Me gustaría esta noche tocar base en un punto que yo creo
que es muy importante, en este camino que nos lleva al pesebre. Y quise
reflexionar en Isaías, capítulo 40, es uno de los textos más conocidos en esta
época de navidad. Isaías 40, los primeros versos, que dice:
“…Consolaos, consolaos pueblo mío, dice vuestro Dios, hablad
al corazón de Jerusalén, decidle a voces que su tiempo ya es cumplido, que su
pecado es perdonado, que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus
pecados. He aquí la voz que clama en el desierto, preparad camino a Jehová,
enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios, que todo valle sea alzado y
bájese todo monte y collado y lo torcido se enderece y lo áspero se allane y se
manifestará la gloria de Jehová y toda carne juntamente la verá porque la boca
de Jehová ha hablado…”
Este pasaje nos habla de una voz que clama en el desierto,
preparad camino al Señor, enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Y
siempre que yo me cruzo con este texto yo me digo lo curioso que es que en los
desiertos de este mundo en los cuales vivimos y aún más en los desiertos de
nuestra propia vida, se nos de la gran responsabilidad de prepararle un camino
y de darle entrada al gran rey, al rey de reyes y Señor de Señores.
Es un llamado a hacer las cosas a la inversa, es un llamado
a ir en una dirección totalmente nueva. Es un llamado a una nueva forma de
vivir. Y lo dice ahí él mismo en el texto, cuando dice que todo valle sea
alzado, imagínense eso, usted está viendo un valle y lo que está diciendo es
que ese valle sea alzado, es como quien dice, que surja un monte en medio de
ese valle. Y que los montes sean allanados, es como poner las cosas al revés.
Lo que antes era plano se suba, y lo que antes era alto aplanarlo.
Lo que estaba torcido hay que enderezarlo y lo que estaba
áspero hay que alisarlo de alguna manera u otra. Es como ir en contra de lo
normal, en contra de lo que todo el mundo está siguiendo. Es ir en una
dirección totalmente nueva, es pensar en una manera totalmente distinta de las
cosas. Imagínese usted, cómo usted va a aplanar un monte. A menos que tenga
dinamita y lo explote y haga una calle o algo así, pero todo eso requiere un
trabajo, requiere una responsabilidad, requiere que usted y yo hagamos algo.
No está diciendo que el ejército de este rey va a venir a
hacer las cosas, está diciendo que nosotros lo tenemos que hacer. La
responsabilidad se nos da a nosotros de prepararle ese camino al Señor. Y ese
camino se tiene que preparar en los desiertos de nuestra vida. Este mensaje
está llegando al pueblo de Israel en un tiempo de cautiverio, en un tiempo
donde estaban siendo oprimidos por naciones que eran `más grandes que ellos, en
un tiempo donde tal vez ellos no veían la esperanza al final del túnel. No
veían de dónde iba a venir su socorro, más sin embargo, en ese momento Dios
trae esta palabra. Consolaos, consolaos pueblo mío, porque Dios los ha
escuchado.
Qué palabra más bella! En medio de todo el frenesí se pueda
escuchar esa voz que dice, consolaos, tranquilos, no se ansíen, no pierdan la
paz, no pierdan el enfoque, Dios no se ha olvidado de usted. Dios está muy
pendiente a su condición de vida, Dios está muy pendiente a las necesidades que
usted pueda tener. Y en esos momentos él trae esta palabra, hay algo que yo quiero
hacer. Yo quiero traer una nueva porción de mi gloria a sus vidas, una porción
sumamente importante porque estamos hablando que es el Hijo de Dios, ese es el
regalo que él va a traer.
Pero está diciendo ustedes tienen que preparar el camino, yo
no lo puedo hacer por ustedes, ustedes lo tienen que preparar. Y cómo uno
prepara el camino? Cómo lo hacemos? Cómo nos preparamos para tal encomienda?
Cómo nos preparamos para recibir al Rey, al Rey de Reyes y Señor de Señores?
Pudiésemos considerar entonces este relato de la navidad donde el ángel Gabriel
se le presenta a la virgen María. Se recuerdan ese relato?
Lucas, capítulo 1. Miren cómo lee el relato, me encanta leer
esta historia. Lucas, capítulo 1, en el verso 26:
“…Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea, llamada Nazaret a una virgen, desposada con un varón que se
llamaba José, de la casa de David. Y el nombre de aquella virgen era María –
todas las Marías aquí se pueden identificar con ella de alguna manera u otra –
y entrando el ángel – imagínense esta película, imagínese que usted está viendo
una escena de una película donde entra este ángel Gabriel, lleno de luz,
resplandeciente, tal vez el doble o el triple de alto de María, que María
sabemos que era una jovencita, era una adolescente por así decirlo. – el al
entrar le dice, salve muy favorecida, el Señor es contigo. Bendita tu entre las
mujeres. Más ella cuando le vio se turbó, se confundió por sus palabras y dijo,
qué clase de saludo es este? Cuál es esta entrada? Qué es lo que tu me quieres
decir? Entonces el ángel le dijo, María, no temas, porque tu has hallado gracia
delante de Dios, concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y llamarás su nombre
Jesús. Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo y el Señor Dios le
dará el trono de David, su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre
y su reino no tendrá fin. Más María en su confusión, en su ignorancia no sabía
qué más pensar, qué más decir, y solamente pudo preguntar, y cómo será esto?
Cómo se va a dar esto si no he conocido varón, no he tenido relaciones con
ningún varón? No te apures, esto es un misterio, Dios se va a encargar de
hacerlo. Y de ahí es donde encontramos estas palabras que sirven de inspiración
a todos nosotros, lo que para ti es imposible, para Dios es posible…”
Cómo nos podemos preparar, mis hermanos? Yo les digo, es un
misterio. Dios es un Dios muy claro pero a la misma vez es un Dios misterioso,
porque Dios hace cosas de lo que no es. Dios de tan solamente pronunciar algo,
surge. Y eso nadie lo puede explicar. La ciencia no lo puede explicar, la
medicina no lo puede explicar, son misterios de Dios. Y esos misterios de Dios
de alguna manera u otra llegan a nuestra vida en distintos momentos, en
distintas etapas. Esos misterios de Dios se acercan a nosotros y muchas veces
no los podemos entender, no los podemos concebir y como María decimos, y cómo
va a ser esto? Nos dan un diagnóstico de una enfermedad y vienen lloran por ti,
no te apures, Dios te va a sanar. Cómo va a ser esto?
Estás en un embrollo financiero y no sabes de dónde va a
venir el próximo cheque, ah, vamos a orar que Dios va a proveer. Y una parte de
ti puede ser que diga, sí, yo confío en Dios pero, cómo va a ser esto? A mí me
gusta usar este ejemplo también, tu esposo, tu esposa, hay veces que hacen una
competencia por quién es el que más dolor de cabeza le puede causar al otro, y
estás orando por tu cónyuge continuamente y te preguntas, Señor, cómo será
esto? Cómo será esa palabra que tu me dices que las cosas van a cambiar?
De padres a hijos, o con otros familiares, hasta con
hermanos dentro de la iglesia, y nos preguntamos cómo será esto? Y ese, cómo
será esto, mis hermanos, representa muchas veces esas etapas de desierto, de
confusión, donde nos encontramos solos a veces y esos lugares, esos momentos no
nos dejan ver claramente cómo es que van a suceder las cosas después. Pero ahí
es dónde se perfecciona el poder y el misterio de Dios.
Ahí es dónde Dios interviene de alguna manera u otra. Es en
esos momentos cuando tu no logras entender lo que está sucediendo que viene la
promesa de lo imposible a tu vida. Y no viene de parte de cualquier hombre o de
cualquier mujer, viene de parte de Dios. Para ti es imposible pero para Dios no
lo es.
Sabes que a ti y a mí nos gusta saberlo todo, ¿verdad? a
nosotros nos gusta saberlo todo, queremos tener un plan financiero para
resolver nuestras deudas, y queremos qué es lo que vamos a hacer cada año con
nuestras finanzas. Si queremos mudarnos de una casa a otra, hacemos planes de
cómo lo vamos a hacer. Cuando queremos irnos de vacaciones hacemos planes de
cuándo nos vamos a ir, cuánto vamos a gastar, a dónde vamos a ir, con quién
vamos a ir. Hacemos planes para todo. Nos gusta saberlo todo, porque el saber
nos da un sentido de control.
Hasta queremos saber el último chisme y chiste también,
seguro, lo queremos saber todo. Pero muchas veces el no saberlo todo es lo que
Dios quiere. Ahí es dónde Dios quiere que nosotros estemos, ahí era dónde
estaba María, en un lugar dónde no lo sabía todo. Ahí era dónde estaba el
pueblo de Israel, en un momento, en una etapa en su vida donde no lo sabían
todo. Más sin embargo, en ese lugar tan vulnerable, en ese lugar de supuesta
ignorancia, ahí es dónde viene la promesa de Dios y te alcanza, y comienza a
impartir luz sobre tu vida y comienza a dirigirte en la dirección que él quiere
que tu vayas.
No es la dirección que tu quieres ir, aunque muchas veces
Dios permite que tu vayas en esa dirección, pero cuando Dios ve que tu
dirección se está yendo por un lado que Dios no quiere, o que Dios intenciona
para ti, Dios se va a encargar, como bien dice el salmo, de enderezar tus pasos
y de traerte una vez más al camino que él quiere para ti.
El podernos abrir a esos misterios de Dios requiere humildad
de parte de nosotros, requiere que como María, nosotros podamos decir, he aquí,
la sierva, el siervo de Dios, hágase conmigo como Dios quiera. No lo sé todo,
no sé dónde está la respuesta a la vuelta de la esquina, pero está a la vuelta
de la esquina y la voy a esperar. Requiere el poder confrontar lo imposible, lo
imposible dentro de nosotros mismos, lo imposible dentro de nuestras familias,
lo imposible en la sociedad en la que vivimos, requiere confrontar lo
imposible. Pero no enfrentarlo solos, sino enfrentarlo con la confianza de esa
promesa de que el Dios de lo imposible está con nosotros. Y es el que se
encarga de abrir puertas, y sobre todas las cosas, mis hermanos, en ese camino al
pesebre, requiere el poder contemplar con expectativa esa esperanza que está
por venir, esa esperanza que viene con la navidad. Algo nuevo nace en la
navidad, por algo le dicen que es la mejor época de todo el año. Algo nuevo
nace ahí.
Y yo creo que eso es algo que Dios trae. Así que yo les
animo, mis hermanos, vayamos reflexionando en estas cosas. Solamente Dios sabe
a qué él nos quiere dirigir, en estos servicios de los miércoles, cuando
estemos reflexionando sobre estas cosas, solamente Dios sabe a qué él nos
quiere dirigir, a dónde él quiere que nosotros vayamos. Pensaremos después
distintos personajes en esta historia que llegaron al pesebre, que cada uno de
ellos tienen sus propias experiencias de vida, más sin embargo todos y cada uno
de ellos, cuando llegaron al pesebre, sus vidas fueron transformadas.
Yo creo que en nuestra jornada de fe, en nuestra jornada de
camino hacia el pesebre, mi expectativa, mi esperanza, que cuando lleguemos
allí nuestras vidas sean transformadas de acuerdo a los propósitos y los
designios de Dios para con cada uno de nosotros. Así que yo les animo,
hermanos, enfoquemos nuestras mentes en esto, sí planeen las comidas que vayan
a hacer, los regalos que vayan a comprar, eso es parte de la época, pero no se
olviden en el centro de todas las cosas, el verdadero significado de todos
estos días que están por venir.
Así que yo les animo, vamos a ponernos de pie, vamos a orar
y cerramos este tiempo al Señor con estas palabras. Amado Dios te damos las
gracias por tu palabra, Señor, gracias por este tiempo en esta noche, todo lo
que hemos logrado hacer, todo lo que hemos logrado orar, Señor. Y sabemos que
nuestras oraciones no se quedan en el techo, Señor, sino que llegan ante tu
presencia. Tu estás muy pendiente de cada una de ellas, Señor. Yo te pido,
Jesús, que en esta jornada que nosotros nos estamos lanzando ahora, en estos
próximos miércoles de reflexionar sobre esa llegada tuya como Rey a nuestras
vidas, te pedimos, Señor, que nuestros corazones puedan ser abiertos, estar abiertos
y receptivos a lo que tu tengas para con nosotros, Señor.
Y que tu palabra pueda seguir haciendo eco en medio de
nuestros corazones. Yo pido tu bendición sobre cada uno de mis hermanos y
hermanas en esta noche, Señor, tu bendición sobre la familia Serrano y todas
las amistades de ellos que están aquí, Jesús, y que tu gracia, tu favor, siga
con nosotros, Padre.
Llévanos con bien hacia nuestros hogares, protégenos en el
camino de vuelta, Señor, en el descanso de la noche, que nuestros cuerpos
puedan renovar sus energías y que en el día de mañana, si así tu lo permites,
Señor, podamos enfrentar todo lo que el día de mañana pueda traer. Gracias una
vez más por esta noche, por tu Hijo Jesús oramos, amén y amén. Yo les invito,
mis hermanos, traer sus ofrendas a medida que terminamos y cerramos este
servicio, cantamos una vez más Sendas Dios hará.
El podernos abrir a esos misterios de Dios requiere humildad de parte de nosotros, requiere que como María, nosotros podamos decir, he aquí, la sierva, el siervo de Dios, hágase conmigo como Dios quiera. No lo sé todo, no sé dónde está la respuesta a la vuelta de la esquina, pero está a la vuelta de la esquina y la voy a esperar. Requiere el poder confrontar lo imposible, lo imposible dentro de nosotros mismos, lo imposible dentro de nuestras familias, lo imposible en la sociedad en la que vivimos, requiere confrontar lo imposible. Pero no enfrentarlo solos, sino enfrentarlo con la confianza de esa promesa de que el Dios de lo imposible está con nosotros. Y es el que se encarga de abrir puertas, y sobre todas las cosas, mis hermanos, en ese camino al pesebre, requiere el poder contemplar con expectativa esa esperanza que está por venir, esa esperanza que viene con la navidad. Algo nuevo nace en la navidad, por algo le dicen que es la mejor época de todo el año. Algo nuevo nace ahí.
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