EL
ORGULLO
“Desplegó la
fuerza de su brazo y dispersó a los de corazón soberbio” (Lc 1,51)
1. Reflexión
Si hay una actitud en el hombre, que lo
excluya de la adoración, ésa es la soberbia, porque la criatura es indigna de
permanecer en presencia de Dios y sólo la humildad le capacita para acercarse a
él. El profeta Isaías, más que definirnos la soberbia, nos ofrece una reflexión
de sus efectos a partir de las palabras atribuidas a Lucifer, que dice en su
corazón: “Al cielo voy a subir, por encima
de las estrellas de Dios alzaré mi trono y me sentaré en el Monte de la Reunión
en el extremo norte. Subiré a las alturas del nublado, me asemejaré al
Altísimo” (Is 14,13-14). Querer ser como Dios, ése es el afán supremo del
primer pecador y de todos los pecadores. No tiene que sorprendernos que, al
tentar a Jesús, el diablo pretendiera su adoración. La oferta de pagarle con
todos los reinos de la tierra nos da a entender que para él la adoración está
por encima de toda la gloria que puedan darle los hombres, y que busca en la
adoración el honor máximo a que puede aspirar, porque recibir adoración es
robarle a Dios lo que sólo a Dios pertenece, es un intento de sentarse de algún
modo en el trono de Dios. Pero el final del soberbio es la caída: “Al seol has sido precipitado, a lo más
hondo del pozo” (Is 14,15).
La
soberbia incapacita para la adoración, porque produce siempre algún grado de
enfrentamiento contra Dios. Quien se deja dominar por la soberbia lleva consigo
una de las señales más claras de la reprobación, porque es como la raíz y madre
de todos los desórdenes y de todos los pecados. La soberbia corta el acceso a
las bendiciones de Dios, porque “Dios
resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes” (1 P 5,5).
El
soberbio es rechazado por Dios, ya que es imposible que esté en su presencia
con tal actitud: Dice el Señor al ángel de la Iglesia de Laodicea: “Voy a vomitarte de mi boca. ‘Tú dices:
‘Soy rico; me he enriquecido; nada me falta’. Y no te das cuenta de que eres un
desgraciado, digno de compasión, pobre,
ciego y desnudo” (Ap 3,15-17). El profeta anuncia la exaltación del Señor
junto con la caída de los soberbios: “Los
ojos altivos del hombre serán abajados, se humillará la altanería humana, y
será exaltado el Señor solo en aquel día” (Is 2,11).
La
verdadera adoración a Dios exige al hombre rendirse ante él, reconocerse
criatura, pecador e indigno de participar en el más alto de los cultos,
sentirse agraciado por poder permanecer en los atrios de la casa del Señor
mientras se une, por la súplica del
corazón, a la adoración de la creación en la tierra y en el cielo.
2.
Palabra profética
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En adoración: “¿Creéis que estáis
aquí porque habéis sido capaces de subir peldaños que otros no han podido subir
y habéis llegado por vuestras fuerzas? ¿Creéis que habéis sabido luchar más que
los demás y por eso ocupáis este lugar? Sólo mi misericordia os ha sacado de la
oscuridad de abajo para traeros a la luz de mi presencia; sólo mi misericordia
os ha traído hasta aquí. ¡Si vierais vuestra realidad como yo la veo! ¡Si
vierais cómo cubro vuestra oscuridad con mi luz! ¡Si vierais cómo mi amor me
empuja a traeros hasta mí para transformaros y santificaros! ¡Si vierais
cuántas veces habéis estado al borde del precipicio y yo os he sostenido! ¡Si
vierais cuántas veces habéis estado cubiertos de barro y yo os he lavado!
Recordad que el poder es mío. que sólo yo puedo llevar a cabo las obras. En la
medida en que permanezcáis en mí y seáis conscientes de vuestra realidad y de
la mía. veréis mi poder. En la medida en que descubráis vuestra realidad.
descubriréis también mi misericordia; pero que no se engría vuestro
corazón".
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“¿Creéis que estáis aquí porque habéis sido capaces de subir peldaños que otros no han podido subir y habéis llegado por vuestras fuerzas? ¿Creéis que habéis sabido luchar más que los demás y por eso ocupáis este lugar? Sólo mi misericordia os ha sacado de la oscuridad de abajo para traeros a la luz de mi presencia; sólo mi misericordia os ha traído hasta aquí. ¡Si vierais vuestra realidad como yo la veo! ¡Si vierais cómo cubro vuestra oscuridad con mi luz! ¡Si vierais cómo mi amor me empuja a traeros hasta mí para transformaros y santificaros! ¡Si vierais cuántas veces habéis estado al borde del precipicio y yo os he sostenido! ¡Si vierais cuántas veces habéis estado cubiertos de barro y yo os he lavado! Recordad que el poder es mío. que sólo yo puedo llevar a cabo las obras. En la medida en que permanezcáis en mí y seáis conscientes de vuestra realidad y de la mía. veréis mi poder. En la medida en que descubráis vuestra realidad. descubriréis también mi misericordia; pero que no se engría vuestro corazón".
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