan simplemente indiferencia? ¿Se sienten
marginados y viven
con sufrimiento la imposibilidad de recibir los sacramentos?
e) ¿Qué piden las
personas divorciadas y casadas de nuevo a la Iglesia a
propósito de los
sacramentos de la Eucaristía y de la
Reconciliación? Entre las
personas que se encuentran
en estas situaciones ¿cuántas piden dichos
sacramentos?
f) ¿Podría ofrecer
realmente un aporte positivo a la solución de las
problemáticas de las
personas implicadas la agilización de la praxis canónica en
orden al
reconocimiento de la declaración de nulidad del vínculo matrimonial?
Si la respuesta es
afirmativa ¿en qué forma?
g) ¿Existe una
pastoral orientada a la atención de
estos casos? ¿Cómo se
desarrolla esa
actividad pastoral? ¿Existen al respecto programas a nivel
nacional y diocesano?
¿Cómo es anunciada a los separados y a los divorciados
casados de nuevo la
misericordia de Dios? ¿Cómo se pone en
práctica el apoyo
de la Iglesia en el
camino de fe de estas personas?
5 - Sobre las uniones de personas del mismo sexo
a) ¿Existe en el país
una ley civil de reconocimiento de las uniones de personas
del mismo sexo
equiparadas, de algún modo, al matrimonio?
b) ¿Qué actitud
asumen las Iglesias particulares y
locales ante el Estado civil,
promotor de uniones
civiles entre personas del mismo sexo, y también ante las
mismas personas
implicadas en este tipo de uniones?
c) ¿Qué atención
pastoral es posible desarrollar en relación a las personas que
han elegido vivir
según este tipo de uniones?
d) ¿Cómo habría que
comportarse pastoralmente, en el caso de uniones de
personas del mismo
sexo que hayan adoptado niños, en vista de la transmisión
de la fe?
6 - Sobre la educación de los hijos en las
situaciones matrimoniales irregulares
a) ¿Cuál es en estos
casos la proporción estimada de niños y adolescentes, en
relación a los niños
nacidos y educados en familias regularmente constituidas?
b) ¿Con qué actitud
los padres se dirigen a la Iglesia? ¿Qué piden? ¿Sólo los
sacramentos o también
la catequesis?
c) ¿Cómo las Iglesias
particulares intentan responder a la necesidad de los
padres de estos niños
de ofrecer una educación cristiana para sus hijos?
d) ¿Cómo se
desarrolla la praxis sacramental en estos casos: la preparación, la
administración del
sacramento y el acompañamiento?
7 - Sobre la apertura de los cónyuges a la vida
a) ¿Tienen los
cristianos un real conocimiento de la doctrina de la Humanae
vitaesobre la
paternidad responsable? ¿Qué conciencia se tiene del valor moral
de los diferentes
métodos de control de los nacimientos? ¿Qué profundizaciones
podrían ser sugeridas
sobre esta materia desde el punto de vista pastoral?
b) ¿Es aceptada la
mencionada doctrina moral? ¿Cuáles son los aspectos más
problemáticos que
dificultan la aceptación en la gran mayoría de los
matrimonios?
c) ¿Qué métodos
naturales son promovidos de parte de las Iglesias particulares
para ayudar a los
cónyuges a aplicar la doctrina dela Humanae vitae?
d) ¿Cuál es la
experiencia respecto a este tema en la praxis del sacramento de la
Penitencia y en la
participación en la Eucaristía?
e) ¿Qué contrastes se
detectan entre la doctrina dela Iglesia y la educación civil
en relación a esta
temática?
f) ¿Cómo se puede
promover una mentalidad más abierta a la natalidad? ¿Cómo
se puede favorecerse
el aumento de los nacimientos?
8 - Sobre la relación que existe entre la familia
y la persona
a) Jesucristo revela
el misterio y la vocación del ser humano
¿La familia es
realmente un ambiente
privilegiado para que esto tenga lugar?
b) ¿Qué situaciones
críticas de la familia en el mundo actual pueden constituir
un obstáculo para el
encuentro de la persona con Cristo?
c) ¿En qué medida las
crisis de fe que las personas pueden atravesar inciden en
la vida familiar?
9 - Otros desafíos y propuestas
¿Existen otros
desafíos y propuestas en relación a los
temas tratados en este
cuestionario que
merezcan ser considerados como urgentes o útiles?
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