Domingo 22 de Septiembre de 2013
25º domingo de tiempo ordinario
Amós 8, 4-7 Contra
los que "compran por dinero al pobre"
Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los
miserables, diciendo: "¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo,
y el sábado, para ofrecer el grano?"
Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con
trampa,
compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de
sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo.
Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás
vuestras acciones.
Salmo responsorial: 112
Alabad al Señor, que alza al pobre.
Alabad, siervos del Señor, alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre. R.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre
los cielos. ¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono y se
abaja para mirar al cielo y a la tierra? R.
Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo. R.
1Timoteo 2, 1-8 Que
se hagan oraciones por todos los hombres a Dios, que quiere que todos se salven
Querido hermano:
Te ruego, lo primero de todo, que hagáis oraciones,
plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y
por todos los que ocupan cargos, para que podamos llevar una vida tranquila y
apacible, con toda piedad y decoro.
Eso es bueno y grato ante los ojos de nuestro Salvador,
Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de
la verdad.
Pues Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los
hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos: este es
el testimonio en el tiempo apropiado: para él estoy puesto como anunciador y
apóstol -digo la verdad, no miento-, maestro de los gentiles en fe y verdad.
Quiero que sean los hombres los que recen en cualquier
lugar, alzando las manos limpias de ira y divisiones.
Lucas 16, 1-13 No
podéis servir a Dios y al dinero
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Un
hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba
sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me
cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas
despedido."
El administrador se puso a echar sus cálculos:
"¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo?
Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer
para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su
casa. "
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al
primero: "¿Cuánto debes a mi amo?"
Éste respondió: "Cien barriles de aceite."
Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y
escribe cincuenta."
Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?"
Él contestó: "Cien fanegas de trigo."
Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta."
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia
con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos
con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero injusto, para que,
cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es
de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado.
Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os
confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro,
quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien
aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso
del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero."
Am 8:4-7: Contra los que “compran por dinero al pobre”
Salmo Responsorial 112:
Alaben al Señor que ensalza al pobre
1 Tim 2,1-8: Pidan por todos los hombres a Dios, que
quiere que todos se salven
Lc 16:1-13: No se puede servir
a Dios y al dinero
El profeta Amós nos ubica en el contexto de la cuarta visión
y su interpretación, que va contra los defraudadores y explotadores. El
profeta, en todo su libro, nos presenta cinco visiones sobre el destino del
pueblo de Israel (7,1 – 9,10). El mensaje de Amós estaba dirigido
principalmente al reino del norte, Israel, pero también menciona a Judá (el
reino del sur) y a las naciones vecinas de Israel (sus enemigas): Siria,
Filistea, Tiro, Edom, Amón, Moab. La razón del juicio: la codicia de los ricos.
Amós grita y denuncia: Escuchen esto los que pisotean al pobre y quieren
arruinar a los humildes de la tierra (v. 4). El profeta, al hacer sus juicios y
lanzar sus amenazas, da los motivos y hace las denuncias por las cuales serán
castigados y corregidos. Denuncias contra las casas ostentosas, fruto de la
opresión a los pobres y débiles. Y esto por no cumplir con la justicia en el
trabajo y en el comercio. Engañan y roban en las balanzas fraudulentas, en los
precios y salarios. También hay juicios contra un culto exterior que quiere
encubrir toda esa injusticia con sacrificios, ofrendas y cantos, que así no son
gratos a Dios. Al tema del fraude, tan presente en esta cuarta visión, le sigue
el juramento divino y el castigo.
Pablo exhorta a que se ore por todo el mundo y de manera
especial por los encargados de dirigir política y religiosamente al pueblo,
porque la intención de Dios es salvar a todo el ser humano, y que estos lleguen
al conocimiento pleno de la verdad. Esa verdad se nos fue revelada por su Hijo
Jesús, donde Él mismo se presentó como el Camino, la Verdad y la Vida. Es la
verdad que nos hará libre. Pablo coloca a Jesús como el único mediador entre
Dios y el ser humano: porque hay un solo Dios y también un solo mediador entre
Dios y los hombres, Cristo Jesús. Es la universalidad de Cristo en el
acontecimiento salvífico de la humanidad, que con su muerte se entregó a sí
mismo como rescate por todos.
Esta parábola –no siempre bien interpretada– va dirigida a
los fariseos que son amigos del dinero, su verdadero Dios. Representa, como
tantas otras, un caso extremo: un hombre que está a punto de ser despedido de
su trabajo y que necesita actuar urgentemente para garantizarse el futuro,
antes de quedarse sin empleo. Para ello plantea una estrategia. Acusado de
derrochar los bienes de su amo (16,1), causa por la que se va a quedar sin
trabajo, decide rebajar la cantidad de la deuda de cada uno de los acreedores
de su amo, renunciando a la comisión que le pertenece como administrador. Es
sabido que los administradores no recibían en Palestina un sueldo por su
gestión, sino que vivían de la comisión que cobraban, poniendo con frecuencia
intereses desorbitados a los acreedores. La actuación de administrador debe entenderse
así: el que debía cien barriles de aceite había recibido prestados cincuenta
nada más, los otros cincuenta eran la comisión correspondiente a la que el
administrador renuncia con tal de granjearse amigos para el futuro. Renunciando
a su comisión, el administrador no lesiona en nada los intereses de su amo. De
ahí que el amo lo felicite por saber garantizarse el futuro dando el “injusto
dinero” a sus acreedores.
El amo alaba la estrategia de aquel “administrador de lo
injusto”, calificativo que se da en el evangelio de Lucas al dinero, pues, en
cuanto acumulado, procede de injusticia o lleva a ella.
Para Lucas, todo dinero es injusto. Ahora bien: si uno lo
usa –desprendiéndose de él– para "ganarse amigos", hace una buena
inversión no en términos bursátiles, ni bancarios, sino en términos humanos
cristianos. El injusto dinero, como encarnación de la escala de valores de la
sociedad civil, sirve de piedra de toque para ensayar la disponibilidad del
discípulo a poner al servicio de los demás lo que de hecho no es suyo, sino que
se lo ha apropiado en detrimento de los desposeídos y marginados.
El “injusto dinero” es calificado en la conclusión de la
parábola como "lo de nada" y "lo ajeno", en cuanto opuesto
a "lo que vale de veras, lo importante, lo vuestro”. Y “lo que vale de
veras” no es el don del dinero, sino el del Espíritu de Dios que comunica vida
a los suyos (“cuánto más el Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo
piden”, cf. Lc 11,13). Eso sí, para recibir el Espíritu (que es comunicación de
la vida de Dios que potencia al hombre) se requiere el desprendimiento y la
generosidad hacia los demás (11,34-36).
La parábola termina con esta frase lapidaria: “No pueden
servir a Dios y al dinero”. La piedra de toque de nuestro amor a Dios es la
renuncia al dinero. El amor al dinero es una idolatría. Hay que optar entre dos
señores: no hay término medio. El campo de entrenamiento de esta opción es el
mundo, la sociedad, donde los discípulos de Jesús tienen que compartir lo que
poseen con los que no lo tienen, con los oprimidos y desposeídos, los
desheredados de la tierra.
El afán de dinero es la frontera que divide el mundo en dos;
es la barrera que nos separa de los otros y hace que el mundo esté organizado
en clases antagónicas: ricos y pobres, opresores y oprimidos; el ansia de
dinero es el enemigo número uno que imposibilita que el mundo sea una familia
unida donde todos se sienten a la mesa de la vida. Por eso el discípulo, para
garantizarse el futuro, debe estar dispuesto en el presente a renunciar al
dinero que lleva a la injusticia y hace imposible la fraternidad.
Para la oración de los fieles
- Por los más pobres de la tierra, que viven la desigualdad
y la injusticia, y que desde el sufrimiento y el dolor, son capaces de dar a
los demás, de ser solidarios.
- Por los gobernantes
de la tierra, para que todos sus esfuerzos sean encaminados por el Dios de la
vida y no por los principios del dios-dinero.
- Para que nuestra
comunidad cristiana encuentre los caminos que llevan a la vida digna de todos,
donde nadie es marginado ni excluido.
- Por todos los que
sufren en carne propia los efectos del neoliberalismo: pobreza, hambre,
desempleo... para que con ellos busquemos formas y medios para transformar este
mundo...
Oración
Oh Dios que en Jesús has pronunciado una
palabra radical sobre la imposibilidad de servirte a ti y servir a la vez al
dinero: ayúdanos a ser radicales también y a trabajar por someter la economía a
los imperativos de la ética y del amor. Por el mismo Jesucristo nuestro
Señor...
El afán de dinero es la frontera que divide el mundo en dos; es la barrera que nos separa de los otros y hace que el mundo esté organizado en clases antagónicas: ricos y pobres, opresores y oprimidos; el ansia de dinero es el enemigo número uno que imposibilita que el mundo sea una familia unida donde todos se sienten a la mesa de la vida. Por eso el discípulo, para garantizarse el futuro, debe estar dispuesto en el presente a renunciar al dinero que lleva a la injusticia y hace imposible la fraternidad.
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