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SOLO DIOS: TODO FUE OBRA DEL ESPIRITU SANTO
SOLO DIOS: TODO FUE OBRA DEL ESPIRITU SANTO: EL PADRE EDUARDO SILIO Y EL PADRE MIGUEL DI COSMO LOS P...
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viernes, 10 de enero de 2014
DECLARACION CONJUNTA ATENAGORAS Y PAULO VI
Declaración
Conjunta
7
de diciembre de 1965
La declaración conjunta de S. S. Pablo VI
y de S. B. el patriarca Atenágoras I fue leída en francés en la sesión pública
conciliar del 7 de diciembre y al mismo tiempo en el Fanar del Patriarcado de
Constantinopla.
Llenos de agradecimiento hacia Dios por
la gracia que, en su misericordia les otorgó de encontrarse fraternalmente en
los sagrados lugares en los que, por la muerte y la resurrección de Cristo, se
consumó el misterio de nuestra salvación y por la efusión del Espíritu Santo,
nació la Iglesia, el Papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras I, no han olvidado
el proyecto que cada uno por su parte concibió en aquella ocasión de no omitir
en adelante gesto alguno de los que inspira la caridad y que sean capaces de
facilitar el desarrollo de las relaciones fraternales entre la Iglesia católica
romana y la Iglesia ortodoxa de Constantinopla, inauguradas en esa ocasión.
Están persuadidos de que de esta forma responden al llamamiento de la gracia
divina que mueve hoy a la Iglesia católica romana y a la Iglesia ortodoxa y a
todos los cristianos a superar sus diferencias a fin de ser de nuevo
"uno" como el Señor Jesús lo pidió para ellos a su Padre. Entre los
obstáculos que entorpecen el desarrollo de estas relaciones fraternales de
confianza y estima figura el recuerdo de las decisiones, actos e incidentes
penosos que desembocaron en 1054, en la sentencia de excomunión pronunciada
contra el patriarca Miguel Cerulario y otras dos personalidades por los legados
de la sede romana, presididos por el cardenal Humberto, legados que fueron a su
vez objeto de una sentencia análoga por parte del patriarca y el sínodo
constantinopolitano.
No se puede hacer que estos
acontecimientos no hayan sido lo que fueron en este período particularmente
agitado de la historia. Pero hoy, cuando se ha emitido sobre ellos un juicio
más sereno y justo, es importante reconocer los excesos con que han sido
enturbiados y que han dado lugar ulteriormente a consecuencias que, en la
medida en que nos es posible juzgar de ello, superaron las intenciones y
previsiones de sus autores, cuyas censuras se referían a las personas en
cuestión y no a las Iglesias y no pretendían romper la comunión eclesiástica
entre las sedes de Roma y Constantinopla.
Por eso, el Papa Pablo VI y el patriarca
Atenágoras I y su Sínodo, seguros de expresar el deseo común de justicia y el
sentimiento unánime de caridad de sus fieles y recordando el precepto del
Señor: "Cuando presentas tu ofrenda en el altar y allí te acuerdas de que
tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y ve
primero a reconciliarte con tu hermano" (Mt. 5, 23-24), declaran de común
acuerdo:
a) Lamentar las palabras ofensivas, los reproches infundados y los
gestos condenables que de una y otra parte caracterizaron a acompañaron los
tristes acontecimientos de aquella época.
b) Lamentar igualmente y borrar de la memoria y de la Iglesia las
sentencias de excomunión que les siguieron y cuyo recuerdo actúa hasta nuestros
días como un obstáculo al acercamiento en la caridad relegándolas al olvido.
c) Deplorar, finalmente, los lamentables precedentes y los
acontecimientos ulteriores que, bajo la influencia de diferentes factores,
entre los cuales han contado la incomprensión y la desconfianza mutua, llevaron
finalmente a la ruptura efectiva de la comunión eclesiástica.
El Papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras I con su Sínodo son
conscientes de que este gesto de justicia y perdón recíproco no puede bastar
para poner fin a las diferencias antiguas o más recientes que subsisten entre
la Iglesia católica romana y la Iglesia ortodoxa de Constantinopla y que, por
la acción del Espíritu Santo, serán superadas gracias a la purificación de los
corazones, al hecho de deplorar los errores históricos y una voluntad eficaz de
llegar a una inteligencia y una expresión común de la fe apostólica y de sus
exigencias.
Sin embargo, al realizar este gesto,
esperan sea grato a Dios, pronto a perdonarnos cuando nos perdonamos los unos a
los otros y esperan igualmente que sea apreciado por todo el mundo cristiano,
pero sobre todo por el conjunto de la Iglesia católica romana y la Iglesia
ortodoxa, como la expresión de una sincera voluntad común de reconciliación y
como una invitación a proseguir con espíritu de confianza, de estima y de caridad
mutuas, el diálogo que no lleve con la ayuda de dios a vivir de nuevo para el
mayor bien de las almas y el advenimiento del Reino de Dios, en la plena
comunión de fe, de concordia fraterna y de vida sacramental que existió entre
ellas a lo largo del primer milenio de la vida de la Iglesia
HOY SE HA CUMPLIDO
Lecturas del 10 de Enero.
Feria de Navidad
Primera lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Juan (4,19–5,4):
Nosotros amamos a Dios,
porque él nos amó primero. Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su
hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede
amar a Dios, a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: Quien ama a
Dios, ame también a su hermano. Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha
nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha
nacido de él, En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a
Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor de Dios: en
que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no, son pesados, pues todo
lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria
sobre el mundo es nuestra fe.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 71,1-2.14.15bc.17
R/. Se postrarán ante ti,
Señor, todos los pueblos de la tierra
Dios mío, confía tu juicio
al rey,
tu justicia al hijo de
reyes,
para que rija a tu pueblo
con justicia,
a tus humildes con
rectitud. R/.
Él rescatará sus vidas de
la violencia,
su sangre será preciosa a
sus ojos.
Que recen por él
continuamente
y lo bendigan todo el día.
R/.
Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de
todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso
todas las razas de la tierra. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio
según San Lucas (4,14-22a):
En aquel tiempo, Jesús
volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la
comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde
se había criado, entró en la sinagoga como era su costumbre los sábados, y se
puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y,
desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del
Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el
Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los
ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de
gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se
sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.
Y él se puso a decirles:
«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Y todos le expresaban su
aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del
Viernes 10 de Enero del 2014
A lo largo de esta segunda
semana del tiempo de Navidad, el Evangelio de cada día nos ha ido mostrando los
primeros pasos del ministerio público de Jesús según los tres evangelistas
sinópticos. Hoy es Lucas el que nos cuenta el inicio de la misión de Jesús. Y
lo hace con el episodio de Jesús en la Sinagoga de Nazaret. Según Lucas, Jesús
comenzó sus andares misioneros enseñando en las sinagogas de Galilea, y señala
como especialmente significativo su discurso en Nazaret.
Curiosamente debe ser el
discurso más breve que Jesús dirigió. Le bastó con una frase de ocho palabras.
No necesitaba de largas homilías para convencer: en su vida, en sus gestos, en
su persona se estaba realizando lo que los profetas habían anunciado. ¿Para qué
más? Se contentó con leer el pasaje de Isaías y hacer ver a los que escuchaban
asombrados que esas profecías sobre el Mesías se estaban cumpliendo ya en su
propia persona.
Sorprende que hoy día, los
que hablamos de Jesús y somos sus testigos tengamos que hablar tanto para
anunciar la Buena Noticia del Reino. Más sorprende aún que la mayor parte de
nuestros discursos no estén dirigidos a hablar precisamente del Reino, de su
justicia, de la alegría ante su cercanía o de la transformación que provoca, en
las personas y en las sociedades; parece que nos preocupa más la imagen que
tiene la Iglesia ante la sociedad, o la moral de los fieles, y no fieles, o los
“ataques” que sufrimos contra nuestras ideas, convicciones e instituciones.
Jesús, más que hablar,
hacía; y en sus gestos, actos y valores mostraba lo que quería transmitir. Por
eso necesitaba de pocas palabras. Y su tema era siempre el mismo: la Buena
Noticia de la cercanía del Reino y la llamada a convertirse a él. Pero
entonces, los continuadores de su misión tenemos que hacernos preguntas muy
importantes: ¿qué o a quién ponemos en el centro de nuestra predicación?; ¿a
quiénes va especialmente dirigida?; ¿quiénes son nuestros preferidos?, ¿los
pobres?; ¿qué muestran nuestros gestos, acciones, manera de vivir, valores?,
¿somos testimonio vivo del evangelio de Jesús?
jueves, 9 de enero de 2014
JESUS Y JUAN EL BAUTISTA
El
bautismo de Jesús
Vida
Pública de Jesús. Jesús ha llegado al Jordán para ser bautizado por Juan.
Jesús avanza decidido entre el grupo de
peregrinos que viene de Galilea; se coloca ante Juan que lo reconoce, y
comienza un breve diálogo. Jesús ha llegado al Jordán para ser bautizado por
Juan. Pero éste se resiste diciendo: "Soy yo quien necesita ser bautizado
por ti, ¿cómo vienes tú a mí?"
Cumplir con la justicia
El bautista dirá más tarde que no le
conocía. No le conocía como Mesías y portador del bautismo de fuego y del
Espíritu Santo, pero le conoce como pariente, al menos de oídas, por las
palabras de su madre Isabel y de su padre Zacarías. Sabe que Jesús es justo,
que no hay pecado en Él, que reza, que ama a Dios, que ama a su padres. Quizá
sabe más cosas, pero no lo sabe todo, pues el silencio de la vida oculta se
extiende tanto a los cercanos en los lazos de sangre, como en los espirituales.
Respondiendo Jesús le dijo: "Déjame ahora; así es como debemos nosotros
cumplir toda justicia. Entonces Juan se lo permitió". (Mt).
Y cumple Jesús toda justicia. Desciende a
las aguas ante Juan. En aquellos momentos el inocente de todo pecado asume
todos los pecados de los hombres. Los miles de millones de pecados de los
hombres caen sobre sus espaldas, y los asume haciéndose pecado, como si fuesen
suyos, sin serlo. Esta decisión libre le costará sangre y sudor, amor difícil,
amor total que llegará a estar crucificado, hasta dar la vida por todos.
¿Qué sucede cuando se sumerge Jesús
Cuando Jesús entra en las aguas y Juan
baña su cabeza, son sumergidos todos los pecados de los hombres. Las aguas
limpian el cuerpo, y por eso son tomadas como símbolo de la limpieza de las
almas que se arrepienten ante Dios de sus pecados. Más no pueden hacer. Pero al
sumergirse Jesús en las aguas, las santifica, les da una fuerza nueva. Más
adelante, el bautismo lavará con las aguas los pecados hasta la raíz, y dará la
nueva vida que Cristo conquistará en su resurrección. Serán, efectivamente,
aguas vivas que saltan hasta la vida eterna.
Dios se manifiesta
Al salir Jesús del agua sucede el gran
acontecimiento: Dios se manifiesta. "Inmediatamente después de ser
bautizado, Jesús salió del agua; y he aquí que se le abrieron los Cielos, y vio
al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y venía sobre él. Y una
voz del Cielo que decía: Este es mi Hijo, el amado, en quien me he
complacido"(Mt).
La voz es la del Padre, eterno Amante, el
que engendra al Hijo en un acto de amor eterno, dándole toda su vida. El Hijo
es el Amado, igual al Padre según su divinidad. Es tan Hijo que es
consustancial con el Padre, los dos son uno en unión de amor. El Padre le dio
toda su vida, y el Hijo ama al Padre con ese amor obediente que vemos en Jesús
cuando desciende a las aguas como hombre que se sabe Dios, desde una libertad
humana con la que se entrega por los hombres y ama al Padre. Y el Padre se
complace en ese hombre que le ama con amor total y mira a los demás hombres
saliendo del pecado, y les ama en el Hijo.
El Espíritu
La paloma simboliza el Espíritu. Anunció
la nueva tierra y la paz de Dios a los hombres después del diluvio, que habían
sido castigados por sus pecados. Anuncia el amor a los que quieren vivir de
amor. Anuncia junto a Jesús la nueva Alianza, en que, de nuevo, el Espíritu de
Dios volará sobre las aguas del mundo. Limpiará los corazones con el fuego de
su amor, purificará las intenciones, llenará de Dios a todos los que crean y
esperen, inflamará de amor a los amantes que desean el amor total, tan lejano
al amor propio.
Jesús es ungido por el Espíritu. Jesús es
así el Cristo, el nuevo rey del reino del Padre. Antes los reyes eran ungidos
con aceite, y la gracia de Dios les daba fuerzas. Ahora el Espíritu mismo
invade a Jesús. Podrá actuar con plena libertad en su alma dócil, le impulsará,
le encenderá en fuego divino. Por eso "Jesús lleno del Espíritu Santo,
regresó del Jordán, y fue conducido por el Espíritu al desierto". Comienza
su vida de Ungido por el Espíritu que le lleva a lo más alejado del paraíso, al
desierto, donde se mortifica, reza y sufre la tentación de Satanás.
FUE AL MONTE A ORAR
Texto del Evangelio (Mc 6,45-52): Después
que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús enseguida dio prisa a sus
discípulos para subir a la barca e ir por delante hacia Betsaida, mientras Él
despedía a la gente. Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar. Al
atardecer, estaba la barca en medio del mar y Él, solo, en tierra.
Viendo que ellos se fatigaban remando,
pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene
hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo. Pero ellos
viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a
gritar, pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero Él, al instante,
les habló, diciéndoles: «¡Ánimo!, que soy yo, no temáis!». Subió entonces donde
ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente
estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente
estaba embotada.
Después
de despedirse de ellos, se fue al monte a orar
Hoy, contemplamos cómo Jesús, después de
despedir a los Apóstoles y a la gente, se retira solo a rezar. Toda su vida es
un diálogo constante con el Padre, y, con todo, se va a la montaña a rezar. ¿Y
nosotros? ¿Cómo rezamos? Frecuentemente llevamos un ritmo de vida atareado, que
acaba siendo un obstáculo para el cultivo de la vida espiritual y no nos damos
cuenta de que tan necesario es “alimentar” el alma como alimentar el cuerpo. El
problema es que, con frecuencia, Dios ocupa un lugar poco relevante en nuestro
orden de prioridades. En este caso es muy difícil rezar de verdad. Tampoco se
puede decir que se tenga un espíritu de oración cuando solamente imploramos
ayuda en los momentos difíciles.
Encontrar tiempo y espacio para la
oración pide un requisito previo: el deseo de encuentro con Dios con la
conciencia clara de que nada ni nadie lo puede suplantar. Si no hay sed de
comunicación con Dios, fácilmente convertimos la oración en un monólogo, porque
la utilizamos para intentar solucionar los problemas que nos incomodan. También
es fácil que, en los ratos de oración, nos distraigamos porque nuestro corazón
y nuestra mente están invadidos constantemente por pensamientos y sentimientos
de todo tipo. La oración no es charlatanería, sino una sencilla y sublime cita
con el Amor; es relación con Dios: comunicación silenciosa del “yo necesitado”
con el “Tú rico y trascendente”. El gusto de la oración es saberse criatura
amada ante el Creador.
Oración y vida cristiana van unidas, son
inseparables. En este sentido, Orígenes nos dice que «reza sin parar aquel que
une la oración a las obras y las obras a la oración. Sólo así podemos
considerar realizable el principio de rezar sin parar». Sí, es necesario rezar
sin parar porque las obras que realizamos son fruto de la contemplación; y
hechas para su gloria. Hay que actuar siempre desde el diálogo continuo que
Jesús nos ofrece, en el sosiego del espíritu. Desde esta cierta pasividad
contemplativa veremos que la oración es el respirar del amor. Si no respiramos
morimos, si no rezamos expiramos espiritualmente.
miércoles, 8 de enero de 2014
su bautismo y el nuestro
BAUTISMO DE JESÚS POR SAN JUAN BAUTISTA,
EN LAS AGUAS DEL RÍO JORDÁN.
Proclamaba Juan: “detrás de mí viene el que
puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo
os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo”. Por
entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el
Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacía
él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, mi
predilecto”. Así relata el evangelista San Marcos el Bautismo del Señor en el
río Jordán.
MISTERIOS DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
Nuestro Señor Jesucristo, al hacerse
bautizar por Juan el Bautista, en las riberas del río Jordán, realiza varios
misterios. En primer lugar, santifica el agua, materia del Bautismo, y le
infunde, al ir unida con las palabras del rito del Sacramento, la eficacia para
borrar en el que se bautiza el pecado original, e incluso cualquier otro
pecado, si se tratara de una persona adulta. En segundo lugar, nos da ejemplo
de verdadera penitencia al realizarse un impresionante prodigio: ver al mismo
Dios hecho Hombre, a los pies de la criatura, mientras Juan se resistía,
diciendo: Yo debo ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?. “Déjame hacer” -le
respondió el Salvador-: así es como conviene que cumpla toda justicia, según relata
san Mateo. Jesús quiere practicar todas las virtudes, incluso aquellas que son
propias de los pecadores arrepentidos. ¡Qué humildad la de Nuestro Señor
Jesucristo! Y Juan obedeció y confirió, a la más pura inocencia, el bautismo de
penitencia.
REVELACIÓN DEL MISTERIO TRINITARIO
En aquel momento, se abrieron los cielos
y se vió bajar al Espíritu Santo, en forma de paloma, y colocarse sobre Jesús.
Y, al mismo tiempo, se oyó una vez que decía: Este es mi Hijo, el amado, en ti
me he complacido. En este mismo momento, nos es revelado el Misterio de la
Santísima Trinidad: el Padre que habla, el Hijo que es bautizado y el Espíritu
Santo, en forma o apariencia de una paloma.
El Padre declara que tiene puestas todas
sus complacencias en el Hijo. Y ¿cómo es
posible que nosotros no pongamos también las nuestras en Nuestro Señor
Jesucristo?. Él es imagen verdadera del Padre, espejo de la divinidad, y en su
persona se hallan reunidas todas las perfecciones del Cielo y de la Tierra.
Jesús merece, por tanto, todo nuestro amor. Nadie le iguala en amabilidad. Ni
padres, ni hermanos, ni esposas o esposos, ni los mejores amigos pueden ser
comparados al amor de Nuestro Señor Jesucristo. De verdad, ¿será posible que
Jesús que enamora a los Ángeles, a los Santos e incluso al Padre celestial, no
nos llene a nosotros de amores y requiebros?.
Por su parte, el Espíritu Santo al
posarse , en forma de paloma, sobre Jesús, nos enseña la dulzura y la
mansedumbre de de Nuestro Santísimo Redentor. Efectivamente, Jesucristo no es
un monarca, un conquistador, un juez. Él es quien nos dice: Aprended de mi, que
soy manso y humilde corazón. Sí, aprended de mí y soportad los defectos del
prójimo, su carácter, su aspereza, sus impaciencias, sus faltas de delicadeza y
muchas veces incluso de educación. Aprended de mí a perdonar sus ofensas, lo
mismo que Yo, Jesús, os perdono las
faltas de delicadeza que con tanta frecuencia me hacéis. Ciertamente, de este
modo, nos habla Jesús. Y, por nuestra parte, debemos ser dóciles a su voz y
estar dispuestos a obedecerle.
LA GRACIA DE LA DULZURA Y LA PAZ
Por eso, debemos pedirle al Señor que nos
conceda la gracia de que tengamos dulzura en todos los momentos, dulzura con
nosotros mismos para mantenernos en paz; verdadero espíritu de penitencia que
nos haga renunciar a cuanto nos pueda apartar de Él, como lo hemos prometido en
el Bautismo. Que nuestro pensamiento, nuestra atención, nuestro amor reposen
constantemente en Dios, que es el objeto de todas las complacencias del Cielo y
de las almas puras y santas.
Finalmente, al dejarse bautizar en el río
Jordán, el Señor quiere enseñarnos también a purificar nuestro corazón por el
arrepentimiento y a sujetar las malas inclinaciones y los instintos perversos.
¡Quizá existan en nuestra alma egoísmos y sentimientos poco nobles y conformes
con la perfección que Dios quiere de cada uno de nosotros! Pidamos, por
intercesión de la Santísima Madre, que el Señor nos conceda el espíritu de
compunción y de humildad, para que, libres de las ataduras del orgullo y del
pecado, llevemos una vida conforme a las enseñanzas y ejemplos de Nuestro Señor
Jesucristo.
OVEJAS SIN PASTOR
Texto del Evangelio (Mc 6,34-44): En
aquel tiempo, vio Jesús una gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque
eran como ovejas que no tienen pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas. Y
como fuese muy tarde, se llegaron a Él sus discípulos y le dijeron: «Este lugar
es desierto y la hora es ya pasada; despídelos para que vayan a las granjas y
aldeas de la comarca a comprar de comer». Y Él les respondió y dijo: «Dadles
vosotros de comer». Y le dijeron: «¿Es que vamos a comprar doscientos denarios
de pan para darles de comer?». Él les contestó: «¿Cuántos panes tenéis? Id a
verlo». Y habiéndolo visto, dicen: «Cinco, y dos peces».
Entonces les mandó que se acomodaran
todos por grupos de comensales sobre la hierba verde. Y se sentaron en grupos
de ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces y
levantando los ojos al cielo, bendijo, partió los panes y los dio a sus
discípulos para que los distribuyesen; también partió los dos peces para todos.
Y comieron todos hasta que quedaron satisfechos. Y recogieron doce cestas
llenas de los trozos que sobraron de los panes y de los peces. Los que comieron
eran cinco mil hombres.
Porque
eran como ovejas que no tienen pastor
Hoy, Jesús nos muestra que Él es sensible
a las necesidades de las personas que salen a su encuentro. No puede
encontrarse con personas y pasar indiferente ante sus necesidades. El corazón
de Jesús se compadece al ver el gran gentío que le seguía «como ovejas que no
tienen pastor» (Mc 6,34). El Maestro deja aparte los proyectos previos y se
pone a enseñar. ¿Cuántas veces nosotros hemos dejado que la urgencia o la
impaciencia manden sobre nuestra conducta? ¿Cuántas veces no hemos querido
cambiar de planes para atender necesidades inmediatas e imprevistas? Jesús nos
da ejemplo de flexibilidad, de modificar la programación previa y de estar
disponible para las personas que le siguen.
El tiempo pasa deprisa. Cuando amas es
fácil que el tiempo pase muy deprisa. Y Jesús, que ama mucho, está explicando
la doctrina de una manera prolongada. Se hace tarde, los discípulos se lo
recuerdan al Maestro y les preocupa que el gentío pueda comer. Entonces Jesús
hace una propuesta increíble: «Dadles vosotros de comer» (Mc 6,37). No
solamente le preocupa dar el alimento espiritual con sus enseñanzas, sino
también el alimento del cuerpo. Los discípulos ponen dificultades, que son
reales, ¡muy reales!: los panes van a costar mucho dinero (cf. Mc 6,37). Ven
las dificultades materiales, pero sus ojos todavía no reconocen que quien les
habla lo puede todo; les falta más fe.
Jesús no manda hacer una fila de a pie;
hace sentar a la gente en grupos. Comunitariamente descansarán y compartirán.
Pidió a los discípulos la comida que llevaban: sólo son cinco panes y dos
peces. Jesús los toma, invoca la bendición de Dios y los reparte. Una comida
tan escasa que servirá para alimentar a miles de hombres y todavía sobrarán
doce canastos. Milagro que prefigura el alimento espiritual de la Eucaristía,
Pan de vida que se extiende gratuitamente a todos los pueblos de la Tierra para
dar vida y vida eterna.
martes, 7 de enero de 2014
EL REINO DE DIOS OBRA EN MEDIO DE USTEDES
INTERCESORES
CON CRISTO
“Venga tu
reino”
(Mt 6,10).
Intercesión y Reino de Dios
Antes de
la aparición del pecado el hombre disfrutaba una situación de armonía en sus
relaciones con Dios, con la creación, con el prójimo, consigo mismo. Esos
primeros cielos y primera tierra ya pasaron (Ap 21,1), ya que el pecado
estropeó la armonía en cada una de esas relaciones; pero la obra de
restauración de Jesucristo es mucho más que volver a la situación anterior, ya
que lleva a que todo esté sometido a Dios y a sus planes. Para ello el Padre
pensó recapitular todas las cosas en Cristo, y “hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y
lo que está en la tierra” (Ef 1,10), de forma que no haya lugar de nuevo
para el pecado, sino para el reinado
definitivo de Dios: ”Su imperio es un
imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás” (Dn
7,14).
El Reino
de Dios ya está aquí desde que Jesús vino a la tierra, pero todavía no ha
llegado aún a su plenitud. Cada hombre, al aceptar la salvación que le ofrece
Jesucristo, se presta a ser rescatado y permite que el Reino de Dios llegue a
su vida. Como dice Pablo, Dios “nos libró
del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en
quien tenemos la redención: el perdón de los pecados” (Col 1,13-14).
Al mismo
tiempo, esta venida del Reino de Dios significa derrota para el reino que
gobierna el “Príncipe de este mundo” (Jn 12,31), el diablo. Por eso Jesucristo
debe “reinar hasta que ponga a todos sus
enemigos bajo sus pies” (1 Co 15,25).
La
evangelización tiene por objetivo restaurar el Reino de Dios, que los hombres
lo reciban a través de la conversión. Es lo que predicó Jesucristo: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios
está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva” (Mc 1,14).
El Señor
nos instó a que nuestro primer objetivo, el número uno en nuestro orden de
prioridades, fuese el Reino de Dios. Por eso mismo nuestros principales
esfuerzos deberían dirigirse a la búsqueda de este Reino: “Buscad primero su Reino y su justicia” (Mt 6,33). Pero no es sólo
a través de la evangelización como trabajamos por el Reino; también lo hacemos
con la oración en favor del Reino. De hecho, no va a producirse verdadera
evangelización sin oración que la anteceda, que la sostenga, que la revista del
poder de lo alto y la haga fructificar. La intercesión es un ministerio clave
para la restauración del Reino de Dios. Así lo enseñó el Señor: “Vosotros, pues, orad así: [...] venga tu
Reino” (Mt 6,9-10). Nuestra oración debe ir más allá de lo que nuestros
ojos contemplan, y profetizar que “la
tierra estará llena de conocimiento del Señor como cubren las aguas el mar”
(Is 11,9).
Pero
¿cuánto tiempo va a demorarse la llegada del Reino en plenitud? Pedro responde:
“No se retrasa el Señor en el
cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia
con vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la
conversión” (2 P 3,9). Con nuestra intercesión podemos adelantar ese
momento asociado al regreso de Cristo “a
quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de
que Dios habló por boca de sus santos profetas” (Hch 3,21). Si tenemos
conciencia y voluntad de intercesores, clamaremos:“¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22,20).
Respuestas a la Intercesión – Palabra
profética
Noticias de un grupo de adoradores e
intercesores:
v Visión durante al
adoración: una multitud de ángeles estaban construyendo un edificio. Palabra:
Por medio de la adoración se construye mi Reino. A vosotros os he llamado, como
adoradores, para que colaboréis en la restauración de mi Reino. Si tenéis los
brazos caídos, ¿quién lo construirá? Aquí se lleva a cabo la obra perfecta, que
no es una obra hecha por mano de hombres, sino por mis ángeles. Las obras que
se realizan por medio de la adoración, permanecen. Creed y, en su tiempo,
manifestaré mi gloria.
v Mientras se intercede por
la situación mundial, se ve en visión un corazón ensangrentado del que cae
sangre sin cesar. Palabra al corazón: No dejéis de interceder, no dejéis de
clamar, mi corazón está sangrando de dolor por el mundo.
v Palabra recibida mientras
se intercedía por la paz del mundo: El mundo me ha vuelto la espalda. El mundo
vive envuelto en llamas de condenación y muerte. Levantaos en intercesión por
él. Orad por su conversión.
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