Una obligación cristiana: ¿Rezar por los que nos gobiernan?
Muy al caso, a propósito de la renovación
de la Cámara de Diputados, del Tercer Informe Presidencial, y sobre todo en el
contexto de tiempos y circunstancias tan difíciles para la Nación, viene esta
reflexión que, a modo de Ensayo y con el pseudónimo de “Paulus”, presentó
recientemente a Concurso un alumno del Seminario Mayor durante una Semana
Cultural
Parece un total absurdo. Si a la mente nos vienen
los “jefes” de gobierno, de inmediato pensamos en denostarlos, más bien que
elevar a Dios una oración por ellos.
¿Problema de cultura, de mala confianza,
de jacobinismo? Yo qué sé. Lo que sí me queda claro es que el Apóstol Pablo, en
uno de sus escritos, concretamente en la Epístola Primera a Timoteo, Capítulo
1, Versículos 2 y 3, recomienda que se haga oración y se eleven súplicas por
todos los hombres, entre ellos los constituidos en autoridad; es decir, por
nuestros superiores, padres de familia, maestros, patrones y, por supuesto, por
nuestros gobernantes; por todos aquellos que, “revestidos por Dios de lo alto”,
ejercen un cargo, “servicio”, en bien de la comunidad.
Claro, se trata de un deber litúrgico. De
hecho, en los esquemas de oración universal, dentro de la Celebración
Eucarística se contemplan siempre algunas oraciones dirigidas a Dios en favor
de los que nos gobiernan, en vistas al bien de los pueblos. Ese es el mandato
de San Pablo.Es tarea de todos los días
En lo cotidiano, rezar por nuestros
gobernantes (de todos los niveles), parece más bien una idea descabellada. ¿En
verdad nos acordamos, para bien, de nuestros gobernantes, de los políticos, de
aquéllos que los noticieros o hasta nosotros mismos traemos de boca en boca por
su mal ejercicio? La experiencia nos dice que no.
No obstante, pese a la situación que el
abrumador panorama político vive en estos momentos (no quiere decir que en
otros no), la recomendación que nos hace el Apóstol a los cristianos ha de
estar impregnada de un espíritu de fe.
Y es que, para el cristiano, la paz, la
justicia y la prosperidad de los pueblos son manifestación de la caridad,
exigencia inaplazable que está muchas veces en manos de quien ha recibido
potestad para coordinar acciones tendientes a favorecer el progreso de los
hombres. Y, si por una parte, se comienzan a hacer esfuerzos en conciencia a la
hora de elegir un representante público, por la otra debe ser tarea cotidiana
elevar ruegos por los que nos dirigen.
Esto suena lógico, ¿no? Y a esto añadimos
que orar por los que nos gobiernan, a conciencia, con sinceridad, con el
auxilio de la fe, puede dar mayor solución a los problemas que enfrentamos como
ciudadanos, pues Dios actúa con su gracia siempre, mayormente si le pedimos de
corazón y, si consideramos también que el Espíritu Santo sopla donde quiere
(Cf. Jn 3, 8), en lugar de sólo criticar -como muchas veces hacemos los
perfectibles cristianos- las acciones de nuestros gobernantes, deberíamos, creo
yo, adoptar una actitud más seria, positiva, propositiva, que aporte una luz al
caos político que en nuestro país, en nuestro Estado o en nuestro Municipio se
puede estar viviendo, a falta de una buena orientación. Es entonces donde cobra
eficacia nuestra oración.
“Inaudita” solución
San Pablo no recomienda tal oración por
una cuestión de mero patriotismo, sino por un deseo de que esas autoridades
permitan que los cristianos vivan en paz (para que podamos vivir una vida
tranquila y apacible) y por una esperanza (implícita) de que dichas autoridades
lleguen a un “conocimiento pleno de la verdad”.
Imaginemos ahora si la situación actual
que vive nuestro México estuviera puesta en manos de creyentes cristianos,
conscientes del deber cívico de amar la Patria y del deber religioso de orar
por sus gobernantes, ¡qué diferente sería el panorama social y político de
nuestro país! ¡Qué sensatas decisiones se tomarían entre nuestros legisladores!
¡Cuánto bien haríamos a nuestros conciudadanos con nuestro granito de arena!
¡Cómo seríamos, finalmente, beneficiados nosotros mismos!
Que esta solución “inaudita”que propongo
no se quede en simple consejito piadoso y podamos más bien hacerla realidad con
nuestra oración de todos los días para hacer patente el poder del Todopoderoso,
que se doblega ante la súplica humilde del que se ve de Él necesitado.
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